sábado, 26 de enero de 2008

ARTICULOS, TESTIMONIOS, POEMAS, RESEÑAS, ANÁLISIS Y HOMENAJES A JUAN RAMÍREZ RUIZ






IM J.R.R.
(Chiclayo 1944 - Trujillo 2007)



La muerte de Juan Ramírez Ruiz ha destapado más de una afinidad y admiración y más de una discordia y disputa por pretender ser “amigo de un difunto famoso”. Sin embargo resulta extraño que entre los docentes y alumnos de colegios y universidades lambayecanas no conozcan su nombre, menos su obra. Eso es fatal para un poeta: el olvido y la ignorancia funcional de sus supuestos intelectuales en aulas de las almas máteres y de especialidad. Es más, en Lambayeque, en las diferentes bibliotecas públicas municipales, institutos pedagógicos y universidades de Ferreñafe, Chiclayo y Lambayeque, no existen textos de Juan Ramírez. Y sorprendentemente en la web sólo existen microbiografías referenciales unidas al movimiento literario Hora Zero y ningún estudio literario de la obra de Juan Ramírez Ruiz. Apenas dos o cuatro poemas grafican el tremendo olvido literario y el perfil bajo en que se mantuvo el autor de “Las armas molidas”.

Esta situación preocupa y exige la necesidad de generar testimonios, artículos, análisis de sus obras y aportes a la innovación poética, difusión de poemas que aún se mantienen en el anonimato para la inmensa mayoría. Sin texto, sin análisis ni difusión de su obra, no podrá haber valoración de Juan Ramírez. A muchos alumnos y docentes a los que se les habla sobre la partida física de Juan Ramírez Ruiz, apenas suelen inmutarse y preguntan ¿Y quién fue Juan Ramírez… qué escribió… dónde puedo comprar sus obras…pero está en la programación oficial?

Cada uno tendrá un Juan Ramírez Ruiz personal, habrá un Juan en el hogar, en la calle, en el recital, en la universidad, en Chiclayo-Lima-Trujillo y adonde la punta de sus zapatos apuntaran, en la plaza, en la lucha ideológica, en la creación: todo poeta es multidimensional. Juan fue poeta y humano, así que tuvo algo de todo este “ángel endiablado”, no pretendamos canonizarlo ni llevarlo a los altares religiosos, así que todo testimonio es válido si se habla con la verdad y fidelidad de los hechos, no pretendamos disputarnos la exclusividad, un poeta es del mundo, él, su poesía y su recuerdo le pertenece a todos. Y dejemos de estar tirando piedras y avivando viejas rencillas personales y generacionales, con los demás, porque escriben, testimonian o dicen sobre el autor de un “Un par de vueltas por la realidad”. Ya basta de Hortelanos y respetemos la memoria de Juan.



Lambayeque, enero 25 de 2008



Nicolás Hidrogo Navarro.


(Un Agradecimiento especial a Rosina Valcárcel y Lily Cuadra, por ser silenciosamente las dos damas de la literatura peruana que más reimpulsan y encadenan los correos sobre y para que Juan Ramírez se haga más inmenso como su propia poesía).





¿Quién fue y es Juan Ramírez Ruiz?
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Juan Ramírez Ruiz, conspicuo representante de la poesía peruana surgida en la década de 1970, nació en Chiclayo (Lambayeque) en 1946. Víctima de un accidente de tránsito, falleció en junio del 2007.

Junto con Jorge Pimentel fundó el Movimiento Hora Zero que es reconocido como el mayor esfuerzo para democratizar la poesía en el Perú y, también, en Latinoamérica. Ambos poetas suscribieron el Manifiesto Palabras urgentes que fue, en realidad, la partida de nacimiento del proyecto que junto a muchos otros poetas y artistas pusieron en práctica.

Ramírez Ruiz es también autor del ensayo El poema integral a través del cual definió las características principales de la nueva poética. Publicó los siguientes libros: Un Par de Vueltas por la Realidad (1971), Vida perpetua (1978) y Las armas molidas (1996). Su poesía es una de las más ambiciosas que se hayan escrito en Latinoamérica. Aparece en diversas antologías nacionales y extranjeras.




FAMILIA CONFIRMA MUERTE DE JUAN RAMIREZ RUIZ

A través de una llamada telefónica, José Ramírez Ruiz, acaba de confirmarle a los poetas Tulio Mora y Jorge Pimentel, el deceso del poeta y fundador del movimiento Hora Zero, Juan Ramírez Ruiz.

El poeta Juan Ramírez Ruiz -autor de "Un par de vueltas por la realidad" (1971), "Vida perpetua" (1977) y "Las armas molidas" (1996)-, se encontraba desaparecido desde hace casi ocho meses y su familia recién pudo enterarse -hace horas- que éste sufrió un accidente de tránsito en julio pasado en Trujillo. Y fue enterrado en una tumba como NN porque no portaba documentos.
Durante meses, la familia con ayuda de la Policía Nacional buscó en diversos sitios al poeta, pero sin éxito. Un peritaje dactiloscópico realizado por el Mayor PNP Oscar Zavala determinó que un cuerpo que figuraba como NN respondía a las características del poeta. Al exhumarse el cadáver, se determinó que eran los restos de Juan Ramírez Ruiz

El poeta murió instantáneamente atropellado por un ómnibus de la empresa América Express, en el distrito de Virú (Trujillo), en horas de la noche. Tras ocurrir el fatal accidente, la empresa cubrió con el sepelio y enterró el cadáver en una tumba NN en "Los Jardines de la Paz" de esa ciudad. Esta acción evitó que el cuerpo fuese derivado a una fosa común y se perdiesen los restos del poeta para siempre.

La búsqueda del poeta movilizó un gran número de amigos del poeta, quienes difundieron su búsqueda en diarios y blogs, pero sin éxito. En la última etapa del proceso de búsqueda contribuyó mucho la Policía Nacional de Trujillo y Chiclayo y el ex congresista Rafael Aita, amigo personal de Juan Ramírez Ruiz
Los amigos y poetas del Movimiento Hora Zero expresaron su pesar a la familia de Juan Ramírez Ruiz y le anunció de que realizarán un próximo homenaje público, a quien es considerado uno de los grandes poetas peruanos contemporáneos y piedra angular del movimiento horazeriano que revolucionó la poesía peruana y latinoamericana a inicios de los años 70. La familia y amigos de Juan Ramírez Ruiz, consideran que la mejor manera de recordar al poeta es difundiendo y recordando su obra.

En estos momentos, se realizan las gestiones para trasladar el cuerpo del poeta a su natal Chiclayo y proceder a su sepultura definitiva.





RÉQUIEM POR UN JUAN RAMÍREZ RUIZ

(1944-Chiclayo—2007- Trujillo)

UN HOMENAJE IN MEMORIAM PARA UN POETA CHICLAYANO



Por Nicolás Hidrogo Navarro

La noticia estaba casi sospechada desde hace unos meses, cuando Nivardo Córdova alertaba desde Trujillo una búsqueda del admirado poeta Juan Ramírez Ruiz. Un silencio de meses, como que lo había tragado la misma sociedad. Hasta nuestros oídos en Chiclayo llegaban inverosímiles leyendas urbanas como que "Juan Ramírez había caído en una depresión mental y en una sequía creadora y estaba raptado en un sórdido antro en algún de Trujillo, perdido en medio del alcohol y que no lo dejaban salir previo cupo". La verdad es que Juan, en los últimos tiempos que frecuentaba las Noches de Cuento y Poesía del Conglomerado Cultural (2004-2005) y donde se le brindó justo homenaje en vida por tan subyugante aporte a la literatura peruana, estaba en un franco abandono calamitoso, con la mirada perdida, en un silencio gravitacional en las reuniones donde, el otrora ideólogo de Hora Zero, ahora escucharle un monosílabo era casi un triunfo para todos nosotros en la noche. Abstraído, con un pantalón color rata, una camisa celeste, una casaca caqui, un gorrito negro achullado para protegerse del frío chiclayano, tímido, pero con su célebre carácter explosivo de agresividad, donde recibió entre los pintores del Grupo Cromolíricos, poetas del grupo ALBA lambayecanos, conglomerados, la denominación de "El Diablo", por sus intempestivos arranques agresivos, ante alguien que posara su vista en él.

Juan Ramírez ya vivía en los últimos años una crisis económica, fiel al sino de los grandes poetas universales, un abandono moral y casi, entre los que no sabían de su inmenso poder con la palabra, anunciado sinos de despedidas. Todo el mundo literario lambayecano, especialmente la gente del 60, 70, 80 y 90, conocedor de su obra lo vio retornar a su natal Chiclayo en el 2004 casi para morir aquí. Con el rostro adusto y cansado, con su mirada perdida y en un hermetismo casi místico, se sentaba al final, en las lecturas y miraba a las nuevas horneadas casi oblicuamente. Vestido muy oscuramente barruntaba su crisis existencial. Casi nadie logró conversar más de dos minutos de tiempo con él. Respondía con monosílabos, pero en él una sola palabra valía semiótica y significativamente por toda una parrafada de los cansados verborreicos que a veces suelen dejarse escuchar en la Plazuela Elías Aguirre los viernes por las noches después de las 10.00 p.m. estimulados por calientito con yonque baratito de a sol

Juan Ramírez debe haber muerto en Trujillo sólo y gris, ebrio y silencioso. Todo su poder conceptual y creador de los 70 y 80 se simplificaron en un rostro alegóricamente triste y desolado, casi una mirada palidicente, quijotesca, adornaba sepulcralmente su aurea de poeta extravagante y raro. Siempre, desde que lo conocí personalmente en una impactante noche del 2004 en el INC-Lambayeque, vi en sus ojos el brillo clásico de los poetas locos y trascendentales. No me dijo nada con palabras, pero con sus ojos ensopados en triste mirar cerúleo me decía todo. Después de la primera noche sin palabras, lo hice en otros viernes más acalorado y cual paladín afloraron sus conceptuosas palabras que tanto marcaron esa generación de trashumantes de Hora Zero. Le dije “Juan, disculpa que no te invite un ron como podría haberlo leído.” “Un café y un sánguche está bien, por ahora”, resolvió, con un mal reciente afeitado. Desde ese momento se dejó retratar por mi afanosa cámara digital –y para decir en verdad, tengo registrado en mi archivo personal unas 70 fotografías en Chiclayo en sus días finales del autor, de “Un par de vueltas por la realidad” (1971) que las conservaré en una memoria personal y reverencialmente de respeto. Paradójicamente Juan vino y quiso morir en Chiclayo, lugar que quizá por la nostalgia retornó, pero fue en Trujillo, la tierra de Vallejo, otro grande, la que fue testigo el sol que lo alumbró por última vez.

Yo haría un pedido muy especial a tirios y troyanos: que lo homenajeen sus verdaderos amigos y compañeros de la palabra es un acto justo y digno; pero que alguna institución del Estado o privada lo haga, a estas alturas de los hechos, sería la más hipócrita actitud. Vimos vivir y morir a Juan Ramírez, como un poeta auténtico: sólo, abandonado y en silencio, al compás de sus palabras impresas y sus versos amartillados en el yunque de la rebeldía y en la innovación de las metáforas. Por favor no gasten velas ni comilonas en sus aniversarios de muerte, alguna vez, (1944-2007), sería una tremenda afrenta a alguien que en sus últimos días caminaba por las calles de Chiclayo con el estómago vacío y en la más absoluta indiferencia de todos; y, ninguna institución en vida, ni Beneficencia Pública, ni Municipalidad, ni INC-Lambayeque, ni nadie lo ayudó. Me revuelve toda la bilis cuando alguna institución, asociaciones o personas que nunca ayudaron ni valoraron en vida a algún intelectual o creador, tengan que, por figurar, gastar ríos de tinta, palabras, comida y alcohol, para recordar al que murió hambrientamente olvidado.

Lambayeque, enero 13 de 2008





TULIO MORA EN RECUERDO DE JUAN RAMIREZ RUIZ

Por Tulio Mora





Estimado Nicolás Hidrogo Navarro:



Me ha conmovido muchísimo tu testimonio personal sobre los últimos días del enorme poeta, Juan Ramírez Ruiz, fundador del Movimiento Hora Zero, al lado de otros poetas que procedían íntegramente de la universidad Federico Villlarreal, y autor de dos libros fundamentales para la poesía peruana contemporánea: "Un par de vueltas por la realidad" y "Las armas molidas".

No es que me olvide de su segundo libro, "Vida perpetua", en el que también hizo gala de ese vanguardismo que lo obsedía, pero acaso fue el tránsito para dejarnos muchos años después un bellísimo tratado poético sobre el país sufriente y combativo desde 20 mil años de historia, como dice en alguno de sus versos de "Las armas molidas", representando al habitante de estas tierras como un sobreviviente tenaz y siempre creativo, como un golondrino, exacto retrato y celebración de las grandes mayorías peruanas.

Y es desde esa descripción tan descarnada que rememoras sobre sus días en Chiclayo, en todo el norte, en realidad, adonde iba tan frecuentemente quizá para encontrar el verdadero sentido poético a la vida difícil, bronca, extrema que él eligió, que me permito coincidir contigo en la reflexión final de tu homenaje: su vida, como la de Martín Adán, Valle Goycochea, Juan Gonzalo Rose, Juan Ojeda, se conducía inevitable y trágicamente hacia el abismo.

La poesía es una elección de vida y su palabra a veces es ilimitada hasta la arbitrariedad de la autodestrucción. Un poeta auténtico como JRR llevó estos dos principios hasta la exasperación, como otro hermano nuestro, el poeta infrarrealista mexicano Mario Santiago, coincidentemente muerto en un accidente, en 1998, y admirador de Juan, como consta en la dedicatoria de su libro "Aullidos de cisne". A diez años de la muerte de Mario Santiago los infrarrrealistas acaban de realizar el viernes pasado un homenaje a los dos poetas que fueron muy amigos, a través de cartas, ya que no se conocieron personalmente.

Y me adhiero a tu propuesta de que quienes alguna vez compartimos con él la aventura de un movimiento que pasó por todas las vicisitudes, odios, enemistades, silencios, olvidos, postergaciones, y sin embargo se mantuvo permanente durante muchas décadas, y tantos otros que lo acompañaron en los últimos tiempos como tú, hagamos de su memoria la más noble demostración de cariño y admiración que se le puede rendir: ayudando a su familia, releyendo su poesía, intentado reunir su obra inédita en la que tú podrías participar seguramente con el gran aporte de tu álbum fotográfico.

Sabemos que un grupo de sus amigos está pensando organizar un recital en un local del centro de Lima. Ojalá que los propietarios de ese local aprovechen la oportunidad para apoyar a su familia, ya que JRR dejó una compañera y un hijo. Esta sería la verdadera demostración de respeto a su obra y persona.



Un gran abrazo,



Tulio Mora








Juan Ramírez Ruiz, nuestro amigo

Por Ricardo Virhuez Villafane


Hace muchos años, en Lima y en Chiclayo, conversaba con Juan Ramírez Ruiz sobre su poesía, sus teorías, sus experiencias marginales. Me decía siempre que la vida que llevaba era su opción, y bueno, solo me quedaba conversar, y más que conversar, preguntarle, averiguar, saber de su palabra creadora. A mí me interesaba su poesía, y a él, mi crítica. Yo le decía que, después de Vallejo, era él quien más se había atrevido a experimentar en poesía, y que esa genialidad de Las armas molidas, su escritura de frijoles, sus metáforas inéditas, su vasto conocimiento de nuestros héroes amazónicos, andinos y costeños, era no solo un logro superior en la poesía de nuestros días, sino todo un reto para la comprensión de nuestro ser peruano para cualquier lector atento.


Pero ahora Juan Ramírez Ruiz está muerto. Un bus lo atropelló en julio del año pasado y recién hemos podido enterarnos que descansa en tierra trujillana. Muchos amigos ahora hablan de él, lo recuerdan y cuentan sus historias con el gran poeta. Es hermoso saber de cuantos lo conocieron un minuto, meses, años, bebieron con él, compartieron algún libro, una palabra. Pero no es nada grato que algunos que lo conocieron poco o mucho se autonombren comisarios de su memoria, adviertan de "buitres" u "oportunistas" que hablan del poeta cuando antes callaban. No es grato que -odiosa mezquindad- quieran prohibir testimonios, cartas, poemas, homenajes de todo aquel que quiera hacerlo. Que lo recuerde quien quiera. Que cuenten sus anécdotas libremente todos. Que sepan que el poeta vive en la memoria del pueblo, y de cualquiera que ame la poesía. Ojo, comisarios, mezquinos: nadie es dueño de la memoria del gran poeta.


