martes, 22 de diciembre de 2015

DOS POEMAS INÉDITOS DE VICTORIA GUERRERO







La casa roja 2

La casa roja es un poema:
Tuve un esposo que se fue a la guerra
Trajo cosas de ella
Cosas antiguas de un saqueo
Entre ellas un libro de Anna
Anna Ajmátova
Todo estaba en ruso
Él sabía ruso
Era la época
Todos querían estar en la guerrilla
Escribir poemas
Hacer una película irse a Moscú
Yo no hice ninguno
Bueno a veces escribía poemas
Pero me fui a los Estados Unidos
A Nueva Inglaterra
Con gran culpa después de todo

En las calles de mi juventud
Las paredes decían “Yankeesgo home”
Esa era la consigna
El inglés machacado a la fuerza
El francés fue mi lengua
El uniforme plomo de escuela mi traje de batalla
Y los sueños de la Comuna mi bandera

No hice la guerra
Ni aprendí ruso ni llegué a Moscú
Pero leí a Anna Ajmátova

Hablaban francés en San Petersburgo
Ciudad de derroche y refinamiento
Allí empezó la revolución

(Allí también me perdí con Roxana en la estación del metro
En camino a la casa de Dostoievski
El alfabeto cirílico me mareaba)

La familia de Anna fue perseguida
Asesinado su esposo
Se pasaba horas al pie de la cárcel
Para visitar a su hijo en Leningrado
Igual le pasó a Marina
Marina Tsvietáieva
Los hijos muertos
El esposo deportado

Yo escribo ahora después de un siglo
La poesía ha muerto
Mi esposo ha muerto
Y la casa roja está llena de cosas antiguas
Objetos de guerra
Objetos de vida & poesía
Mi inglés es absurdo
Y los dueños del mundo ya no nos temen




Rompecabezas de mí

He regresado a Lima y estoy montada sobre una bicicleta rosa
Alguien me dijo a la volada que la poesía había muerto
Y yo me sonreí
Porque era como decir que yo también estaba muerta
O que todo lo que me acontecía era falso

Yo seguí pedaleando
Siempre por las veredas o por los parques
Porque me recuerdan mi infancia
Aprender a montar bicicleta
Tener fe ciega en aquel que va detrás de ti
Y mantiene tu equilibrio
Y tú sigues y sigues pedaleando hasta que te das cuenta
Que ya nadie te sostiene

Exactamente en ese punto es cuando caes a tierra

La poesía ha muerto
Volví a escuchar sus palabras
Ya nadie me sostenía
Era una mujer independiente
Y me derrumbé en la puerta de la casa familiar
Y mis vecinos se rieron al verme caer

Hay caídas que son graciosas
Hay gente que ríe sobre los caídos
Y gente también que llora

Recogí mis partes y metí mi bicicleta a casa
Allí va tomando el color del óxido
Secretamente se resiste a salir
Porque el futuro está lleno de sentencias de muerte en las calles
De automóviles que pasan raudos a tu lado
De escritores que alguna vez soñaron con escribir

La poesía ha muerto
Repiten
Aquellos que cambiaron
un paseo en bicicleta

por la fama




domingo, 20 de diciembre de 2015

Matagente (Rodolfo Ybarra). El sufrimiento contra el sufrimiento - por Juan Carlos de Sancho

Desde Islas Canarias-España nos llega esta excelente reseña sobre Matagente, del polígrafo y gran conocedor de las letras contemporáneas, Juan Carlos De Sancho. Todo un honor. 

Matagente (Rodolfo Ybarra). El sufrimiento contra el sufrimiento - por Juan Carlos de Sancho


"Ha pasado el tiempo y me encuentro en  la Feria Internacional del libro de Lima con el escritor  peruano Rodolfo Ybarra...".
  
