El Diario Tres 60 acaba de compartir algunos de mis libros necesarios. Dejo aquí mis razones:
1.- El criticón
Baltasar
Gracián
Publicado
a mediados del siglo XVII, es, de lejos, uno de los antecesores más antiguos de
Hegel, Schopenhauer y Nietzsche. La antítesis, el juego de palabras y la
erudición perspectivista se entremezclan para darnos una versión del mundo o de
cómo ocurrieron las cosas, con un estilo barroco y alegórico. Gracián fue,
asimismo, considerado una eminencia en su tiempo, gran polemista y temible
rival intelectual, que, poco a poco, fue aislándose hasta convertirse en
apestado de la sociedad y gran provocador, y, justamente, los antecedentes de
este libro dan cuenta de cuando Gracián hizo pública una carta que supuestamente
él había recibido de los infiernos, con lo que se ganó inmediatamente el veto
de los sectores religiosos e insertar su obra en el temible Index librorum prohibitorum. Como era de
esperarse, Gracián publicó sus obras contra toda traba moral o religiosa de su
tiempo.
2.- Tractatus logico-philosophicus
Ludwig Wittgenstein
El
complejo Wittgenstein escribió este libro en las trincheras de la Primera
Guerra Mundial. Su cuestionamiento hacia el entendimiento parte de cómo
entendemos el lenguaje. Curiosamente, leer el libro sin revisar la introducción
que hace Bertrand Russell es casi como intentar viajar en barco sin brújula y
sin velas; por ello, queda establecido que tres son los referentes en el plano
del verbum kalami: la psicología, la
epistemología y las ciencias especiales. Por ser un libro especial donde el
lenguaje (herramienta) es tratado como objeto directo del pensamiento, recomiendo
la traducción de Jacobo Muñoz e Isidoro Reguera, aunque lo correcto, si no
queremos dejar nada a los intermediarios, es leerlo en alemán. Por cierto,
aunque existe un biopic de Derek
Jarman sobre Wittgenstein, la película Los
crímenes de Oxford, de Iglesias, parte de algunos enunciados del Tractatus y de cómo el pensamiento o,
mejor, la lógica del pensamiento, nos va a develar quién o quiénes son los
culpables de unos extraños asesinatos.
3.- La guerra y la paz
León
Tolstói
Es
un enorme mural –con casi seiscientos personajes y un eje de cinco familias
aristocráticas– sobre el triunfo y el fracaso, el poder, la gloria, la miseria
y el deshonor −reflejados a través de los emperadores Napoleón y Alejandro−. Y,
aunque la guerra sea el gran súmmum, reflejo de las experiencias de Tolstói en
el frente de batalla, son notorias la loa y la insistencia por la paz, aun
cuando esto implique el heroísmo y la “acción directa”, como dirían los
anarquistas (Proudhon, por ejemplo, que fue una influencia para Tolstói). Sin
duda, una de sus mejores novelas, junto a Anna
Karénina, escrita en convalecencia, cuando se rompió un brazo.
4.- Ulises
James
Joyce
El
hecho de que Joyce fuera acusado de obscenidad cuando se publicó esta novela,
sirvió para que se mostrara el sistema de relojería que consta en cada capítulo
del Ulises (Ulysses). Aquí se narran las peripecias de tres personajes que, de
cierta forma, son el mismo Joyce: por lo menos, Stephen Dedalus (Joyce joven) y
Leopold Bloom (Joyce viejo) y su mujer Molly. La gran historia termina siendo
el lenguaje y el uso de diferentes técnicas literarias para cada capítulo
(incluido el célebre monólogo interior de Molly Bloom en el capítulo XVIII, a
la altura de William Faulkner y/o Virginia Woolf), lo que hace que el lector
esté en permanente estado de alerta para asumir el reto que el novelista le
plantea. Como
siempre, recomiendo la lectura en su idioma original, inglés, o, en todo caso,
en la traducción de José María Valverde, de 1978, que ha recibido varios
premios a la excelencia.
5.- La teoría estética
Theodor Adorno
Es un libro
póstumo e inconcluso, y, por ello, un reto y una posibilidad, difícil por la
cantidad de referencias, citas, pensamientos, ideas, etc., que se desbordan
hasta el paroxismo. El buen lector o lector iniciado puede avanzar en la
lectura con mucho tacto, teniendo en cuenta los desacuerdos de Adorno con el
idealismo kantiano o con el misticismo de Walter Benjamin, por ejemplo (de
quien se distancia por un estudio sobre Baudelaire con el que no estuvo de
acuerdo) y entendiendo que Adorno puede ser, en un momento, un psicólogo
social, un músico, un filósofo o un sociólogo, o todo a la vez.
Hay que
recordar también que Adorno, a pesar de que se oponía al placer estético, tocaba
el piano y componía bajo la regencia de su Dialéctica
negativa. Por otra parte, las teorías conspirativas lo han acusado de estar
detrás de los Fab Four y servir a las clases dominantes. Se recomienda su
lectura en alemán: Ästhetische Theorie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario