domingo, 28 de septiembre de 2014

MADELEINE OSTERLING O EL KU KLUX KLAN

MADELEINE OSTERLING O EL KU KLUX KLAN

Madeleine Osterling. Foto: El Comercio.

Madeleine Osterling aparece comúnmente en la racista, pestilente y vomitiva revista Cosas, y veranea, cuando está en el Perú, en el elitista club náutico de Asia  u otros de su especie, donde no se juntan el agua con el aceite; o sea, los que tienen plata con los que no tienen plata. Pero, es, además –y esto es lo que nos importa ahora–, candidata a la alcaldía de san Isidro por el “partido” lumpen más hediondo de la historia peruana: Fuerza y no qué cuantos más  (ya no sabemos ni qué nombre tiene ahora, porque el fujimorismo cambia su careta, como un camaleón, de acuerdo a las circunstancias y de acuerdo al clima político).

Curiosamente, en estos días de chanfaina electoral, farsa democrática y cretinismo politiquero, nos hemos sorprendido de los disparates, despropósitos y sinsentidos que salen de la boca de esta “señora regia” (heredera de un linajudo clan político-minero), y, sobre todo, esa imagen mormoniana y cuasi angelical de querer convertir a su distrito en una especie de edén, paraíso o Shangri-Lá. Y hasta ahí no tenemos nada qué decir. Total, los exabruptos son una característica natural de los mamíferos políticos, solo observar que los casos patológicos y las aberraciones mentales pueden, por alguna ley de Murphy, convertir a un extraterrestre en alcalde.
De este modo, la Osterling (hija del finado ultraderechista recalcitrante Felipe Osterling Parodi y Josefina Letts Colmenares, hermana del magnate minero Roberto Letts, también fallecido), ha salido al frente para defender a los suyos, los empresarios y la gente de bien (estamos pensando en esos diez multimillonarios peruanos fichados por la Forbes), y pararse fuerte frente a la indiada, los cholos, los negros y demás ciudadanos de segunda, tercera  y cuarta categoría que le quieren “invadir” sus propiedades y respirar de su aire. (Seguro se habrá dado cuenta de que en Japón ya venden aire enlatado para la gente in). Habrase visto. “San Isidro para los sanisidrinos”, dice a voz en cuello. ¡Basta ya!, porque “en San Isidro no hay analfabetos; vive gente que ha tenido acceso a la educación, alimentación. Y la mejor calidad de vida está en este distrito. No hay derecho que los sanisidrinos no tengan un gran pulmón verde, un gran parque a dónde concurrir los domingos, los feriados o el día a día”.  (¿Alguien le podría decir a esta señora que no vive en Dubai, Montecarlo o, siquiera, en Las Vegas?)
Pero lo peor fue lo que dijo en televisión abierta donde, prácticamente, intenta salir a cazar indios con escopeta en mano –como hace el gobernador de Arizona, Rick Perry, con los inmigrantes mexicanos– y derrumbar un colegio recién remodelado en 2010, por el simple hecho, realidad cruel, que los 1800 alumnos que estudian ahí no son de la zona y son de orígenes humildes, al igual que los 80 profesores; y, por lo tanto, no cuentan para nada: “En el lugar donde está el colegio Alfonso Ugarte podría hacerse una torre de estacionamientos inmensa o quizá hacerse un centro empresarial. ¡La mayoría de niños no vive en San Isidro! Tienen que tomar uno o dos carros. El Ministerio de Educación con esos fondos podría hacer varios Alfonso Ugarte en diferentes distritos. O sea, no tiene mucho sentido tener un colegio nacional en la zona financiera de San Isidro”.
Pero hay un par de datos que la cultura del Manual de Carreño y el Dedo Meñique de esta señora no ha tenido en cuenta o intenta contrabandear. Primero, según se sabe, por esta gran unidad escolar pasaron los escritores José María Arguedas (como profesor) y J.E. Eielson (como alumno), entre otros. Suficiente para convertir en intangible este lugar. (Quizás, por personas tan miserables, como la Osterling, Arguedas se suicidó y Eielson se largó a vivir a París). El segundo dato es que en este colegio estudió el reptil Alberto Kenya Fujimori (líder del partido de la Osterling) y esto, sin ser conspiranoicos, podría ser un pedido especial para acabar con un colegio emblemático en la historia peruana desde su fundación en 1927 por Augusto B. Leguía y su reinauguración, como gran unidad escolar, en 1952, por Manuel A. Odría.