compartir
Rodolfo Ybarra
Matagente (Rodolfo Ybarra). El sufrimiento contra el sufrimiento - por Juan Carlos de Sancho *
Cuando era muy joven me compré “Del asesinato considerado como una  de las Bellas Artes” , de Thomas de Quincey. No me lo leí entero, pero me fascinaba esa visión de las raíces del horror que no había pensado antes. Más tarde leí una frase de Alejandra Pizarnik  donde expresaba que “ si nombras al fantasma , lo matas “. Leía entonces biografías de escritores suicidas e incluso  me acerqué  a un comentario de Tadeus Kantor donde aconsejaba al escritor/ creador tener mucho cuidado con el proceso de creación ya que podría conducirte a una lenta destrucción. El poeta japonés Takuboku escribía que todos llevamos en nuestro corazón un prisionero escondido . El mal me acechaba por todas partes , el dolor confuso e inescrutable del vivir.
Andaba entonces buscando los pormenores del sufrimiento humano, la imprevisible e ineluctable metamorfosis, la que indefectiblemente podemos experimentar por culpa de un aciago descuido, una virulenta infancia, un suceso trágico e inesperado, una mente desparramada o un gran extravío existencial. Yo sufría entonces más de la cuenta y no sabía por donde escapar. Creía que leyendo sufrimientos de otros, perdería el mío.
Ha pasado el tiempo y me encuentro en  la Feria Internacional del libro de Lima con el escritor  peruano Rodolfo Ybarra. Escucharlo en una de sus intervenciones me llevó a descubrirlo rápidamente como un escritor con pensamiento penetrante, fuera del contexto banal y entretenedor en el que se mueve la literatura actual. Proveniente de la contracultura, o sea Cultura sin amarres oficialistas ( como debería ser siempre ) Rodolfo Ybarra es un hombre torrencial, vital, bien informado y leído, con conciencia crítica, un ser  extrovertido y amable, atento a todo lo que se unifica y difumina al mismo tiempo.
Leer su novela Matagente es leer en varias bandas de frecuencia. El pensamiento se mueve entre atmósferas delirantes, poéticas,  con descripciones profundas de los personajes, las situaciones y los pensamientos que siempre emergen. En un previsible paraíso cinematográfico y literario donde se impone  a menudo la acción continua y la falta de argumento, Rodolfo Ybarra se rebela ante esta precariedad  del pensamiento reinante con un libro trangresor,  innovador y satírico.
Ybarra mata en Matagente cualquier prejuicio literario y nos conduce por los tenebrosos caminos del dolor cotidiano y la ignominia social pero siempre aprovechando la circunstancia literaria para desparramar su sabiduría natural, su conciencia lúcida, lúdica y bien documentada. No desatiende el humor tostado, y toma distancia recomendable de los estereotipos manidos de la novela negra. Su discurso es más amplio que la acción  detallada y profusa , su debate es filosófico, desde lo más despiadado a lo más destilado.
Escribo esta crónica mientras escucho la Séptima Sinfonía de Sibelius, que me arrastra irremediablemente  a los extremos laberintos de Matagente, un libro para leer con pausas y reflexionar sobre lo despiadado del ser humano pero al mismo tiempo descubrir el irremediable y esperado claro del bosque donde reposar el dolor y los daños descritos, la palabra restauradora entre tanto crimen y desasosiego, quizá la función de la escritura como lenitivo a nuestras continuas batallas cotidianas. Ybarra acierta de pleno, con una escritura pródiga y catártica, reflejo de la vida intensa y prolífica del autor .
Confiesa el escritor peruano que Matagente es una novela que dispara hacia arriba, pero el lector cómplice debe andarse con mucho cuidado porque el personaje de la novela es un nihilista sádico, homofobo, un depredador sin piedad, un asesino en serie. Mientras te adentras en la lectura pareces entrar de lleno  en un manual de oficio que te podría convertir en un asesino al uso, aunque Ybarra salva el obstáculo con un literatura que disecciona el mundo, para que aprendamos a saber lo que no sabemos de lo más oscuro del ser humano. Novela gore, novela hiriente pero esclarecedora.
Avanzada la lectura de Matagente, Rodolfo Ybarra escribe….     ” Como se apreciará, son muchas las formas en que uno puede perderse, mimetizarse y ser parte de la “ normalidad” hasta encontrar el lugar y el momento adecuado para volver a coger el arma homicida y volver a ser el mismo de siempre. Cuestión de tiempo. Cuestión de habilidad “. Es Matagente una novela sinfónica, con varias oberturas engarzadas en un laberinto que conduce a un tema central, la condición humana, la dualidad del ser, lo atávico del vivir individual y social. Matagente, según declara el autor, es una especie de aparato crítico de una sociedad llena de prejuicios.
Me voy con Matagente a la otra esquina del planeta herido de muerte. Me quito el disfraz cotidiano mientras leo el envés de todos los asuntos reales  e imaginarios. Vivir es inventar, escribía Nietzsche.  Me encuentro con Rodolfo Ybarra en el interior  de su caverna, encendiendo la Filosofía.
Islas Canarias, 19 Diciembre, 2015
http://www.lacasademitia.es/articulo/cultura/matagente-rodolfo-ybarra-sufrimiento-sufrimiento-juan-carlos-sancho/20151220082408049552.html 

sábado, 12 de diciembre de 2015

"MALDITA, ENTRE TODAS LAS MALDITAS", POEMA INÉDITO DE PEDRO NOVOA

         
      

