Muchas gracias al Congreso de la República, y, en especial, a los congresistas María Elizabeth Taipe y Alfredo Pariona Sinche por este reconocimiento, medalla y diploma a mi trabajo literario. Son casi 40 años de escritor a destajo e ininterrumpido con más de una veintena de libros publicados, con textos en más de una centena de antologías afuera y dentro del país; varios premios literarios, finalista repetidas veces en las Bienales de Poesía “Premio Copé” y segundo puesto en el Premio de Poesía del Instituto Peruano-Japonés “José Watanabe”. También he ganado el Premio Nacional de Poesía 500 VL organizado por la Municipalidad de Lima con el libro Carne Humana y recibido los “Laureles Culturales” por parte de los Viernes Literarios (2019) y el premio y “Reconocimiento al Intelecto Creador” en Lambayeque y la Región Norte (2019). Asimismo, he recibido diploma de honor y medalla por parte de la Agencia de Prensa Internacional APREINT, con sede en Barcelona, por mi "destacada labor literaria y aporte cultural al mundo” (2019).
RODOLFO YBARRA
BLOG DE
jueves, 21 de julio de 2022
PREMIO Y RECONOCIMIENTO A MI PERSONA EN EL CONGRESO DE LA REPÚBLICA
EN EL CONGRESO DE LA REPÚBLICA
jueves, 22 de abril de 2021
LA HIPOCRESÍA DEL SEÑOR VARGAS LLOSA, ENVÍO DE RAFAEL INOCENTE
Alguien mencionó alguna vez que Arequipa había producido lo peor y lo mejor del Perú. Mencionaba ese alguien a Vladimiro Montesinos, Abimael Guzmán, Héctor Cornejo Chávez, Hernando de Soto y Mario Vargas Llosa, como ejemplos palmarios de su afirmación extremista. En 1996 Montesinos ya se había hecho del poder en complicidad con los militares y Kenya Fujimori. Abimael Guzmán, encerrado en las mazmorras de la Base Naval, se descamaba lentamente, y don Mario, huido a Europa, publicaba a sus 59 años -la misma edad que tenía Arguedas cuando se disparó un tiro en la Agraria- el libro que yo devoraba vorazmente. Una legislación antiterrorista, violatoria de todas las garantías del debido proceso, permanecía incólume, mientras los jueces sin rostro encerraban a miles de inocentes a través de una maquinaria atroz que concedía facultades extraordinarias a la policía en la fase de investigación y se juzgaba a civiles en cortes militares, con la más absoluta impunidad. Más de veinte mil peruanos de a pie, culpables e inocentes, sufrían cruel carcelería y sus derechos básicos eran vulnerados hasta la náusea por las condiciones de las mazmorras fujimontesinistas.
En este contexto leí ese híbrido llamado La Utopía Arcaica. ¿A qué se refiere el título del libro? ¿En qué consiste una utopía arcaica? Elaborada mediante el cruce de tres temas capitales -la vida de José María Arguedas, el análisis de su obra literaria y la historia del indigenismo peruano-, el libro es un alegato sobre la vida y obra de José María Arguedas, partiendo de la premisa de que literatura y biografía son partes indisociables de un todo. A lo largo de sus páginas se respira un ambiente de degradación, bronca y encono. Según Vargas Llosa en la obra literaria de Arguedas existiría un anhelo de reivindicación prehispánica, proyecto irreal, que consistiría en el restablecimiento de un Perú antiguo, arcaico, colectivista, tradicional, rural y mágico-religioso. El gran tema es el mundo andino, que por sus características geográficas y culturales representaría una forma más profunda y auténtica de humanidad que los desiertos y valles costeros. El Perú aparece como una sociedad fragmentada, enfrentada, injusta, pícara pero sumisa, un rompecabezas mal hecho y estropeado. Ahora como en aquél 1996 me cuesta mucho comprender cómo una sociedad así, pueda seguir sobreviviendo. Quizá la violencia interna que vivimos en los últimos años sea un indicador de que tales contraposiciones sociales y culturales desembocan en graves conflictos, cuando no en sangrientas guerras fratricidas. Así, según Vargas Llosa, en la obra de Arguedas se vería expresada una fantasía histórica, según la cual el pueblo indígena creó en los Andes una civilización moralmente superior a la que trajeron los europeos y que sobreviviría en los indígenas de hoy. Siguiendo su razonamiento, la obra de Arguedas sería parte de una tendencia reaccionaria dentro de la corriente indigenista, con contenido notoriamente racista, parte de una «superchería audaz» del autor de inventarse una sierra y un Perú a la medida de sus fantasías.
