lunes, 14 de diciembre de 2020

UNA NOVELA LLAMADA “REVOLUCIÓN CALIENTE”


 

Este año fue muy duro para todos y este escriba no sería la excepción. Perdí a muchos cercanos, compañeros de ruta y conocidos de neón. Tuve a parte de mi familia enferma y mi señora madre de ochenta años no sale a la calle desde marzo y solo hace unas semanas prácticamente tuve que llevarla en brazos a que se atendiera en un hospital donde tuvimos que esperar cuatro horas en vano. Mi amigo Amadeus donde ensayábamos con la gente de Cirko Terror falleció y nos dejó en un silencio de misa. El señor que vendía frutas y que una vez me dijo “te voy a hacer una rebaja porque me he enterado que eres escritor” falleció y su esposa e hijo han estado por más de un mes en UCI (toda mi solidaridad con el pueblo de a pie!). El escritor Juan Ochoa López con quien tenía pendiente un encuentro (gracias a mi amiga Gianina Chocano) falleció sentado, en la puerta de un hospital, esperando que le pusieran oxígeno (¡maldita miseria humana!). No obstante, arrinconado y sin empleo porque como miles o millones de peruanos también me quedé en la calle y tuve que vivir todos estos meses de unos ahorros (Nunca recibí bonos ni ninguna ayuda de nadie mucho menos del Ministerio de Cultura). No obstante, todo eso y contra todo pronóstico, sale esta novela Revolución Caliente que fue escrita en los ochentas y noventas, años aciagos, años en que parecía que no llegaríamos al final del milenio, tanto así que uno de los grupos poéticos que dirigí en ese tiempo se llamaba AEDOSMIL como un deseo a sobrevivir tantas muertes y asesinatos.