                         Maldita, entre todas las malditas
Pedro Novoa

¿Vienes del cielo profundo
o surges del abismo,
Oh, Belleza?
Charles Baudelaire

Maldita seas por caótica, por lucir el cabello en constante tempestad, por regurgitar mis recuerdos y flores encarnadas como los crepúsculos. Maldita por no regalarme magnolias y solo prodigarme espejismos y desiertos entre mis dedos.
Maldita por ser la única langosta de mis plagas, por ser melodía nefasta, reptante y sorda. Piano que se hundió en este pantano sin orilla que es la devastación, los delirios y tu pelo. Maldita sea tu imagen y la bestialidad de tu imagen; tus colmillos, tu baba caliente, tus serpientes tibias.
Maldita por tu colección inacabable de puñales, por tu sevicia pura, por bailar desnuda en las matanzas y por no haber tenido nunca dulce la boca ni los sueños.
Maldita por la cal viva que arrojaste a mis ojos, por acumular los desvelos en un cenicero y dibujar mis ojeras negras en los espejos. Maldita por no haber llorado mi muerte y ni siquiera mi vida, por haber arrojado mis órganos y mis manos al vacío como pañuelos. Maldita por no permitir que nadie te toque la tristeza que pintarrajeas en tus uñas. Por la música entrecortada de los grillos, por tus relinchos azules, por tener permanentemente el corazón y el ánimo, agitados y en pie de lucha.
Maldita por tu sexo de nutria, por tu mitología y su guarida de flores. Por los albatros, los cuervos, los cisnes degollados, por toda la sangre que resbaló encima y dentro de tus senos.
Maldita seas, entre todas las malditas, por haber tintineado las cuerdas más frágiles de mi alma, por haberme perdido y por haberme encontrado con la misma melodía, en el mismo abismo de siempre. Maldita por cantar quebrando cristales, paradojas, silencios; por haber perturbado mi tranquilidad, mi paz, esa delgada inmovilidad que separaba tus labios  de mis infiernos.  
Maldita seas por haberme tomado como un utensilio, por haberme usado mal, incluso, por no haberme usado con mayor frecuencia. Maldita, mil veces maldita, por la costumbre de apuñalar milagros y hacer picadillos a la esperanza.
Por último, maldita por la furia que me llenó de nubes los ojos y tormentas las manos; por tus tatuajes de iguana, por tu lengua de sable, por tu ombligo infinito, y por haber dejado tantos gorriones muertos entre mi almohada, la nostalgia y tu pecho.

                                 

martes, 1 de diciembre de 2015

MI COLUMNA PIRATA EN LIMA GRIS: LA FABULOSA CASA DEL CARACOL, DE JUAN CARLOS DE SANCHO

LA FABULOSA CASA DEL CARACOL, DE JUAN CARLOS DE SANCHO

I

Juan Carlos de Sancho es un tipo raro, lo que los conspiranoicos llaman un “viajero en el tiempo” o una especie en extinción, y, como tal, no cuadra en los moldes psicologistas o caracterológicos que definen a las personas y que mucho ayudan cuando un escritor se pone a perfilar sus personajes. Pero eso no importa, porque nuestro amigo De Sancho –“el canario sin jaula”, como le gusta que le digan– ha venido para quedarse, plantar sus textos en librerías ultraterrenas, izar sus banderas libertarias y sobrevivirnos con sus teorías.

