sábado, 12 de diciembre de 2015

"MALDITA, ENTRE TODAS LAS MALDITAS", POEMA INÉDITO DE PEDRO NOVOA

         
      

                         Maldita, entre todas las malditas
Pedro Novoa

¿Vienes del cielo profundo
o surges del abismo,
Oh, Belleza?
Charles Baudelaire

Maldita seas por caótica, por lucir el cabello en constante tempestad, por regurgitar mis recuerdos y flores encarnadas como los crepúsculos. Maldita por no regalarme magnolias y solo prodigarme espejismos y desiertos entre mis dedos.
Maldita por ser la única langosta de mis plagas, por ser melodía nefasta, reptante y sorda. Piano que se hundió en este pantano sin orilla que es la devastación, los delirios y tu pelo. Maldita sea tu imagen y la bestialidad de tu imagen; tus colmillos, tu baba caliente, tus serpientes tibias.
Maldita por tu colección inacabable de puñales, por tu sevicia pura, por bailar desnuda en las matanzas y por no haber tenido nunca dulce la boca ni los sueños.
Maldita por la cal viva que arrojaste a mis ojos, por acumular los desvelos en un cenicero y dibujar mis ojeras negras en los espejos. Maldita por no haber llorado mi muerte y ni siquiera mi vida, por haber arrojado mis órganos y mis manos al vacío como pañuelos. Maldita por no permitir que nadie te toque la tristeza que pintarrajeas en tus uñas. Por la música entrecortada de los grillos, por tus relinchos azules, por tener permanentemente el corazón y el ánimo, agitados y en pie de lucha.
Maldita por tu sexo de nutria, por tu mitología y su guarida de flores. Por los albatros, los cuervos, los cisnes degollados, por toda la sangre que resbaló encima y dentro de tus senos.
Maldita seas, entre todas las malditas, por haber tintineado las cuerdas más frágiles de mi alma, por haberme perdido y por haberme encontrado con la misma melodía, en el mismo abismo de siempre. Maldita por cantar quebrando cristales, paradojas, silencios; por haber perturbado mi tranquilidad, mi paz, esa delgada inmovilidad que separaba tus labios  de mis infiernos.  
Maldita seas por haberme tomado como un utensilio, por haberme usado mal, incluso, por no haberme usado con mayor frecuencia. Maldita, mil veces maldita, por la costumbre de apuñalar milagros y hacer picadillos a la esperanza.
Por último, maldita por la furia que me llenó de nubes los ojos y tormentas las manos; por tus tatuajes de iguana, por tu lengua de sable, por tu ombligo infinito, y por haber dejado tantos gorriones muertos entre mi almohada, la nostalgia y tu pecho.