Estimado Alfredo Vanini: primero, gracias por ese post donde se habla de la enorme poeta Silvia Plath y que ahora un grupo de personas díscolas o confundidas ha tomado el nombre para levantar falsas denuncias y/o satisfacer sus venganzas personales. Leo también, con mucha tristeza, que hay gente que insiste en el error de acusarme lo que no soy ni nunca seré: un maltratador de mujeres. Y todo por una carta que escribe Ana Cecilia Rodríguez Rodríguez sin ninguna prueba de nada y en venganza porque decidí alejarme completamente de ella. Yo contesté esa misiva adjuntando fotos, capturas de pantalla y hasta correos y cartas que la señorita me enviaba antes y después de que terminó esa relación que no duró 6 (seis) meses como refiere ACRR, sino unas semanas intermitentes. En la misiva que yo le envié al “Comando P” (yo tampoco creo que se merezcan ese nombre) les decía que había cosas que no iba a decir porque soy un caballero. Pero ya veo que de nada ha servido y más bien han tratado de inventarme otras “denuncias” que, como hemos visto, se han caído solas.
Aquí solo agregaré que Ana Cecilia Rodríguez Rodríguez se cuidó, al igual que Leda Quintana, de borrar todos los comentarios que no le eran afines, salvo algunos por razones de cercanía o implicación indirecta. (Esto lo sé porque amigos y conocidos me enviaron las quejas y uno que otro hizo público esta manera de querer convertir en verdad una falacia). Y también se cuidó de no decir otras cosas que no podrían cuadrar jamás con su falsa denuncia: que ella era quien me buscaba, quien venía a traerme regalos y hasta dulces, tal y como refiere mi excompañera Isela Suárez, lo cual, para cualquier efecto, califica como ACOSO. Y que ella, Ana Cecilia Rodríguez Rodríguez, cuando aparecía en mi casa, traía cremas y aparatitos sexuales y condones de los cuales se jactaba porque los había comprado en Rumanía. Y seguro podría decir más, pero, como dije, he tratado, en lo posible, de seguir las reglas de la caballerosidad lo cual es casi un reto cuando la contraparte insiste en la negación de hechos evidentes, la agresión desmedida y el insulto gratuito.
Segundo, leo muchos comentarios de mujeres que se suman al cargamontón solo por un asunto de “sororidad” y porque consideran que una mujer no puede mentir, lo cual me parece absurdo. Es más, yo al principio no les pedía que me crean, solo les pedí que me permitieran la duda, pero ni siquiera de eso fueron capaces. Y más bien se preocuparon en insultar a mi señora madre, en agredir físicamente a mi abogada Esperanza Chilca Ibáñez (a la cual empujaron al suelo y la tuve que cargar en brazos a un taxi) y en insultar también a mi expareja Isela Suárez (tal y como hace la señorita Regina Limo en su página personal quien incluso ha borrado los comentarios de IS y todos los que se muestren a favor de mi persona). Eso aparte de que varios miembros del “Comando P” insultan de “locas” y “cojudas” a mujeres amigas o conocidas que han dejado su testimonio sobre mi persona como es el caso de Lúcia Mendo, Sonia Soto, Betsy Recavarren y otras valiosas personas que me conocen por años y que no tendrían ninguna necesidad de mentir o falsear un escrito.
Tercero, como una prueba de verdad y transparencia, no cerré ninguna de mis cuentas. Ahí está toda la verdad encerrada que cualquier perito podría verificar. Nunca me negué a ser investigado o a conversar con la contraparte y más bien me puse a disposición o “a derecho” como dicen las leyes. Pero se negaron a escucharme. Y ya que nunca hubo disculpas ni aceptación de error, he dispuesto a mis abogadas Esperanza Chilca Ibañez y Martha Santur Bieberach que inicien una demanda judicial por Difamación Agravada y Exposición al Peligro contra todas estas personas involucradas, hecho lamentable que no solo significa pérdida de tiempo y dinero por un absurdo sino que, al parecer, es la única forma de reclamar una rectificación o exigir una disculpas que, para cualquier persona con dos dedos de frente, tendría que darse de forma inmediata.