Esto es, letras más, letras menos, lo que nos plantea Vargas Llosa frente al desgarrador panorama peruano. En el epílogo de su novela póstuma El Zorro de arriba y el Zorro de abajo, Arguedas inserta un texto titulado «No soy un aculturado». Aquí expone su ideal de un Perú moderno y multicultural con matriz andina, muy lejos de una utopía indigenista reaccionaria como la ha presentado Vargas Llosa, premio Rockfeller 1988. En el planteamiento de Arguedas se hace presente la tensión entre el ideal de la modernidad por un lado, y el ideal de la diversidad cultural, por otro. Al leer las obras de Arguedas, sus artículos periodísticos, sus ensayos y cartas, vemos que lo que plantea el andahuaylino es una síntesis entre ambos proyectos opuestos. Para Vargas Llosa, por el contrario, modernizarse es abolir lo mágico y renunciar a las creencias y costumbres tradicionales. El camino a la modernidad, según las fanáticas posiciones ultraderechistas del arequipeño admirador de Margaret Tatcher, llegará a través del libre mercado, las elecciones libres y la alternancia de poderes.
Por eso no me ha asombrado la tosquedad ideológica del discurso Nobel de Mario Vargas Llosa ni el hipócrita besito en la mejilla a un Alan García que antes despreciaba, al mejor estilo de la Camorra napolitana. Su grosero llamado a la defensa de la democracia liberal, el pluralismo político, la tolerancia, los derechos humanos, las elecciones libres y toda esa monserga liberal que le ha convertido en portavoz de los malcriados del mundo. Para don Mario el asunto es de una claridad meridiana: modernidad o atraso, libre mercado o estado. Lo que olvida convenientemente el novelista arequipeño es que tal dicotomía en épocas de globoidiotización es falaz: el mercado compra estados, los corrompe, los coopta, los prostituye. El estado, una figura tradicionalmente irrelevante en las sociedades sudamericanas, ha sido absolutamente incapaz de cumplir con su principal función contemporánea, a saber, dotar de bienestar a los grupos desposeídos, pero sí ha servido para monopolizar el uso de la violencia y cobrar los impuestos. El mercado en un modelo económico excluyente e injusto como el que defiende Vargas con sus veinte uñas usurpa las funciones del estado para beneficio de las multinacionales, aquellas que portarían los estandartes del progreso y la modernidad, mitos caros de Varguitas, tan mortales como el nacionalismo que dice detestar con fervor anarquista. Una tremenda ficción ha traficado Vargas Llosa en su discurso, ¡qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene identidad porque las tiene todas!, en medio de la algarabía de una Lima tan colonial como hace cuatrocientos años. Aclamado por la intelectualidad criollo-parasitaria y por el populacho feroz, aplaudido a rabiar por esa partida de huevones que son sus herederos literarios nativos, la palabra de don Mario es ley. Osar contradecir las ideas que ha soltado desde su particular Olimpo sueco, significa ganarse la condena a muerte en este mezquino y argollero mundo literario. Pero como lo que menos me interesa es convertirme en un escritor profesional -aquél tipo que diariamente se sienta frente a su escritorio y escribe novelas como quien va a la oficina- cojo la flor lanzada por don Mario y se lo espeto: no sea usted tan memo, señordón, menos aún cite a Borges para refrendar la falacia que pretende comerciar bajo el manto de un pretendido pluralismo. Ni en Argentina, un país cuyas tres cuartas partes de habitantes descienden directamente del hambre de Europa (o de los barcos como prefería decirlo Borges con filosa ironía), permitirían esa infeliz provocación al más majadero de sus escritores. Pretender que el Perú -un país fragmentado en donde domina una élite corrupta descendiente de encomenderos, un país cuyo componente poblacional indígena es tan sólo comparable al de Guatemala o Bolivia- no tiene identidad porque las tiene todas, es como querer tapar el sol con un dedo y negarse a ver lo evidente: tras quinientos años de invasión europea, evangelización, masacres y leyes ilegítimas, la sangre y la cultura indígenas están todavía vivas y resisten activamente a ruines, ladrones, asesinos y escritores profesionales. Pretender que en estas tierras en donde germinó y se desarrolló uno de los grandes focos culturales de la humanidad entera, merced a un solo tronco étnico, no hay identidad porque hay muchas, es como soltar la especie de que en Egipto no hay identidad porque un grupúsculo de alemanes e ingleses se asentó en tierras del Nilo. ¿O es que acaso nos tragamos el sapo de que por un puñadito de italianos, chinos o negros que los poderosos importaron para labores subalternas, tenemos la identidad de aquellos pueblos? La matriz cultural del país, la que nos otorga potencia y flexibilidad, aquí en la China o en la Cochinchina es la Andina, sin caer en chauvinismos ni en localismos excluyentes.