Esta Revolución Caliente fue escrita a pedazos o a retazos. En su original son más de mil páginas en unos 400 capítulos. Obviamente para esta edición se tuvo que apretar los textos y salen 600 páginas. No voy a decir que me divertí al escribirla porque no sería verdad. Más bien escribí esta RC dolido, enfermo, con frío, con fiebre, con hambre, sin un sol en el bolsillo, con amigos torturados, perseguidos y/o muertos como mi compañera de carpeta Melissa Alfaro a quien le pusieron un sobre bomba en las épocas de Fujimori y Montesinos. Como mi viejo amigo Jara, “Jarita” Berrospi a quien encerraron en una cárcel tumba por ayudar a develar quienes eran los culpables de la Matanza de la Cantuta. O como mi amigo JJ Herrera a quien mandaron a la cárcel por ser un fotógrafo de izquierda (porque los hubo hasta que los aniquilaron a todos y pusieron en la cartelera a los fotógrafos de El Chino y sus cerebros reventados y calatas de portada).
No está demás decir que este país y sus gobernantes han hecho todo lo posible para que aquí no florezcan los escritores, para que los poetas mueran por inanición o para que los artistas sean algo así como pordioseros o mendigos. Lo mismo y peor pasa en el resto de la sociedad. Solo hay que mirar para darse cuenta. Esta vez nos costó la vida de tres peruanos: Inti Sotelo Camargo, Bryan Pintado Sánchez y Yener Muñoz (este último en este gobierno de Sagasti), antes fueron los dos jóvenes electrocutados en McDonalds: Gabriel Campos Zapata y Alexandra Porras Inga y antes los jóvenes esclavos carbonizados en Las Malvinas y por los cuales PPK no movió un dedo: Jovi y Luis. Y esto no tiene cuándo acabar. Pero para eso estamos, para vencer la adversidad y seguir ablandando el ladrillo. Por eso y por otros motivos escribí Revolución Caliente. Este libro no debería salir ahora, pero sale porque quiere y porque quiero y porque hay que decirlo: la memoria es nuestra mejor arma contra la muerte y contra la tiranía.
El texto de la contracarátula fue pergueñado por Gonzalo Portals Zubiate hace algunos años cuando el libro tenía otro título que ya no viene al caso (solo felicitar a Gonzalo por haber obtenido hace poco el Premio Nacional de Novela del BCR). Y dejó aquí sus palabras para animar a la lectura de esta novela políticamente incorrecta, cuasiucrónica, multifónica, psicodélica, rimbombante, electrizante, rebelde, pretenciosa y excesiva por muchas cosas que seguro contaré en un próximo post. Mientras tanto, aquí el texto de GPZ:
¿Qué historia es la que nos plantea Rodolfo Ybarra en esta su última novela Revolución Caliente? ¿Qué es, en buena cuenta, la Historia y cuál la historia verdadera? ¿Acaso es la escenografía general de la podredumbre política que retrata en sus casi seiscientas páginas de desahogo, rabia, humor negro, delirio y pasión convulsa? ¿Será ésa, la de los líderes infestados de pus y codicia, regurgitación de la clase política de siempre y prolapso previsible de la que vendrá, aquella que se resuelve y parasita como una secreción mucosa? ¿Es ésa, o acaso es la de los erróneamente bautizados como marginales, aquella que Harter Jarjacha, Resinoso, Monick, El Poeta, BB y Escarlatina, entre otros personajes creíbles en su espíritu atrabiliario, nos confirman, en base a su futuro aparente y/o anteladamente castrado, una historia de honestidad fraguada desde y para el dar, para el ser axial e inevitable, para el compromiso concreto en un universo de liberalización de la sexualidad y el consumo de drogas?
A diferencia de Mañana las ratas, la novela de ciencia ficción de José B. Adolph, en la que el autor plantea la invención de una Lima futurista y distópica en la que el sujeto-rata, el excluido del (anti)sistema es un sobreviviente que termina por empinarse como el representante más acerado del cuestionamiento y la crítica contra las formas políticas de gobernar el mundo, Revolución Caliente de Rodolfo Ybarra nos coloca ante una realidad oleaginosa, envilecida y decadente, sin salida ni destino fijo, en la que la única alternativa r(d)ecae en la generación casi natural del movimiento anarquista, liderado por su factótum Anarquímedes, y cuyos integrantes, al final de su periplo histórico, deberán pagar indefectiblemente la cuota mayor que implica haber fijado su anclaje en sus propios e inalienables compromisos y programas: soledad, autoexclusión, enajenación e incluso la muerte, en una suerte de martirologio de un santoral apócrifo, inexistente.
En esta Revolución Caliente, versión ucrónica para Educación Básica Regular, tal como su autor la denomina, Ybarra, fiel a su disciplina de cilicio, no transa con nada ni con nadie, ni siquiera con alguno de sus alter egos travestidos. Su factura está hecha de cuatro partes (periodo autóctono, colonial, de independencia y post scríptum), y en todas ellas el afán didáctico no cunde, se esclerotiza, se ralentiza en unas formas y lenguas corrosivas que, en su (im)pertinencia, dinamitan cualquier estímulo de superación y sepultan bajo lajas cruciformes cualquier antídoto contra la desesperanza. Incluso en los textos dedicados al encuentro íntimo y último de los seres que conforman el colectivo denominado La Alcantarilla, las más intensas secciones de este tratado de la abulia reconfortante, el discurso literario que domina la trama se torna casi tan ríspido y fermentado como los tiempos de los que trata y que nos han tocado vivir y seguir padeciendo.
PD1: la presentación será virtual este lunes 21 a las 6 y 30 y en la mesa estarán el novelista y periodista Arturo Delgado Galimberti, el novelista y biólogo Rafael Inocente y el editor, poeta y periodista Jorge Luis Roncal de Arteidea. La moderación estará a cargo del escritor Manuel Raya. La transmisión se hará por este fanpage personal:
https://web.facebook.com/RODOLFO-YBARRA-244373448928388
. Pasen la voz. Están avisados.
PD2: Pronto en librerías y también pueden hacer sus pedidos vía inbox.

lunes, 24 de agosto de 2020

A UNA BUENA NOVELA NO LO SUPERA LA REALIDAD


Prólogo a la novela Los que no podían amar, de Germán Rodríguez Aquino.


 x Rodolfo Ybarra

 

 

Germán Rodríguez Aquino no solo es un abogado, coach, conferencista y embajador de la paz sino que libro a libro se ha convertido en un escritor de novelas controversiales donde el erotismo, la fantasía y las vivencias, nos muestran un mundo muy particular, por ratos ditirámbico y por ratos con pasajes que nos hacen recordar a Celine, Bukowski, Alberto Moravia, al marqués de Sade o Las edades de Lulú de Almudena Grandes o La historia del ojo de Georges Bataille, etc. Y donde, además, el lector es llevado de la mano como si fuera un testigo presencial de los hechos, tal cual se tratase de una película filmada con una cámara Go-pro y en primer primerísimo plano. Entonces, la historia se desarrolla natural sin aspavientos con los flashes o luces que el narrador quiere mostrar.