Después de todo, lo que queda claro es que esta vez, Madeleine Osterling –la ex abogada de Telefónica y miembro principal del bufete Osterling que defiende a las grandes mineras–  sí cruzó la acera; un poco más y quiere ponerle murallas a su distrito y retornar, como sea, a la época del feudalismo o a la esclavitud, imponer un apartheid solapa o salir con su cucurucho, al modo de los kukluxklanistas, para desaparecer a quienes no tengan la piel blanca o no cuenten con los recursos para vivir en San Isidro porque, como ella dice, es “supersencilla”, una mujer del pueblo que practica tenis en su casa, tres veces por semana, con un entrenador particular y le prepara un sándwich a la señora que viene, por las tardes, a acicalarle el pelo. (Sic).
Y es que, a no dudarlo, el Perú, entre la izquierda almagrista y la derecha pizarrista, avanza al despeñadero.
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Author: Rodolfo Ybarra
Rodolfo Ybarra
Rodolfo Ybarra. Ha estudiado matemática pura, física, electrónica y comunicaciones. Ha publicado una veintena de textos entre novelas, cuentos, poemarios y ensayos. Ha dirigido un programa de televisión de contracultura y política, y editado revistas y fanzines. Se expresa también vía el vídeo y la música. Desde el 2007 maneja el blog www.rodolfoybarra.blogspot.com.
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¡NO JODAN A LUCIANITA LEÓN!

¡NO JODAN A LUCIANITA LEÓN!

Lucianita León no solo es una de las congresistas más jóvenes del Perú, sino que, aparte de su belleza natural (“el alma es la forma del cuerpo”, decía santo Tomás de Aquino), gran personalidad, deslumbrante inteligencia, es también una mujer de trabajo y, sobre todo, de ahorro, de esfuerzo y sacrificio sobrehumano. Quizás los bancos o las financieras están pensando, ahora mismo, en ponerla de imagenfrontwoman y no harían mal, pues esta mujer que lo tiene todo: una gran familia, un gran padre, viajes, ropa de marca, alhajas de diseñador, etc., ha logrado comprarse, con su propio esfuerzo, en casi un año, un par de casas con cuatro cocheras (suponemos que para cuatro autos de lujo y últimos modelos) y todo dentro de la transparencia y el orden democrático, pues, es, además, un personaje público de reconocimiento internacional (según Play Boy es la quinta política más sexi del mundo), que expone y nos refriega en la cara, con todo derecho, su vida franciscana y sus penitencias en este país de cartón piedra.

Por lo tanto, todas las mujeres (y hombres) de esta nación deberían de tener de ejemplo a Lucianita León, esta mujer que vale oro, plata y diamante, y que nos enorgullece en lo más hondo de nuestro ser. Y no haría mal el Estado al proponerla como ministra de economía o, mejor, como premio Nobel de economía, pues sus innatas habilidades para manejar los recursos monetarios (¡herencia genética?), incluso más allá de toda lógica y razón, han dejado pasmados a medio mundo. Se rumorea que muchos economistas de renombre (Hernando de Soto y su Otro Sendero quedaron humillados) han pedido audiencia para conversar con nuestra lideresa aprista; pues, el Apra nunca muere, compañeros. (Alan vive y vivirá, por los siglos de los siglos, bajo el manto protector del Cristo Corcovado de Chorrillos). No olvidemos nunca que nuestra Lucianita león juramentó cuando fue investida como parlamentaria: “Por Dios, por la patria y por el cumplimiento de los ideales de Víctor Raúl Haya de la Torre.” (sic).
Quizás, para comprenderla en su verdadera dimensión, habría que revisar, un poco, sus humildes antecedentes que van desde que estudió en el colegio Villa María, ubicado en los cerros del asentamiento humano La Planicie y, luego, pasó por la proletaria Universidad de Lima. Y sus modestos almuerzos, porciúncula incluida, en restaurantes de mala muerte como el Nobu de Nueva York, de propiedad de Robert de Niro, donde iba con su novio chileno. Y, también, cómo olvidar, el respaldo incondicional de su señor padre, el ex diputado y ex ministro de pesquería Rómulo León, que tuvo un pequeño altercado con la justicia, nada importante de verdad, solo cuestiones de tráfico de influencias y algún dinerillo mal habido, siempre necesario en estos tiempos de crisis. (¡Cómo no entenderlo?). Razón por la cual, Lucianita le mandó un emotivo y amoroso email que decía: “Papito, estoy para apoyarte”. Frase que podría inspirar cualquier libro sobre la unión familiar, autoayuda o relaciones humanas. Y que nos trae a colación aquel pensamiento de Mozart que dice: “en el cielo, directamente después de Dios, viene un papá.”
Por todo ello, el Perú entero, especialmente los menesterosos, los muertos de hambre y, demás sin casa, que ni siquiera tienen zapatos o dientes, incluso los tullidos, tienen que ponerse de pie, respirar hondo y aplaudir a Lucianita León, nuestra nueva Máter nostra, sin pecado concebida; nuestra lideresa inmaculada, santa y purísima; nuestra nueva diosa de la economía, financias y producción; nuestra Eva Perón rediviva; nuestra María Antonieta de esta Lima y Perukistán de ratas sarnosas, perros esqueléticos y gallinazos sin plumas.
 931 11 1 949
Author: Rodolfo Ybarra
Rodolfo Ybarra
Rodolfo Ybarra. Ha estudiado matemática pura, física, electrónica y comunicaciones. Ha publicado una veintena de textos entre novelas, cuentos, poemarios y ensayos. Ha dirigido un programa de televisión de contracultura y política, y editado revistas y fanzines. Se expresa también vía el vídeo y la música. Desde el 2007 maneja el blog www.rodolfoybarra.blogspot.com.
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martes, 23 de septiembre de 2014

