El beso más dulce lo recibí en Marcahuasi, a 4500 metros de
altura, justo antes de cumplir los 19 años. Yo había regresado de viaje de
Montañitas-Ecuador, en una visita a unos familiares que vivían en la frontera, y decidí subir inmediatamente a San Pedro de Casta porque
unos amigos me habían avisado de que habría un gran concierto arriba. Llegué a
destiempo y caminé solo desde Chosica con un trago en la mano. El clima estaba
malo y ningún bus o camión quería llevarme, así que emprendí la caminata con una
enorme mochila y un sleeping que colgaba de uno de mis brazos. Cuando llegué a
san Pedro de Casta llovía a cántaros y todo era oscuridad, solo se escuchaba
una canción de Jonis Joplin a lo lejos. Era Maybe y alguien parecía cantarla o
tararearla. Yo me fui acercando poco a poco, ya estaba por desmayarme del
cansancio y el sueño y caminaba solo por inercia. El asunto era que cuando
parecía que ya estaba cerca, el sonido se alejaba. Esa noche no había luna y yo
simplemente me guiaba por los destellos de un encendedor y por una linterna que
alguien manipulaba a lo lejos. Lo cierto es que, de tramo en tramo, y
agarrándome de los hierbajos de los cerros llegué al Anfiteatro, el lugar de
acampe de los mochileros, y grande fui mi sorpresa cuando encontré bailando a
Juliana, mi amiga pelirroja del colegio, que gritando mi apellido corrió a
abrazarme, invitándome a bailar mientras me daba el beso más dulce que yo he
recibido en toda mi vida. Y digo lo de dulce porque además ella estaba lamiendo
un pedazo de chancaca. Y ese sabor se quedó en mi boca para siempre.
(Ahora ella es una señora casada con un señor industrial y
con tres hijos y por eso no pongo su nombre completo en este post; pero ella
seguro leerá este pequeño recuerdo y nos seguiremos riendo secretamente hasta hacernos
viejos).
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