Ahora abro mis archivos y encuentro el esbozo de crónica que empecé hace muchos años, cuando tomaba apuntes y Juan Ramírez Ruiz hablaba, bebía, dejaba a medio hacer la entrevista, se reía:


Juan Ramírez Ruiz: La voz de la calle / Ricardo Vírhuez Villafane

Juan tiene 16 años y ya ha mirado los ojos de la muerte. Pero esta vez la siente distinta. Esta vez no es el recuerdo lejano de la partida final de su madre y su hermana cuando todavía era niño. Ahora parece más real. Ahora es joven. Entiende las cosas con mayor claridad y temor. Las manos de su padre enfermo son flácidas y muy delgadas, huesudas. Cuando Juan regresa a casa en la movilidad que lo lleva de Chiclayo a Ferreñafe, sólo tiene la cabeza para pensar en el padre que se murió en su delante, sin doctores ni enfermeras que lo ayudaran a cerrarle el paso a la muerte. Juan se baja a mitad de camino y empieza a caminar. Siente la levedad de la vida. El futuro no puede ser otra cosa que hoy mismo. De pronto, emergen las palabras, imágenes construidas con verbos vivos, palabras que lo poseen y lo arrebatan de este presente jodido y finito. Ese fue el parto; así le nació la conciencia de la frase, de la poesía.

Juan Ramírez Ruiz había nacido en Chiclayo en 1946, y desde la muerte de sus padres se trasladó a Lima. Ingresó a estudiar en la Villarreal, pero en realidad se la pasaba escribiendo poesía, leyendo a mil por hora y, como siempre, peleándose a todo pulmón con las palabras. La poesía de entonces no le satisfacía, principalmente porque los sonidos que oía en la calle y en el mercado, en las aulas y entre los amigos, parecían pertenecer a otro mundo, un mundo en el que la poesía no se había dignado ingresar completamente. Su cuarto era el de un poeta callejero: pequeño, desordenado, cálido y sencillo. Allí, en las aulas, en los cafetines del centro y en lo bares, escribió la poesía que lo había poseído. Conoció a los poetas que tenían cierta fama y a los que ya publicaban en plaquetas y revistas. Le presentaron también a los poetas sanmarquinos y a los poetas adultos y de trayectoria. Su lenguaje se hizo más intenso y sintió plenamente la libertad de la escritura.

Entonces, junto a Julio Polar, Mario Luna, José Carlos Rodríguez, Jorge Nájar y Jorge Pimentel, el 68, en la Villarreal, dieron vida al grupo Hora Zero, pensado para representar a la nueva poesía peruana, y sobre todo, a lo mejor de la poesía popular peruana. Juan escribió el manifiesto que sus compañeros firmaron. Juan siguió escribiendo todos los manifiestos, dando vida al proyecto de una poesía concreta que, entonces, tenía tanto de todo que a muchos les pareció poco serio…


Ricardo Virhuez Villafane

Cel 98597730
REVISTA PERUANA DE LITERATURA









CLAVELES ROJOS PARA JUAN RAMIREZ RUÍZ



x Rodolfo Ybarra





Recuerdo la primera vez que vi a Juan, recién se iniciaba la década de los noventas y fue en aquel recital en la antigua Biblioteca Nacional de la avenida Abancay en el que leía Carlos Oliva junto a otros poetas jovencísimos de nuestra recién inaugurada generación. Al fondo, junto a la puerta de ingreso, estaba JRR sentado a un extremo, solo, contemplando el vacío, la altura del techo, el espacio silencioso, las columnas churriguerescas y como marco la roída cortina guinda con blondas doradas, escuchando el eco ahuecado, catedralicio, puesto que no había más que cinco personas en todo el recinto, todos poetas. Su imagen de clochard, -cabello desordenado, ropa ajada, fumando un cigarrillo crío- y su atención para con el aedo que leía me hicieron pensar por algún momento en que se trataba del padre de alguno de los que se presentaba esa noche; y en cierta forma -literariamente para muchos de mi generación- lo fue. Pater literae o pater poiesis.

En algún preciso instante, entre los interregnos del recital y cuando uno de los poetas le pasaba el micro al presentador, nos quedamos mirando y me saludó amablemente como si me conociera a lo cual respondí con el saludo levantando la mano. Vi que cargaba un saco o bolsa cuyas protuberancias rectilíneas y rectangulares hacían denotar que se trataba de libros, revistas, material bibliográfico. Unos meses después lo encontré en el otrora bar “Las Rejas” del jirón Quilca. Algún poeta parroquiano nos presentó y me sorprendí cuando dijo que era Juan Ramírez Ruiz, a quien yo había leído en la adolescencia primera, a los diecisiete años, tanto sus “Palabras Urgentes” en la revista-manifiesto que un amigo me pasó; “Un par de vueltas por la realidad”, y, su “Vida Perpetua”, hasta ese momento uno de sus mejores logros, donde aplicaba la mecánica cortazariana, los poemas saltados, numerados y dispuestos aleatoriamente, guarismos en los que se descubría algún posible o intrincado poema, algún infinitesimal verso, además de ciertos criterios surrealistas como el azar y la probabilidad. Y también vanguardistas, sobre todo en esos poliedros versiculares, esas imágenes sacadas de la geometría no euclidiana. Nos tomamos unas cervezas hablando de poesía, entre insultos y exabruptos, altavoces y escupitajos, luego de que se nos acabara la plata -yo, en un acto de rebeldía y desdén crematístico no trabajaba, y Juan tampoco, en lo que formalmente se conoce como trabajo- y luego, también, de recíprocos insultos coprolálicos (tú no eres nadie, yo soy un poeta, yo soy el que soy, tú eres el leoncito poeta y tú el perro poeta, y tú la rata poeta, entonces quién es quien, escribe nomás y no jodas, etc.) nos pedimos un par de “medias reses” o sea ron con gaseosa, y terminamos abrazados bajo la lluvia de ese invierno garuesco en Lima. Las calles las aromaba el humo de las fritangas y choncholíes que emergía de una carreta ubicada en la esquina entre Cailloma y Quilca. Fumones, lúmpenes, escritores, rockeros encuerados, mujeres en tacos agujas, perros embarrados con violeta genciana avanzaban por la estrecha calle. Desde ahí nos encontrábamos casualmente, tanto en “Las Rejas” como en el “Queirolo”. Recuerdo alguna vez, reunidos -otra vez bajo el mismo techo-, el mozo iba y venía con heladísimas botellas y los vasos flotaban entre las manos, con un humo grisáceo fungiendo de éter; a un costado, en unas mesas arrejuntadas, estaba un grupo de poetas: Carlos Oliva, Juan Vega, Josemári Recalde, Juan Ramírez Ruiz; y en otro: Hudson Valdivia, Grober Gambarini, Kilowats. Muchos sueños y ganas de vivir en aquella época. Cachuca cantaba nostalgia provinciana…



En una ocasión me encontraba conversando con una amiga dentro de este último local y apareció repentinamente Juan enlentado, cabellos revueltos, sudoroso, con aires de haber descubierto algo extraño, alguna fórmula poética de alguna angelical procedencia, y de pronto, señalando con el dedo a mi amiga cuando yo pensé que iba a decir ¡Eureka!, empezó a gritar, dando resoplidos: “puta”, “puta”, “maldita puta” (durus est hic sermo). Me quedé pensando un momento, estaba en un dilema (¿qué es lo que debía hacer?, ¿qué era lo más correcto?), y me puse de pie decididamente. Cuando los comensales, ayayeros de la petimetre, haciendo círculo, se preparaban para el espectáculo, abracé a Juan, (cálmate Juan, te estás confundiendo de persona, no te preocupes hermano, todo está bien, no hay de qué preocuparse, normal, normal, tú eres poeta y quizá nosotros simples mortales, no te podemos juzgar, no se nos está permitido, no te preocupes, hagamos un brindis, sí, eso está mejor…), lo llevé a una mesa aparte y le puse una cerveza (¡salud, poeta!). Antes de irme solo aquella noche, porque mi amiga se había molestado aduciendo que no era capaz de defenderla, vi a Juan miccionando en la mesa de un grupo de bardos mientras daba estruendosas carcajadas (¡ah, cojudos, aquí ya no hay poetas, no hay nada, ociosos!…). No sé si esos actos eran provocación o simples “excentricidades”. Dicen que la palabra “locura” patológica se debería emplear para personas de espíritu chato, para los artistas lo correcto sería la palabra “excéntrico”. Juan obviamente hubiera descreído de esto, que más resonancias tiene a los diálogos de Zavalita con el zambo Ambrosio; y no podría decirse que JRR fuera un desclasado o un poeta irracional como alguna vez escuché por ahí. Muchos se han atrevido a hablar de delirium tremens y de locura, e incluso de posesión (¿exorcismo?) o de alguna extraña manía. Nada de modales, ni el “Manual de Carreño”, ni “Ese Dedo Meñique” de la Holler Figallo. Quizás a su manera Juan era el escritor engagement, comprometido con su escritura y con su vida. Tanto su poesía como su persona, era en alguna forma un peligro para la delicatesse, un puñetazo a las narices levantadas que no se querían juntar con él, no era nice, mucho menos invitarlo a algún evento “porque podría malograr el show” y después “qué iba a decir el público”. “Horror vacui”. Hipocresías de espíritus innobles y reptiles.

En otra ocasión me encontré con él a plena luz del día -pensaba que Juan era un espíritu nocturno, gótico, un ángel de Pasolini. Me equivoqué. ¡Me equivoqué?- lo vi bastante preocupado y me contó que se había olvidado en el taxi, luego de un viaje relámpago a Chiclayo, un libro totalmente inédito que superaba las doscientas páginas y en el que había volcado años de trabajo e investigación, le propuse que pusiéramos un anuncio en el periódico o que pegásemos en los muros del centro de Lima un aviso donde constase la pérdida, además de alguna ficticia o improbable recompensa. Para ello, y luego de escribir a mano el anuncio sobre el reverso de un paquete de cigarros, nos citamos al día siguiente; por cierto el poeta nunca llegó, días después lo volví a ver y me dijo que me olvidara del asunto y que trataría de reescribir el libro saliera como le saliese. Nunca más se volvió a hablar del tema.

En cierta ocasión, conversando en San Vicente de Cañete con el poeta Enrique Verástegui, me “confesó” que él había iniciado en las matemáticas y en la escritura a JRR. No contento con esta “confesión” (y no es que me gusten las intrigas, pero siempre me gusta llegar a la verdad, aunque sea de manera silogística o confrontacional) fui un día a buscar a Juan y le comuniqué el rollo, a lo que él me dijo que fue al revés: “Verástegui es lo que es gracias a mí”. Bueno, rollo de poetas dije, y nos fuimos a tomar. Aquella noche acabamos en la “cámara de gas”, ubicado cerca de la avenida Alfonso Ugarte. Una garra negra de uñas largas nos acercó un extraño líquido verduzco que burbujeaba en una bolsa plástica.

Hubo tiempos relativamente largos en que el poeta no hablaba, se mostraba catatónico y se limitaba a observar y a beber todo el licor que le pudieran acercar. Con las justas se movía de su asiento para ir al baño, o ante el saludo cumplidor de algunos solo levantaba la mano para llevarse el cigarrillo a la boca. Imagino que eran momentos de introspección y de silencios casi típicos en su psicología y su modus vivendi. En cierta forma, y aunque no lo hubiera aceptado, se estaba convirtiendo en una suerte de mito viviente y no es que fuera un convidado de piedra, Juan estaba y no estaba en la realidad. Quién hubiera podido decirnos qué es lo que pasaba realmente por su cabeza. Quizá simplemente estaba construyendo versos o corrigiendo ritmos, cadencias, estructuras o qué se yo.



La última vez que vi a Juan, hace algunos meses, estaba bastante delgado, se había afeitado la barba y lucía un sacón largo color crema y una gorra de lana, estaba parado afuera de “La Rockola” de Quilca, como aguardando en la puerta de un centro materno- infantil, nervioso, impasible, titubeante, esperando a que alguien lo invitara a entrar, y nos dimos un fuerte abrazo, le dije que me esperara, que iba a entregar unos textos a un editor y regresaba por la misma. Cuando salí, ya no estaba, busqué por calles aledañas. Había desaparecido literalmente para siempre. Luego vendrían los continuos mensajes que rebotaban de uno y otro lado por internet, avisando de su pérdida, y que su hermano José había iniciado una intensa búsqueda en Chiclayo. ¿Cómo un poeta se podía perder? Salvo que esto no estuviera precisamente referido a su situación física. Muchos temían lo peor. Un comunicado firmado por Hora Zero apagaba todo tipo de esperanzas: nuestro amigo había partido el 17 de junio, arrollado por un camión. Según confirman las noticias, su cuerpo fue hallado en el cementerio de Huanchaco, gracias a una identificación de huellas digitales. Un canal local mostraría por primera vez en televisión la foto de JRR. Paradojas de la vida.

Sé que en estos momentos debería estar escribiendo de su poesía y de sus “Armas Molidas” –que, amablemente, lo editó Jorge Luis Roncal-, o de sus teorías sobre el poema integral o de sus innumerables peleas literarias -con guantes verdaderos, pero con protectores para no afectar la integridad del contrincante-, con los otros supérstites horacerianos, pero lo cierto es que no logro comprender –o quizás sí, pero me cuesta- por qué un creador, un espíritu dotado de magia necesitaba de ciertos resabios de sordidez, de cierto spleen y anosmia, o como dicen los cátaros todo es ficción, nada existe, y por eso los cristianos heterodoxos los eliminaron porque ellos salían a pelear con espadas ficticias, puesto que sus enemigos también deberían ser ficticios, arrojados a una carne de cañón indescriptible. Idealismo ortodoxo. Poesía pura.

Debería también aquí hablar de los reclamos a un Estado farsante, un Estado plutócrata y verdugo donde los políticos confunden cultura con celulares y que nada hace por sus artistas y descuida y pisotea a sus mejores hijos y solo se acuerda de ellos cuando se mueren. Por ello sería inaceptable que el INC o alguna otra institución burocrática de fintosa culturalidad se presente a hacer algún homenaje tardío a JRR. No se podría permitir. La sociedad necrofílica tiene que acabar.

Debería también sindicar con el índice y con todos los dedos de la mano a quienes lo vejaron y lo mantuvieron en la mordaza impidiéndole, de alguna forma, participar en lo único que a él le interesaba y por lo cual se desvivía: la literatura, la Weltanschaung literaria. ¿Por qué muchos ahora se rasgan las vestiduras y lloran con lágrimas de cocodrilo? Ahora se habla de algunas viudas y pelonas literarias, hasta ha aparecido por ahí algún monaguillo que quiere cargar la cruz y otro que clama a gritos por ser crucificado y se irroga el nombre de nuestro vate. ¿Acaso alguna vez les interesó realmente Juan Ramírez Ruiz, el poeta, el escritor, el ángel caído que transitó por este mundo de infamias intolerables y de epifanías ridículas? Ahora se rifan sus vestiduras y dicen “creerle” porque al final “ no hay novia fea, hijo idiota, ni muerto malo”. Sicofantes. Basta ya de traficar con el dolor. Basta ya de hipocresías. Basta ya de querer tapar el sol con un dedo y de fingir la búsqueda de una justicia que sólo se remite a la unidad indivisible.

Debería también recordar que no es casual que sobre su tumba, la tumba de un buen rapsoda, se pusiera paradójicamente las siglas NN. ¿No es acaso esto la metáfora o alguna novedosa figura literaria de cómo se premia en este país a la sensibilidad creativa? Sin seguro de vida, sin pensión, sin jubilación, sin ningún tipo de reconocimiento ni asistencia, muriendo como alguna vez lo dije, parafraseando a JRR, “a la intemperie”.

Muchos escritores amigos y no muy amigos han empezado a discutir sobre el verdadero valor (literario) de JRR y su calidad de artista. No estoy seguro de hasta dónde más pudiera haber llegado el espíritu creador de Juan, lo cierto es que de seguro a él no le hubiera importado mucho las opiniones de nadie y de seguro nos hubiera mandado a la misma merde al modo de Jarry, como hizo con Raúl Zurita, el que se echó ácido en los ojos para no ver la realidad poética que se proyectaba en el cielo, el Zurita emocionado ante el poeta de hierro y hormigón, el poeta cofundador de Hora Zero a quien se acercó para saludarlo y estrechar su mano. Tampoco le importaban los desaires, los ninguneos, la bofetada o la patada de nadie, porque él sabía que había algo intocable dentro de su persona, algo de inmenso valor que solo un verdadero escritor, un verdadero artista podría reconocer dentro de sí.



Ahora muchos jóvenes poetas –y me incluyo- como en el cuento “El bagrecico” del maestro Izquierdo, quieren saber mayores detalles, signos, indicios reveladores de Juan Ramírez Ruiz, nuestro mitológico Juan, y les (me) digo como les dicen todos sus amigos, los que realmente le apreciaban: que lean su poesía, que lean sus libros, (que se saque fotocopias, que se escriba a mano, como hice yo cuando en la BN no me quisieron sacar copia del libro completo por razones del “copyright”). Acaso no nos dimos cuenta de que sus libros nunca se reeditaron, ni que nadie se preocupó por incluirlo en la curricula de las universidades o por lo menos de los colegios. Que descubran ahora en sus libros su calidad humana, su esencia, su luz, sus giros, su simbología, sus delicados manejos del verso y sus proyecciones, sus descubrimientos, sus nobles locuras. Ahí está Juan, nunca se perdió, siempre estuvo ahí, proteico, vital, con el puño hacia arriba. Solo fue a dar un paseo, “un par de vueltas por la realidad”. Acerquémonos a escuchar y leer al poeta.