UN BODRIO LLAMADO "PERRO GUARDIÁN"

UN BODRIO LLAMADO “PERRO GUARDIÁN”

El cine peruano no existe. Lo que hay es una especie de mala imitación de fórmulas ya usadas, clichés de películas y alegorías inexistentes de lo que es en realidad el séptimo arte. Y “Perro Guardián” –de los publicistas Bacha Caravedo y Chinón Higashionna– es, antitéticamente, todo eso y más –o menos–, un filme donde todo es copiado o hurtado de otros (principalmente “Los Visitantes”, de E. Kazan; “Taxi Driver”, de M. Scorsese; “Rambo”, de Ted Kotcheff;  “Léon: The Professional”, de L. Besson, etc., pasando por “Terminator”, de J. Cameron y acabando en “Robocop”, de P. Verhoeven).

Un guion flojo donde el personaje principal no habla o no puede, donde personajes y actores con más carácter son relegados (¿qué pasó con “el Jaguar” Juan Manuel Ochoa?, él pudo hacer perfectamente de “Perro” y, quizás, hasta Miguel Iza hacía un mejor papel) y donde el peso sonoro recae en los personajes secundarios y sobre la música ambiental a modo de video-clip, la misma que también es vacua,  y con ánimos de protagonismo, y, por ratos, devela sus raptos en Jean Michael Jarre, John Cage o la bulla salida del theremin. (Lo siento, Pauchi Sasaki, pero no solo se trata de hacer música, también se trata de sostenerla racionalmente, de explicarla y de precisarla tanto en el pentagrama como en las entrevistas. Ver:
Y donde las imágenes sombrías de la ciudad, a modo expresionista, Lima-La Victoria y su panza de burro o de rata, las combis, la gente de a pie, los miserables, los pastrulos y los que sobreviven como pueden, terminan por convertirse, de forma involuntaria, en un atractivo que supera, largamente, al de los personajes principales.
Sobre la trama, hay que precisar que las matanzas de la época fujimontesinista no eran arranques de locura o desvaríos de unos cuantos, sino una forma organizada del crimen. El grupo Colina asesinaba sistemáticamente porque había planes digitados, órdenes directas de los altos mandos y del tirano Alberto Fujimori, y porque había partidas económicas, dietas, para solventar sus gastos.
No es creíble, pues, que el personaje “Perro”, quien, supuestamente, padece el “síndrome de Vietnam” (patología psicótica derivada de la guerra), mate con el cuento “ético” de acallar a los que querían “echar” a sus compañeros (hecho que se repite, erróneamente, en muchos casos de la novelística y cuentística peruana).
O sea, un loco suelto con alguna idea principista, una especie de mono con metralleta con un dogma en la sesera, que, en cierto momento, ve la luz al escuchar al “Apóstol”, líder de una secta evangélica (Reynaldo Arenas), y que, para bien de todos, encuentra la redención: “¿Sabes cuál es la diferencia entre un asesino y un justiciero? Pues, que el justiciero siempre busca las razones por las cuales mata”. Y esa frasecita termina por librarlo de sus pesadillas para entregarse a otras donde dios, y toda una feligresía con biblia en mano, le enseñará el camino de la salvación. Tal y como se lo mostró el “Apóstol”, que en realidad es un ex-militar asesino y, ahora, predicador de la “palabra de dios” y cuyas memorias escritas en un cuaderno, próximas a publicarse, amenazan el orden de la mordaza.