Como si esto fuera poco, don Mario se ha atrevido a arrogarse para sí y para los de su etnoclase el papel emancipador del indígena. Enorgullecido del arrojo de los tatarabuelos peninsulares que vinieron a invadir, violar y robar a estas tierras, ha tenido el descaro de eximir de su responsabilidad histórica a la Metrópoli en el saqueo y expoliación de las riquezas de Abya-Yala, las que sirvieron para edificar la prosperidad europea. Pareciera que el exilio, que más bien debería ser una prueba de fuego de toda identidad, a Vargas Llosa sólo le ha exacerbado el apego endogámico al clan materno. Si nos atenemos a quienes si han sufrido un verdadero exilio, éste no da, en rigor, ninguna identidad. Por el contrario, supone un desafío. Pone a prueba la identidad que uno trae. La cháchara de Vargas Llosa, los lugares comunes que ha repetido en su imprudente discurso, el insulto callejonero a pueblos sudamericanos (Cuba, Venezuela y Bolivia) que han elegido un camino diferente al de su utopía fanática, la obcecada defensa del imperio y la democracia liberal, ese «buen camino» que imponen los Bush y los bildelbergers a sangre y fuego, resulta a estas alturas intragable y pintan al novelista bipolar, peruano por accidente geográfico como se reputó él mismo, arruinado moralmente desde antes de la eyección del Informe Uchuraccay: sus ficciones son supuestamente libertarias, pero en la realidad patrocina un sistema económico basado en la injusticia y el robo. Si alguna vez Mario Vargas Llosa intentó explicar su itinerario ideológico-político como un tránsito de Sartre a Camus, hoy tamaña impertinencia cae por sí sola. Como afirma Miguel Gutiérrez, en un espectacular salto hacia atrás Mario Vargas Llosa ha caído en el lugar exacto dejado por Riva Agûero. Sí: la derecha peruana cuenta con MVLl con un Riva Agûero redivivo. Y por eso hay que combatirlo.
*Rafael Inocente. Lima, 1969. Escritor peruano, autor de La Ciudad de los Culpables y Discursos contra la Bestia Tricéfala
martes, 9 de marzo de 2021
"REVOLUCIÓN CALIENTE DE RODOLFO YBARRA". POR MIGUEL ILDEFONSO
Casi 600 páginas de dinamita literaria conforman esta Revolución caliente (Arteidea, diciembre 2020), novela que acaba de publicar el poeta, ensayista y narrador Rodolfo Ybarra (Lima, 1969), conspicuo miembro de la denominada Generación del 90, que en la fragua de esos años se le llamaba la “Generación X”. En sus candentes páginas se mezclan la ficción y la realidad, para dar una visión poliédrica de los convulsionados años 80s y 90s, irradiando su destello _ en medio de discursos históricos, cronísticos y periodísticos _ hacia toda la historia del Perú, enfocándose en la construcción del poder, la explotación y la infamia.
En ese estado liminal de fin de milenio, unos jóvenes punks, anarcos, limeños y subterráneos, conforman un grupo llamado La Alcantarilla, que a su vez se alinean a un movimiento mayor (en la línea de Mijaíl Bakunin y González Prada) denominado Partido Anarquista Peruano que es liderado por un misterioso personaje al que llaman Anarquímedes. Resinoso, Monick, Sergio, Harter Jarjacha, Escar, Aníbal El Poeta, El Químico y BB La Caballo, van a asumir _ abasteciéndose de drogas y rock _ la revolución urbana en una ciudad y un país ya en guerra, la declarada por los Rojos y los Negros.
A la vez que se narra la historia de los de La Alcantarilla, vemos también otro nivel de relato paralelo, simbólico, surrealista o hiperrealista, que es el que cuenta la plaga de las ratas. Es interesante la metáfora que acusa un país en corrupción y, sobre todo, su política de degradación, irracionalidad y asco. El narrador alterna estas historias con momentos eróticos de los protagonistas, Resinoso y Monick, con reflexiones sobre las ideologías, sobre filosofía, sobre casi todos los temas. Todo ello le da un carácter de novela-ensayo-documento-manifiesto y más.
