Prólogo a la novela Los que no podían amar, de Germán Rodríguez Aquino.
x Rodolfo Ybarra
Germán Rodríguez Aquino no solo es un
abogado, coach, conferencista y embajador de la paz sino que libro a libro se
ha convertido en un escritor de novelas controversiales donde el erotismo, la
fantasía y las vivencias, nos muestran un mundo muy particular, por ratos
ditirámbico y por ratos con pasajes que nos hacen recordar a Celine, Bukowski,
Alberto Moravia, al marqués de Sade o Las
edades de Lulú de Almudena Grandes o La
historia del ojo de Georges Bataille, etc. Y donde, además, el lector es
llevado de la mano como si fuera un testigo presencial de los hechos, tal cual
se tratase de una película filmada con una cámara Go-pro y en primer
primerísimo plano. Entonces, la historia se desarrolla natural sin aspavientos
con los flashes o luces que el narrador quiere mostrar.
Escrito en primera persona, como
aconseja Fernando Vallejo, y de forma aristotélica: inicio, medio, final, Los que no podían amar (LQNPA) nos
presenta un cuadro al óleo del interior de las mujeres. En este caso, Teo, la
mujer perdida y por el cual pierden la cabeza los hombres. Pero que a pesar de
todo tiene que vivirse (o leerse) casi como si nos estuvieran apuntando la
cabeza con un revólver. Un submundo de vidas contrahechas como páginas
arrancadas del diario de Anaís Nin o de algún libro de Henry Miller o de alguna
película de Ettore Scola, donde la pasión y la vivencias anodinas se van
sumando poco a poco hasta convertirse en una olla a presión y explotarnos en la
cara. Arte y magia que Germán Rodríguez Aquino sabe pergeñar perfectamente como
buen artesano o llenador de techo literario que va sumando novela a novela sus
propios réditos y sus propios devotos lectores.
LQNPA va a demudar las relaciones
personales de Teo con Gerardo, alter ego de Germán, relaciones desbordadas por
cierto, que expresan deseo, exceso y, porque no decirlo, lujuria que van a
estar acompañados de la crítica y/o el deshago y también rabia. El amor
pareciera ser solo una pátina, pero el personaje principal ama locamente y se
entrega al sacrificio de amar a quien no puede o no debería amar y a quien,
además, le cumple todos sus caprichos y le soporta lo insoportable. Pero así la
vida, como la novela, nos pone en situaciones extrañas o inverosímiles que uno
tiene que resolver cueste lo que cueste y a veces entregando el honor o la
pureza.
Sin duda esta novela no defrauda y no
está hecha para espíritus livianos o leves como diría Kundera, sino para lectores
duros, hardcore lector, hypocrite lectours, acostumbrados a
recibir patadas en el estómago, golpes en la quijada, jacks de un buen narrador que ha entendido la vida y conoce los
procesos humanos quizás por su misma profesión dedicada a las leyes y a la
defensa de inocentes y/o culpables, pero también porque hay un correcto manejo
del lenguaje y de las técnicas literarias que, trabajadas sutilmente, le
permiten abordar una novela como quien pela una fruta para delicia del que está
del otro lado del texto.
Quizás el título que es una imagen de
negación: Los que no podían amar se
convierte más bien en un título de afirmación, de resemantización del verbo
amar y sus sucedáneos: amor ágape (¡dios?), amor filia (hijos, familia), amor
eros (pareja). Y porque aquí se ama, como dicen los españoles: ¡desde los cojones!, desde el mismo
polvo de los huesos. Y porque la realidad siempre va a superar a la novela.
Pero a las buenas novelas no la supera la realidad.
Finalmente, felicitamos a Germán
Rodríguez Aquino por esta nueva entrega, sabedores de que su pasión son las
letras y de que contar, para él, es un hecho natural, por eso es que es un gran
conversador, una persona amable que sabe ganarse, a punche, a los amigos y,
cómo no, a cada uno de nosotros que, desde hace algunos años, somos sus
leyentes (de ley y de lectura).
Ahora, sí, tomen asiento, pongan luz
baja y que empiece la función.
No hay comentarios:
Publicar un comentario