CARLOS “KUKÍN” FLORES VOLÓ A LOS CIELOS ROSADOS
I
Carlos “Kukín”
Flores Murillo siempre soñó con estar en un mundial de fútbol y ver su nombre
en las banderolas de los hinchas. De niño, en el colegio de La Perla 4004, sus
maestros todavía lo recuerdan haciendo malabares con una pelota de trapo, cuando,
por la precariedad económica y el abandono de sus padres, limpiaba la luna de
los carros y hacía dominadas con botellas, baldes, latas o lo que fuera y
remataba con algún mohín o alguna payasada que sus amigos de la collera
celebraban. Fue así como conoció a Julio César Uribe quien le dio una palmadita
de hombro y una propina y le aconsejó que siguiera dándole al “esférico”.
Todavía era un
infante cuando su tío Alfonso lo llevó de la mano para que lo vieran en el
Alianza Lima y, por cuestiones del destino, las puertas estaban cerradas. Fue
así que, por un parentesco de su tía con el papá de Puchungo Yáñez, lo llevan
al Yahuar Huaca, donde lo recibe admirado el profesor La Rosa. Ahí empezó su
historia como futbolero.
Poco a poco fue
agarrando viada y se distinguía por sus gambetas, sus tiros largos, su
precisión en los pases y las llevadas con pelota parada. Por esas destrezas y
“juego de fantasía” fue convocado dos veces a la selección nacional, una de
ellas con el profesor Juan Carlos Oblitas. Y las dos veces fue separado por
problemas de conducta. A pesar de ser amiguero siempre tenía rencillas con
alguien que no le caía bien o por algún asunto extradeportivo. Así se vio en
diversos pleitos, uno de los cuales incluía un acuchillamiento a “Machito”
Gómez, hecho que negó en todos los idiomas.
II
El 19 de julio
del 2000 se jugaban las eliminatorias para Corea-Japón 2002. Y Kukín tuvo la
oportunidad de levantar vuelo. Perú perdía 1-0 ante Colombia. Maturana temblaba
a un costado de la cancha y decidió cambiar al “camello” Jorge Soto y poner su
última carta bajo la manga. El mismo Kukín Flores lo cuenta mejor: “Apenas entré le rompí la cintura a Mario Yepes.
El defensa brillaba en River de Argentina. Después recibí un pasé y con mi
zurda lo mandé a comprar pan. ‘Oye, negro hijo de p… juegas como m… ¿En qué
Liga estás, Alemania, España, Inglaterra?’, me dijo el ‘colocho’. ‘Juego aquí
en Perú, en el Boys’, le respondí. ‘No me jodas, eres el mejor del Perú y hay
otros malos que están fuera, qué pasa contigo…’, me contestó y seguimos
jugando. Un zapatazo mío desde afuera casi vence al portero Óscar Córdoba.
También me reventó cuetes. ‘Le pegas como pocos en el mundo. Seguro juegas en
un equipo grande de Europa’, me floreó. Yo solo sonreí. Al final perdimos, pero
‘Pacho’ me dijo: ‘Así te quiero ver siempre. Ante Uruguay eres titular, así que
a cuidarse’.
“Esa noche nos
dieron libre y al día siguiente tempranito a entrenar. Antes de retirarme de la
Videna, un directivo me contó: ‘En la tribuna hubo gente del Anderletch de
Bélgica. Te vieron y los convenciste. Van a pagar más de un millón y medio de
dólares por tu pase, 700 mil son para ti. Solo faltan definir algunos detalles.
Todo se cierra después del partido con Uruguay’. Salí más grandazo que
Cristiano Ronaldo. Me fui al Callao a celebrar la noticia con mis ‘causas’.
Paré en una bodega para comprar algo de tomar. Cuatro hinchas me reconocieron:
‘Oe, no seas pen… ¿Piensas celebrar… No ves que hemos perdido?’ Me jodieron
tanto que los encaré. Total ya me iba a ir al extranjero y, además, estaba en
mi barrio.
Empezamos a
pelearnos, pero uno vino por atrás y me dio una patada en la pierna y otro me
golpeó con un fierro. La gente nos separó. Estaba tan caliente que no sentí
nada. Al día siguiente cuando empecé a manejar para ir a entrenar, sentí un
fuerte dolor en el muslo izquierdo. No se lo comenté a nadie. Empecé a trotar
hasta que no aguanté: ‘¡Auuu, me estiré!’, grité. El médico se acercó a
atenderme. Me hicieron exámenes. La tomografía arrojó hematoma producto de
golpes. Yo morí negado. Ni loco iba a reconocer lo que había pasado. Me
mandaron a mi casa y no me convocaron más. La oferta del Anderletch se cayó.