Este señor no se anda con rodeos porque todo para él es ir al grano, pero empezando por la gallina que fue antes que el huevo que fue antes que el gallo, etc., etc. O “cómo el pez que para saber que es pez tiene que salir del agua…”, etc. Y así uno se puede pasar toda una tarde con él conversando de autores, de filósofos, de libros o de ciudades, porque siendo un canario español ultramontano (Islas Canarias quedan a solo 95 kilómetros de África) lo que más está haciendo, en estos días de crisis inmobiliarias, caos y violencia generalizada, es viajar, conocer los extraños mundos que Verne no pudo visitar por falta de tiempo o de amigos y que Borges –disculpen el atrevimiento–no pudo imaginar por seguirle la cuerda a María Kodama.
Y así es como lo conocimos, en la última feria internacional del Libro en Lima, en una presentación de textos, ahí sentado y esperando el momento oportuno para abrir la boca y lanzar lo que en periodismo conocemos como “pepa”. Pues, así es nuestro amigo, y Juan Carlos de Sancho tiene una entrevista inédita con Julio Cortázar, una entrevista grabada en carretes y guardada bajo siete llaves y en las que incluso hay una réplica y una corrección. Aprovecho entonces para hacerle una propuesta deshonesta, pues tengo un ensayo sobre el gran Cronopio y esa entrevista podría levantar cualquier plan editorial y ponernos, en primera línea, en la máquina offset manchapapeles. Pero De Sancho no suelta prenda y sigue arrojando más luces sobre esa joya: “Tú sabes que Cortázar me escribió para que corrigiera unas palabras suyas que él no las sentía muy correctas…”. Y yo creo que es un crimen o una afrenta contra el mundo no publicar esa entrevista.
Y mientras entrechocamos los vasos y mi propuesta se devalúa rápidamente casi hasta convertirse en un saludo a la bandera, De Sancho me saca a Nietzsche de un bolsillo de su pantalón, habla de Schopenhauer como si hablara de una lata de sardinas, y así, junto a nuestros compatriotas novelistas, Walter Lingán y Carlos Rengifo, haciendo y cumpliendo a cabalidad lo que las leyes de la bohemia indican, subimos a un taxi que nos llevará por la Colonial, lugar que, por cierto, está al otro lado de donde tengo que ir, pero igual subo. No tengo nada que perder. El carro cochambroso avanza contra el tráfico, pasando luces rojas, zurrándose en las reglas de tránsito, llevándonos a cualquier abismo. La seguridad para cuatro autores furibundos no significa nada.

II
El caracol es un gasterópodo convertido en celebridad en numerosos cuentos para niños donde se habla del “hilo de plata” y las huellas que va dejando a su paso; es también un gran productor de Helix Aspersa, una especie de mucosidad transparente que borra las cicatrices, las arrugas y todos los males visibles del envejecimiento. Y esto lo digo con mucha propiedad porque conozco a un amigo cercano que se dedica a exportar Helix Aspersa y tiene un criadero de caracoles a los que les hace escuchar música clásica e incluso los estimula con perfumes, aromas exóticos y con una alimentación, dizque, balanceada y más potente que la que consumen los astronautas en Cabo Cañaveral.
Pues, entonces, no es gratuito que este libro de Juan Carlos de Sancho se titule La Casa del Caracol. Y cualquiera puede estar pensando que el caparazón, coraza o concha, es aquí el habitáculo del caracolillo, un armatoste que lleva sobre su propia espalda, pero de repente es, exactamente, al revés: uno no lleva a la casa sino que la casa lo lleva a uno. Y esto es quizás lo que pasa con nuestro amigo De Sancho, siempre preocupado en llevar el mensaje literario a donde lo inviten o las entrevistas que va dejando a su paso, ya sea en algún pueblito perdido en Perú, México o Alemania (porque Alemania también tiene sus pueblitos perdidos; sino, habría que preguntarles a los hermanos Grimm).
Y es que La Casa del Caracol funciona también como una caja de Pandora o como un cajón de sastre, cuando no, siguiendo con esto de los pueblitos perdidos, un país de las maravillas con o sin Alicia. Situaciones inverosímiles se hacen realidad y hacen cuestionarnos nuestro orden aparente, donde los pintores, escritores y filósofos muertos murmullan, se comunican, no por psicofonía sino por la inmensa creatio que tiene De Sancho. Un escritor que sabe contar las cosas, que no pierde el humor así lo azoten, no pierde la risa así lo embutan de picantes o “cebiches a lo macho” y más bien entiende que el mundo no camina si primero no se ríe, y mientras (se) ríe el mundo aprende, se hace sabio, madura y nos hace más tolerantes.
Pero, ¿qué es, en realidad, La Casa de Caracol? Pues, un libro de ensayo, un libro que ha recogido artículos perdidos en el tiempo y que no se podían perder por ningún motivo, un libro con pensatiempos (un neologismo para decir pensamientos en el tiempo o tiempo de pensamientos), con retruécanos, frases interesantes, citas que nos hacen dudar de nuestras propias lecturas y, sobre todo, esa “consciencia archipiélago”, de las personas que habitan las Islas del saber y donde a veces es necesario estar físicamente aunque sea cerrando los ojos, por algo Miguel Ángel Asturias decía que antes de ir a Latinoamérica había que ir a Islas Canarias.

