UN CALDO DE GALLINA POR PACO FERRER
Ha muerto Paco Ferrer a los 56
años, víctima de un tumor en el cerebro, y todo Chollywood y sus anexos, betos ortices, susys díaz, mónicas
cabrejos, peluchines y un largo etcétera, han salido a derramar lágrimas de
cocodrilo o de colirio Eye-mo porque así es y así tiene que ser este mundo de
oropel y papel cartón sobre la que están escritas las vidas de tirios y
troyanos (sobre todo de estos últimos), pero detrás de bambalinas o detrás del
espejo donde cada uno mata sus pulgas o se rasca como puede, otra es la
realidad, otra las virtudes y otra los vicios.
Lo cierto es que Francisco
Alfredo Quispe Mejía aka “Paco Ferrer” nació hombre con cojones o con
guasamandrapa (como diría mi viejo amigo y maestro Goyo Martínez) y fue el
número uno de su clase y su padre siempre lo apoyó e incluso quería que sea un
señor de leyes, pero ya Paquito miraba para la otra vereda y tuvo a su primer
enamorado a los once años. Luego engañaría a su familia y se iría a estudiar
teatro en el Histrión del centro de Lima y a soñar despierto con los drag queen: “Fue en la Escuela de Arte
Dramático que me bauticé como Paco Ferrer. En los ochenta, había un actor Mel
Ferrer que hacía cine de terror y suspenso. Luego como mi nombre es Francisco
Alfredo, lo resumí a Paco. Suena como una marca, como Paco Rabanne o algo así”.
En los años noventa, las vedettes
y los cómicos ambulantes tomarían la televisión por asalto, seguidos muy de
cerca por los futboleros, bailarinas, grupos chicha y cohorte de payasos,
tentetiesos y bufones que hacían todo lo posible por hacerse notar o que sus
existencias valieran siquiera los quince minutos de fama del que hablaba Andy
Warhol. Fue en ese caldo de cultivo que Paco Ferrer estuvo en la cresta de la
ola peleándose con medio mundo, incluso denunció por estafa al hermafrodita
(así se autodefinía) Fulvia Célica y por difamación a la despampanante Amparo
Brambilla. Se agarró a arañazos con Carlos Cacho en el quinceañero de la
nínfula naboquienta (de Nabokov) Florcita Polo y ametralló a tomatazos podridos
a la sachamusa de Mick Jagger: Monique Pardo. Y hasta con la reina del callejón,
Lucía de la Cruz, tuvo un entuerto por un mequetrefe bailarín llamado “Luisito”
que orondo sacaba pecho por las damas que se peleaban por mantenerlo o pasarle
su “pensión Soto”.
Y es que Paquito Ferrer tenía una
peluquería que administraba con su hermana y a donde llegaban o se drenaban
todos los chismes de la farándula y, cómo no, de la politiquería, pero Paquito
sabía que con la política no se juega así que muchos de esos personajes que
pasaron por su alcoba los guardó siempre con reserva. Lo que sí hizo fue irse
de amores públicos con varios futbolistas como el aliancista victoriano “Cholito
Sotil”, escena que aprovechó bien la hiena Magali Medina para relamerse los
belfos y grabarlos agarraditos de la mano y que valió la protesta pública y una
jaladera de pelos y llanto de Magdalena de parte del mundialista goleador “Cholo
Sotil”, padre del inculpado.
Pero Paco Ferrer fue un buen
hombre, un buen ser humano. Le compró una casa a su viejita, siempre llevó de
viaje a sus hermanas y cuando le tocó hacer el papel del macho asistente del
congreso, se puso un terno con corbata michi y acompañó a Susy Díaz en su
oficina de la avenida Abancay. Claro, eso era otra actuación que incluía
bronquearse con uno que otro padre o padrastro de la patria e impostar la voz
tomando bocanadas de aire.
Cuando una reportera le preguntó
por su travestismo respondió como Daniel F: “todo llegó de adulto”, recién
inició su metamorfosis con rellenos, silicona, botox, pelucas y demás parafernalia
a los cuarenta años. Sus sueños de niño o niña fue casarse de blanco, tener
hijos, pero poco a poco se dio cuenta de que en una sociedad como esta solo podía
aspirar a tener a la pareja adecuada que nunca llegó y por eso este domingo 6
de enero, día de canícula, en una fría cama del hospital Rebagliati, su corazón
se detuvo en soledad, muchos de sus amigos le dieron la espalda, las visitas le
fueron esquivas o ralas. Nadie quería ver a Paquito lejos de su vida glamorosa.
Su nombre no adornará las marquesinas de un Estadio Nacional, no entrará en los
recuentos literarios de fin de año ni se le dará un minuto de silencio en algún
partido de fútbol, pero, eso sí, con él o con ella estarán siempre los augustos
ferrandos, las mónicas santas marías, los polos campos, los peter ferraris y
los tantos otros que hicieron de sus vidas lo que pudieron o lo que quisieron.
PD: Antes de terminar esta nota,
este servidor ha recibido la visita de un escritor amigo, farandulero y cófrade
también de mi estimado y recordado Richard Torres a quien matrimonié desnudo
con un árbol para la televisión nacional; y me ha invitado a comer un caldo de
gallina (o de gallo gallina, O. Reynoso dixit) por Paco Ferrer. Ahí está el
título, dije y salimos a la noche de luna roja o rosa o a gusto del cliente o del
lector. ¡Oh hypocrite lecteur!
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