Me despido estimado Alfredo, sé que no pensamos igual y tenemos algunas diferencias políticas, pero cuando se trata de la verdad objetiva no queda de otra que ponerse de acuerdo y sumar fuerzas para que nuestro entorno más cercano (o nuestro país) no entre en una “cacería de brujas” o en una pérdida del sentido tratando de apalear al amigo o al compañero y negándonos a ver las atrocidades que suceden a nuestro alrededor.
Aquí solo agregaré que Ana Cecilia Rodríguez Rodríguez se cuidó, al igual que Leda Quintana, de borrar todos los comentarios que no le eran afines, salvo algunos por razones de cercanía o implicación indirecta. (Esto lo sé porque amigos y conocidos me enviaron las quejas y uno que otro hizo público esta manera de querer convertir en verdad una falacia). Y también se cuidó de no decir otras cosas que no podrían cuadrar jamás con su falsa denuncia: que ella era quien me buscaba, quien venía a traerme regalos y hasta dulces, tal y como refiere mi excompañera Isela Suárez, lo cual, para cualquier efecto, califica como ACOSO. Y que ella, Ana Cecilia Rodríguez Rodríguez, cuando aparecía en mi casa, traía cremas y aparatitos sexuales y condones de los cuales se jactaba porque los había comprado en Rumanía. Y seguro podría decir más, pero, como dije, he tratado, en lo posible, de seguir las reglas de la caballerosidad lo cual es casi un reto cuando la contraparte insiste en la negación de hechos evidentes, la agresión desmedida y el insulto gratuito.
Segundo, leo muchos comentarios de mujeres que se suman al cargamontón solo por un asunto de “sororidad” y porque consideran que una mujer no puede mentir, lo cual me parece absurdo. Es más, yo al principio no les pedía que me crean, solo les pedí que me permitieran la duda, pero ni siquiera de eso fueron capaces. Y más bien se preocuparon en insultar a mi señora madre, en agredir físicamente a mi abogada Esperanza Chilca Ibáñez (a la cual empujaron al suelo y la tuve que cargar en brazos a un taxi) y en insultar también a mi expareja Isela Suárez (tal y como hace la señorita Regina Limo en su página personal quien incluso ha borrado los comentarios de IS y todos los que se muestren a favor de mi persona). Eso aparte de que varios miembros del “Comando P” insultan de “locas” y “cojudas” a mujeres amigas o conocidas que han dejado su testimonio sobre mi persona como es el caso de Lúcia Mendo, Sonia Soto, Betsy Recavarren y otras valiosas personas que me conocen por años y que no tendrían ninguna necesidad de mentir o falsear un escrito.
Tercero, como una prueba de verdad y transparencia, no cerré ninguna de mis cuentas. Ahí está toda la verdad encerrada que cualquier perito podría verificar. Nunca me negué a ser investigado o a conversar con la contraparte y más bien me puse a disposición o “a derecho” como dicen las leyes. Pero se negaron a escucharme. Y ya que nunca hubo disculpas ni aceptación de error, he dispuesto a mis abogadas Esperanza Chilca Ibañez y Martha Santur Bieberach que inicien una demanda judicial por Difamación Agravada y Exposición al Peligro contra todas estas personas involucradas, hecho lamentable que no solo significa pérdida de tiempo y dinero por un absurdo sino que, al parecer, es la única forma de reclamar una rectificación o exigir una disculpas que, para cualquier persona con dos dedos de frente, tendría que darse de forma inmediata.
Me despido estimado Alfredo, sé que no pensamos igual y tenemos algunas diferencias políticas, pero cuando se trata de la verdad objetiva no queda de otra que ponerse de acuerdo y sumar fuerzas para que nuestro entorno más cercano (o nuestro país) no entre en una “cacería de brujas” o en una pérdida del sentido tratando de apalear al amigo o al compañero y negándonos a ver las atrocidades que suceden a nuestro alrededor.
PD: Disculpa este inbox, debí ponerlo de comentario, pero no encuentro la forma. Si gustas, lo publicas. Yo lo postearé en mi blog.