Aparentemente estamos en una historia carnavalesca, pero esto no se da como estrategia literaria para parodiar, sino más bien es la realidad misma, es la realidad peruana retratada, explicada y fundamentada aquí en sus múltiples dimensiones sociales, encarnadas, por supuesto, en esas caricaturas de líderes políticos, resultando, finalmente, un gigantesco retablo de lo grotesco.
¿Está siempre el Perú empujado hacia la revolución? ¿Y la revolución siempre estará condenada al fracaso? Son dos de las muchas preguntas que uno se hace en la lectura de Revolución caliente.
https://miguelildefonso.blogspot.com/2021/03/revolucion-caliente-de-rodolfo-ybarra.html
viernes, 22 de enero de 2021
NOVELA TOTAL "REVOLUCIÓN CALIENTE" EN LA REPÚBLICA
CON "REVOLUCIÓN CALIENTE" EN RADIO LATINA
miércoles, 20 de enero de 2021
TRÁILER DE "REVOLUCIÓN CALIENTE", NOVELA TOTAL DE RODOLFO YBARRA
Tráiler de "Revolución Caliente", una novela total, vanguardista, posmoderna, polifónica y ucrónica del escritor contracultural Rodolfo Ybarra.
martes, 5 de enero de 2021
RESEÑA DE LA NOVELA "REVOLUCIÓN CALIENTE" EN EL DIARIO EXPRESO
lunes, 14 de diciembre de 2020
UNA NOVELA LLAMADA “REVOLUCIÓN CALIENTE”
Este año fue muy duro para todos y este escriba no sería la excepción. Perdí a muchos cercanos, compañeros de ruta y conocidos de neón. Tuve a parte de mi familia enferma y mi señora madre de ochenta años no sale a la calle desde marzo y solo hace unas semanas prácticamente tuve que llevarla en brazos a que se atendiera en un hospital donde tuvimos que esperar cuatro horas en vano. Mi amigo Amadeus donde ensayábamos con la gente de Cirko Terror falleció y nos dejó en un silencio de misa. El señor que vendía frutas y que una vez me dijo “te voy a hacer una rebaja porque me he enterado que eres escritor” falleció y su esposa e hijo han estado por más de un mes en UCI (toda mi solidaridad con el pueblo de a pie!). El escritor Juan Ochoa López con quien tenía pendiente un encuentro (gracias a mi amiga Gianina Chocano) falleció sentado, en la puerta de un hospital, esperando que le pusieran oxígeno (¡maldita miseria humana!). No obstante, arrinconado y sin empleo porque como miles o millones de peruanos también me quedé en la calle y tuve que vivir todos estos meses de unos ahorros (Nunca recibí bonos ni ninguna ayuda de nadie mucho menos del Ministerio de Cultura). No obstante, todo eso y contra todo pronóstico, sale esta novela Revolución Caliente que fue escrita en los ochentas y noventas, años aciagos, años en que parecía que no llegaríamos al final del milenio, tanto así que uno de los grupos poéticos que dirigí en ese tiempo se llamaba AEDOSMIL como un deseo a sobrevivir tantas muertes y asesinatos.
lunes, 24 de agosto de 2020
A UNA BUENA NOVELA NO LO SUPERA LA REALIDAD
Prólogo a la novela Los que no podían amar, de Germán Rodríguez Aquino.
x Rodolfo Ybarra
Germán Rodríguez Aquino no solo es un
abogado, coach, conferencista y embajador de la paz sino que libro a libro se
ha convertido en un escritor de novelas controversiales donde el erotismo, la
fantasía y las vivencias, nos muestran un mundo muy particular, por ratos
ditirámbico y por ratos con pasajes que nos hacen recordar a Celine, Bukowski,
Alberto Moravia, al marqués de Sade o Las
edades de Lulú de Almudena Grandes o La
historia del ojo de Georges Bataille, etc. Y donde, además, el lector es
llevado de la mano como si fuera un testigo presencial de los hechos, tal cual
se tratase de una película filmada con una cámara Go-pro y en primer
primerísimo plano. Entonces, la historia se desarrolla natural sin aspavientos
con los flashes o luces que el narrador quiere mostrar.