Ahora prendo una vela para ti, Juan Ramírez Ruiz; espero que te alumbre, amigo, poeta. Que suenen las trompetas de Jericó. Que doblen las campanas de las iglesias. Que se icen las banderas a media asta. Que se disparen los doce cañonazos. Que todo el mundo cargue su negro crespón. Que se desempolven los trajes negros, los trajes de luto. Que se silencie el mundanal ruido. Que se entone “La pasión según San Mateo” de Bach, los Cantos goliardos del siglo XII o “Cuando los santos van marchando” de Armstrong. “Agua Rosada” del Picaflor de los Andes. Música de clavicordio. Quenas. Pututos. Tarkas. Violines. Charangos. Pianos y arpas. Un momento deténganse todos. Un minuto de silencio. Ha muerto un Poeta.

Dejo estos claveles rojos para ti.



PALABRAS PARA UN POETA/ OSCAR MALAGA

Por Oscar Malaga.


La única historia de un poeta son sus poemas. Ellos son eternos; el poeta tiene fin. El poeta es un ser humano lleno de debilidades y epifanías. Su vida está llena de leyendas y de anécdotas. No interesan. Vallejo no fue un santo, Ojeda no fue un santo, Watanabe no fue un santo. Pero su poesía es santa, eterna y algún día será de todos, porque ella está en diálogo permanente con nuestra humanidad. Juan Ramírez Ruiz ha muerto. Todos los que lo conocimos tenemos un nuevo dolor. Como todo poeta tuvo una vida llena de desgarramientos y de encuentros gloriosos con la felicidad. Escribir poesía es vivir un instante de alegría. Su vida fue tatuada a fuego por las exigencias de la poesía. Fue del grupo de poetas que hizo nacer Hora Zero. Yo nunca fui ni quise ser de Hora Zero. Pero ellos fueron grandes. Ellos intentaron abrir una casa nueva y llena de vida para la poesía. Fueron seres humanos con aspiraciones de eternidad; es decir poetas. Tuvieron contradicciones y desencuentros y alejamientos; también, cercanías creadoras, batallas comunes y una amistad forjada en esa nueva poesía que proponían. Los poetas solo tienen una manera de defenderse: su poesía. Juan Ramírez Ruiz ha muerto y sobre el no sobrevuelan buitres, veo solo Ángeles venidos desde todos los horizontes que caben en la vida de un ser humano. Algunos llegan desde la amistad; otros, desde la poesía, pocos, desde la rabia. Todos, unos y otros y otros, estamos aquí, cerca de el, desde la admiración, desde el reconocimiento de su gran y eterna poesía.




La Perla. Enero, 2008







LOS ULTIMOS DÍAS DE JUAN RAMÍREZ RUIZ EN CHICLAYO



TESTIMONIO DE PARTE



Por Nicolás Hidrogo Navarro

(hacedor1968@hotmail.com)





Desde que conocía a Juan Ramírez Ruiz en el 2004, le puse ocultamente un mote cariñoso para mis adentros: “El cuervo de la mirada gris”, por su vestir y por ese raro estado de trance en el que se sumía en las tertulias y lecturas literarias.

Se sabía y conocía a Juan Ramírez Ruiz por sus libros de poesía y por su contribución en la forja del movimiento Hora Zero. Como muchos no lo conocían en persona, la curiosidad que generaba su elevada propuesta estética lo hacía casi un mito. Hasta que una noche del 10 de abril de 2004 se apareció fantasmalmente en el auditorio del INC-Lambayeque, donde se llevaba un recital y comentario de textos. “Oye, ha llegado Juan Ramírez, está aquí, ¿dónde?,… allí, señaló, al fondo, Jorge Fernández Espino. Confundido entre la gente, una figura menuda, con unos lentes semicuadrados y telescópicos, una melena con descuidado peinar y un saco color lúcuma, se hallaba sentado silenciosamente entre las últimas filas. De pronto toda la gente que lo conocía se acercaron a saludarlo: Carlos Bancayán Llontop, Stanley Vega Requejo, Jorge Fernández Espino, Josefo, La Gringa, Carlos Ramírez Soto y otros más que por curiosidad rodeaban al poeta que retornaba después de años a su tierra.



El primer día sólo fue de saludo y no se sabía nada sobre su retorno. Pero poco a poco, a los días se supo que andaba desocupado, que había regresado fatigado y decepcionado de Lima, donde ya casi no tenía mucho por hacer. De entre todo ese confesionario aún brotaba el proyecto de editar un nuevo libro final, donde se dejaba entrever la maduración poética de Juan Ramírez. El problema era que aquí en Chiclayo no había quién se interesara por publicarlo ¿El Gobierno Regional? ¿El gobierno Municipal?, ¿La Dirección Regional de Educación?, ¿La Backus? ¿Don Mario Viteri?, todas las propuestas ya habían sido agotadas y descartadas por conversaciones, menos la última, todo era cuestión de conversarlo y animar a este mecenas chiclayano.



Luego los encuentros se sucederían cada viernes en las Noches de Cuento y Poesía que promovía el Conglomerado Cultural-Lambayeque, pero él seguía en un mutismo tal que no aceptaba leer nada y hablaba poco y en voz baja. Frecuentaba el INC-Lambayeque, El Teatro Dos de Mayo y la Plazuela Elías Aguirre donde se metía al ruedo de la conversa para no sentirse excluido, todos le daban un privilegiado lugar, pero sólo se limitaba a escuchar y de rato en rato a sonreír levemente con una mueca neutra. En más de una ocasión mostraba estados agresivos, que todos lo perdonaban por quién era. El lapicero era su arma favorita, siempre lo levantaba en ristre en el momento menos pensado y todos sabíamos que esa noche a alguien lo tomaría por sorpresa.



Era evidente que Juan estaba con muchos problemas dentro y no lo quería aflorar. Estaba viviendo en la casa de su hermana Estefanía Ramírez Ruiz en la calle Arica Nº 1355 y respondía al teléfono (74) 491016, donde se frecuentaba con su hermano José Ramírez Ruiz, a la sazón ya retirado de la dirección del diario La Industria de Chiclayo.



El 23 de abril de 2004, el Conglomerado Cultural-Lambayeque, decide premiarlo por todo su aporte a la literatura, y, estando en la reunión nocturna, como siempre en silencio y abstraído, al momento que se le llamó para que reciba el diploma, se queda mirando en abstracto, levantó la mano e hizo un aspavientos y sin decir palabra, rehusó. Todos respetaron su decisión. Nunca dijo nada por qué tomó esa decisión ni le preguntaron. Al final salimos conversando, sin que se le diga nada. Siempre lo vi afanoso caminando rengueando las calles Pedro Ruiz, Balta, Elías Aguirre, Alfredo Lapoint, Bolognesi, Sáenz Peña, como que quisiera darse una y más “vueltas por su realidad”



Todo el 2004,2005 y hasta noviembre del 2006 –última temporada que vivió en Chiclayo-, llegaba irregularmente a los eventos del INC-Lambayeque, de la Biblioteca Municipal Eufemio Lora y Lora y a los del Gobierno Municipal de Chiclayo. Nunca quiso ir a la Universidad Nacional “Pedro Ruiz Gallo”-Lambayeque, porque no conocían su obra y seguro que ni lo habían leído “para qué, entonces”, puntualizaba. Frecuentaba mucho el Teatro Dos de Mayo con la gente de Cromolíricos y nos quedábamos tertuliando hasta las 12 de la noche en la Plazuela Elías Aguirre, en pleno centro de Chiclayo. Entre sus idas y venidas de Chiclayo-Trujillo-Chiclayo, un buen día ya no regresó más, por sus propios medios. Sólo llegaron notas de búsqueda de sus amigos hasta que en mi bandeja de correo electrónico del sábado 12 de enero de 2008 una noticia epifonemó todo: “Juan Ramírez Ruiz fue encontrado muerto. Estaba enterrado en el cementerio de Virú-Trujillo. Fue atropellado por un ómnibus hace ocho meses atrás”. Casi casi lo enviaron a la fosa común, donde jamás hubiéramos podido encontrarlo.



Un hecho anecdótico y curioso que tengo sobre Juan es que, en una de las noches me tocó comentar y presentar (viernes 13 de octubre 2006) junto con Stanley Vega (poeta chiclayano) y Juan Zamudio (editor y poeta arequipeño) el libro “Lima o el largo camino de la desesperación” del poeta Carlos Oliva (Lima, 1960-1994). Juan Ramírez estaba entre el público y curiosamente –yo desde la mesa que observo hasta la línea elíptica que trazan los zancudos en la última fila del auditorio- tenía acariciando entre sus manos el libro gris-amarrillo con una foto en blanco y negro de una puerta fantasmalmente abierta; y, de rato en rato Juan Ramírez abría sus ojitos grises cuando Juan Zamudio hacía la reseña de Carlos Oliva y decía: “Carlos Oliva murió toreando combis en Lima… murió en un accidente que él mismo provocó… porque era jugar con la muerte…”. Casi un año después, Juan Ramírez Ruiz, moría atropellado por un ómnibus interprovincial en Trujillo. No creo que haya querido torear un mastodonte con ruedas de veinte toneladas métricas.



Patético final, pero quizá augurado para alguien que vivió abstraído en la remembranza de sus versos, con quien sabe qué recuerdos y limitaciones más de las que conocíamos algunos. Juan murió como mueren los grandes poetas: sólo, triste, caviloso y en un halo de misterio del que jamás exactamente se sabrá su por qué así.







La partida anónima de Juan Ramírez Ruiz




Reconocido poeta del 70 era buscado desde hace medio año, pero estaba muerto. Cuerpo fue hallado en cementerio. Fue uno de los fundadores del movimiento Hora Zero.

Pedro Escribano.

En el marco de una entrevista que le hicimos para este diario en 1996, a propósito de Las armas molidas (Arteidea editores), el poeta Juan Ramírez Ruiz se confesó como un combatiente, cuya única arma, además de su intensa rebelión que le hervía dentro, era el lenguaje. Allí está, para comprobarlo, entre otros documentos, el manifiesto Palabras urgentes con el que animó junto a Jorge Pimentel y otros poetas el Movimiento Hora Zero en los años 70.

Este poeta, de pensamiento épico, y auténtico por donde se le mire, había muerto en Trujillo en junio del 2007 y nadie lo sabía. Había muerto como había vivido, solo. El viernes pasado, después de haberse perdido por meses, la policía tras largas indagaciones lo halló sepultado con la nominación NN en el cementerio Parque Eterno de Huanchaco .

Según su hermano José, Juan Ramírez "se había vuelto impredecible. El día menos pensado nos daba la sorpresa y llegaba a visitarnos a Chiclayo". Su hermano comenta que el 17 de junio del 2007, el poeta se encontraba en Virú y cuando intentó cruzar la Panamericana un ómnibus de la empresa de transportes América Express lo atropelló y le provocó su muerte. Como no tenía identificación, lo sepultaron como NN la familia realiza los trámites para trasladarlo a Chiclayo.

ÉPICA E IRONÍA





El poeta Juan Ramírez Ruiz es una de las voces más altas de la Generación del 70. Alberto Escobar en la Antología de la poesía peruana II dice lo siguiente: "Su discurso de adensa con incisiones de ironía ante lo cotidiano e instantáneos paisajes de lirismos, pero el temple que prevalece en su discurso fluye de la tensión concentrada con el dramatismo que lo avecina a las formas de una épica contemporánea".

El poeta nació en Chiclayo en 1946 y viajó a Lima para seguir estudios en la Universidad Federico Villarreal. Allí conoció al poeta Jorge Pimentel con quien fundó el Movimiento Hora Zero cuya propuesta fue el poema integral. Formarían parte de HZ también Enrique Verástegui, Tulio Mora, Mario Luna, Jorge Nájar, Bernardo Rafael Álvarez, entre otros.

Hicieron que la poesía se nutra del lenguaje y ruido de la calle, que se parezca al lenguaje del común.

Juan Ramírez publicó tres poemarios: Un par de vueltas por la realidad (1971), Vida perpetua (1977) y Las armas molidas (1996). El poeta ya no está. Su poesía, crítica, sigue dando vueltas por nuestra realidad.

EL DATO

EXTRAVIADO. Hace medio año se buscaba al poeta. nadie sabía su paradero. La familia refiere que 17 de junio del 2007 el poeta se encontraba en Virú y fue atropellado por un ómnibus. Su cuerpo fue hallado en el cementerio de Huanchaco como NN.

ENCUENTRO CON EL TERROR

A ti te conozco terror, te conozco:
tú preguntabas por mí, hurgando en
mis ojos
con una luna chueca; y yo a ti te encontré
mirando suelo y cielo, solo,
buscando mi error con las dos manos.

Tú querías matarme con astros bizcos,
tú columpiabas mi mente expelida por un golpe:
a ti te conozco terror, te conozco.

Pero si oscuro va el bosque,
lo que ocultas (¡aquí está!) va más oscuro todavía:
¡remolino de hechos que vomita
un incendio antropomórfico, mi cuerpo
como látigo se agitaba contra mí
con el peso del ojo en la mirada!

Te conozco, a ti te conozco terror;
tú ya no puedes mi mente columpiar.

–De Las armas molidas, 1996


OPINIÓN

Poesía insurrecta

Jorge Luis Roncal
Poeta/ editor

A fines de los 60 e inicios de los 70, insurge el Movimiento Hora Zero, que buscó proyectar la beligerancia de las proclamas y manifiestos a la realización poética integral que plasme estéticamente el concierto de voces surgidas en una ciudad literalmente tomada por la migración. Juan Ramírez Ruiz, fundador y teórico de Hora Zero, plasmó tal insurrección creadora en los tres libros que publicó, y en todas las páginas que ha dejado inéditas. Su poemario Las armas molidas es una las más altas aventuras poéticas de las últimas décadas: lengua, historia, sociedad, ternura y rebelión, en lenguaje alfagramático, como le llamó el poeta.

OPINIÓN

Fuerza del caos

Enrique Verástegui
Poeta

Lo conocí a los 19 años en la puerta de la U. Villarreal. Yo era sanmarquino y un amigo me dijo que conocía a Jorge Pimentel. Nos hicimos amigos y viajamos a Chiclayo. Allí publiqué por primera vez algunos poemas. Era un joven provinciano de clase media que venía a la universidad. Ellos me aceptaron de inmediato. Organizamos congresos, llegamos a hacer películas, fotografía, música. A modo personal creo que su obra tiene valles y cumbres. Vida perpetua es una de esas cumbres en su poesía. Juan Ramírez tiene un alto rol en la poesía peruana, pues logró darle forma al caos interno y también al caos en que siempre ha vivido el país. Esa era su visión del mundo.













JUAN RAMÍREZ RUIZ,

UN HOMBRE CON UNA FILIACIÓN Y UNA FE (Testimonio)



Por Guillermo Figueroa Luna

(Historiador-Chiclayo-Perú)



Sólo hablé 4 veces con Juan Ramírez Ruiz, pero las cuatro veces son inolvidables.



La primera vez, cuando nos presentaron, luego de un evento en la Bblioteca Municipal de Chiclayo.



La segunda, cuando me pidió información sobre mis trabajos de historia regional, pues ya tenía algunas referencias según parece por parte de su hermano José Ramírez, ex director del diario La Industria, donde yo había publicado cerca de 300 artículos sobre temas históricos, sociales y políticos. Para satisfacer en algo su sed de lectura, le di uno de mis libros (Lambayeque en el Perú Colonial), que le gustó mucho, porque --según dijo— renovaba y revolucionaba la visión de la historia. Le interesó entonces mucho saber qué acogida tenía el trabajo de mi agrupación, el Taller de Investigación en Ciencias Sociales, TAICS Ciencia y Pueblo. “Mientras tengan ustedes acogida, aunque sea reducida, su trabajo no está perdido” --nos dijo a mi esposa y a mí.



La tercera vez, tomando un café en mi casa, fui yo quien le interrogué sobre su vida, su trabajo, sobre Hora Zero y los temas sociales y políticos de nuestra generación --que está vigente, montada sobre dos milenios--, pues ambos nos habíamos formado en las movidas y exaltantes décadas del 60 y 70. Fue entonces que confirmé lo que ya advertía en lo poco de su obra que he leído: Que su actitud de renovación en lo artístico era parte de una actitud renovadora integral, que Juan Ramírez aspiraba a “un Perú nuevo en un mundo nuevo”, como había postulado José Carlos Mariátegui.



Los años acumulados, las dificultades de la vida, los éxitos y reveses, la masiva deserción de casi toda la intelectualidad progresista en las oscuras décadas de los 80 y 90, los hoy predominantes “sentidos comunes” que se adaptan al sistema capitalista y se acomodan en medio de la corrupción, nada de eso había mellado un ápice sus convicciones socialistas, su identificación con los trabajadores, su rechazo al pesimismo y desesperanza posmodernos. Juan Ramírez vivía una juventud perenne y seguía trabajando en lo suyo, movido por un afán renovador que les falta a tantos jóvenes prematuramente envejecidos.