Los europeos me esperaban en el ‘Centenario’ y no pude jugar. Después de eso no
supe más de ellos…”.
“Kukín” Flores
jamás se había enfrentado a un técnico tan drástico y firme como el colombiano
Jorge Luis Pinto. Esto ocurrió en el Alianza Lima de 1999. Como siempre “Kukín”
se había ido de farra e incluso llegó tarde a uno de los entrenamientos. El
profesor Pinto lo miró con cara de pocos amigos
y le dijo que soplara para sentirle el tufo. La respuesta del quimboso
jugador no se dejó esperar: “Usted cree que estamos en el colegio, profe”. Así
que Pinto lo mandó a rodar: “Vaya con el jefe de equipo al Hospital de Policía,
que le hagan exámenes de sangre y que la Comisión de Fútbol vea si lo saca del
club”. “Kukín” apunta: “No me quedó otra que soplar y mi ‘turrón’ casi lo
tumba. ‘Entrene, después hablaremos’, me dijo. Al finalizar la práctica me
acerqué más calmado: ‘Profe, usted dirá’. Me miró ya no tan enojado: ‘Lo que
hizo es muy grave, no sé cómo castigarlo. Debería mandarlo a su casa un mes,
pero haremos una cosa. Concentrará desde el viernes en la Villa Íntima. Luego
del entrenamiento se queda en el club y el sábado va al hotel y se suma al
grupo’”
“Cuando llegó
el fin de semana, todos se iban y me sacaban pica. Como a las 10 de la noche
estaba recontra aburrido. Llamé por teléfono a un amigo que vivía a dos cuadras
de Matute y le dije que me espere por la puerta de Abtao para ir a dar una
vuelta. Me puse ‘charly’, por la ventana vi que ya no había nadie y las luces
estaban apagadas. A oscuras abrí la puerta de mi cuarto, caminé unos pasos y de
repente unos perros grandazos, como caballos, me ladraron y se me venían
encima. Me puse blanco del susto y corrí a mi habitación. Los animales se
echaron en la puerta y no pude salir más. Cuando amaneció ya no estaban. Llegué
a la concentración en el hotel y Pinto me miró y sonrió. Le había dicho al
guardián que deje los perros sueltos para que no me escape. Caballero, acepté
que mis palomilladas perdieron ante la experiencia del entrenador…”. (Confesión
de KF en la Columna de Ruckelly, 2017).
III
Los continuos
escándalos de “Kukín” Flores empezaron a saltar del periódico a la televisión,
incluso se agarró a golpes con los mismos periodistas. Muchas veces lo vieron
desnudo corriendo por las calles, gritando que le perseguían para matarlo. Casi
siempre hablaba de una mujer muerta que se le aparecía en sueños y lo
torturaba. Otro día, cayó de un quinto piso porque, según dijo después, se
había olvidado las llaves dentro de la casa. Ahí se destrozó las piernas y fue
a parar al hospital varios meses. La verdad de todo esto es que una aureola de
drogas, fiestas y de vida de desenfreno le rodeaba: “A veces lloro. Llorar
es de hombres. No llora el marica o el cobarde. Llorar es de hombres y siempre
es bueno llorar para desfogar. Cuando me he puesto a reflexionar y digo ‘he
hecho mal’ he soltado un par de lágrimas pero son lágrimas de valentía, no de
cobardía”. El club de sus amores, a pesar que estuvo en diversos equipos,
incluso del exterior (como el Aris de Grecia, Al-Hilal de Arabia Saudí,
Deportivo Pereira de Colombia, Atlético Paranaense de Brasil y Belgrano de
Argentina) fue el Sport Boys, ahí jugó hasta gratis y nunca los demandó por los
más de 150 mil dólares que le debía el equipo rosado. “Boys es mi vida, ahí
pasé momentos alegres y tristes. En Boys me crié, me formé, estuve desde los
siete años”.
Un día antes de
morir se encontró con Lucho Trisano y le dijo al oído: “Ya cumplí, Trisano”.
Dos días antes había estado de juerga junto a unos amigos de barrio que se hicieron
humo como las ilusiones y los sueños de este gran jugador considerado el
Broncano del fútbol, el que pudo ser más pero decidió ser menos, el enfant terrible del Boys. El chico de
barrio que jamás dio su brazo a torcer y que cuando le pedían un consejo,
decía: “Si te portas mal, Dios te dará un latigazo. Aléjense de las mujeres, la
noche y la bebida”.
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