Escrito en primera persona, como
aconseja Fernando Vallejo, y de forma aristotélica: inicio, medio, final, Los que no podían amar (LQNPA) nos
presenta un cuadro al óleo del interior de las mujeres. En este caso, Teo, la
mujer perdida y por el cual pierden la cabeza los hombres. Pero que a pesar de
todo tiene que vivirse (o leerse) casi como si nos estuvieran apuntando la
cabeza con un revólver. Un submundo de vidas contrahechas como páginas
arrancadas del diario de Anaís Nin o de algún libro de Henry Miller o de alguna
película de Ettore Scola, donde la pasión y la vivencias anodinas se van
sumando poco a poco hasta convertirse en una olla a presión y explotarnos en la
cara. Arte y magia que Germán Rodríguez Aquino sabe pergeñar perfectamente como
buen artesano o llenador de techo literario que va sumando novela a novela sus
propios réditos y sus propios devotos lectores.
LQNPA va a demudar las relaciones
personales de Teo con Gerardo, alter ego de Germán, relaciones desbordadas por
cierto, que expresan deseo, exceso y, porque no decirlo, lujuria que van a
estar acompañados de la crítica y/o el deshago y también rabia. El amor
pareciera ser solo una pátina, pero el personaje principal ama locamente y se
entrega al sacrificio de amar a quien no puede o no debería amar y a quien,
además, le cumple todos sus caprichos y le soporta lo insoportable. Pero así la
vida, como la novela, nos pone en situaciones extrañas o inverosímiles que uno
tiene que resolver cueste lo que cueste y a veces entregando el honor o la
pureza.
Sin duda esta novela no defrauda y no
está hecha para espíritus livianos o leves como diría Kundera, sino para lectores
duros, hardcore lector, hypocrite lectours, acostumbrados a
recibir patadas en el estómago, golpes en la quijada, jacks de un buen narrador que ha entendido la vida y conoce los
procesos humanos quizás por su misma profesión dedicada a las leyes y a la
defensa de inocentes y/o culpables, pero también porque hay un correcto manejo
del lenguaje y de las técnicas literarias que, trabajadas sutilmente, le
permiten abordar una novela como quien pela una fruta para delicia del que está
del otro lado del texto.
Quizás el título que es una imagen de
negación: Los que no podían amar se
convierte más bien en un título de afirmación, de resemantización del verbo
amar y sus sucedáneos: amor ágape (¡dios?), amor filia (hijos, familia), amor
eros (pareja). Y porque aquí se ama, como dicen los españoles: ¡desde los cojones!, desde el mismo
polvo de los huesos. Y porque la realidad siempre va a superar a la novela.
Pero a las buenas novelas no la supera la realidad.
Finalmente, felicitamos a Germán
Rodríguez Aquino por esta nueva entrega, sabedores de que su pasión son las
letras y de que contar, para él, es un hecho natural, por eso es que es un gran
conversador, una persona amable que sabe ganarse, a punche, a los amigos y,
cómo no, a cada uno de nosotros que, desde hace algunos años, somos sus
leyentes (de ley y de lectura).
Ahora, sí, tomen asiento, pongan luz
baja y que empiece la función.
¿DECONSTRUCCIÓN O DESVIACIÓN? RELACIONES ENTRE EL JUEGO DERRIDIANO Y POEMAS DE VÍCTOR CORAL Y RODOLFO YBARRA
Por: William Piero Ramos Rasmussen - Publicada en la web http://cafedelobos.com el 18 de agosto del 2020
Al profesor Javier Suárez, quien me enseñó la infinita ternura de la "contaminación".
1
Es sabido que Jacques Derridá creía que la
técnica de la “deconstrucción” -basada en “el juego” de desemparejar
significado de cualquier significante y
abrir las interpretaciones en una infinita cadena de significantes, para
desviarlo del signo lingüístico saussauriano (“significado/significante”); era
una suerte de martillazo nietzscheano a toda la metafísica occidental.
Verbigracia, Jacques Lacan –otro de los teóricos de los distintos
posestructuralismos de fines de los 60’s- podría haber deslizado una ironía al
referirse a sus seguidores en el “Seminario 27”: “Sean ustedes lacanianos, si
quieren. Yo soy freudiano” –véase la traducción al español en “El seminario de Caracas” de 1982-.
La teoría de Derridá, ejemplificada por
Lacan en el anterior fragmento citado, da cuenta de que la técnica de la
“deconstrucción” está alejada de la “destrucción” y la “deformación” – juego de
moda entre los académicos (y no académicos) de la reciente década (1). Más bien, uno podría interpretar que el juego
de la “deconstrucción derridiana” se encuentra más cerca de una desviación o un
“clinamem” (Bloom, 1973).