Como lo sostuvo en la entrevista que le hizo Wolfgang Luchting, Juan Ramírez sentía y vivía --en su poesía y en todo-- el conflicto social. Y si algunos le han encontrado una actitud hostil o gestos acres, es porque él no conciliaba con las ideas y las prácticas que --consciente o inconscientemente-- defienden el pasado sin esperanza. No comulgaba con el “arte puro”, no estaba de acuerdo con la teoría de “los demonios interiores” de Vargas Llosa, no toleraba que se pasase gato por liebre ni en la literatura ni en nada.



Lejos de una actitud amargada o hermética, en nuestras últimas conversaciones -- cada una de la cuales fue de más de 2 horas y la cuarta y última hasta la una de la madrugada en la Plazuela Elías aguirre-- yo lo encontré comunicativo, actitud que procuré estimular para aprender de su vuelo intelectual y su experiencia. Yo lo he conocido entusiasta y nunca con la actitud de “estar jugando los descuentos”. Al contrario, por su dedicación al trabajo en serio, parecía tener toda una vida por delante.



JUAN RAMÍREZ RUÍZ Y LOS BUITRES DE HORA ZERO

Por Leon Manzur

Confirmada la información de la muerte del poeta Juan Ramírez Ruiz, sus más tenaces y crueles enemigos han saltado con agilidad de hienas a la primera fila del tablado para llorar su desaparición y llamarlo “hermano”. ¡Qué cobardía sin nombre! Resulta infame ese “comunicado” firmado por los elementos residuales de Hora Zero, con muchas “firmas” inconsultas, expresando su pesar por la muerte del poeta. ¡Pero de qué pesar podrían hablar estos elementos residuales de HZ, si por más de 20 años dilapidaron a Ramírez Ruíz y lo marginaron hasta la negación. Pero eso sí, nunca se atrevieron a enfrentarlo, jamás se atrevieron a responderle cuando Ramírez Ruíz denunció su traición y en muchas otras ocasiones, antes y después, cuando los incorregibles figuretis de Pimentel y Mora se aprovechaban del movimiento para promocionarse a ellos mismos. Ramírez Ruíz denunció entonces con entereza y valentía la traición de ese hermoso proyecto de la generación del setenta que fue en sus inicios Hora Zero y por eso se apartó de quienes prefirieron la bufonería, el marketeo, el acomodo al sistema y el aprovechamiento de la obra literaria, antes que a los principios revolucionarios que dieron origen a ese movimiento.



Todos deben saber que días antes de su desaparición, Juan Ramírez Ruíz fue demolido a golpes en el céntrico bar Yakana por el “horazerista” de la etapa infame, Tulio Mora, el mismo que ahora firma el lacrimoso “comunicado” que da cuenta de la muerte del poeta. Esta humillación fue determinante para que Juan dejara Lima y volviera a Chiclayo y se fuera luego a Trujillo, donde halló trágica muerte el 17 de junio del pasado año de 2007. ¿Por qué el advenedizo de Tulio Mora demolió a golpes a Ramírez Ruíz? ¿Acaso porque éste estaba loquito o borracho o hecho un “diablo”? No. La verdad es que esa noche, en el Yakana, Ramírez Ruíz hizo lo que hacía desde hacía tres décadas, cuando denunció por primera vez la traición y la farsa de los elementos residuales de HZ. Lo hizo en el mejor estilo de los maestros de la revuelta que él siempre practicó con autenticidad, a la manera de Breton, de Joyce Mansour y de Moro, sin temor, y enfrentando a los fariseos horazeristas. En esas circunstancias su condición física era deplorable, todos lo sabían, y sobre todo Tulio Mora –un sexagenario también-, que aprovechó esa situación para demolerlo a puñetes y puntapiés. Entonces Hora Zero no lanzó ningún “comunicado” en solidaridad con su “hermano” Juan Ramírez Ruíz, sino que prefirió guardar silencio en tácito respaldo con quien usurpa el puesto de “teórico” de Hora Zero sin haber aportado ni una jota a la teoría del movimiento. Por eso decimos que estos canallas –con Pimentel a la cabeza, el gran figureti, manipulador y oportunista de siempre- son los que ahora se rasgan las vestiduras en duelo por el poeta caído. Su “comunicado” los pinta de cuerpo entero en toda su asquerosa hipocresía.

Las jóvenes promociones de poetas desconocen la amarga historia de la ruptura y la pugna entre Juan Ramírez Ruíz y los elementos residuales de Hora Zero. No fue un duelo personal. !Fue una cuestión de principios! Y se deshonraría al poeta si se permite que los buitres de Hora Zero, que por 30 años se ensañaron contra él, se sumen ahora a los homenajes que ya se le tributan, aprovechándose de todo como siempre. El Gremio de Escritores del Perú tampoco debe permitirlo considerando que su presidente fue editor de Juan Ramírez Ruíz. Que sus verdaderos amigos no se callen la verdad de esta amarga historia y que no permitan más afrentas contra él de parte de quienes no sólo le dieron la espalda, sino que lo agredieron hasta llevarlo a su destrucción. Su deber fraterno es recuperar a Juan Ramírez Ruíz. Si no lo hacen, exclamaremos con la desesperación de Vallejo:

salid, niños del mundo; id a buscarlo!....





LAS ARMAS DE JUAN RAMIREZ RUIZ : SUS VERSOS

Por Raul Isman el 17/01/2008


Si las armas no se hicieron polvo
un poeta a su muerte menos todavía.







Las Armas Molidas es un libro de poesía denso en símbolos, lato en temas nacionales que son universales, ergo de lectura fácil para el sensible lector en asuntos del País continente de los de Abajo nuestro y no ajeno, un libro pletórico, exultante en significaciones polisémicas que nos muestran el tránsito de la nación ayer, desde luego las muchas naciones que fuimos y de las naciones hoy que somos ¿seremos? Sin embargo este asunto literario tan accesible a ese ojo que mira más de lo que alcanza a ver (parafraseando a Julio Carmona), le esconde, le zafa el cuerpo, apenas si le muestra los sueltos vocablos sin contexto ni texto al lector insensible por dos.
Insensible por su origen del país de los de arriba o insensible siendo de abajo por mirar sin ver la maniobra a los de arriba. Una primera estancia aquí. La construcción antilineal de mis textos tienen una intencionalidad de solidarizarse con la construcción lírica honda pero no insondable del poeta entero que fue y es Juan Ramírez Ruiz, a modo también de un saludo que se soslayó o tal vez se entrecruzó en el Jirón Quilca, ese barrio musa de los creadores cuando pisan suelo en Lima.



En Armas Molidas, Ramírez Ruíz muestra y demuestra las naciones nuestras, confirma su transcurrir deconstruyendo la historia: el Perú invadido lo mismo hoy si ayer y presenta la otra cara de la medalla de lo que fuimos o de lo que dicen no fuimos. No por algo la voz lírica de Armas Molidas, susurra en el grito una interrogante actualísima ¿quién dice que los invasores hicieron polvo las armas resistentes? Y enlaza una concatenación no caótica de afirmaciones que no lo son porque nos vienen envueltas en interrogantes signos:

“Cómo se llamaban los yanaconas los mitayos los hatunrunas golondrinos a Manco Inca unidos”
“Quién además de Cahuide – Tampu Aysu Pisac...

Lorenzo Farfán de los Godos.... acompañaron a

Quisu Yupanqui”

El lector lego en historia andina y real debe enterarse de Manco Inca y Cahuide como los hombres de la resistencia rescatados para no los textos escolares; mas no son los únicos, afirma la voz poética, entre millones miles:

“...¡Hasta las briznas son pocas: no se puede

ay, contar con ellas a todos los caídos”

“...La guerra al suelo va aferrada

y sólo acaso con el cadáver de uno mismo

se borrarán las grietas que el suelo le coloca”

Es obvio, este libro de poemas, digo su creador no se conforma con la lírica voz sino que da tribuna a las otras voces, las de los que resistieron y resistirán en esa longura bélica, la cual empezó cuando nos sentimos traicionados por ofrecer, ingenuos, aposento al invasor. Aquestas voces de hoy, como canta la copla popular, quieren hacer florecer del carbón silente su fuego crepitante y así nunca olvidar:
“Pero la brasa encendida atrae y acoge los nombres venerables – y los deja en el canto”
“Levantando montañas para que mi rumbo pase lego nombres para – por con ellos recordar”
Nos queda claro en plan de no meros lectores que no es la palabra lírica o voz (formal) sino su antitesis desorientando porque orientar no basta si el propósito es construir utopías, a éstas también hay que descodificarlas. Entonces no nos propongamos un Norte porque éste es el Sur, y éste el Norte. Luego, apuntemos en el horizonte a nuestro Sur, allí estuvo y experimentamos el pasmo de la aventura creadora, fazedora. Esta metáfora, por cierto, del Sur que en realidad es el Norte orientador, es una constante en la poesía de Juan Ramírez Ruíz, el tema aparece en el poema en loor a Mario Luna con que los amigos y leales lectores honran la partida, el tiempo finito del propio Juan Ramírez Ruíz, digo finita porque ha pasado a la infinita vida en el parnaso del País de los de Abajo:

“reuní en mí la vida que pasaba Norte

cuando el Perú y yo veníamos Sur..”

Esta breve lectura, reseña no deliberada de si apenas tres cantos (18 – 19 – 20) de Armas Molidas, compuesto de 71 cantos, más dos epílogos e índices decodificadores, publicado en 1996 por Arteidea editores; no es más que un pretexto para decir que ha muerto (fuera de la retórica del parnaso de los de Abajo) un poeta en el bi-estilo peruano: al estilo del Estado que los mantiene en la miseria económica a los creadores e intelectuales anti Quo, pero no en lo moral, espiritual (no es blasfemia) ni en lo ético porque en esto último, en verso de Borges, son altos y cabales que es el estilo de los creadores populares. Un pretexto para despedirlo de la finitud a la infinitud de su obra vida en el abrazo fraterno que en su “soledad sin soledad siquiera” (verso de Juan Luis Velásquez) no tuvo.

Un pretexto para soltar en el descuido válido de la emoción un desatino, quizás acorde al cristal con que se mire (¿anónimo?) y unirse a la protesta, como bien la han enarbolado jóvenes creadores de Chiclayo, para que las instituciones ni funcionarios del Estado se abstengan de ofrecer homenajes a los creadores del País de los de Abajo que en la visión de Juan Ramírez Ruíz no implica estar bajo de, recordando que el Estado tiene su estilo en la estima dada a los creadores del Perú – País doble nación que no es lo mismo que múltiples naciones. Un pretexto para saludarlo en el desde ahora mediante su propia voz no final mañana allá no aquí estaremos estará:

“Quedarán los poetas trajeados con su el rumbo entero
y quedarán mis nombres reunidos en mi nombre nuevo”
quedarán perennes los vuelos de las playas
si del subsuelo del mar parten,
y al suelo perfumado luego suben,
para ir con la multitud
entre la procesión de estrellas...”





JUAN RAMÌREZ RUIZ Y UN PAR DE VUELTAS POR LA REALIDAD/ RAÙL JURADO PARRAGA

Por Raúl Jurado Pàrraga

Los poetas tienen esa imagen que les da la sociedad: rebeldes, marginales, alcohólicos, drogadictos, enajenados, enjaulados en su castillo de marfil o simplemente lúcidos para morirse de cultura en un país inculto. Es esta sociedad la que encasilla a esos lúcidos seres en los bares, en el desempleo, en el vivir cotidiano haciendo añicos su vida. Es la sociedad y sus instituciones las que tratan con desdén absurdo la cultura, la literatura, la poesía. Un país y una sociedad como la nuestra hecha para la muerte nos acerca al espectáculo del olvido cotidiano del artista y mucho más de un poeta auténtico. Juan Ramírez Ruiz se ha ido sin pedirle nada a nadie. Un país necrofílico realiza homenajes necrofílicos y como tal, hay que morirse de vida miserable y olvido cultural en este país. Los poetas son esos seres que se van cuando nadie se los pide. Pero tras de su muerte queda su obra que lo sobrevivirá y si es un poeta auténtico mucho más. A estas alturas los homenajes son puro excremento discursivo. Frente a estos hechos innobles como no compartir la rabia de los que conocieron mucho más al poeta por mencionar a: Carlos Ostolaza. Jorge Pimentel, Enrique Verástegui, Roger Santivañez, Armando Arteaga, Tulio Mora, Domingo de Ramos, Teofilo Gutiérrez, Willy Gómez, Gustavo Armijos, Jorge Luis Roncal etc . . También estamos los “otros” que nos acercamos con respeto y admiración a su obra y persona. Ahí, estaba el autor de Un par de vueltas por la realidad (1971), Vida Perpetua (Editorial Ames 1978) la Armas Molidas (Arteidea Editores 1996), tranquilo y amable al comienzo de la noche, pero lúcido e infernal a la medianoche. Sus poses y palabras son recuerdos que se guardan como alfileres en el corazón. Al enterarme de su partida a la vida perpetua al azar tomé su primer libro y hallé estos versos: sea así o no PONDRE DOS CONSEJOS/ UNO los enamorados que se amen mucho/ no caminen tarde en la noche y/ DOS, tengan cuidado con los carros/ los que han cumplido mas de los 40 años/ y sufren de miopía/ Y cuidado, tengan mucho cuidado ustedes. Y realmente esos versos proféticos me hizo recordar su imagen que apareció con nitidez. Lo vi recostado en el puesto de periódicos frente a Queirolo fue la última vez, que lo salude. Hoy no quiero caer en el dolor, ni menos en la rabia. Mejor recuerdo otros versos del poeta Horaceriano: Mi cuerpo está lleno de poemas y/Salgo a las calles a repartirme como obsequio/ y he demostrado que soy este cuerpo/ estremecido por la rala luz que se confía a mis congéneres,/ este cuerpo amargo sobre el que lloro:/ Mis brazos han crecido increíblemente/ y reconozco que mi semblante me ha traído complicaciones, reconozco que mi cariño infinito me lastima/ ahora que yo se regala incontenible , y cuando la lluvia/ en la plaza Manco Cápac no es lluvia en la Plaza manco Cápac./ Y cuando el individualismo se enreda y me llega a las pelotas/ aquí estoy yo, vivo y fogoso/ Y Latinoamérica devuelve mi carta cuando la miro,/ el Día se abre para que este cuerpo pase,/ el viento roza mis orejas, y fogoso y limpio/ a través de estas avenidas silenciosas. / Aquí estoy yo. Y esta aquí en la esquina más limpia de la amistad Juan Ramírez Ruiz eres el júbilo.



UN HOMENAJE A JUAN RAMÌREZ RUIZ



Por Kike Sánchez Hernani



Aquí en el Perú los poetas son unos parias, indeseados, hechos de lado, aborrecidos o mal tolerados, a los cuales sólo se les rinde honores después de muertos. Cierto, a Juan se le debe hacer un homenaje de parte de sus amigos y no permitir que quienes no le dieron la mano en vida, lo usen para recabar glorias que no merecen.

No fui de Hora Zero pero sí de La Sagrada Familia, junto a Roger Santiváñez, Edgar O'Hara, Willy Niño de Guzmán, Dalmacia Ruiz Rosas, Julio Heredia durante algún tiempo, Oscar Malca durante otro, y otros poetas jóvenes más.

Por entonces conocí a Juan. Estuvimos más o menos cerca, hallándonos en el centro de Lima y compartiendo sueños y frustraciones. Creo que fuimos amigos. Lo vi la última vez hace más o menos un año en el bar Yacana, cuando fui a leer unos poemas y él estuvo allí para escuchar. Después la nada, la noticia de su desaparición y luego una noticia equivocada, que había aparecido y estaba con su familia en Chiclayo.

Sé que lo que dices de él es cierto. Pese a su altura poética, era un tipo difícil. Lo sabré yo, que alguna vez lotraje a mi casa y cuando en los bares de Lima le entraba ese deseo de estar sólo con quienes conocía de antiguo. Felizmente no tuvimos mayores encontrones, felizmente compartimos.

Ahora trabajo en Somos y El Dominical de El Comercio. Y en memoria del amigo y del poeta que se marchó, como un poeta beatnik y marginal, quiero escribir algo sobre él, con el derecho (sólo a medias9 que da la amistad de antiguo. Pero requiero de información adicional. Cómo murió, dónde, en qué mes (creo que fue en julio del año pasado) y todo lo concerniente a detalles que tú conoces.

La vida cultural pierde a un tipo que vivió a forro con lo que creía. Me pongo a pensar y veo que siempre estuvo en esa línea, desde cuando vivía en un cuartito cerca del INC de Lima, a salto de mata. Pero necesito tu testimonio y el de los amigos que hayan estado cerca de él últimamente.

Un abrazo y recordemos que los poetas nunca mueren: viven para siempre en el corazón de sus amigos.