III
Hace unas semanas, De Sancho me mandó un inbox para preguntarme qué me parece su texto La Casa del Caracol y le prometí que escribiría un poema, un ensayo o quizás un tratado y que no importa si garrapateo una línea, cien o mil, que lo importante es que su libro me ha gustado más que la visión política de Slavoj Žižek o que las piernas de la jefa del FMI, Christine Lagarde, que, según el poeta Enrique Verástegui, “tiene las mejores pantorrillas de la escena política”. Y aquí estoy empezando a revisar cuántas horas de vuelo hay entre Lima e Islas Canarias o entre Islas Canarias o México DF o Colonia-Köln ist ein Gefühl, donde ahora está o estará De Sancho presentando su nuevo libro: Diccionario del Mono leído, pero eso ya es otro tema. Después de todo, el caracol avanza, se escabulle, se desliza, entre la lluvia o la hojarasca, cruza océanos y se adentra, en los desiertos de la razón, hacia su destino infinito.
- See more at: http://www.limagris.com/la-fabulosa-casa-del-caracol-de-juan-carlos-de-sancho/#sthash.Vr6MnQrS.dpuf

sábado, 28 de noviembre de 2015

POEMA INÉDITO DE "LA COLINA INTERIOR", DE ANTONIO SARMIENTO, LIBRO GANADOR DEL PREMIO COPÉ ORO 2015






En un punto sensible de mi frente en donde se plantea el poema,
inscribo este canto de todo un pueblo, de nuestros
astilleros extrayendo inmortales carenas
Saint-John Perse

(Tango)

Herido de muerte el baile
danzaba en los funerales del general
con su rito de máscaras antiguas
con la quilla casi hundida en la arena
las barcas gemían la muerte del general
sus mascarones de proa ardiente iban
a la zaga enlutados hasta la sentina
veintiún generales entorchados con
galones y charreteras se descubrían
para despedir al general
el baile quedó suspendido en un hilo…

Las primeras avanzadillas del poema
empezaron a tocar fondo en París
Ciudad-Flor/ con su hálito a espliego
de grande cielorraso con su luna europea
y un tango malevo
hizo olvidar los saraos de otrora
un tango eran las calles que hervían
de lemas y barricadas,
                                “Prohibido prohibir”
aullaban los carteles en mayo del 68,
y en las manifestaciones en un campo
de concentración para nudistas
se mordía la pólvora;
y los muchachos en la Florida
querían tener novias, jugaban
casino en las esquinas del Wembley
adornada de rosas y lupanares
y el amor corría por las calles en
un concierto erótico en verso azul
con las partituras extraviadas
y yo perdido
en la vermouth del domingo, solo,
en las últimas butacas suspirando por
el amor de Marilyn, viendo la misma
película del siglo revolviéndose en su jeta,
rayando el disco de acetato a mis doce
mientras los muchachos se deleitaban
entre colchas y frazadas

también tuvimos nuestro Mayo/
                     Mayo del 70 en La Florida
cuando la historia abrió el pico en la
implacable rueda de las asambleas
el proceso revolucionario de los
no alineados/ de los desalienados
la marcha universal del pueblo
que hizo temblar la tierra dura
-partida en dos con un cuchillo-
pero vinieron nuevos cambios
el frondoso ciclo de los charlatanes
con sus toscos aparejos discursivos
los huecos accesorios el poema,

y herido de muerte el baile
empezó a girar vertiginosamente
en los funerales del general invierno
mil barcas que cubrían la playa
de proa a popa contrastaban
con los trirremes del otoño
y fue enterrado entre las olas
el brazo invicto del general
como una guitarra trunca
la pierna doliente del general
y un tango en París tango
en La Florida tango en el ocaso
el poema dispara a diestra y siniestra
instrumentalísimo toque a discreción
esta es una grabación
una grabación
una grabación
una grabación
una grabación…





martes, 24 de noviembre de 2015

Entrevista al poeta y artista plástico peruano Cromwell Castillo



“Al poeta o al narrador le va bien escribir en lugar de preocuparse por cojudeces”


Por Robert Jara

L
uego del retiro voluntario, o quizá obligado por las circunstancias, Cromwell Castillo, autor de los poemarios Estética de las revelaciones y Estados de coma, entre otros, vuelve a la escena cultural dispuesto a patear el tablero.

