Imagina que Lennon no fue asesinado por Chapman en el ochenta. Imagina que Lennon aún vive en Nueva York, semi oculto, en el edificio Dakota, aislado de la protesta y los movimientos sociales. Separado de la dominante Yoko Ono y hecho al sistema, Lennon convive con su mala conciencia y tiene a Halle Berry como amante. Imagina ahora que Lennon está a punto de ser premiado por MTV, pero de pronto es visitado por un antiguo camarada, corrido por el FBI y la CIA, acusado de apoyar a las huestes de Bin Laden y de promover la construcción de una mezquita en el lugar en donde antes se erigían las Torres Gemelas. Imagina, para mayor Inri, que a quien matan es a McCartney y que su victimario, un japonés fanático de Mishima, Kawabata y Akutagawa, alega brillantemente en su defensa, que él no eliminó a McCartney, sino al impostor que desgració la música del egotista Paul.
Éste es letras más, letras menos, el argumento de “Karma instantáneo para John Lennon”, una novela experimental, atípica en nuestro medio. Atípica porque, si no recuerdo mal, ucronías en el sentido de lo que ha hecho Arturo Delgado Galimberti, resultan inéditas en la literatura peruana última. Experimental porque el espíritu inquieto del autor, aletargado por la rutina, pega un salto y quizá pese a él mismo, logra que KIPJL remonte hacia espacios que trascienden de lejos el rock y la parafernalia de quienes habitan Beatlelandia.
Es que Arturo Delgado Galimberti ha debido viajar a un punto en el pasado, modificar la historia y recrear a un Lennon working class hero, al Lennon anti-beatle, prisionero de un grupo de rock producto de la mercadotecnia y del judío Epstein, un Lennon que declaró alguna vez que “todos los músicos de rock somos unos bastardos, pero los Beatles éramos los más bastardos de todos y de los Beatles yo era aún más bastardo que nadie…”, a aquel muchacho sub-proletario británico que cantaba “te drogan con religión, sexo y tele, y tú te crees tan listo, independiente y libre, pero a mí me parece que sigues siendo un jodido ordinario, un héroe de la clase obrera es algo que debes ser” y para hacer creíble al personaje ha debido recurrir a teorías conspiranoicas odiadas por la fanaticada beatle (como la de William Campbell, el impostor que usurparía el puesto de McCartney, desde que éste sufriera un mortal accidente de moto) y a otro ícono de la contracultura actual, Daniel Estulín, autor del Club Bilderberg.
Muertos supuestamente los ideales y aceptada mundialmente la globoidiotización, ni el propio John Lennon se salva del pasotismo ideológico. Pero he aquí que después de veinte años un viejo conocido de Lennon, reaparece. Tariq Alí, de la mano de un niño negro de labio leporino, encabeza a un grupo de intelectuales anti-sistema, entre los que sobresale un sudamericano llamado Gianetti —alter ego de Delgado Galimberti— que es quien en última instancia declama un brillante alegato y logra que míster Lennon acceda a abandonar su indolencia y acompañe a los protestantes en una manifestación contra la secuela de persecuciones desatada tras el 11-S y Al Qaeda, pese al riesgo de ser incriminado por la administración Obama.
Así, el autor nos muestra a un verosímil John Lennon impactado por el discurso de un intelectual sudamericano rebelde, sensibilizado por la pobreza extrema de un niño negro que vaga en el Central Park (pobreza extrema reflejada en el labio leporino, infancia desdichada ante la cual la infancia del propio Lennon le parece a él mismo un paraíso), un Lennon motivado por el intelectual árabe, compañero de los viejos tiempos, quien pese al paso de los años no arredra en su lucha contra el sistema capitalista y la injusticia que de éste deriva.
Ésta es la ucronía, la historia alternativa, que propone novedosamente Arturo Delgado en KIPJ. Veamos algunos antecedentes en la literatura peruana.
En 1937, César Vallejo escribe “La Piedra Cansada”, obra teatral basada en una vieja parábola prehispánica. En esta obra, Vallejo nos retrotrae al pasado inca para hablar del Perú de hoy. Vallejo remonta a un obrero peruano al Incanato para cuestionar así el sistema social de aquellos tiempos. Respecto a esta obra teatral, el estudioso Rafael Hernández afirma que “Vallejo se mueve de manera dialéctica y creadora, entre la anacronía y la ucronía: se instala, con sus personajes, en el incario para modificarlo: realizar subversiones sociales, alteraciones jurídicas, transformaciones políticas, cambios culturales articulados dialécticamente con la gran capacidad que tiene el hombre de amar (…)”.
Las piezas teatrales de César Vallejo Mendoza, al igual que las de Víctor Zavala Cataño, son prácticamente desconocidas e injustamente despreciadas por ciertos popes, que las motejan de ideologizadas, marxistas y maniqueas. Desconocen convenientemente nuestros popes malnutridos que Vallejo plantea el inicio de la estética marxista en el teatro peruano —pero también en la poesía— y Zavala Cataño, creador del teatro campesino y preso político, es quien introduce al amerindio en el teatro, no como vulgar decorado, sino como actor vivo y directo de su propio destino.
Con KIPJ Delgado Galimberti demuestra que es viable el connubio entre historia y fantasía y que ésta puede prefigurar la ucronía de otro mundo posible: John Lennon sigue vivo, el Beatle anti-beatle sigue siendo un comunista después de todo y sobre todo a pesar de sí mismo. Delgado demuestra con maestría que el neo-rico Lennon asesinado por la fama, por el dinero, por las comodidades, por los privilegios, por la sensualidad de una mujer con forma de guitarra, por una tigresa anti-Yoko, puede responder todavía a la llamada de la selva.
Para quienes nos distanciamos de los Beatles a muy temprana edad porque nos chocaba la pompa Beatle —McCartney convertido en star rock system, Harrison convertido al hinduismo y Starr sumergido en el sedentarismo y la bebida, todo el grupo plastificado y nada de rocanrol—, la lectura de KIPJ nos resulta sumamente gratificante y bajo su influjo recurrimos a escuchar al grupo primigenio luego de incontables lunas.
Sabemos que Arturo Delgado quiso escribir una novela-rock, al estilo quizá de algunos capítulos de American Psycho o, tal vez, Jardines de Kensington. Conociendo la devoción del autor por los Beatles, podríamos decir que Delgado Galimberti revive en Lennon a un activista héroe de la clase obrera para hablarnos de la oscuridad del presente y plantear la vigencia de los ideales y el compromiso en un mundo globalizado.
Hoy que el fascismo televisivo propagandiza convenientemente el mal llamado bullying, sería altamente recomendable que la juventud emprendedora, esa que estudia y trabaja y que vibra en las noches con “Yo soy” o se deleita en cumbia y cerveza, lea “Karma instantáneo para John Lennon”. Tal vez eso les anime a escuchar canciones como “Héroe de la clase obrera”, aquel himno que dice “cuando te han torturado y asustado durante veintitantos años, entonces esperan que elijas una carrera, pero estás tan acojonado que no puedes funcionar, un héroe de la clase obrera es algo a ser”.
Creo que así, el propósito final de Delgado se vería coronado. Divertir pero a la vez empujar a la reflexión y al cambio, he ahí el mérito de KIPJ.