De Hora Zero

Por Ricardo Paredes Vassallo

“Necesario es, pues, dejar las nubes en su sitio. Si somos iracundos es porque esto tiene dimensión de tragedia. A nosotros se nos ha entregado una catástrofe para poetizarla. Se nos ha dado esta coyuntura para culminar una etapa lamentable y para inaugurar otra más justa, más luminosa”. Palabras Urgentes, Hora Zero



La trágica y sentida muerte del poeta, hermano y amigo Juan Ramirez Ruiz, ha propiciado en muchos intelectuales Peruanos reacciones múltiples, algunas sinceras y pías pero también otras interesadas, ladinas y condenables. Así, esos que subieron hasta ese túmulo erigido en su memoria, sea para depositar sus flores o para subrayar su pequeña egolatría, han contribuido con el aura de inquietud y zozobra, patente, que no puede emanar de la poesía misma. Esta incomodidad tiene que ser equivalente, porque no puede ser otra, ni minúscula, a esa poderosa frustración y fraccionamiento nacional.

Sobre estos puntos hay que discurrir más extensamente; uno, por el valor inmeso que contiene para entender a la sociedad peruana, a la direción que ésta ha tomado ya y cómo, en efecto, se consolidará en el futuro; otro, para enjuiciar desde un marco general y teórico al arte en el Perú de hoy y (si esto no cae en terreno muerto), incitar a otros al enfrentamiento mental, más apropiado que las patadas, o los puños, para los intelectuales.



Esta pequeña introducción me catapulta, en consecuencia, hacia la problemática estética y política de la escritura, del arte y de los Movimientos de Artistas en el el Perú, especialmente a Hora Zero (este Movimiento mayor, necesariamente radical y gestado en la séptima década del siglo XX) que ha logrado extender su influencia en el comportamiento y la obra de las jóvenes generaciones de artistas, como también sobre políticos e intelectuales del contienente.

Hora Zero es un movimiento que nace signado por la decadencia de la casta criolla en el Perú y en América Latina, tal como nacieron el Expresionismo y el Surrealismo en el seno de sociedades marcadamente decadentes o, específicamente, por la decadencia de la clase gobernante[1]. A similitud de estos movimientos europeos (cuyas actas de nacimiento la suscribirán filósofos, escritores, teatreros, músicos, pintores, nativos y extraños), Hora Zero nace en el Perú (matriz de un imperio destrozado, de una sociedad canallizada, racista y polarizada no solo entre ricos y pobres sino entre quiénes sí y quiénes no debían educarse y acceder a los cargos públicos o a las carreras militares. Hora Zero nace en Lima pero no es un movimiento limeño, sus raíces se nutren y obtienen potencia en la sangre y la inteligencia de los cholos provincianos, entre esos espíritus ateridos y envenenados por 500 años de dominio gratuito de las minorías. Por eso, únicamente, Hora Zero crecerá raudo e impávido como todo lo que es bueno y se asienta en condiciones óptimas. Primero tendrá su base en Huancayo, después en Puno y de allí saltará a Chile, a México, a Francia y España, a Grecia, a Marruecos, países donde cuenta aun con miembros conspicuos, creativos e igualmente influyentes[2].



Señalar estos puntos es de vital importancia para entender el valor capital de su influencia.



Hora Zero, con inusitada vitalidad y premonición, centrará las coordenadas del trabajo mental de sus miembros sobre puntos cruciales, épicos y comunes, fijados a largo plazo: Refundar el pensamiento, la moral y la estética; refundar el poder y la nación, refundar al hombre mismo. Este cometido y la fuerza enorme en la voluntad de sus miembros, no sería visible sino más tarde, más tarde cuando aparecerían libros y obras, y dentro de ellos plasmados la esencia histórica de este estremecimiento, el valor real y duradero de este shock; de este parto múltiple que había de convertirlo todo en pensamiento vivo, en materia y en infinitas posibilidades para la acción positiva de la sociedad renaciente.

Hora Zero, aunque no nace en medio de una época de apogeo nacional ni es consecuencia de un grado superior en la evolución social (el subdesarrollo peruano es delatorio), constituye un fenómeno que no tiene par ni antecedentes en América Latina. Esto es cierto en ambos aspectos. Pues la problemática histórica persiste: ese podersito mal parado, que los criollos amasaron a inicios de la república, está ahí; el proyecto nacional, ese de hacer del Perú a una nación homogénea seguirá inconcluso; y están ahí, en iguales posiciones y condiciones, las víctimas y los honorables culpables: palmables los hechos y sus consecuencias, y que tienen varias facetas y reveses, por ejemplo la moral negativa y escolástica del catolicismo, el falso chauvinismo, la disputa por una identidad.

Están allí los mapas degradados y esa banderita bicolor que (entre otros cachivaches) forman parte de lo que los pitucos y milicos llaman, a boca de jarro: “la patria”. El octogenario Partido Aprista está allí, gobernando con un necio que no alcanza a gobernarse a sí mismo. ¿Y Fujimori, ese gusano japonés, no obtuvo “su poder” (porque ese no es el poder del Perú) sacando lingotes con los pies [3] en una patrita de mierda pura, como esa?



Pero, entonces, si Hora Zero no se gesta tras un mayúsculo proceso de desarrollo intelectual, del ápice y triunfo económico sostenido, ni de los logros políticos y sociales, ¿de dónde sale; de dónde si el Perú es paupérrimo en intelectuales, si en el Perú siempre hubo más cachacos, curas y delincuentes, que gente inteligente? ¡Con ese podersito, con esa castita criolla golosa, parásita y perezosa, el Perú nunca produjo dos ideas juntas, nunca una tuerca o algo que se mueva! El Perú, como no es ni la caricatura de ese viejo y glorioso imperio Inca, sólo produjo imitadores, cantantes, futbolistas y novelistas [4]. En suma, el Perú nunca fue más que una chacra de camotes y... de lingotes poblada por esclavos morales y comandada por capataces cínicos y analfabetos.



Ahora bien. ¿Pero, si Hora Zero no proviene de allí ni se genera espontaneamente, cómo; de dónde sale?:

a. Obviamente, Hora Zero, es parido por el Perú mismo; por ese Perú mestizo, cholo y que todos temen[5] (los de la prensa, la iglesia, los criollos blancos y los que medran de ese estado incapaz y parásito).

b. Hora Zero proviene, como provinieron los ambulantes y las oleadas de invasores, de la incomodidad histérica, del fracaso y ensayo continuo de una casta (quiste); de la necesidad de reagrupación de las mayorías nacionales en su paso indetenible hacia el poder nacional, hacia su destino.

c. Hora Zero se gesta en la misma matriz que gestó a las guerrillas y que arrastró a Don Hipólito Unánue, a Morelos y a otros inteligentes patriotas hacia la independencia.

d. Hora Zero es una avalancha moral, el eco de ese grito lanzado en el pasado por nuestro pueblo, de cuando se perpetraba el holocausto americano, en la colonia.

e. Hora Zero no es propiedad de nadie. No es el fenómeno aislado, armado en una cantina por dos o cuatro locos poetas, ni es una empresa que tenga socios exclusivos. Hora Zero es el alma y el ser del Perú, es como el espíritu de nuestra nación: indivisible.



Finalmente, y porque soy consciente que este documento puede considerarse unilateral, es decir, no rubricado por los voceros oficiales de Hora Zero (radicados en Lima), me irrogo el nombre de otros, tanto de vivos como de muertos, de nacionales como de extranjeros, cuya obra superior y contundente faculta consentir lo que aquí se expresa.



24/01/2008

Solinggen, Alemania




[1] La vieja burguesía Europea, esa que inició la industrialización , que comando la Revolución Francesa y esa misma que se tumbó a la aristocracia feudal estaba decrépita como clase. De su seno ya no nacía nada; había que extirparla de la sociedad. En política, en Alemania, se encargaría Hitler y el fascismo, en Rusia, la Revolucion Bolchevique; en el arte, tanto el Expresionismo como el Surrealismo.

[2] “Hemos nacido en el Perú, país latinoamericano, subdesarrollado, hemos encontrado ágiles ruinas, valores enclenques, una incertidumbre fabulosa y la mierda extendiéndose vertiginosamente”... Copio el 2do. acápite de Palabras Urgentes, el 1er. Manifiesto de Hora Zero

[3] ... a sacar camotes con los pies,

a sacar camotes con los pies,... (bis). Canción de los esclavos Peruanos.

[4] Vargas Llosa, Bryce, Baylle y otros menos tétricos y famosos.



[5] Temen al poder nacional de los cholos. Temen perder sus privilegios de casta parásita y que creen saneada proclamando la igualdad, la legalidad, la libertad de prensa (¿cuál igualdad, legalidad de quién, libertad de quién?)


--------------------------------------------------------------------------------





POEMAS DE HOMENAJE A JUAN RAMÌREZ RUIZ



Por Joaquín Huamán Rinza (Chiclayo-Perú)





POR ESTE LADO DEL MUNDO

A JUANRRA DESDE DODOCAEDRO



No hay milagro aferrado

Titubea duda

Dinastía es ella

Joven espectáculo de los territorios

Protegiendo garras, vientres, árboles

Donde blancura estalla girasoles

Y una mirada al arroyo claro

Escritura de los signos.







POR ESTE LADO DEL MUNDO



Ni tierra negra, ni sol rojo

Pero, qué fue eso, sino verdura de las eras

Qué es sino rocío de los prados

¿Oyes crecer ahora a las amapolas?

¿Vez llegar a las manzanas el color?



Así he vivido un año más

¡OH, tierra cubierta de cuerpos erectos!

Y continúan,...su marcha las aguas...

Lo siento

No sabes lo que es lamento

¡Oh, tierra cubierta de cuerpos erectos!



Bondad, ahora, comienza...

Porqué me apoyé en un árbol

Esperando que las uvas maduren

Fina cintura de ámbar

Qué fue eso, sino verduras de las eras

Entre mis manos secas;

ASÍ HE VIVIDO UN AÑO MÁS

El hijo fuera del padre

La madre huérfana de hijo

Yo también he respirado sobre estas palabras

Y también rumor de gramillas

Fina cintura de ámbar entre mis manos secas

Qué fue eso, sino verdura de las eras

Qué es sino rocío de los prados.







SUEÑO



Y continúan....su marcha las aguas

Así yo también he respirado estas palabras

Oh, Tierra Cubierto de Cuerpos Erectos

Y sólo con dulce energía

La punta de un cuerpo toca lo infinito

Pero, qué fue eso, sino verdura de las eras

Rocío de los prados.





OFRENDA

¡Oh, verdura de las eras, rocío de los prados

Como nombres enterrados en la lengua joven

TÚ, ¿OYES CRECER A LAS AMAPOLAS?

Así he vivido un año más.

Con rumor de gramillas escalando mi continente

Con el canto floreciendo en mi boca

Fina cintura de ámbar entre mis manos frescas

Cual uvas maduras suspendidas

En la rama de un árbol infinito.



FUGAZ

Como nombre enterrado en la lengua joven

Así, yo también he respirado sobre estas palabras

Y prolonga mi temporada

Porque he esperado bajo árboles solitarios.

Sí, cantar es conducir el mejor presente.





13 de marzo al 18 de marzo 2004

JUAN CONGONA









Tres poemas de Juan Ramírez Ruiz (1946-2007)




Mirko Lauer.

TERESA
(Está sucediendo)

Teresa / mujer de treintiocho años / (sola entre millares) / quiere tener relaciones / con cualquier hombre, / en cualquier lugar / y a la brevedad posible. / Se anticipa / (y esto es un asunto grave) / le queda poco tiempo / y además / ya perdió toda la serenidad.

JUANA CABRERA
(También esto aún acontece)

Juana Cabrera se ha quedado en la calle. / Su casa ha sido demolida mientras brillaba el sol. / Hubo orden judicial y por supuesto el Juez ha estado presente / y ha constatado los destrozos que han hecho los demoledores. / Y yo la he visto, yo he conversado con ella y / ella ha vivido allí por décadas con hijos marido y hermana. / Ha trabajado toda su vida. Tiene libreta electoral y un solo gusto / los discos de El Satanás de Cuba, especialmente ése "si tú supieras / las ansias que tengo de verte" y el otro "Vereda Tropical". / Y ahora Juana Cabrera está en la calle y ha vuelto a recordar / el maremoto del 42, el sismo del 66 o la caravana de damnificados / o la multitud (que conversaba en las noches) afligida / por esa guerra que terminó en dos horribles hongos. / (Y esto es un asunto grave) / Juan Cabrera va a dormir en plena calle. / Va a tener hambre y frío otra vez. / Y seguramente va a perder peso.

810 GONZÁLEZ PRADA - SURQUILLO
TELÉFONO 284225 ISABEL TELLO VARGAS

Voy a la casa 810 González Prada-Surquillo / y te encuentro o me dan razón de ti Isabel. / Llamo al 284225 teléfono de la vecina / porque tú no tienes, cosa que no es rara en el Perú, / y me hablas tú o me hablan de ti Isabel. / Pero yo no quiero que me den razón de ti / No quiero que me hable de ti / quiero hallarte a ti, hablarte, caminar contigo, / contigo alquilar un carro, / traerte aquí a San Diego / y en mi habitación mientras fumo / ayudarte a desnudar / y luego amarnos con ternura / como dos dulces / y tiernos / seres humanos.

[De su libro Un par de vueltas por la realidad, Lima, Hora Zero, 1971]








ARTICULOS EN LA WEB



Aparecido en el Suplemento del El Peruano: IDENTIDADES

Edición 101

06 de Febrero, 2006

25 AÑOS DESPUÉS

Palabras urgentes (2) de Juan Ramírez Ruiz

En la década de 1970 surgió Hora Zero como un movimiento poético contestatario. Pero con el correr del tiempo este ímpetu transgresor decayó y su discurso fue asimilado por el establishment. Juan Ramírez Ruiz, uno de sus fundadores, dio cuenta tempranamente de ello.




Paolo de Lima

Poeta. Concluye su doctorado en Literatura en la Universidad de Ottawa (Canadá).

Palabras urgentes (2) de Juan Ramírez Ruiz es un manifiesto volanteado por el propio autor en el marco de una actividad realizada el 28 de agosto de 1980 por Hora Zero - Segunda Etapa (1977-1980) en el Salón de Grados de la Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ante la presencia de numerosos poetas asistentes. En el manifiesto, Ramírez Ruiz alerta sobre el “usufructo” de esta agrupación a manos de sus propios miembros, al “confirmar” dicha actividad “una involución de una forma de pensamiento libre y revolucionario” e “institucionalizar un simulacro” del Hora Zero inicial. Con lo que la asimilación ideológica de esta poesía por parte de la “ciudad letrada” local queda denunciada.
En ese sentido, una pregunta central es la siguiente que se formula el propio Ramírez Ruiz: “¿Qué ha pasado para que la universidad peruana, la primera institución proveedora de la cultura oficial, institucionalice a partir de este momento lo que fue un movimiento revolucionario?” ¿Qué ha pasado? Para Ramírez Ruiz el estudio y el espacio en sí para la realización del estudio son antagónicos. Por pertenecer a un orden capitalista, el ámbito universitario en sí mismo está vedado dentro de su proyecto literario y revolucionario. Ramírez Ruiz da una visión de la cátedra como “baldes de agua helada sobre el ardor”. Y contrapone la realidad social del país con la universidad, considerada como “a espaldas” de aquella. Al llevar a cabo un acto horazeriano en la universidad, ésta al institucionalizar convierte al mismo en un simulacro, dando origen a “lo que quiere seguir llamándose Hora Zero desde hace tres años”.


Coyuntura política

En su reciente libro sobre el grupo de artistas plásticos Huayco, Gustavo Buntinx hace una descripción de los años en que se desenvolvió esta segunda etapa de Hora Zero y a la cual Ramírez Ruiz manifiesta su rechazo. Detenernos un momento para apreciar los vaivenes de esa época nos servirá para tener más claro el marco histórico desde el que el autor de Palabras urgentes (2) emite su discurso. Escribe Buntinx: “Si 1980 fue la fecha culmen de [una] vanguardia nueva, su instancia germinal se ubica sin duda en 1977: un momento crítico marcado políticamente no sólo por la muerte física del general Velasco sino además por el agotamiento de su ideario y de los remanentes de sus políticas reformistas en el gobierno militar, apenas dos años después de ser relevado del poder. Una coyuntura de transiciones traumáticas exacerbadas por la profunda crisis económica que radicalizó a la sociedad en su conjunto y jaqueó a un régimen que aceleradamente desmantelaba sus propias reformas. La ruptura de la junta militar con cualquier proyecto popular o populista se materializó en el histórico paro popular del 19 de julio de 1977 y sus secuelas de persecución y violencia, dejando una marca perdurable en el imaginario social y artístico. Lo masivo e incontrolable de aquella manifestación desestabilizó finalmente al gobierno determinando la convocatoria a elecciones para una Asamblea Constituyente. Realizadas el 18 de junio de 1978, en ellas la izquierda logró casi la tercera parte de los escaños, adquiriendo así una representación sin precedentes sobre todo para los sectores más radicales, encabezados por los grupos trotskistas y sus aliados del Frente Obrero, Campesino y Estudiantil del Perú (FOCEP)” (31).
Es relevante mencionar aquí que esa segunda etapa horazeriana llegó a fundir su membrete con este último frente político: Hora Zero FOCEP, documento aparecido en 1978. Por lo demás, en su libro Buntinx también habla de “toda aquella franja de la plástica peruana que entre 1976 y 1981 se ve atravesada por el impulso radical de una utopía socialista” (21). Franja que además comprende a otras esferas del arte (poesía, teatro, etcétera).