El fundador del Grupo Literario Signos vuelve, también, decidido a recuperar el espacio que verso a verso, libro a libro,  había edificado con solvencia. Sus textos, recordemos, han sido publicados en diversas revistas impresas y virtuales de Perú y el extranjero (Venezuela, Chile, Argentina, Colombia, México, Brasil, Estados Unidos, España y Francia).  

Cromwell, ¿cómo fue tu acercamiento a la poesía?
Todo acercamiento a lo desconocido es perturbador. En poesía, el asunto no es distinto. Uno se lanza a tientas tras ese universo que no conoce, se vuelve presa de la oscuridad y el asombro, y en medio de la ingenuidad iniciática se van sintiendo las pulsiones del desencanto. Luego nacen las primeras rebeldías: deseas, por ejemplo, no dejar de escribir jamás, y empieza tu maldito viaje a contracorriente. ¿Qué seríamos sin indagaciones, cuestionamientos e insatisfacciones? Con el tiempo he aprendido que en poesía uno no puede proponerse nada, no existen certidumbres, por eso reafirmo que poesía es resistencia. No estoy declarando mi fe, solo propongo una amenaza dentro del trayecto que vivo. 

¿Cuáles son tus referentes literarios?
Honestamente no me gusta hablar de referentes porque no sé si deba creer en ello.

Resulta un tanto absurdo mencionar autores de gran valía literaria y suponer forzadamente que se deba cantar su influencia para sentir importancia colectiva. Yo pienso que vivimos influenciándonos de todo y de todos. Si hasta los “malos autores” refuerzan esa suerte de proceso literario que proponemos. Por otro lado, si bien suelen haber lecturas recurrentes, es mejor saber marcar bien la escena del crimen. Pues, si yo releo a Leopoldo María Panero, Octavio Paz o a Jorge Eduardo Eielson, no es porque quisiera llegar a escribir como ellos. El acto de relectura solo puedo compararlo con un asesinato en serie, en donde en realidad se quiere agotar la estética del autor hasta matarla, y eso implica entenderla, asumirla y dejarla volar dentro de uno mismo.   

¿Cómo describirías tu proceso creativo? 
Yo suelo pensar que los libros deben contener una tensión irremediable, una manifestación de salvajismo que nos golpee los sentidos. Cuando los poemas tienen naturaleza instintiva hacen brotar su fuerza ciega. Pero los resultados también dependen del trabajo arduo. No significa que los poemas deban sacarse del horno como pan caliente, todos los días. Ante todo hay que ser cómplice del silencio y el ritmo. La lectura, el estudio y el razonamiento harán lo suyo para completar el desmadre. De ese proceso deviene la columna vertebral del libro: su eje temático. Luego, que el tiempo no importe, tampoco los propósitos, las presunciones o los desafíos sobrehumanos. El libro tiene que ser un acto revolucionario de resistencia y contenido. 

¿Qué buscas en/con tu poesía, Cromwell?
El arte, en general, busca humanizar. La poesía en sí misma tiene ese efecto. En lo personal, no suelo pensar qué busco en y con mi poesía, quizás porque me rehúso a darle un sentido utilitario. Si el lector le asigna alguna bondad y cree que sirve, entonces el favor se hace suficiente. Solo el tiempo le hace justicia a un libro.

¿Trabajas mucho un poema o te conformas con lo que la inspiración te dicta?
La inspiración no es suficiente. No puede dejársele a un falso plumazo la responsabilidad de cortar la fruta prohibida. Hacer arte requiere de factores importantes que convergen y se funden en el espacio-tiempo de creación. A mí, por ejemplo, me gusta leer por la noche y escribir de madrugada, lo cual hace que la actividad literaria sea más intensa y gozosa porque es un horario en el que también me gusta hacer el amor con mi mujer. El amor para mí representa un factor esencial. Escribo en mi cama, junto a Herica. Ella es mi impulso desde hace catorce años, toda mi vida está llena de ella, incluso los momentos en los que no estuvo. Mi poesía, mi pintura y todo lo que nunca me he atrevido a publicar le pertenece. Herica me incita, me pregunta, me cuestiona, me despoja y me devuelve al arte con una facilidad increíble, por eso nos fundimos en la misma fragua. Me ha devuelto la disciplina con tanta determinación como me enseñó el amor un día, hasta hoy, con toda justicia. 

