DEBATE DE LA DEBACLE

La noche del 29 de mayo del 2011 el país entero fue testigo de una farsa. Todos los peruanos pudimos ver a dos pobres diablos tratando de superar sus propias taras, dos mandriles dándose de macanazos, escupiendo insultos, tratando de leer de reojo para superar a su rival y tratando de empinarse sobre sus medianías, cosa que ninguno lo logró. En el mejor momento parecían dos estudiantes de primaria dando el examen oral de educación cívica, o un par de cojudos con lenguajes limitados hablando en verbos infinitivos y con la capacidad de comprensión de un fronterizo. Una lástima total. En suma de cuentas, una función de enanos, lisiados y discapacitados mentales para este circo electoral 2011 que ya tiene el olor y el color del Tang-Kanú-Tampico.

No obstante, es claro que Keiko es la gran perdedora. Ante una posición indefendible por todo lo que se ha dicho y se ha demostrado hasta el hartazgo (y solo a las pruebas me remito; ya estoy cansado de teclear lo que todo el mundo ya sabe), la Fujimori sólo deja constancia de un cinismo espectacular, propio de los que mienten sonriendo. La única arma con la cual podía hacer daño y lacerar a su oponente, o sea mentira-cinismo-calumnia-maldad-hipocresía, la usó de manera efectiva, poniendo a Ollanta casi como un mitómano (“no mienta, Comandante”), un violador de derechos humanos (“hay un testigo que dice lo ha visto matar a 6 personas”), y que ella se había enfrentado a su padre putativo (“yo me enfrenté a Montesinos”), eludiendo como áspid las preguntas que tímidamente le lanzaba Ollanta como si estuviera en un programa concurso de televisión donde el premio fuera una tabla de planchar, o, peor, como si el sindicado por corrupción, por desfalco, asesinato, robo y barbarie atroz, fuera el mismo zonzo de Ollanta (increíble ver a alguien acusar a otro por crímenes y hacerlo con sumisión, como si tratara de una deuda de cinco soles o como si estuviera pidiendo que le conviden un cigarrillo), y, que, a pesar de todo —y espero que entiendan esto porque duele reconocerlo—, es la única carta democrática que nos queda —lo queramos o no— y debemos cerrar filas para rescatar el Estado de manos del aprofujimontesinismo, el mismo que ha gestado largamente un fraude electoral que está a punto de ser parido. Lo dicho ayer por Mulder, de que en el Perú no hay fraude electoral desde 1965, las disculpas a priori de Magdalena Chu acerca de la seguridad del proceso electoral: "el fraude es imposible", el artículo de Barba Caballero en el pasquín Correo de hoy: “hablarán de fraude, de sico sociales alanistas, de conspiración mediática e intentarán crear las condiciones para un golpe de Estado popular, tal como sucedió en Bolivia”, son una prueba más de que realmente el FRAUDE está listo para ser servido bajo la idea de legitimidad dada por la elección y por los mecanismos comprados de las putrencuestadoras, financiadas por los mismos empresarios del miedo, empresaurios avarientos, dueños de los aparatos saqueadores —y no aparatos de producción— de este país de cartón piedra.

Quizás el momento más álgido del “debacle” del domingo fue cuando la “señora” Keiko, desbordando odio e insania, dijo que el debate era entre ella y Ollanta y que el equipo lo había convocado ella y no su padre y que, si quería debatir con Alberto Fujimori, tenía que ir a la Diroes. Eso sí fue un acto patológico de sinvergüencería y un pequeño sketch de cómo gobernaría el país ese endriago llamado “Fuerza 2011”, madriguera de aquellos 200 funcionarios del Estado que están presos (78 todavía aún siguen en esta condición en los penales de la capital) o que están fugados de la justicia escondiéndose como ratas y que de seguro están esperando a que Keiko gane las elecciones para regresar a “colaborar con el país” y terminar por convertir al Estado en la cueva de ladrones y asesinos para darnos el título que ya estamos a punto de ostentar: un narco-Estado, al igual que Kosovo, Guinea-Bissau, México o Guatemala .

Algo que tenemos que apuntar es que si bien Ollanta carece de intelecto para gobernar este país, cuenta con el respaldo de gente proba, cuenta con asesores y el respaldo de un equipo técnico que ha demostrado estar mejor preparado (lo vimos en el debate de la semana pasada) que el de Keiko (con la misma masa cerebral de Kenji), que al fin y al cabo sólo arrastra la misma recua de seudotecnocrátas corrompidos y de criminales (léase grupos Colinas, empresarios como Chlimper, impresentables como Martha Chávez, fujimontesinistas como Hernando Soto, Blanca Nélida, Laura Bozzo, Martin Rivas, Alipito, Portillo, Wolfenson Crousillat, Vaticano, traficantes, tránsfugas, traidores a la patria, etc., etc.) que acompañaron a su padre, el ladrón y asesino, Kenya Fujimori. Sólo faltaría restituir a Hurtado Miller, que ahora goza de arresto domiciliario y a Vladimiro Montesinos que está, según fuentes cercanas, casi en las mismas condiciones; el resto están al pie del cañón apuntando hacia el pueblo.

En caso se consume el fraude y Keiko Fujimori —que no sólo “tuvo la mala suerte de ser la hija de un dictador”, como dice el imbécil de Bayly, sino que encarna la continuidad inmoral de su padre— sea presidenta, no me cabe la menor duda de que presenciaremos un caso de Ripley, propio de un país del África subsahariana, donde un reo probado y comprobado (y ejemplo mundial de cómo se podría haber castigado a un tirano) va a pasar de la cárcel al palacio de gobierno, del escupitajo y la cuarentena al aplauso, al baño de multitudes y al “resarcimiento cívico”, con medalla del congreso y bendición papal (por lo menos ya tiene la bendición del odiado cardenal Cipriani, que si pudiera sacaría al Cristo de Pachacamilla con el rostro de Fujimori. Total ya lo hizo antes en los noventas: sacó la procesión en marzo para ayudar en las psicosociales del Doc y domeñar al ganado electoral con el cuento del castigo divino. (Anatema y profilaxis: ¿Si existe dios, a quién representa Cipriani?).

Una lástima, nunca pensé que terminaría escribiendo esto: O votamos por Humala o nos vamos por el wáter.