Residualidad y globalización

Ampliando la perspectiva en un contexto internacional, se puede decir que el “simulacro” de Hora Zero denunciado por Ramírez Ruiz está en consonancia con algunos fenómenos de ese amplio proceso cultural definido como la posmodernidad. Un texto bastante citado dentro del debate teórico actual en torno a los conceptos de modernidad / posmodernidad es ¿Puede hablarse de posmodernidad en América Latina? de George Yúdice. En el mismo, Yúdice caracteriza a la posmodernidad a través de las ideas de Lyotard respecto al “declive de los metarrelatos”, o sea, a la nula fe “en las explicaciones globales o totalizantes”; y de las de Fredric Jameson, quien ve a la posmodernidad como “una ‘dominante cultural’ generalizada por la tercera o etapa tardía del capitalismo, cuyo paisaje cultural lo constituye ya no la reproducción mecánica como en la época benjaminiana, sino la reproducción semiótica” que produce una estética del simulacro (1989: 114). Y simulacro es el ideologema-base de Palabras urgentes (2) de Juan Ramírez Ruiz.

La posmodernidad, como refiere Jameson, “es el campo de fuerza en que tipos muy diferentes de impulsos culturales –lo que Raymond Williams tan felizmente ha denominado formas ‘residuales’ y ‘emergentes’ de producción cultural– tienen que abrirse camino” (1986: 145). De ahí, tal y como expresa Yúdice en otro de sus trabajos, “que no sea necesario explicar estas nuevas fuerzas políticas y culturales en términos de una inexorable heterogeneidad o de una fetichizada diferencia casual –como en ciertas corrientes postestructuralistas– que no hacen sino neutralizar la efectividad política de la marginalidad. Estos movimientos contestatarios –trátese de obreros y de campesinos o de mujeres, ecologistas, minorías étnicas, etcétera– encuentran su efectividad en las experiencias ‘residuales’ o ‘emergentes’, que entran en contradicción con la lógica posmoderna. Estas experiencias, a su vez, constituyen la base de los proyectos contrahegemónicos” (1986: 47). En tal sentido, la actitud de Ramírez Ruiz podría enmarcarse en la categoría de residualidad.


Edificando una identidad

En la introducción de su Decadencia y caída de la ciudad letrada, Jean Franco enfatiza la muy grave situación por la que atravesó la década de 1980, “puesto que los conceptos mismos en torno a los cuales habían circulado los antiguos debates –conceptos de identidad nacional y latinoamericana, de modernización y emancipación– parecían inaplicables en un mundo globalizado” (27). Y dice aún más: “De hecho, el pasaje de los proyectos de autonomía nacional a la represión militar –el derrocamiento de Arbenz, el de Allende, la invasión de la República Dominicana, las guerras sucias y la Operación Cóndor, la guerra contra Noriega– y de la represión a la respetabilidad a los ojos de Estados Unidos a través de la restauración de la democracia (usualmente definida como el ejercicio del voto) no sólo fue destructivo, sino que se pusieron de manifiesto en ese mismo proceso de destrucción las mismas ‘invisibilidades’ –sin duda la invisibilidad de las mujeres, pero también la de naciones enteras como Panamá, la invisibilidad de los pueblos– sobre las que se había fundado la ciudad letrada: los argentinos de piel oscura, las clases pobres chilenas, los indígenas del Perú, Guatemala, México” (26-27).

Contra esas invisibilidades señaladas por Franco, en Palabras urgentes (2) podemos leer una fuerte denuncia a la “sociedad capitalista”, a los “criterios occidentales del arte” y al “establishment en el arte y en la vida”. En contraposición, Ramírez Ruiz reivindica en su manifiesto “la producción de modelos de proyección de vida alternativos para liberarnos de la pesadilla múltiple del colonialismo”, así como “la intransigente voluntad de propiciar microsociedades revolucionarias al interior del orden capitalista”. A su vez, resalta como cualidad principal del trabajo colectivo su carácter liberador de “las energías más puras de la imaginación”, el cual se ve complementado con “el estudio sistemático tenaz, fervoroso y arriesgado de los movimientos profundos de la vida interior” para realizar, parafraseando los términos con los que Perry Anderson se refiere a Godard, “una forma distinta de productividad, una vez más desde los márgenes” (116). En el caso de Ramírez Ruiz, éste se refiere a los márgenes de una institución tradicionalmente discriminadora de la cultura literaria del interior migrante. Por lo demás, está también la búsqueda de Ramírez Ruiz en Palabras urgentes (2) por “edificar” una identidad cuyo significado consiste en “participar creativamente en la tarea de objetivar en la historia la alternativa revolucionaria que encarnan obreros y campesinos”. Volvemos, pues, a la contraposición del gesto residual con la lógica de la posmodernidad capitalista y, en este caso, tercermundista de la segunda etapa de Hora Zero.


Ahora bien, antes de finalizar queremos insertar unas ideas que Luis Fernando Chueca expresa en un trabajo de 2000 y próximo a publicarse: Alcances y límites del proyecto vanguardista de Hora Zero. Al releerlo no pudimos dejar de reconocer que sus puntos de vista coincidían en gran medida con nuestra posición, de ahí que decidamos incluir una parte sustancial del mismo antes de terminar. Escribe Chueca: “(en los manifiestos iniciales de Hora Zero) Se critica la institucionalidad literaria, cuya organización es consecuencia de la estructura social y de la dominación internacional, y se propone el rol transformador de la poesía, que, dentro de esta perspectiva, debe ser nuevo. Es decir, expresar cabalmente su realidad, llegar a las masas y cambiarles el alma, de modo que caminen hacia la revolución. El poeta, acorde también con la necesidad de acercar el arte a la vida, debe ser agente de transformación con su vida y con su obra. Se ve con claridad que el objetivo central no se limita a cambiar la poesía (como manifestación artística), ni siquiera a trastocar la institución. El fin último de la aventura horazerista, tal como se expresa en los documentos de su primera época, es la transformación de la sociedad. Es claro que Hora Zero, como la vanguardia histórica, no logró este cometido. Y así, aunque no lo haya señalado expresamente, el grupo abandonó la idea del rol transformador del arte y la poesía. Puede decirse que es el efecto del paso de los años, que provocan la pérdida del ímpetu y las utopías juveniles; puede ser que una mayor ‘lucidez’ (léase escepticismo) les enseñara que el arte no cumple ningún papel gravitante en la transformación de la sociedad dentro del papel que las instituciones oficiales le asignan al arte culto; puede pensarse que el descalabro de la izquierda, que se produjo luego del derrumbe del llamado socialismo real en el mundo y la traumática experiencia a partir de la aparición de Sendero en el Perú, los obligó a abandonar o cuando menos a postergar esas preocupaciones de su discurso. Lo cierto es que cuando en la década de los noventa aparecen los documentos más recientes del movimiento [...] la idea de un rol social de la poesía prácticamente no aparece. La relación arte-sociedad, sin embargo, sí se menciona. Pero se ha pasado de la prédica de la revolución (en la que la poesía y los poetas tenían un rol de vanguardia) a la constatación de que el gran aporte, vigente hasta la actualidad, del proyecto de Hora Zero fue la representación.”

Habría que precisar, para nuestro caso, que la representación asume su forma más visible en las actitudes de Hora Zero después de 1977. Chueca concluye sosteniendo lo siguiente: “De proponerse como vanguardia en un sentido que involucra no sólo su quehacer artístico, sino, sobre todo, su relación activa con la dinámica de los procesos sociales, Hora Zero ha pasado a imaginarse como una propuesta que actúa fundamentalmente en el espacio literario, aunque claro que con los ojos puestos en el espacio social. Desde esta redefinición de su rol, Hora Zero puede reconocer el importante alcance que sus propuestas tuvieron (y tienen aún, es cierto) en la poesía peruana, pero debe también reconocer el estrechamiento de su carácter de proyecto vanguardista. Al menos, para citar sus propias palabras, en ‘esta edad maldita’.”


En tal sentido, las apariciones esporádicas del núcleo hegemónico activo del colectivo Hora Zero a través de breves manifiestos y polémicas con autores de otros grupos y edades durante los últimos años revela bien que, como ocurre con toda vanguardia, la repetición de los gestos denunciatorios termina vaciando el contenido revolucionario por otro más de acuerdo con el establishment dentro del cual ahora se ubica dicho núcleo. Palabras urgentes (2) de Juan Ramírez Ruiz previó este giro y debe ser incluido de manera verdaderamente “urgente” en cualquier evaluación que se haga del grupo en estudios posteriores.



Del “Olmo” contra las “Peras”



ENTREVISTA A JUAN RAMIREZ RUIZ (Chiclayo 1946-?)



Por: Wolfgang Luchting



(Juan Ramírez Ruiz y Alfredo José Delgado Bravo, representan los dos únicos poetas aún vivos –entre jóvenes y mayores-, què duda cabe, de las letras lambayecanas que más han sabido intelectualizar su producción poética y mostrar un nivel más alto de teorización metapoética.

En la presente entrevista, realizada por el crítico literario Wolfgang Luchting, publicada en su libro “Escritores peruanos, qué piensan, qué dicen”, Editorial ECOMA S.A. Lima, enero 1977, se aprecia al ideólogo del Movimiento Hora Zero, lúcido, feroz y conceptualizador. Esta entrevista que ya tiene 30 años exactamente, parece que hubiera sido escrito esta misma mañana de noviembre del 2007: cobra actualidad y está lleno de sapienza y digno ejemplo para las nuevas generaciones literarias del Perú y el mundo. Nicolás Hidrogo Navarro)



-------------------------------------------------------------

Juan Ramírez Ruiz (Chiclayo 1946-?)

RR = Ramírez Ruiz (Entrevistado)

WAL = Wolfgang Luchting (Entrevistador)

-------------------------------------------------------------

WAL: ¿Publicaciones?



RR: Un par de vueltas por la realidad en Revistas: Harwí

Casa de las Américas (Número dedicado a la Literatura Peruana)

Revista de la Comunidad Latinoamericana de Escritores (México)

Revista del Movimiento Hora Zero.

En antologías: Poema del amor erótico, Mosca Azul, (ed. A. Oquendo), 1973.

Estos 13, Mosca Azul (ed. J.M. Oviedo) 1973.



WAL: ¿Bajo qué circunstancias apareció Hora Zero? ¿Cuál era el contorno cultural en el que apareció su generación?



RR: LA Realidad está para todos. Ofrecida abundantemente para aquellos que tienen algo que hacer con ella. La invitación que la Realidad hace se oye en todas las esquinas. Y Hora Zero escuchó esa invitación; llevábamos más de 20 años viviendo en medio de una población sumergida en la mea culpa, en la incredulidad, en la vergüenza; condenada a la mutilación y al callejón sin salida de su situación socio-económica. Un país donde la cultura tenía (tiene) propietarios. Y los intelectuales participan en la repartición mutua de flores. Todo esto convirtió este país en zona de desastre. Alguien tenía que decir todo eso. Y entonces escribí “Palabras Urgentes”. Y lo que hicimos después fue recordar a los receptivos que en la Literatura nadie tiene la última palabra, que la poesía constituye un poder que el arte no debe ser propiedad de una clase, que urgía una revolución en el lenguaje, etc. etc. Y al mismo tiempo que se solucionaba el problema del almuerzo, se ensayaba la destrucción de un lenguaje, se proporcionaba materiales para una estética nueva. Y eso dura ya más de tres años. Y pocos saben cómo hemos luchado por imprimir palabras auténticas. Y todo porque mientras ellos participan en la distribución de flores y en las carreras burocráticas, la poesía era olvidada. Y un buen día la cojimos de mano y la trajimos a nuestras covachas.



WAL: ¿Qué es para usted la escritura? ¿Cuál cree que es su importancia? ¿Cuáles son los mejores estímulos para un escritor?



RR (1) Hablar es elegir una imagen. Escribir es convocar, reunir o sugerir a todas las imágenes. Y la escritura es, por todo eso, la huella digital del pensamiento. De manera que escribir es la asunción de una altísima responsabilidad, entendida no como deber, sino como decisión, como acto de la voluntad trascendente. Voluntad manifestada en al posibilidad de salud que toda palabra escrita debe entregar al habla. Así, escribir un poema no es ninguna gratitud, hacer arte no es un acto inútil. Pero hacer mal uso del idioma por pereza o irresponsabilidad de delinquir. El entusiasmo, en Literatura, no basta. El mal uso del lenguaje enferma a la sociedad, como el agua que no se potabiliza y que, a la larga, desarregla el organismo de la población.

(2) Tal vez el mayor estímulo para un escritor, sea vivir en un lugar donde haya mayores conflictos, un punto neurálgico y excitado, donde la propia obra se piense fundamentalmente para la buena o mala dirección de los hechos. Aparte de eso, pienso que para escribir, sólo se precisa lo absolutamente necesario: pan, techo, café o cigarros (el amor de los parientes o amigos don indispensables, pero no aseguran la creación de un libro: Una vocación, sólo y exclusivamente, tiene que ver con uno mismo).

No obstante, sin olvidar que el acto de escribir es la culminación de un proceso que incluye confrontaciones a nivel del lenguaje –estructuración de ritmos, etc.- elaboraciones internas, que rebasan el estado fluyente de la actualidad, para rescatar lo intemporal dentro de lo cotidiano. Creo en la poesía del acto. En la poesía que acontece en los mínimos actos humanos, distantes de la palabra.

(3) Las revoluciones en poesía son sucesos importantes dentro de lo que ocurre en un país. Y entre nosotros no sería ninguna sorpresa que tengamos, en los próximos años, más y mejores libros que revolucione a la poesía: flujos nuevos en/con lenguaje vivo, donde la comunicación no se dé a través de coincidencias pasivas, sino a partir de tensiones que susciten mutuos cuestionamientos de todo orden.

WAL: ¿Cuál es la función de la poesía, cuál es la influencia que juega dentro de la sociedad?

RR: Si nos ponemos de acuerdo de que la poesía es algo distinto de la literatura (Greimas), y que sólo se asemejan porque ambas (y más la poesía) son el producto de una implacable eliminación de sub-productos, reconoceremos a la poesía como la más sólida invitación que una persona plantea a otra para la transformación o revocación del sentido de una época.

Cada clase reinante, dice Marx, que haya tomado el poder de sus precedentes, está obliga, para lograr sus fines, a representar sus intereses como el interés común de todos los miembros. En la expresión, en el trabajo con los poemas, tal ida se hace evidente en el carácter unívoco de las formas, en el carácter lineal de la composición tipográfica, en los tics historicistas que obliteran al función poética del lenguaje, en la continuidad estructural, en la visión unipersonal y en el tótem de las coherencia, cosas esas que prolongan el sentido administrativo. Conviene, pues, poner en tela de juicio todo el estatuto de los signos y las “maneras cómo el lenguaje es puesto en acción” avalando tal sentido. Se trata de que los poemas impugnen tal sentido. Se trata de un “sentido por hacer”. Aquello que la buena literatura ha rechazado (a pesar de la hermenéutica), en todas las épocas.



WAL: ¿Publicaciones? ¿Qué opina de la crítica?

RR: Publicar es un acto que desencadena lo imprevisto. Cuando sé que una persona ha leído mi libro creo allanar cualquier imposibilidad de comunicación. Publicar para mí es muy importante; algo que no sé si llamar timidez hace que ponga toda mi confianza en mi trabajo.

De otro lado, pienso que el acto creador, no obstante ser total en sí mismo, precisa dialogo con el lector que es en definitiva con quien se cierra el círculo que confirma la comunicación. La parte que me toca en ese diálogo, a partir de una publicación comienza y termina en el poema; pues es ahí donde ejerzo mi libertad y mi responsabilidad.

Soy un ser social, responsable ante mí mismo y ante los valores que defiendo como resultado de mi concepción del mundo. Salvo dos o tres excepciones, carecemos de una crítica en el Perú.

Sin embargo, las redacciones y los círculos amicales están llenos de comentadores apresurados, adjetivando todo con prisa delirante. El movimiento Hora Zero, por ejemplo, es mal interpretado sistemáticamente.



WAL: Como escritor, ¿qué cosas no quiere /ya) hacer ¿Qué cosas quiere hacer?



RR: (1) No quiero repetir la vida de nadie; tampoco repetir los errores de otro. Así, un buen número de escritores han derrochado energías en supuesta dicotomías. Teoría y praxis, arte y política, etc. Nuestros escritores, especialmente los de la década del 50, conscientes de vivir en países urgidos por la miseria, por años han levantado actas a lo sucesos. Y su desesperación los ha llevado de una vez a considerar el arte como un sucedáneo de la política; pero esto es agua pasada. Discutir sobre poesía social y poesía pura es obsoleto. E insistir con la polémica con los políticos obcecados, que pretenden indicar la forma de cómo debe escribirse, ya no me interesa.

Me parece muy necesario en primer lugar, librase de las disculpas, asumir el arte no como evasión, por le hecho supuesto de desplazar actividades más urgentes. Hacer poesía nueva es de hecho participar en la transformación de la sociedad. Destruir un lenguaje es una alta tarea para un ser social como lo es un poeta, un escritor.

