Sobre
una novela de Walter Lingán
Walter
Lingán es un escritor peruano radicado en Alemania que se dedica también a la
tecnología médica. Ha publicado diversos títulos como El amor también es
subversivo (poesía, Lima, 1986), Por un puñadito de sal (novela,
Lima, 1993), El lado oscuro de Magdalena (novela, Trujillo,
Perú, 1996), La danza de la viuda negra (Lima, 2001 y 2008), Oigo
bajo tu pie el humo de la locomotora / Ich höre unter deinem Fuß den Rauch der
Lokomotive (Bonn, 2005), etc. En esta oportunidad nos entrega Un Cuy
entre Alemanes, un texto fantástico entre La Metamorfosis de Kafka (La
Transformación decía Borges) y El
Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pasando por El Increíble Hulk, El
Hombre Elefante (Merrick) y El Jardinero de Jersi Kozinski.
El
personaje, debido a ciertos problemas económicos y/o políticos (crisis de los
ochentas, desastre belaundista y alanista), logra viajar a Alemania para
hacerse de un futuro, estudiar y tener un trabajo y, si es posible, tener una
pareja con la que formar una familia o tener algún happy end. En este trance, mientras se acomoda en su nuevo entorno
social, una casa para estudiantes, nos va narrando su vida y sus lecturas
literarias, sus autores, su visión social comprometida, sus analogías entre su
ciudad natal, Lima-Collique y Alemania en la década del ochenta, siempre en primera
persona, en sentido autodiegético, con
mucha fluidez y, por ratos, pinceladas nostálgicas, estro poemático y
cuestionador.
La
realidad es vista a través de la lupa de la literatura, es así como nuestro
personaje va, poco a poco, convirtiéndose en un cuy, un cobayo o,
“equívocamente”, un “conejillo de indias”. Esto, quizá, como artilugio, sirve
para opinar desde el metatexto o de rebote: ver, por ejemplo, las barriadas
limeñas vía Patíbulo para un Caballo, de Cronwell Jara, o ver la gran minería
vía Redoble por Rancas, de Manuel Scorza; incluso la corrupción en su estado
más prosaico, vía el Ciudadano Alberto Fujimori, la construcción de un político,
de Jochamowitz, etc., y, por largos tramos, con ciertas gibas, logra el
efecto deseado: instalar un interés en el lector por los libros y temas que el
posible cuy va despachándose mientras fornica con todas las alemanas que le
aparezcan en el camino, ya sea como ser humano o como roedor.
El
cuy se come, no se integra, el cuy no tiene “hijos”, tiene prole, camada que va
a alimentar la máquina de consumo. El cuy es un roedor inofensivo, doméstico o
domesticable y siempre presa de otros animales carroñeros; en el Perú se le
come, es beneficiado en suculentos
platos gastronómicos y sirve también para incentivar algún tipo de seudonacionalismo
politiquero (PPKuy) o incluso el ahorro: (“el Cuy Mágico”, del BCP); en Europa
es una mascota (no se le considera intimidante siendo un roedor), y, como tal, solo
quiere comer, ser tratado bien y
reproducirse y, claro, si antes no se le castra.
Por
otro lado, también podemos decir que Un Cuy entre Alemanes es, quizás, una
novela entre el marxismo consecuente (no hay que perder de vista las
disgregaciones del cuy sobre la izquierda peruana ilegal o legal y su
activismo en Europa), la literatura, la disparidad social (Alemania-Perú,
Europa-tercer mundo) y la libido y el desenfreno. O, parafraseando a Engels, el-papel-del-trabajo-o-acomodo-social-en-la-transformación-del-hombre-en-cuy,
donde podemos deducir que no es que el hombre-narrador quiera convertirse en cuy sino que es obligado por las circunstancias y porque así es mejor enfrentar un
mundo para el cual no se está (o no se siente) preparado ni física ni mentalmente: la
perfección urbana, las costumbres germánicas, el respeto del otro, y,
principalmente, el trabajo integrador o visto como un ejercicio eucarístico o “humano”.
La
parte final de Un cuy entre Alemanes nos trae una versión renovada de lo que
sería El Jardinero, de Kozinski, el que después de vencer sus propios miedos o
taras sociales (¡el migrante puede encarnar al mal?), encuentra una forma de
redención vía la fama o la aceptación mediática (la televisión también
homogeniza y pasteuriza y convierte en héroes a villanos o humaniza a monstruos
o los convierte en ciudadanos dignos
de respeto), pues el hombre –léase el migrante– mientras se animaliza, entiende mejor el mundo y es finalmente
asimilado, tragado por la sociedad; aunque quizás eso le desagrega el suspenso
o la expectativa al cuy-hombre u hombre-cuy. No obstante, la novela no pierde
su ritmo y se mantiene invicta hasta el final.
Aquí pueden leer un fragmento de UCEA que, gentilmente, la editorial Eclipsa ha colgado en la net:
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