Escrito en primera persona, como aconseja Fernando Vallejo, y de forma aristotélica: inicio, medio, final, Los que no podían amar (LQNPA) nos presenta un cuadro al óleo del interior de las mujeres. En este caso, Teo, la mujer perdida y por el cual pierden la cabeza los hombres. Pero que a pesar de todo tiene que vivirse (o leerse) casi como si nos estuvieran apuntando la cabeza con un revólver. Un submundo de vidas contrahechas como páginas arrancadas del diario de Anaís Nin o de algún libro de Henry Miller o de alguna película de Ettore Scola, donde la pasión y la vivencias anodinas se van sumando poco a poco hasta convertirse en una olla a presión y explotarnos en la cara. Arte y magia que Germán Rodríguez Aquino sabe pergeñar perfectamente como buen artesano o llenador de techo literario que va sumando novela a novela sus propios réditos y sus propios devotos lectores.

LQNPA va a demudar las relaciones personales de Teo con Gerardo, alter ego de Germán, relaciones desbordadas por cierto, que expresan deseo, exceso y, porque no decirlo, lujuria que van a estar acompañados de la crítica y/o el deshago y también rabia. El amor pareciera ser solo una pátina, pero el personaje principal ama locamente y se entrega al sacrificio de amar a quien no puede o no debería amar y a quien, además, le cumple todos sus caprichos y le soporta lo insoportable. Pero así la vida, como la novela, nos pone en situaciones extrañas o inverosímiles que uno tiene que resolver cueste lo que cueste y a veces entregando el honor o la pureza.

Sin duda esta novela no defrauda y no está hecha para espíritus livianos o leves como diría Kundera, sino para lectores duros, hardcore lector, hypocrite lectours, acostumbrados a recibir patadas en el estómago, golpes en la quijada, jacks de un buen narrador que ha entendido la vida y conoce los procesos humanos quizás por su misma profesión dedicada a las leyes y a la defensa de inocentes y/o culpables, pero también porque hay un correcto manejo del lenguaje y de las técnicas literarias que, trabajadas sutilmente, le permiten abordar una novela como quien pela una fruta para delicia del que está del otro lado del texto.

Quizás el título que es una imagen de negación: Los que no podían amar se convierte más bien en un título de afirmación, de resemantización del verbo amar y sus sucedáneos: amor ágape (¡dios?), amor filia (hijos, familia), amor eros (pareja). Y porque aquí se ama, como dicen los españoles: ¡desde los cojones!, desde el mismo polvo de los huesos. Y porque la realidad siempre va a superar a la novela. Pero a las buenas novelas no la supera la realidad.

Finalmente, felicitamos a Germán Rodríguez Aquino por esta nueva entrega, sabedores de que su pasión son las letras y de que contar, para él, es un hecho natural, por eso es que es un gran conversador, una persona amable que sabe ganarse, a punche, a los amigos y, cómo no, a cada uno de nosotros que, desde hace algunos años, somos sus leyentes (de ley y de lectura).

Ahora, sí, tomen asiento, pongan luz baja y que empiece la función. 

 

¿DECONSTRUCCIÓN O DESVIACIÓN? RELACIONES ENTRE EL JUEGO DERRIDIANO Y POEMAS DE VÍCTOR CORAL Y RODOLFO YBARRA

 Por: William Piero Ramos Rasmussen - Publicada en la web http://cafedelobos.com el 18 de agosto del 2020

Al profesor Javier Suárez, quien me enseñó la infinita ternura de la "contaminación".






 

                                                                                1

Es sabido que Jacques Derridá creía que la técnica de la “deconstrucción” -basada en “el juego” de desemparejar significado de cualquier significante y  abrir las interpretaciones en una infinita cadena de significantes, para desviarlo del signo lingüístico saussauriano (“significado/significante”); era una suerte de martillazo nietzscheano a toda la metafísica occidental. Verbigracia, Jacques Lacan –otro de los teóricos de los distintos posestructuralismos de fines de los 60’s- podría haber deslizado una ironía al referirse a sus seguidores en el “Seminario 27”: “Sean ustedes lacanianos, si quieren. Yo soy freudiano” –véase la traducción al español  en “El seminario de Caracas” de 1982-.

La teoría de Derridá, ejemplificada por Lacan en el anterior fragmento citado, da cuenta de que la técnica de la “deconstrucción” está alejada de la “destrucción” y la “deformación” – juego de moda entre los académicos (y no académicos) de la reciente década (1).  Más bien, uno podría interpretar que el juego de la “deconstrucción derridiana” se encuentra más cerca de una desviación o un “clinamem” (Bloom, 1973).