En el Perú, el joven que más temprano resuelve ese conflicto y ubica al acto creador dentro de un proceso liberador, ya ha hecho los pilares. Y se ha preservado buena parte de sus energías. Vivimos en un mundo que no quiere entender que “hombre o mujer no son el enemigo”, un mundo que ya no es el de Proust, Mallarmè, Joyce o Pound. Las tecnologías han llegado a nuestro sistema nervioso han acelerado nuevas formas de redacción. Así, decir como Maculan que la ciudad ya no existe. No es decir ninguna perogrullada, porque asistimos ahora al nacimiento de una balbuceante conciencia de la especie, del ser humano sentido como humanidad, por encima de nacionalidades. Sin embargo, mientras los medios de comunicación realizan una reducción del mundo, éste continúa escindido siempre por al lucha de clases, inmerso en una corriente única donde el “epos” técnico y el “epos” colectivo deben necesariamente encontrarse. Compartir esa conciencia que nace y a la vez participar en los esfuerzos de liberación es lo que me interesa.

(2) Tengo una idea del libro por escribir, al cual quisiera acercarme a partir de las cosas que concretice. Pienso que la aspiración del libro es atrapar al mundo, entregar un plan de las cosas ordenadas o, en su lugar, el libro debe ser la Gran Consonancia, el plano topográfico de San Juan, el instrumento espiritual de Mallarmé.

Para eso, ha de ser un cortejo de formas, una sinfonía de significaciones. Formas de ninguna manera repetitivas y así armónicas en su ubicuidad. Cada página será un ritmo-fema-grama-sema situado dentro del Gran Ritmo del Libro.

Un libro como aquél verbal, visual, táctil, etc. será un libro para todo el cuerpo.

Se trata de escribir un libro que ponga en juego toda la inteligencia y toda el alma. Donde la ubicuidad de cada una de las palabras sea de por sí significativa. Versos cubiertos por capas de pensamiento adonde se llegue luego de atravesar una por una. Sucesión de “pensamiento que hala pensamiento”. Tal libro ha de ser escrito sobre un borde. Cada una de sus páginas intentará ser rostro, una congregación de rastros que active todos los sentidos del lector.

Un libreo para ver, tocar y oír y gustar. Escrito con todos los signos, un libro donde el mundo ensaye su proyecto, dé una imagen del mundo pro alcanzar, y que desencadena ese deseo de lograrlo.

El libro será, pues, un ente vivo, inagotable, que genere, èl mismo, sus nuevas vidas, porque sus lecturas no han de terminar.

Aquí, en este libro, la imaginación ha de ser implacable si no quiere traicionarse.







Poesía integral /

Primeros apuntes sobre la estética del Movimiento Hora Zero



Juan Ramírez Ruiz*



La vastedad y complejidad de la experiencia humana de este tiempo es tal que no puede ser registrada cabalmente por una poesía estrictamente lírica. Sólo una poesía que integre y totalice puede incorporar y ofrecer un válido registro de la experiencia de este tiempo sacudido por todo tipo de conmociones.



1.- No el lamento, entreguen júbilo poemas.

Todo el orbe es poesía. Todos los objetos, los sucesos, los hechos históricos del mundo y de la individualidad merecen ser expresados con el ojo crítico de la historia. Y más aún, a los hechos trivializados por la repetición es necesario darles proyección y lugar como hechos humanos trascendentes pero siempre con el ojo crítico de la historia.

La poesía integral aspira a una totalización, donde se amalgame el todo individual con el todo universal. Es decir, materia de un poema integral es la realidad acontecida y aconteciente; y que adviene en sucesos como expresión de los enfrentamientos de las clases en pugna. Esta materia se expresa en una emoción y sus efectos concomitantes; una idea y sus efectos concomitantes, y derivados llenos de energía movilizante.

Y en este punto cabe decir que el uso directo del tiempo, del espacio, de gente, de hechos que se protagonizan o no (estas son las épocas de la sinceridad) y también recuerdos, anhelos, sensaciones, necesidades, situaciones de todo nivel son sólo elementos de la materia de un poema integral.



2.-Los poemas en sí

Nos interesa la manera como es asumido el poema en todos sus aspectos y matices: estructura formal, sintaxis, etc., etc. Tiene que ser una creación absoluta. Todo poema en sí es una obra que vale por sí mismo. En cada poema es necesaria una forma diferente de decir las cosas. Y no es que se niegue o afirme la prevalencia de los contenidos sobre la forma o viceversa, sino que es necesidad urgente que los contenidos revolucionarios se expresen en formas revolucionarias.

Un poema integral intentará el entroncamiento de las reminiscencias y lo viviente en la particularidad proyectada a una generalización en base a una experiencia compartida a nivel de clase. La poesía integral hará aparecer la vida como es y como debe ser: ciclo continuo y totalidad indivisible que viene, va y se prolonga. Es decir, comenzar abriendo el poema y dejarlo abierto es consignar la Realidad. Es decir todo poema integral intentará postular el ritmo y el sentido del nuevo estilo de vida.

Entendido de esta manera, el poema no tiene fin, no concluye en tanto que la vida que genera no cese; su continuación está dada en la sensibilidad y en el conocimiento, y será reflejada en el plano de las relaciones humanas: De esta manera el Arte actuará como potencialidad transformadora, de esta manera el poema integral se ubicará dentro del contexto socio-histórico, eliminando el divorcio entre tiempo que se vive y problemática que se expresa, y se aproximará a la tierra intentando ser motivación para un cambio cualitativo.

Añado también, que un poema integral además de sus intrínsecos valores emotivos –sensoriales- imaginativos, debe tener un valor de eficiencia. Porque la asimilación de un poema integral es el movimiento permanente del mismo poema por el plano de la sensibilidad y del conocimiento. Además el poema al representar una sucesión de aspectos de la Realidad se convierte en una invitación o en un estímulo para un cambio cualitativo individual. Y esa invitación o estímulo es eficaz en tanto el escritor no falsee su materia y no mienta.



3.-El lenguaje

La ruptura en el plano lingüístico es fundamental, se trata de ubicar al lenguaje sencillo, popular, directo, duro y sano en la capacidad de expresar toda la energía de una experiencia latinoamericana en un lenguaje latinoamericano.

La tarea entonces, es la utilización de palabras vivas la revitalización de las palabras en estado de cáscara; y luego nos orientaremos a la aprehensión de lo “esencial-cotidiano” necesario para la enunciación de lo definitivo. La revelación de lo “esencial-cotidiano” y de lo efímero expresado en una alternancia continua producida por el tiempo y el espacio individual y ampliado por la consubstanciación, con la problemática común de los pueblos, es fundamental para la edificación del nuevo edificio verbal.

Y esto es tan fundamental como la guerra a las palabras fósiles, porque siendo nuestra principal preocupación la palabra, se quiere entonces palabras nuestras para poemas nuestros. Se quieren palabras nuevas, ideas nuevas para poemas nuevos.

El nuevo lenguaje será sencillo, directo, duro y sano. Hallará sus palabras en el habla popular, en el argot, en los giros populares y en la invención de nuevos términos. Y cuidado con el vocabulario de los oficios, con los modismos, con los refranes localistas: son viejos al nacer.

La nueva poesía latinoamericana debe ser instrumento de lucha contra los medios masivos de comunicación alienante que extravían y enajenan la identidad lingüística latinoamericana.

De otro lado: la cantidad de palabras fundamentales que tenía la poesía lírica para salvar la esencialidad de las relaciones humanas están siendo destruidas como nunca. La lírica que se valía de tales palabras no puede expresar ni abarcar la experiencia de este tiempo.

Y en esta época un lenguaje, un arte auténtico es aquel que logra transmitir una intensidad desalienante, que fortalezca y posibilite transformaciones.

Y en esta época y en esta lucha por un nuevo lenguaje, los diccionarios han perdido su valor significativo. Son inútiles para la creación. Y la semántica necesita un saneamiento.

Las palabras, los poemas se han escapado de los estantes, de los libros de las habitaciones; ahora caminan, viven en la calle, gritan, sudan, se caen de nuestra boca, aparecen al momento de nuestras relaciónes, en el acontecimiento que estalla al momento de nuestras relaciones, en el acontecimiento que estalla sobre una avenida a las tres de la tarde con mucha gente o en el suceso de las 12 de la noche con dos personas en un parque: A cada momento acontece un poema.



4.-Sintaxis

La poesía integral declara la guerra al sustantivo y al adjetivo negativos. Porque el adjetivo es el caballo de batalla de lo pasado, de la bella mentira, siempre mal usado es el adorno, el colorido, la fofa belleza, el revestimiento de viejo lenguaje. Guerra al adjetivo. Y ruptura con la bella mentira.

El adjetivo ha sido la categoría gramatical más prostituida, siempre ha obedecido a intereses antihistóricos de todo tipo. La poesía integral, como sintaxis esencial, usará al mínimo adjetivos.

Con lo que respecta al sustantivo, esta categoría recorre el mismo camino que el adjetivo negativo, por lo que estamos en contra de ambos. Pero se atribuirá la sustantivización a un elemento, cosa o hecho minimizado por intereses antihistóricos, llenándolos con contenidos vivos para colocarlos en el plano de la vigencia. Paralelamente se trata de desustantivizar los sustantivos negativos, todo esto con el objeto de revelar más aspectos de la realidad con el lenguaje popular vigente.

De otro lado es fundamental la vitalización de las imágenes, ritmos y palabras hasta el punto que puedan desplazarse y ser olidas, tocadas, agarradas.

Es necesario dinamizar el poema, darle una vida más ágil, un sacudimiento más elástico, un movimiento más plástico.

El poema integral estará escrito con palabras vivas, capaces de abandonar el papel y sumarse a la historia individual de cada uno y mejorarnos.

Es absolutamente necesario destruir la sintaxis tradicional. Y es preferible ser contradictorio a construir un ritmo lánguido o repetir una imagen pálida, un débil giro.



5.-Vida y obra

Todas las actividades de un poeta en su relación con los seres humanos debe ser la prolongación del acto creador, porque es necesario hacer de la vida una obra de arte y de la obra de arte un ente vivo generador de alegrías y fuerza constructiva. Un auténtico escritor que trabaje en poesía deberá escribir con toda su vida. Debe decir no a la ironía, al humor conciliador y apuntar hacia la conquista de una poesía no pequeño-burguesa.

Y cuidado con el subjetivismo, la complacencia, el ayayerismo, la panfletería. Porque siendo la experiencia de clase la que aportará el material y el campo de acción para el trabajo de un poeta, es necesario evitar la poesía de habitación, la que exprese problemáticas referidas a individualidades, a círculos amicales y familiares. Y caminar, caminar por las calles, las calles tienen un alarido permanente, es necesario escucharlo.

Decir adiós a esa tontería del “cuarto del poeta”, de “la casa frente al mar, “del jardín de los sueños”. Decir Adiós a la idiotez del romanticismo enervante. Y mucho cuidado con el baboso humor burgués y con el frívolo desplazamiento del gusto de la cretina clientela del arte: los que gustaban de la altisonancia y la palabrería hueca han dado su salto a la poesía que hace cosquillas.

Es necesario evitar los versos que buscan efecto, los poemas escritos con estos versos son poemas agotados en sus intenciones que sobornan, que preservan. Poesía hecha a ras de tierra, que relega la significación a un solo verso final. Eso se logra cuando: 1) cambia bruscamente el ritmo, 2) al afirmar o negar bruscamente lo que se venía exponiendo. Y es falso ese remate porque condiciona y premedita objetivos, busca conciliación y su construcción es fría y frívola.

De otro lado la experiencia latinoamericana del escritor latinoamericano no puede ser expresada en palabras que vienen huecas de otras literaturas ni aun con palabras vivas que sirve para expresar otras realidades. Y por supuesto no servirán los ritmos importados, ni es útil recurrir a viejas formas o arcaísmos o a un lenguaje alienado para expresar una experiencia actual

La prueba del fracaso al no expresar una experiencia latinoamericana en un lenguaje latinoamericano está en : 1) el retorno a las viejas formas y ritmos, 2) en el uso de un lenguaje arcaizante o alienado, 3) en el remedo obsesivo, y 4) en la vida alienada. Esto ha contribuido a una basta enajenación lingüística; por esa razón la creación de un nuevo lenguaje y un nuevo ritmo es la más grande tarea de los escritores de este tiempo. Y es fundamental porque sólo un nuevo lenguaje y un nuevo ritmo otorgará personalidad a la literatura latinoamericana.

Aparte de eso ninguno de nosotros debe permitir el insulto de una obra apócrifa, falsa y mentirosa, ni el insulto de una vida en donde la relación de hacer y decir no se cumpla.

La vida y la obra de un poeta debe ser un desafío, un reto permanente contra todos y contra todo lo antihistórico.

Hagamos hoy la poesía que escupa y estrangule a todo lo que obstruye e impide la realización total de un ser humano.

Y luego hagamos la poesía que apuntale esa realización.

Ambulatoria, pródiga y hacia fuera ASÍ QUEREMOS LA POESÍA. Porque la poesía sola, no existe, y si tiene que ser “hacia fuera”, es porque sólo de esa manera se da la vida: Uno es con uno solamente una mañana o una tarde, pero uno es con el mundo mañana, tarde y noche.

La poesía es de más de uno y de todo un pueblo.

La poesía se hace en contacto. Fuerte, poderosa y rebosante de energía que exprese la violencia y la rebase posibilitando un cambio, una transformación: así queremos la poesía.

Una poesía que sea el canto de lo objetivo-subjetivo vital, así la queremos.

Se trata ahora de escribir la poesía de la vida del pueblo en los términos justos en que se da esa vida, es decir vitalmente: Vivaz, vital y dinámica, con un ritmo ágil y fluyente y con un lenguaje directo, sencillo, duro y sano; así queremos la poesía que hará posible una nueva y auténtica comunicación que imponga “tensiones y rupturas y no coincidencias pasivas”.

ES TODO ESTO, ENTRE OTRAS COSAS LO QUE AL ARTE DE LA POESIA LOS NUEVOS POETAS LATINOAMERICANOS OFRECERAN.



6.-Estructura de un libro

Un libro de poemas actual estará formado por poemas totales que tienen la facultad de vivir solos, fuera del libro. A una creación le seguirá otra creación y no habrá necesidad de poner cordones temáticos o rítmicos entre uno y otro poema, todo esto con el objeto de clarificare la realidad, de entregar sólo lo auténtico.

El periplo: punto de partida y punto de llegada en un libro es artificial y más aún no obedece a un plan cíclico de creación.

La estructura tradicional o el agrupamiento de poema tras poema en la que cada uno es explicado por el anterior cayendo en la estupidez de lo que se llama el cancionero-poemario, es una progresión ilógica.

Los poemas integrales son un mundo abierto al iniciarse, y abierto hasta el último verso, no concluyen nunca. Y nadie que atraviese un libro de poemas integrales queda inmune e impune porque se sumerge a la Realidad. Y ésta no es un refugio para nadie.



7.-Para editar una revista

Júntense varios amigos, conozcan bien a dos o tres

entréguense confianza, asuman un papel de vanguardia, recuerden

que toda idea, todo esquema es un medio, nunca un objetivo;

manden a la mierda todo fin personalista,

escupan a todo deseo de notoriedad,

apunten bien y disparen.



8.-Para una nueva ética

El primer desafío de esta circunstancia histórica es concretizar la idea de la REVOLUCION. Todo lo demás está por debajo. No nos engañemos.

La idea más perfecta es estúpida y absolutamente innecesaria si no se concretiza. Y la medida de liberación de un hombre está dada por la asunción de la acción como única salida y por la encarnación de la apremiante necesidad del cambio que se manifestará con acciones que socaven lo establecido.

Dentro de una vieja sociedad la toma de situación y de conciencia por parte de un grupo de individuos es el Primer Acto Cultural de una Sociedad. Y ese acto primero será acechado, mediatizado, confundido, desvirtuado ante los ojos de todos por parte de los enemigos de la nueva ética. mantenerlo y orientarse hacia una amplitud más dinámica es otro desafío.

Porque definitivamente toda nueva actitud para que no se convierta en antihistórica requiere necesariamente una nueva moral y una praxis.

El avance del sub-hombre hacia el Hombre Real, y de éste al Hombre Nuevo se hará a través de esquemas, ideologías y sistemas que son y deberían ser siempre vías y nunca metas u objetivos finales.



9.-Otro sobre el mismo asunto

En el Perú un poeta tiene una biografía abundante y terrible; las maneras cómo llegó al arte, cómo luchó para mantenerse en él, cómo vive y cómo ha vivido formarán un documento sociológico explosivo.

Si dos o tres de estos jóvenes escribieran las experiencias de antes de sus años veinte se tendrían todo el amor y la furia necesaria para transformar el mundo.

En este país a los individuos les ocurre todas las experiencias humanas en una sola hora y con alternancia delirante. Y se vive teniendo el doble de la edad más la edad correspondiente.



10.-Hechos que no deben olvidarse

1) Imponte la tarea de escribir los poemas que jamás se hayan escrito.

2) Llena de palabras el sentimiento. Y llena de intensidad las palabras

3 Los poemas deben tener el olor del mundo y deban respirar como un ser vivo, un poema integral es siempre un operativo cultural.