Lacan ejemplifica la técnica de la
“deconstrucción” con sutil maestría, pues al absolverse de sus mismos
seguidores: “sean ustedes lacanianos (…) Yo soy freudiano”; está descentrando
el significado o deconstruyendo lo que llamamos “freudismo” y lo “lacaniano”
mediante el uso de la “transferencia” (Lacan, 1966), la cual disociaría a la
significación de su significado,
haciendo una cadena de significantes que, en teoría, vendrían a ser
similares (2).
De esta forma, podríamos encontrar aquí una
suerte de metonimia con el famoso ejemplo de “anillos cuyo collar se sella en el
anillo de otro collar hecho de anillos” (Lacan, 1966) y así, la escuela de los
posestructuralismos franceses, se vería
gravemente afectada por la complementariedad entre sus mismos teóricos.
Lo que me indujo a escribir esta
introducción sobre la contradicción de los distintos postestructuralismos, es
la relación que existe entre la técnica de la “deconstrucción” y dos poemas de
autores peruanos: Víctor Coral y Rodolfo Ybarra. Poemas fuertes;
revitalizadores; cuyo contenido se despliega más allá de la “intertextualidad”
(Genette, 1962). Los mismos que comprenden en su ironía una música altisonante,
valores estéticos y a mi parecer, deben ser leídos con gafas de científico en
tiempos de guerra contra enemigos invisibles (ya sean fenómenos como el “Covid-19”; nuestra crítica cultural lóbregamente
desperdiciada en el monopolio de los medios de comunicación; o el progresismo
–en aparente decadencia-).
Dichos textos –inéditos y mordaces- podrían
interpretarse como una crítica al exclusivo club de los poetas críticos
patidifusos y enfrascados en su torre de marfil (3), temerosos de pasar de moda
y hacerse añicos en el olvido. O también podrían evidenciar una estricta
revisión de la técnica de la “deconstrucción derridiana” tan malamente
interpretada por los inscritos en la crítica cultural de la Escuela del
Resentimiento (4) con atisbos de cazadores de brujas, empeñados en derrumbar
estatuas; enlodar textos universales; engrasar la memoria de autores clásicos;
y autoflagelarse recortando sus propias alas bajo sus dedos de lana contra el
teclado.
2
LA
CANCIÓN DE LOS POETAS MALOS – VÍCTOR CORAL
“Nosotros los poetas malos
somos tan poetas como
Safo, Catulo o Dante.
Sólo que malos.
A diferencia de ustedes,
poetas sumidos en la
medianía,
nosotros tomamos en serio
el oficio,
como los buenos,
y leemos y estudiamos a
poetas fundamentales
(Rubén Darío, Amado Nervo,
Pablo Neruda)
que nos hacen mucho daño.
Tampoco compramos poemarios
de moda,
en la librería de moda,
para comentarlos
ligeramente
en nuestros muros y
revistas virtuales
de moda.
¡Jamás!
Nosotros acudimos
religiosamente
a la biblioteca del
tatarabuelo
—noble poeta justamente
olvidado—
que nos legó, además,
la pluma de plata
con que pergeñamos nuestros
clásicos
alejandrinos, nuestros
sonetos con rima macho
y nuestras sextinas
perfectamente intonsas.
Nosotros —escuchen bien
pobres mediocres—
sabemos que somos malos,
y lo asumimos con
resignación y fortaleza:
tenemos un lugar
(inenvidiable)
en el mundo de las letras;
ustedes,
son solo aves de paso
grises
apenas destacadas sobre el
cielo gris mediocre
de Lima.
Y cuidado,
que en un descuido de esos
que se dan cada mil años,
por un decreto del supremo
sin duda
—nosotros los poetas malos
a diferencia también de
ustedes,
somos teístas—,
podemos obtener un puesto
entre los grandes
arriba mencionados, o acaso
junto a Garcilaso, Goethe o
Coleridge.
Ustedes, pobres
oportunistas angurrientos,
sólo confían en el vulgar
éxito del presente
y se conforman con la
alabanza pagada con vinos
o con favores
inconfesables; pero
si una prueba irrefutable
hay
de vuestra terrible
mediocridad,
es su triste comprensión de
lo poético:
‘Todo es político’,
piensan,
‘Basta escribir regular y
hacer mucha propaganda’,
sienten de corazón.
¡Alejaos, repulsivas
alimañas!
Nosotros los poetas malos
Tal vez nunca salgamos en
el diario
—ni tradicional ni
virtual—;
pero nadie podrá negar
nunca
nuestro respeto y amor
por el oficio más
prostituido del mundo.