Lacan ejemplifica la técnica de la “deconstrucción” con sutil maestría, pues al absolverse de sus mismos seguidores: “sean ustedes lacanianos (…) Yo soy freudiano”; está descentrando el significado o deconstruyendo lo que llamamos “freudismo” y lo “lacaniano” mediante el uso de la “transferencia” (Lacan, 1966), la cual disociaría a la significación de su significado,  haciendo una cadena de significantes que, en teoría, vendrían a ser similares (2).

De esta forma, podríamos encontrar aquí una suerte de metonimia con el famoso ejemplo de “anillos cuyo collar se sella en el anillo de otro collar hecho de anillos” (Lacan, 1966) y así, la escuela de los posestructuralismos franceses,  se vería gravemente afectada por la complementariedad entre sus mismos teóricos.

Lo que me indujo a escribir esta introducción sobre la contradicción de los distintos postestructuralismos, es la relación que existe entre la técnica de la “deconstrucción” y dos poemas de autores peruanos: Víctor Coral y Rodolfo Ybarra. Poemas fuertes; revitalizadores; cuyo contenido se despliega más allá de la “intertextualidad” (Genette, 1962). Los mismos que comprenden en su ironía una música altisonante, valores estéticos y a mi parecer, deben ser leídos con gafas de científico en tiempos de guerra contra enemigos invisibles (ya sean fenómenos como el “Covid-19”;  nuestra crítica cultural lóbregamente desperdiciada en el monopolio de los medios de comunicación; o el progresismo –en aparente decadencia-).

Dichos textos –inéditos y mordaces- podrían interpretarse como una crítica al exclusivo club de los poetas críticos patidifusos y enfrascados en su torre de marfil (3), temerosos de pasar de moda y hacerse añicos en el olvido. O también podrían evidenciar una estricta revisión de la técnica de la “deconstrucción derridiana” tan malamente interpretada por los inscritos en la crítica cultural de la Escuela del Resentimiento (4) con atisbos de cazadores de brujas, empeñados en derrumbar estatuas; enlodar textos universales; engrasar la memoria de autores clásicos; y autoflagelarse recortando sus propias alas bajo sus dedos de lana contra el teclado.

 

                                                                               2

 

LA CANCIÓN DE LOS POETAS MALOS – VÍCTOR CORAL

“Nosotros los poetas malos

somos tan poetas como

Safo, Catulo o Dante.

Sólo que malos.

 

A diferencia de ustedes,

poetas sumidos en la medianía,

nosotros tomamos en serio el oficio,

como los buenos,

y leemos y estudiamos a poetas fundamentales

(Rubén Darío, Amado Nervo, Pablo Neruda)

que nos hacen mucho daño.

 

Tampoco compramos poemarios de moda,

en la librería de moda,

para comentarlos ligeramente

en nuestros muros y revistas virtuales

de moda.

 

¡Jamás!

 

Nosotros acudimos religiosamente

a la biblioteca del tatarabuelo

—noble poeta justamente olvidado—

que nos legó, además,

la pluma de plata

con que pergeñamos nuestros clásicos

alejandrinos, nuestros sonetos con rima macho

y nuestras sextinas perfectamente intonsas.

 

Nosotros —escuchen bien pobres mediocres—

sabemos que somos malos,

y lo asumimos con resignación y fortaleza:

tenemos un lugar (inenvidiable)

en el mundo de las letras;

ustedes,

son solo aves de paso grises

apenas destacadas sobre el cielo gris mediocre

de Lima.

 

Y cuidado,

que en un descuido de esos

que se dan cada mil años,

por un decreto del supremo sin duda

—nosotros los poetas malos

a diferencia también de ustedes,

somos teístas—,

podemos obtener un puesto entre los grandes

arriba mencionados, o acaso

junto a Garcilaso, Goethe o Coleridge.

 

Ustedes, pobres oportunistas angurrientos,

sólo confían en el vulgar éxito del presente

y se conforman con la alabanza pagada con vinos

o con favores inconfesables; pero

si una prueba irrefutable hay

de vuestra terrible mediocridad,

es su triste comprensión de lo poético:

 

‘Todo es político’, piensan,

‘Basta escribir regular y hacer mucha propaganda’,

sienten de corazón.

 

¡Alejaos, repulsivas alimañas!

 

Nosotros los poetas malos

Tal vez nunca salgamos en el diario

—ni tradicional ni virtual—;

pero nadie podrá negar nunca

nuestro respeto y amor

por el oficio más prostituido del mundo.