¿Consideras obligación del poeta asumir una postura social y/o política?
Vivir en sociedad significa asumir una postura social y política, y sobre todo creer que eso es una emergencia que parte de un derecho fundamental. El poeta es ciudadano, Hombre y ser humano a la vez, dispuesto a revelar y rebelarse sin mediar mojigaterías. La poesía como contenido-mensaje siempre ha tratado de soportarlo todo. La poesía política aunque valida una cierta ideología, corre el riesgo de desvirtuarse a lo panfletario; el que no me parezca  –porque crea que la poesía debe de ser apolítica–, no significa que sea incierta o desatinada. 

Cromwell, se suele decir que “la poesía no vende”. ¿Cuánto influye esta sentencia lapidaria en la percepción que la gente tiene de la poesía?
El contexto actual dicta que la desidia debe estremecernos con ternura, por eso lo cultural “no vende”. Vivimos bajo la opresión del rostro de la injusticia. Digámoslo claro: el Perú es el país de la incertidumbre, la gente tiene miedo reconocerse en medio de sus vacíos e indolencias, por eso no lee ni se informa adecuadamente. Debe ser vergonzoso, terriblemente doloroso mirarse a un espejo y saber que no se tienen respuestas. Verás por qué todavía respiran esas cloacas partidarias llamadas aprismo y fujimorismo. Nuestra democracia es la estupidez. 

¿Cuál es el estado de la crítica literaria local y/o regional?
Aunque en Lambayeque no exista crítica literaria especializada, no dejo de sentir cierta sospecha por el ejercicio de esta en cualquier parte del mundo. Lo que se desarrolla comúnmente por estos lares es la reseña, cultivada por poetas, narradores y, en algunos casos, docentes, que respaldan sus criterios en la practicidad de su lectoría habitual. El riesgo que se corre es alto cuando escuchamos o leemos a alguien intentar juzgar un texto o una obra, pues está claro que el amiguismo, los favores o las rivalidades le restan confiabilidad y rigor al análisis. ¿Nos podríamos obligar a creerles a todos estos abanderados del buen juicio? En realidad, tanto la impertinencia o la razón de cualquier crítico importa poco ante la presencia de un lector atento, cuya agudeza lo hará responder firmemente ante toda falta de claridad. 

Es probable que muchos críticos literarios sean escritores fallidos. Ese es otro polvo que deberíamos sacudir bien de nuestros libros.

¿Cómo percibes el panorama literario local y/o regional?
La escena literaria lambayecana tiene voces que confirman el desarrollo creciente de excelentes propuestas estéticas, algunas con libros notables, otras con un trabajo que empieza a surgir y otras inéditas que merecen tomarse en cuenta por su nivel literario. Dentro de estas voces resaltan, en poesía: Ernesto Zumarán (poeta representativo de la generación del 90, que también destaca en narrativa), César Boyd, José Abad, Stanley Vega (responsable de Ediciones Prometeo Desencadenado), Luis Boceli, Marcoantonio Paredes, Matilde Granados (presidenta de la Asociación Cultural “Kaypi Kani”, subdirectora de “AgendaCIX” y organizadora del Festival de Poesía y Arte “Festival del Diantre”), Ronald Calle, Ernesto Facho y Ángel Centurión (director de la revista de Literatura y Pedagogía “Jarchas”). En narrativa cito a Harold Castillo, Wilson Vera-Recoba, Gerardo Carrillo (director de Locheros.com, Política y Cultura de Lambayeque), Gustavo Carbonel, Alex Neira (presidente de la Asociación Civil Cultural “Sócrates”) y Alex Miguel Castillo. 

Es oportuno hacer mención del importante trabajo que realizan el poeta Juan José Soto (director de “AgendaCIX” y organizador de “Ciclón de Poesía”) y el narrador Nicolás Hidrogo (responsable de “Conglomerado Cultural”), ambos con proyectos e iniciativas vitales que fortalecen nuestro panorama literario. 

¿Con qué “taras” del mundillo literario has tenido que convivir como poeta? Has sentido el ninguneo, por ejemplo…
A pesar de que muchas veces se quiere combatir el ninguneo, el silenciamiento y la mezquindad desde diferentes trincheras, lo único que se logra es robustecer más las argollas literarias. Hay que decirlo claro: al poeta o al narrador le va bien escribir en lugar de preocuparse por cojudeces. El temporal guarda en sus entrañas súbitos derribos que los castillos de arena o naipes jamás esperan. Las taras o “pendejadas” no duran porque cansan y este instinto de sobrevivencia (literaria) que tienen algunos innombrables, pronto se convierte en un canibalismo sin remedio.