Respeto excesivo que ha
marcado nuestro destino…”
Victor
Coral
***
La voz poética del texto “LA CANCIÓN DE LOS
POETAS MALOS” de Víctor Coral, refiere como “poetas malos” a algunos de los
poetas más importantes de la literatura occidental. Entre ellos destaca Dante Alighieri (autodenominado profeta en su
época, unificador de lo político, económico y religioso en “La Divina
Comedia”), sin olvidarse de incluir a otros poetas sumamente influyentes para
los poetas críticos de todos los tiempos (entre ellos Samuel Taylor Coleridge,
Pablo Neruda y un guiño especial a la poeta griega Safo de Mitilene).
La relación entre la técnica de la
deconstrucción y el poema de Víctor Coral es posible porque todos los nombres
inscritos en “LA CANCIÓN DE LOS POETAS MALOS”, representan a algunos de los
mejores y más destacados poetas de sus respectivas épocas, quienes siguen
vigentes por el “arte verbal” (Reisz, 2012) que salta y fluye en su
indefectible fuerza poética. La desviación de tratar como “poetas malos” a estos autores fascinantes se devela como
una ironía actual -y lamentable- que podría denominarse como una “exclusión
desde los excluidos”.
Y es que los profesores y estudiantes
empecinados en marginar y/o ignorar a estos autores bajo términos de “poder”,
“género” y “religión”; son, precisamente, los encargados de llevar la bandera
de la inclusión. Los llamados “luchadores sociales” tienen sus mecanismos
para excluir –Foucault sentiría un dolor
en su valiente pecho al ver la malicia de sus seguidores y su aprovechamiento
del sufrimiento ajeno para separarse de lo incómodo, idealizando autores
bastante cuestionables y olvidándose de todo tipo de valores estéticos en favor del hambre de sus banderas,
intereses y luchas particulares. Jóvenes –y no tan jóvenes- dramáticamente
aburridos y descreídos de la belleza, como lo sería una producción de Netflix
sobre cualquier obra del supremo William Shakeaspeare.
3
S/T
– RODOLFO YBARRA
SI YO
TUVIERA SOLO UN PODER MÁGICO PARA CAMBIAR LO QUE YA NO SE PUEDE CAMBIAR, le
depilaría las cejas a Frida Kahlo, le cosería la oreja a Van Gogh, le
enderezaría los ojos a Sartre y de paso a Aldous Huxley. Le arreglaría la
espalda al jorobado de NotreDame, las piernas al acondroplásico de Tolouse Lautrec
y la papada al mostrenco de Alfred Hitchcock También le pondría pelo a Picasso
y le alargaría más los bigotes a Salvador Dalí. A Marilyn le regalaría pelucas
de colores. Le cortaría el cerquillo y le regalaría un cuerpo ortopédico a
Betty Page, a Betty Grable y a Betty Blue. Le cambiaría el licor por jugos de
fruta o yogurt a William Blake, Dylan Thomas y al viejo Bukowski. Le compraría
una bolsa de panes a Vallejo. Le apagaría las hornillas a Silvia Plath. Sacaría
a pasear al perro de Nietzsche y al gato de Cortázar y de Pérec. Le escondería
la escopeta a Hemingway y a Burroughs y el revólver a Arguedas. Le enseñaría a
flotar con piedras en los bolsillos a Virginia Wolf. Le regalaría un globo
aerostático a Saint Exupéry. Le daría un espacio de mi casa a Dostoievski. Le
devolvería la vista a Borges y los oídos a Bethoven. Le escondería las espadas
a Mishima y las pastillas a Alejandra Pizarnik. Pasearía con Pasolini por las
calles rosadas, solo para que nadie lo moleste. Sacaría del loquero a Ezra Pound,
Antonin Artaud, Panero y Martín Adán. Rescataría a García Lorca del paredón de
fusilamiento y le invitaría un café junto a Dalí y a Buñuel. Le curaría la
artritis a Renoir. Le curaría la TBC a Antón Chéjov, a Guy de Maupassant, a
Dashiell Hammett, Gorky, Kafka, Keats, D.H. Lawrence, George Orwell, Moliere,
Rousseau, Schiller, Voltiere, Walt Whithman, etc. Le abrocharía el cinturón de
seguridad a James Dean. Le patearía el trasero al diablo para que no moleste
más a Baudelaire o a Edgard Allan Poe; y le daría otra patada a dios para que
no atormente a santa Teresa de Jesús. Y después me pondría a escribir una carta
en papel Japón que hablara de estas cosas que sé perfectamente no podré hacer
jamás.