En este culebrón ideático con aires fanático-religiosos, el traidor termina siendo el aspirante a pastor, encarnado por un Ramón García acartonado y con demasiada base o polvo de maquillaje en el rostro, quien, por supuesto, en una escena avisada, es muerto a tiros por “Perro”. El papel de la sobrina, interpretado por una regular Mayra Goñi, pudo haber sido explotado con mayor inteligencia y habilidad, alejándolo, de repente, del modo del “Léon: The Professional”, donde el asesino y la niña –símbolo de la pureza y, a la vez, “daño colateral” – huyen de la mano. El erotismo adolescente a lo Lolita de Nabokov, tropieza con el personaje central, incapaz de decir nada [imaginamos que un Carlos Alcántara mudo era mucho más fácil de convertir en “héroe” psicodramático; Arnold Schwarzenegger ha llegado incluso a ser gobernador  (Governator) de California hablando poco o casi nada y cuyo epítome podría ser la frase de De Gaulle: “El silencio es el arma definitiva del poder”]. Y al final, la adolescente, sin familia y sin mayores antecedentes ni recursos, escapa con el asesino, el mismo que aprovecha el camino para quemar, en plena carretera, las huellas y vestigios de sus tropelías.
Los movimientos de cámara no corren ningún riesgo, son lineales, todo está hecho con una plantilla de zapato; al igual que la edición, al parecer, hecha para un producto que se puede comprar y vender en los mercados y, por ello, aburre y cansa, pese a sus 88 minutos de duración; aunque es de destacar que esos vacíos gratuitos de la película invitan a la reflexión, pero una reflexión maniquea por el poco interés en escarbar sobre el tema de los grupos paramilitares en la reciente guerra interna Y eso que los directores cuentan que se han basado en el libro Muerte en el Pentagonitoy las confesiones del criminal Jesús Sosa. Al final, la lectura epidérmica y la no comprensión del tema, obligan a los cineastas debutantes a crear personajes bastante distantes de la realidad donde la impunidad es cubierta por un arrepentimiento cristiano, cánticos y aleluyas, pero sin mayores actos punitivos al menos en lo que se refiere a carcelería y leyes. Y por ratos, da la sensación de estar viendo a un personaje de video juego que gana puntos matando gente y obtiene un campo de fuerza cuando se acerca a “dios”.
Salvo un par de escenas con tufo kafkiano, donde se pudo explotar el monólogo interior, quizás al estilo de Tomás Gutiérrez Alea y sus Memorias del Subdesarrollo o, siquiera, Josué Méndez y sus “Días de Santiago” –sobre todo, cuando “Perro” golpea al lumpen pedigüeño en plena calle y cuando deja entrar en su habitáculo a su vecina, pobre y prostituta, que viene a pedir agua y le muestra la gotera que tiene en el techo donde ha pegado hojas de biblia–, poco es lo que hay que resaltar en esta película que demuestra, una vez más, que nuestro cine nacional no existe o está camino a convertirse en un plagio grotesco y permanente del cine norteamericano con pincelazos de Tarantino, Robert Rodríguez y demás supuestos outsiders de Hollywood y su máquina consumista; o cultivadores del cine negro, al sachaestilo de John Huston, Chabrol, Brian de Palma o Coppola,  etc., como es el caso aspiracional de Perro Guardián. Y, por lo visto, sin mayores pretensiones que captar al público o arrear, a la fuerza, al ganado cinemero y sentarlo a chacchar maíz pop corn; embutirse Coca Cola y tragarse un culebrón que lo aleje de la realidad a cambio de una ficción que rezuma mediocridad y conformismo a raudales.
Por cierto, como era de esperarse, Perro Guardián no ganó ningún premio en el reciente Festival des Films du Monde de Montreal en el que estaba nominada en cinco categorías.
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Author: Rodolfo Ybarra
Rodolfo Ybarra
Rodolfo Ybarra. Ha estudiado matemática pura, física, electrónica y comunicaciones. Ha publicado una veintena de textos entre novelas, cuentos, poemarios y ensayos. Ha dirigido un programa de televisión de contracultura y política, y editado revistas y fanzines. Se expresa también vía el vídeo y la música. Desde el 2007 maneja el blog www.rodolfoybarra.blogspot.com.
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