POEMAS DE CROMWELL CASTILLO

De Estética de las revelaciones

Agua
7
Si estoy aquí
es por el agua.
¿Cómo no
transfigurarla más
cuando desciende?
Esta vez
discurre desde mí
bajo la forma
de lágrimas.


Fuego
3
Llegar a la luz elemental.
Llegar a la orilla donde arena húmeda
sostiene nuestra incertidumbre.

La ventaja de emigrar al fuego
es no prescindir del ruido de sí mismo.

En medio de nosotros, la fogata
fragmenta la oscuridad inicial
y entiniebla los rumores del agua colindante.

Respuesta es superficie iluminada:
No temamos al origen de un reino variable.

La más reciente manifestación de tragedia
ahora es gozo y mística de resistencia.

El viaje al fuego es un conocimiento radical y llano.

Aunque secreto y sonoro es el mensaje del agua
las llamas han alcanzado elevación de cántico silvestre.

Nuestra condena no es ligereza natural,
es sonido voraz que la vida debe decir para siempre.

Desde aquí hemos merecido los giros del propio ruido.

En el día nuevo, todo mensaje es un desplome:
La espaciosa agua no pudo llevarse nada.

Hay brasa y ceniza en todo intento de fuego:
Todo está intacto.

Es que somos nada.


Tierra
1
Espera de agua.
Ruptura de fuego.
Dicotomía del trayecto.
La tierra provee equilibrio en su estación cardinal: Prolonga raíces y prodigiosos ramajes que adhieren frutos al azar de cara a la muerte. Pero el origen de ese desprendimiento no concibe integridad única: La bondad de la semilla ramifica su portento en la labranza, donde cada pensamiento sacude preguntas profanas bajo el sol desde una cabeza mal herida por el sueño. Somos rastro de todos los orígenes, por eso nuestro límite siempre será camino reducido. Paso en falso, infinitud o paso esquivo. La memoria no podría ser la vida que vivimos. Nada en teoría es muestra disponible. Superficie conductora de cráneos prematuros. Fe maldita: Coger el fruto y mordernos la mano.

Árbol / savia / nudo tensando historias. 

[Mi cruenta peregrinación]: Prohibido tragar estaciones.


Aire

1
¿Y si el aire falsea designios
y nos va disgregando por dentro?

Las palabras traducen
su impulso de náufrago.
                                               Y no es evasión
                                   ni huída ni alarido interminable
preguntar apariencias en terreno baldío.

Yo que lo he visto conmoverse 
en su agitada modestia
de pronto        asomo a las ventanas mi desencanto
y siento                     a bocanadas
el otoño que trae entre sus hojas.

Estamos fuera de lugar.

Nuestra orientación posee perfil desconocido:
                        Innegable rastro o elevación de astro girante:
No en vano toda caída libre ostenta arrogancia de cosmos.


De Estados de coma

IV
El imperio del terror afianza su próxima conspiración:
No tenemos derecho al sueño ni a la vigilia.

Pero su impulso atroz nos duerme en la torpeza
y nos hace tragar perfidias en nombre de todas sus vanguardias.

El horizonte es el filo de un presentimiento
del que tira la oscuridad sobre nuestra cabeza.

Yo canto con mis hermanos para apartar la niebla del camino.

Un pueblo canta y el silencio no integra más
la partitura clásica del mismo lenguaje.

Las fronteras no sólo resguardan peces muertos.

Perros guardianes, buitres rígidos,
desplazamiento de rapiñas como impresión de ávida mordedura.

Estados Unidos de Norteamérica:
La emboscada acecha entre arbustos y desiertos.

Como sueño de barca perdida que el aire sacude raudamente
a tierra firme llegaremos
y cortaremos tu apareo incesante de bestia salvaje.

Aunque tu proyectil sepulte sordidez en nuestro pecho.
Aunque tu persecución sea el próximo puerto
a donde anclen opresiones.

Resistirá nuestro clamor como raíz insondable
para que no crezca el desasosiego y se restauren murallas
sobre los cuerpos abatidos…

Desde su celda un prisionero agónico ve sangrar la luna
mientras recuesta su oreja en una piedra
que afronta fuego propio.

No elude burdamente la alegoría de su temprana muerte:
                       
Él siempre se escuchará latir.