Rodolfo
Ybarra
***
El
poema de Rodolfo Ybarra nos revela una voz poética severa en tiempos
donde tenemos que lidiar con la mortalidad. Una poesía dura y sólida, una
contaminación y mezcla entre la serena escultura de Helena frente al mar y los
sonidos geológicos y sísmicos de un Dionisos airado con la voluntad de comerse
todos los miedos.
En este texto, la técnica de la
deconstrucción podría referirnos a una realidad amarga e hiriente. De momento,
la denominaré como una crítica a los poetas y colectivos contemporáneos. Y es
que los más jóvenes, quienes declaran la guerra al “sistema”, “religión” y
“patriarcado” acusando y prendiendo hogueras por la “desmitificación” de los
autores, solían mostrarse en público con atavíos propios de la excepcional
Frida Kahlo y de vez en cuando, suelen repetir el poema “Masa” de Vallejo como
ingenuos monaguillos.
La voz poética en el poema de Ybarra da
batalla con los puños cerrados contra la mala interpretación de las técnicas
deconstructivistas derridianas. Sólo el inicio: “SI YO TUVIERA SOLO UN PODER
MÁGICO PARA CAMBIAR LO QUE YA NO SE PUEDE CAMBIAR, le depilaría las cejas a
Frida Kahlo, le cosería la oreja a Van Gogh, le enderezaría los ojos a Sartre y
de paso a Aldous Huxley…”.
Entonces, además de descentrar lo
tradicional con un golpe intertextual directo; también se da un cuestionamiento
sobre cómo el uso desmesurado del juego derridiano, se ha transformado en un
gatillazo contra la Humanidad –¿No es acaso la literatura y sus autores, la
Vida que leemos; la memoria que forjamos; y los lentes que nos permiten viajar hacia
dentro del abismo de nuestra soledad?
El mismo Roland Barthes se jalaría de los
pelos que no tenía (mi querido francés autor de “La muerte del autor” era ya de
por sí cuasi calvo), si tuviera en frente a esas hordas que, sin saber definir
qué cosa es una fantasmagoría y sin leer a los teóricos que “sin querer
queriendo citan”; se hacen llamar “deconstructivistas”; “interseccionales” y
“anti-sistemas”, mientras afean lo bello de la literatura y marginan aquella
“música callada de las palabras” de las cuales da cuenta la teórica y poeta
feminista peruana Susana Reisz, en su ensayo “El rol de los valores estéticos
en los estudios literarios”.
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Víctor Coral y Rodolfo Ybarra, en estos dos
textos le ofrecen a los lectores algo que hemos perdido por la angustia de
nuestra soledad confrontada con el miedo y la mala interpretación de las
teorías francesas de los 60’s. Ambos poemas nos devuelven la ironía en la
deconstrucción. En tiempos donde los humanos se sienten tan destruidos por la
Pandemia Covid-19 –que arrasa familias enteras y devasta pueblos y hospitales-;
la ironía sobrevive, resiste. Se fortalece.
FIN
NOTAS
DE PIE DE PÁGINA:
(1) Este ensayo fue escrito el
18 de agosto del 2020, durante la Pandemia Mundial del Covid-19.
(2) Es innegable que el
teórico francés inspiró sus teorías psicoanalíticas en base al maestro de la
sospecha Sigmund Freud.
(3) Tomo el término “Torre de
Marfil” en alusión al título del ensayo de José Carlos Mariátegui en el libro
“Literatura y Estética” de la Fundación Biblioteca Ayacucho.
(4) Aunque lo expuesto genere
angustias, la “Escuela del Resentimiento” – es una definición de Harold Bloom
para designar a los críticos multiculturalistas obsesionados por encontrar en
el contenido de los textos, cualquier rasgo de racismo, machismo, capitalismo,
etc.; con el objetivo de censurar y marginar autores y obras clásicas del
discurso de las Instituciones Académicas.
BIBLIOGRAFÍA
Bloom,
H. (1973). La angustia de las influencias. Caracas: Monte Ávila Editores C.A.
Genette,
G. (1962). Palimpsestos. En Teoría y Crítica Literaria. Madrid: TAURUS.
Lacan,
J. (1966). La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud.
En Escritos. Buenos Aires: SIGLO XXI.
Reisz,S.
(2012). El rol de los valores estéticos en los estudios literarios. En Lexis,
vol. 36, no. 2. Lima. Fondo Editorial de la PUCP.