 

Respeto excesivo que ha marcado nuestro destino…”

 

Victor Coral

 

***

 

La voz poética del texto “LA CANCIÓN DE LOS POETAS MALOS” de Víctor Coral, refiere como “poetas malos” a algunos de los poetas más importantes de la literatura occidental. Entre ellos destaca  Dante Alighieri (autodenominado profeta en su época, unificador de lo político, económico y religioso en “La Divina Comedia”), sin olvidarse de incluir a otros poetas sumamente influyentes para los poetas críticos de todos los tiempos (entre ellos Samuel Taylor Coleridge, Pablo Neruda y un guiño especial a la poeta griega Safo de Mitilene).

 

La relación entre la técnica de la deconstrucción y el poema de Víctor Coral es posible porque todos los nombres inscritos en “LA CANCIÓN DE LOS POETAS MALOS”, representan a algunos de los mejores y más destacados poetas de sus respectivas épocas, quienes siguen vigentes por el “arte verbal” (Reisz, 2012) que salta y fluye en su indefectible fuerza poética. La desviación de tratar como “poetas malos”  a estos autores fascinantes se devela como una ironía actual -y lamentable- que podría denominarse como una “exclusión desde los excluidos”.

 

Y es que los profesores y estudiantes empecinados en marginar y/o ignorar a estos autores bajo términos de “poder”, “género” y “religión”; son, precisamente, los encargados de llevar la bandera de la inclusión. Los llamados “luchadores sociales” tienen sus mecanismos para  excluir –Foucault sentiría un dolor en su valiente pecho al ver la malicia de sus seguidores y su aprovechamiento del sufrimiento ajeno para separarse de lo incómodo, idealizando autores bastante cuestionables y olvidándose de todo tipo de valores estéticos  en favor del hambre de sus banderas, intereses y luchas particulares. Jóvenes –y no tan jóvenes- dramáticamente aburridos y descreídos de la belleza, como lo sería una producción de Netflix sobre cualquier obra del supremo William Shakeaspeare.

 

                                                                               3

 

S/T – RODOLFO YBARRA

 

SI YO TUVIERA SOLO UN PODER MÁGICO PARA CAMBIAR LO QUE YA NO SE PUEDE CAMBIAR, le depilaría las cejas a Frida Kahlo, le cosería la oreja a Van Gogh, le enderezaría los ojos a Sartre y de paso a Aldous Huxley. Le arreglaría la espalda al jorobado de NotreDame, las piernas al acondroplásico de Tolouse Lautrec y la papada al mostrenco de Alfred Hitchcock También le pondría pelo a Picasso y le alargaría más los bigotes a Salvador Dalí. A Marilyn le regalaría pelucas de colores. Le cortaría el cerquillo y le regalaría un cuerpo ortopédico a Betty Page, a Betty Grable y a Betty Blue. Le cambiaría el licor por jugos de fruta o yogurt a William Blake, Dylan Thomas y al viejo Bukowski. Le compraría una bolsa de panes a Vallejo. Le apagaría las hornillas a Silvia Plath. Sacaría a pasear al perro de Nietzsche y al gato de Cortázar y de Pérec. Le escondería la escopeta a Hemingway y a Burroughs y el revólver a Arguedas. Le enseñaría a flotar con piedras en los bolsillos a Virginia Wolf. Le regalaría un globo aerostático a Saint Exupéry. Le daría un espacio de mi casa a Dostoievski. Le devolvería la vista a Borges y los oídos a Bethoven. Le escondería las espadas a Mishima y las pastillas a Alejandra Pizarnik. Pasearía con Pasolini por las calles rosadas, solo para que nadie lo moleste. Sacaría del loquero a Ezra Pound, Antonin Artaud, Panero y Martín Adán. Rescataría a García Lorca del paredón de fusilamiento y le invitaría un café junto a Dalí y a Buñuel. Le curaría la artritis a Renoir. Le curaría la TBC a Antón Chéjov, a Guy de Maupassant, a Dashiell Hammett, Gorky, Kafka, Keats, D.H. Lawrence, George Orwell, Moliere, Rousseau, Schiller, Voltiere, Walt Whithman, etc. Le abrocharía el cinturón de seguridad a James Dean. Le patearía el trasero al diablo para que no moleste más a Baudelaire o a Edgard Allan Poe; y le daría otra patada a dios para que no atormente a santa Teresa de Jesús. Y después me pondría a escribir una carta en papel Japón que hablara de estas cosas que sé perfectamente no podré hacer jamás.