4) Es necesario escribir el color azul, escribir la angustia, escribir la lucha, escribir el rectángulo, la violencia.

5) Nada reemplazará tu obra. Y nadie te reemplazará a ti.

6) Desprecia convenientemente todo lo antihistórico y escupe a la rigidez y a lo insulso.

7) Eres todo lo que supones y aun eres mucho más.

8) Ámate como amas a la audacia

9) Di la primera palabra. Y no te preocupes por la última.

10) No tienes el “no me toca” para nada.

11) Nunca serás demasiado joven para todo lo que se puede lograr.

12) Tu condición, tu edad, tu circunstancia no es una disculpa para nada.

13) Piensa como dos. Ama como tres. Y trabaja como cuatro.

14) Sé audaz pero mantente fiel a tu respiración.

15) Es posible lograr lo imposible. Hay el 100% de posibilidades.

16) Edita por lo menos una revista de poesía joven en tu vida.

17) Ten el coraje de ir a la mierda y ten el valor de regresar.

18) Si no hay un hombro donde apoyarse, apóyate en tu hombro.

19) El poema no quiere que lo saquen, el poema salir.

20) El que camina va en un solo pie. El problema es donde poner el otro. El que se detiene pone los dos pies y no es fiel a su respiración.

21) Eres indispensable como el aire.

22) Pon en dos minutos de palabras, los hechos de dos años de experiencia.

23) Evádete de tu nombre.

24) Tú siempre serás lo que se necesita.

25) Nunca se te va a terminar el amor. Prodígalo en tu mujer y bendícela, prodígalo en tu amigo y bendícelo.

26) Regálate y atrévete. Tu puedes. POESIA ES.



11.-FINAL

a) Aclaración

Un solo poema de este libro vale por seis docenas de prólogos como éstos.

Pero estas cosas las encontré en mi camino y yo las muestro (no quiero quedarme con nada), entrego, expongo estas cosas no por vanidad, ni engreimiento, sino fraternalmente, porque después o antes de todo, esto es una manera de diálogo franco y limpio. Y esta hipótesis es dinámica, y se moverá hacia una estética más revolucionaria, es decir, más auténtica.

b) Digo

Nuestras necesidades y objetivos son precisos pero no son fijos, son precisos enfrentados ante este tiempo, pero no son fijos en cuanto habrán de ser los mismos que tengan las vanguardias en otro tiempo.

Y en otro tiempo cuando desaparezcan las vanguardias, nuestras necesidades y objetivos serán los mismos que tengan las grandes mayorías.

c) Desafío.

Sigue. Pero diferente.



Julio-70

* Juan Ramírez Ruiz (Chiclayo, 1946), fundador, con Jorge Pimentel, del Movimiento Hora Zero, tiene publicados: Un par de vueltas por la realidad (1971), Vida perpetua (1978) y Las armas molidas (1997); es uno de los más conspicuos escritores de la Generación del 70.







El Movimiento Hora Zero



Palabras urgentes



En esta época llena de desfallecimientos y omisiones la toma de situación y de conciencia es ineludible. Y esto se edita a consecuencia de la necesidad de manifestarnos como hombres libres y como escritores con una nueva responsabilidad, con una nueva actitud ante el acto creador, ante los hechos derivados de una realidad con la que no estamos de acuerdo.

Hora Zero quiere significar este punto crucial y culminante que vivimos. Y es también un punto de partida. Desde aquí empezamos a deslindar las situaciones literario-políticas del país.

Hemos nacido en el Perú, país latinoamericano, subdesarrollado, hemos encontrado ágiles ruinas, valores enclenques, una incertidumbre fabulosa y la mierda extendiéndose vertiginosamente.

De un lado los jaleos políticos, domésticos, con sus líderes torpes e ignorantes y de otro lado la sucia y poderosa mano del imperialismo norteamericano manejando a estos y desquiciando la voluntad de un pueblo.

Todo aquello ha hecho la hora irrespirable, ha sofocado a muchos hombres, ha hecho cómplices a otros de muertes innecesarias. Y ha convertido a este lugar en un país de culpables. Se nos ha entregado mucho para construir, pero la medida de nuestra construcción está dada por la cantidad de escombros que podamos aniquilar.

Ante esto, compartimos plenamente los postulados del marxismo-leninismo, celebramos la revolución cubana. Estamos atentos a lo que este está haciendo en el país.

Queremos cambios profundos, conscientes de que todo lo que viene es irreversible porque el curso de la historia es incontenible y América Latina y los países del Tercer Mundo se encaminan hacia su total liberación.

Que se cojan entonces las segadoras, que se limpien los escombros.

De otra parte en lo que respecta a la otra labor que nos corresponde, fundamentalmente nos preocupa lo que le ocurre a un hombre solo y las cosas que le ocurren a todos los hombres juntos.

Creemos impostergable el deber de expresar las circunstancias presentes sin contemplaciones, porque es hermosa y ardua la tarea que abarca ser sincero con uno mismo. Siempre ha sido fácil establecerse en lo que hoy está hecho, en plan de observador indiferente que se omite. Pero ahora es preciso propiciar los hechos participando en su realización.

Debemos decir que la crítica en el Perú y en la mayoría de países latinoamericanos está ejercida por escritores fracasados en otros géneros, y si a esto se añade una ignorancia descomunal, el resultado de estas contingencias suele ser espantoso. Se ejercita el silenciamiento, la confusión, la venganza política, la degradación perversa.

Todo esto convierte a gran parte de la crítica malévola y apoteósicamente irresponsable . Pero tal cosa no nos preocupa básicamente.

La poesía en el Perú después de Vallejo sólo ha sido un hábil remedo, trasplante de otras literaturas. Sin embargo es necesario decir que en muchos casos los viejos poetas acompañaron la danza de los monigotes ocasionales, escribiendo literatura de toda laya para el consumo de una espantosa clientela de cretinos.

Sabiendo todo esto --y ya es necesario que alguien lo diga-- es posible entender la deserción por parte de varios poetas de la generación del 50 (W. Delgado, Eielson, etc., etc.) y del 60, como los jóvenes que llenan los cafés de Lima o inflan la burocracia. Y también explicarse la opinión de otros, que sostienen que la poesía no cumple ningún papel en el cambio: Sologuren, A. Cisneros, etc., etc. Y es además entendible la estúpida posición de F. Bendezú y otros, quienes se esconden detrás de la denominación de poetas líricos e inefables. ¡A estas alturas!

De otro lado (y ya es necesario que alguien lo diga) es posible el surgimiento de formas poéticas incipientes, débiles o arcaicas de gente como: Corcuera, Orrillo, Lauer, Naranjo, Calvo, Ortega, Martos, P. Guevara, Valcárcel, Rose, Scorza, Bendezú, Romualdo, etc., etc. Y aún hay otros, como Manuel Velásquez, hombre lúcido, aniquilados quizá para siempre por una burocracia monstruosa.

Todo esto nos lleva a una conclusión: ellos no escribieron nada auténtico, no emprendieron ninguna investigación, no descubrieron ni renovaron nada. No hubo creación.

La poesía mal denominada social fue practicada hasta la fatiga por una ruma de histéricos insustanciales, perdidos en gritos inconsecuentes, y negada totalmente por sus formas de vida, influenciados por Blas de Otero, Rafael Alberti y los poetas de la guerra civil española, influenciados éstos a su vez por Vallejo. Se produce aquí la vuelta a América del poeta de Poemas Humanos, mal digerido, mal imitado a través de esa masa de irresponsables.

Martín Adán, su tenaz hermetismo y su vuelta a las formas clásicas no tiene ninguna justificación histórica, ni tampoco se ajusta a estos tiempos ni a esta realidad la manera como trata los elementos con que labora su poesía.

Belli, siguiendo intermitentemente en un círculo formal, sólo ha encontrado un esquema al que retorna infatigablemente. Sin embargo no hay tampoco ninguna justificación histórica para su retorno a las fuentes españolas de siglos pretéritos cercanos al Siglo de Oro.

Heraud entregó convincentes muestras de un talento en pleno despegue. Un creador auténtico detenido por la violencia irracional e injusta del sistema.

Nuestra respuesta ante esto es afirmar que sólo una gran poesía, una poesía que no invite a la conciliación ni a pacto con las fuerzas negativas, una creación absoluta, contrarrestará la debacle de la poesía peruana contemporánea.

Actualmente un solo poema auténtico se trae abajo un libro o la obra de poeta vivo o muerto.

Y es aquí donde los nuevos clásicos nacerán. Aquí en los países sudamericanos.

Nuestra sólida respuesta a las omisiones y a la farsa es afirmar que la literatura, en especial la poesía, consolida la posibilidad de comunicación entre los hombres y fundamentalmente en estas épocas su papel más honesto y más responsable es proponer, esclarecer y “infundir la fuerza y la alegría”.

Todas aquellas generaciones bastardas han encontrado este panorama que hoy hallamos y con su silencio, su cobardía y su reverenda flojera para la investigación o el estudio les ayudó para que nada cambiara. Sólo se hizo el leve intento de escribir poesía efectista a consecuencia de masturbaciones mentales, de lucubraciones, de gritos histéricos o cosquillas para contentar a los burgueses al momento de la digestión.

Los nuevos (tuertos entre ciegos) que hoy forman parte de los viejos nos han entregado lo siguiente:

Hinostroza un vasto muestrario de sus influencias, de sus hábiles jugadas de mano. Aún así Consejero del lobo, su libro primigenio, anuncia la posibilidad de una voz importante.

Carlos Henderson sólo ha logrado un hallazgo: Los días hostiles. Es otra posibilidad en medio de la debacle.

Lauer y Cisneros perdidos en el círculo de la problemática burguesa, oscilando dentro de un intelectualismo helado y estéril. Y otros “jóvenes” dentro de pueriles rezagos románticos o los propósitos de atrapar la realidad a partir de una experiencia personal, dejando de lado la experiencia de clase que hoy pospone a ese remanido movimiento de muchos años.

Frente a esto nosotros proponemos una poesía viviente. No queremos que escape nada a nuestro trayecto de hombres momentáneos en la vida. Todo lo que late y se agita tiene derecho al rastro. No queremos que se pierda nada de lo vivo. Proponemos una poesía “fresca”, que se enfrente con nosotros.

Y además para la labor poética proponemos orgías de trabajo. No se puede hacer poesía en este tiempo sin poseer una nueva responsabilidad frente a la creación, porque el estudio es inevitable, intenso y serio. Creemos también que el acto creador exige una inmolación de todos los días, porque definitivamente ha terminado la poesía como ocupación o jobi de días domingos y feriados, o el libro para completar el currículo. Definitivamente terminaron también los poetas místicos, bohemios, inocentones, engreídos, locos o cojudos.

A todos ellos les decimos que el poeta defeca y tiene que comer para escribir.

Necesario es, pues, dejar las nubes en su sitio. Si somos iracundos es porque esto tiene dimensión de tragedia. A nosotros se nos ha entregado una catástrofe para poetizarla. Se nos ha dado esta coyuntura para culminar una etapa lamentable y para inaugurar otra más justa, más luminosa.

Y somos jóvenes, pero tenemos los testículos y la lucidez que no tuvieron los viejos. Tenemos también un poderoso deseo de permanecer libres, con una libertad sin alternativas, que no vacile en ir más allá, para que esto siga siendo lo que es: un solitario y franco proceso de ruptura.



Juan Ramírez Ruiz y Jorge Pimentel

Por su importancia histórica y literaria, publicamos en esta página el documento que antecede que, en gran medida, viene a ser la partida de nacimiento del Movimiento Hora Zero.


--------------------------------------------------------------------------------

PALABRAS URGENTES (2)

Novecientas palabras libres





T

odo debe estar expuesto al aire de los días para que cada cosa sea recortada por la luz del sol. Por más dolorosas que sean ciertos hechos es necesario que se conozcan si con ellos se abren nuevas perspectivas a la realidad. Decir la verdad es revolucionario, había escrito Gramsci en las paredes de su celda y desde esas paredes la profunda verdad de esa frase sale al encuentro de nosotros. Pues es cierto que nada fructifica jamás sobre la mentira.



Hace unos años (1971) un grupo de jóvenes irrumpió de pronto en esta sala sacudidos por una auténtica indignación moral. Protestaban contra este lugar y contra los actos que aquí se desarrollaban, a espaldas de la realidad del país. De ese tiempo a esta `parte muy pocas cosas han cambiado en esta realidad. Por ello resulta patético que sea este mismo lugar, ahora, el escenario donde se celebra lo que sus actores denominan “una década de rebelión”.



¿Qué ha pasado para que la universidad peruana, la primera institución proveedora de la cultura oficial, institucionalice a partir de este momento lo que fue un movimiento revolucionario?



La inconsecuencia, la confusión, la inconciencia han deformado lo que quiere seguir llamándose Hora Zero desde hace ya tres años. Deformación que alcanza a aquello que sus enemigos de ayer atribuyeron al movimiento original como objetivo : llegar a través de otras vías al establihment cultural.



Esta ceremonia confirma una involución de una forma de pensamiento libre y revolucionario. Confirma el usufructo para fines personales de un proceso colectivo que tenía como ideal supremo la objetivación en la historia de las aspiraciones más profundas del espíritu humano: el amor, la libertad, la Poesía.



Por ello, repito, esta ceremonia institucionaliza un simulacro de dicho proceso. Simulacro que despliega ahora su espectáculo más apócrifo. Celebran la “segunda fase” (1977-80) que irresponsablemente han convertido en antípoda del proyecto original.

El “Hora Zero” que celebran no es el movimiento de la revuelta total que encarnaron 60 jóvenes. No es el movimiento que desencadenó acciones en todas las regiones del país. No es el de la descentralización cultural. No es el movimiento de Jorge Nájar, José Cerna, Feliciano Mejía, Rubén Urbizagástegui, Elías Durand, Julio Polar, Julio Dávila, Bernardo Alvarez, Ricardo Oré, etc., etc.



No es el movimiento de Isaac Rupay que inmoló su noble juventud en nuestro proyecto.

No es el movimiento de las cuatro expresiones artísticas: poesía, narración, teatro, pintura.



No es el movimiento.





F

rente a ello, como fundador de Hora Zero, como autor de todos sus manifiestos, como autor de su proyecto que asumo plenamente, reivindico el verdadero espíritu de este movimiento y lo separo de este celebración espuria que constituye su negación.



Reivindico sus objetivos de fundación cuyos puntos principales cito:



· La abolición de la literatura y el arte como institución burguesa a través de: a) la decodificación de su teoría y praxis y la exposición sistemática de sus mecanismos, los cuales -de manera sui géneris- prolongan el sentido administrado por la sociedad capitalista. B) la descentralización de la producción y la socialización de la cultura. C) la reformulación de las expresiones culturales populares proscritas por los criterios occidentales del arte. d) la fundación de un pensamiento estético autónomo que parta de las condiciones de nuestra realidad. E) el desencadenamiento de potencialidades creadoras, aperturando así posibilidades para que la experiencia estética sea una vivencia cotidiana de nuestro pueblo.

· La cualidad maravillosa del trabajo colectivo, que por ser hecho sin egoísmo, sin vergüenza y sin deseos de propiedad libere las energías más puras de la imaginación.

· El rechazo versátil pero siempre rotundo a los cantos de sirena –cualquiera sea su melodía- del establishment en el arte y en la vida.

· Los esfuerzos por la liberación de los tormentos que parece la conciencia en el interior de la Historia y de su propia condición.

· La voluntad de aventura, el placer de la exploración, los frescos y turbadores relámpagos del descubrimiento, el estudio sistemático, tenaz, fervoroso y arriesgado de los movimientos profundos de la vida interior.



Reivindico la producción de modelos de proyectos de vida alternativos para liberarnos de la pesadilla múltiple del colonialismo.



Reivindico la intransigente voluntad de propiciar micro sociedades revolucionarias al interior del orden capitalista.



Reivindico a los que se niegan y se negaron a compartir irresponsablemente el festín de la vida que el orden ofrece a unos pocos; a quienes se les ofrendó el primer acto del movimiento Hora Zero.



Reivindico el Hora Zero d los que fueron despedidos de sus centros de trabajo por la única razón de pertenecer al movimiento; a los que dejaron profesiones, títulos universitarios y abandonaron –apasionados por la libertad- los caminos que conducen a la comodidad que ofrecen todas las carreras, incluso las literarias.



Reivindico la tarea de edificar nuestra identidad. Lo que en otras palabras significa participar creativamente n la tarea de objetivar en la historia la alternativa revolucionaria que encarnan obreros y campesinos.



Reivindico a los que no quieren “subir”. Reivindico a los que quieren abrir caminos.

Nada de esto es lo que aquí se celebra.



Se celebra el “Hora Zero” –caja de resonancia de las carreras literarias de los paterfamilae, reblandecidos precozmente por la treintena y que ahora acuden para que desde la cátedra se viertan los baldes de agua helada sobre el ardor de sus veinte años traicionados.



JUAN RAMÍREZ RUIZ



(Distribuido en el Salón de Grados de la Casona de San Marcos el 28 de agosto de 1980)