A mediados de los ochenta era común ver a los policías interviniendo a todo joven sospechoso y a militares haciendo “leva” en las esquinas de los barrios populosos. Por cierto, ser sospechoso era llevar libros en la mano, tener chalina o mirar con fruición la realidad. La “leva” era un eufemismo de secuestro para “ir a luchar por la patria”: te ponían un traje verde olivo, te daban unos zapatones, un fusil y te decían ¡dispara ctm!
Hoy en día las cosas han cambiado (o así parecen), pero los organismos represores siguen empleando casi la misma modalidad. Te agarran en la calle o entran a los restaurantes o bares para exigir tu identidad, dicen que están haciendo “control ciudadano”. Cuando les respondes que no tienes documentos o no te acuerdas de tu nro. de DNI, te dicen acompáñenos y te meten a un patrullero o a un camión.
Hace un par de días me volvieron a intervenir por tercera o cuarta vez en lo que va del año. Felizmente tenía el carnet de Lima Gris y volví a sonreír como en los tiempos en que chorreaba por el piso mis libros de Roque Dalton o Mariátegui, o ponía mi carnet universitario como plantilla de zapato. O como cuando en la galería el Túnel de la UNI, junto a mis amigos poetas, por un verso de Vallejo me pusieron la ametralladora en el pecho. Y tuve que improvisar un taller literario para furiosos soldados que no podían entender porque CV escribió “El poeta saluda al sufrimiento armado” sobre la guerra civil española.
Quizás los tiempos no han cambiado y yo todavía sigo pensando que muchos de mis amigos desaparecidos algún día volverán. Aunque francamente quisiera que la policía de mi país fuera menos “política” y más efectiva y vaya detrás de los corruptos y los encarcele, que meta a todos los presidentes sátrapas a la cárcel y que traiga a Toledo del pescuezo para rinda cuentas al país. Sí ya sé que es un despropósito, que hay que revisar los tratados, que cancillería, etc., pero soñar no cuesta nada o, por lo menos, no cuesta los 23 soles que me costará tramitar un nuevo DNI.
PD: Este texto está dedicado a Melisa Alfaro Méndez, amiga, periodista y leal compañera de estudios que fue despedazada por un sobre bomba el 10 de octubre de 1991. A JJ Herrera que purgó 8 de años en la cárcel solo por ser reportero gráfico. Y a Jarita Berrospi, el periodista amigo torturado salvajemente, a quien, unos jueces sin rostro, condenaron a 20 años de prisión por ayudar a difundir el croquis donde ocurrió la matanza de La Cantuta.
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