 

Rodolfo Ybarra

 

***

El  poema de Rodolfo Ybarra nos revela una voz poética severa en tiempos donde tenemos que lidiar con la mortalidad. Una poesía dura y sólida, una contaminación y mezcla entre la serena escultura de Helena frente al mar y los sonidos geológicos y sísmicos de un Dionisos airado con la voluntad de comerse todos los miedos.

 

En este texto, la técnica de la deconstrucción podría referirnos a una realidad amarga e hiriente. De momento, la denominaré como una crítica a los poetas y colectivos contemporáneos. Y es que los más jóvenes, quienes declaran la guerra al “sistema”, “religión” y “patriarcado” acusando y prendiendo hogueras por la “desmitificación” de los autores, solían mostrarse en público con atavíos propios de la excepcional Frida Kahlo y de vez en cuando, suelen repetir el poema “Masa” de Vallejo como ingenuos monaguillos.

 

La voz poética en el poema de Ybarra da batalla con los puños cerrados contra la mala interpretación de las técnicas deconstructivistas derridianas. Sólo el inicio: “SI YO TUVIERA SOLO UN PODER MÁGICO PARA CAMBIAR LO QUE YA NO SE PUEDE CAMBIAR, le depilaría las cejas a Frida Kahlo, le cosería la oreja a Van Gogh, le enderezaría los ojos a Sartre y de paso a Aldous Huxley…”.

 

Entonces, además de descentrar lo tradicional con un golpe intertextual directo; también se da un cuestionamiento sobre cómo el uso desmesurado del juego derridiano, se ha transformado en un gatillazo contra la Humanidad –¿No es acaso la literatura y sus autores, la Vida que leemos; la memoria que forjamos; y los lentes que nos permiten viajar hacia dentro del abismo de nuestra soledad?

 

El mismo Roland Barthes se jalaría de los pelos que no tenía (mi querido francés autor de “La muerte del autor” era ya de por sí cuasi calvo), si tuviera en frente a esas hordas que, sin saber definir qué cosa es una fantasmagoría y sin leer a los teóricos que “sin querer queriendo citan”; se hacen llamar “deconstructivistas”; “interseccionales” y “anti-sistemas”, mientras afean lo bello de la literatura y marginan aquella “música callada de las palabras” de las cuales da cuenta la teórica y poeta feminista peruana Susana Reisz, en su ensayo “El rol de los valores estéticos en los estudios literarios”.

 

 

                                                                               4

Víctor Coral y Rodolfo Ybarra, en estos dos textos le ofrecen a los lectores algo que hemos perdido por la angustia de nuestra soledad confrontada con el miedo y la mala interpretación de las teorías francesas de los 60’s. Ambos poemas nos devuelven la ironía en la deconstrucción. En tiempos donde los humanos se sienten tan destruidos por la Pandemia Covid-19 –que arrasa familias enteras y devasta pueblos y hospitales-; la ironía sobrevive, resiste. Se fortalece.

 

                                                                     FIN

 

NOTAS DE PIE DE PÁGINA:

 

(1)    Este ensayo fue escrito el 18 de agosto del 2020, durante la Pandemia Mundial del Covid-19.

(2)    Es innegable que el teórico francés inspiró sus teorías psicoanalíticas en base al maestro de la sospecha Sigmund Freud.

(3)    Tomo el término “Torre de Marfil” en alusión al título del ensayo de José Carlos Mariátegui en el libro “Literatura y Estética” de la Fundación Biblioteca Ayacucho.

(4)    Aunque lo expuesto genere angustias, la “Escuela del Resentimiento” – es una definición de Harold Bloom para designar a los críticos multiculturalistas obsesionados por encontrar en el contenido de los textos, cualquier rasgo de racismo, machismo, capitalismo, etc.; con el objetivo de censurar y marginar autores y obras clásicas del discurso de las Instituciones Académicas.

 

BIBLIOGRAFÍA

Bloom, H. (1973). La angustia de las influencias. Caracas: Monte Ávila Editores C.A.

Genette, G. (1962). Palimpsestos. En Teoría y Crítica Literaria. Madrid: TAURUS.

Lacan, J. (1966). La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud. En Escritos. Buenos Aires: SIGLO XXI.

Reisz,S. (2012). El rol de los valores estéticos en los estudios literarios. En Lexis, vol. 36, no. 2. Lima. Fondo Editorial de la PUCP.