Personas, caracteres y conductas
Por la boca, Muertos
David Antonio Abanto Aragón
I. Persona y carácter
Una de las sensaciones del lector que se asoma a la construcción de la Personna del díptico elaborado por Ybarra y Portals es la angustia, pero asociada a la incredulidad que se engendra al encontrar un discurso que pone en duda y/o dinamita las imágenes y alocuciones “normativas” de la poesía peruana de los últimos años dando inicio al discurrir de dos caudalosos torrentes verbales que por momentos rebasan los límites de la dialogicidad internándose en el “críptico” devenir de la palabra por ella misma sin interesarse en el sentido que esta pueda develar.
Por ello lector curioso que te acercas a la construcción de esta Personna no pierdas de vista que Persona(ae) que etimológicamente alude a la máscara del actor ha pasado a designar la configuración externa del ser, el contorno, lo físico, lo material. Por la boca, Muertos nos pone frente al proceso de constitución del dintorno, lo interior, lo moral, lo espiritual que surge de la travesía de la palabra en la que se van grabando estos caracteres con rasgos propios que imprimen la talla de las personas.
Aquí uno de los valores mayores del díptico de Ybarra y Portals. A lo largo de la lectura la atención se concentra en la expresión de las líneas de conductas que van delatando y descubriendo los perfiles que en un juego de luz y sombra asoman sus contornos y los esconden. Todo por efecto y obra del lenguaje o mejor será decir los lenguajes que los autores aportan agrandando y magnificando las figuras.
II: Carácter y conducta
El carácter según Jean-Paul (Johann Paul Richter) es un rayo de voluntad que se refracta y colorea en el prisma de la vida. Desde luego que esa sola cualidad no basta, pero este es el eje en torno al cual se estructura, aunque el carácter suponga el equilibrio de distintas cualidades sin que ninguna prive sobre las restantes.
Pero, además —siguiendo a Richter— el carácter debe ofrecer rasgos exteriores representativos que sean como una condensación de las cualidades. El carácter debe vestirse de personaje.
En el díptico de Ybarra y Portals los caracteres debemos reconocerlos por el juego de pasiones que, obedientes a una profunda unidad interior, aseguren al personaje una continuidad de rasgos, y que se manifiesta por uno de ellos dominante, como condensación de la pluralidad. Aunque según algunos estetas cuando un rasgo priva exageradamente en la configuración de un personaje, ya no se trata de un carácter (entendido, claro está, como tecnicismo literario) sino de una pasión. Cabe entonces la denominación de ‘tipo’, que será ‘prototipo’ si primero en una serie y ‘arquetipo’, si modelo en la misma.
Según los preceptistas clásicos, (Aristóteles en la Poética fue el primero) la perfección artística de un carácter aparte de la continuidad, armonía y equilibrio de sus manifestaciones, se da en la movilidad, en la acción. Vita in motu sentenciaban los retóricos latinos y la movilidad de los caracteres —su conducta, por lo tanto— proviene del choque de pasiones en el alma de los personajes y del acuerdo o desacuerdo de sus resultantes con la circunstancia exterior. El carácter se revela por medio de una conducta exterior...La conducta la realiza el personaje al dictado del carácter.
III. Jerarquía de los personajes
¿Quiénes son estos personajes? ¿Jóvenes o viejos?¿Hombres o mujeres?¿Qué tan cercanos o lejanos a sus contemporáneos? Según dictamina Guy Michaud en su Introducción a la ciencia de la literatura es labor del escritor corporificar en el lenguaje los personajes, darles figura humana. Crear seres vivos; pero sin vísceras, como decía Paul Valery.
Desde luego no es indispensable que el personaje sea idéntico al autor bastará con que encarne una de las virtualidades del ser humano para alcanzar plena vida artística...
Turbulencia y esencia se nos muestran en el díptico de Ybarra y Portals, pero no para caracterizar a cada uno de ellos. Ambos rasgos se pueden apreciar en cada uno de ellos, nacidos de la observación exterior y de la introspección de los creadores. Los personajes aquí tallados que actúan por ausencia como “los personajes de humo” de Roberto Arlt (como “el Hombre Cúbico” de Trescientos millones) se manifiestan con dualidades de introspección y observación exterior que hace penetrante su capacidad de verosimilitud, porque así como saben observarse, saben observar a los demás. Del mismo modo que observan a los demás nos observan y ahí la razón por la cual, como lectores, nos sentimos interpelados, cuestionados,...
En la esencia de la creación de estos personajes está la necesidad de enfrentamiento, del choque, la confrontación, del conflicto con su circunstancia y con la nuestra. Antagonistas y protagonistas a la vez, estos persona (ae) llevan el peso de la acción y se oponen a ella o la obstaculizan por momentos.
Por la boca, Muertos tiene el admirable privilegio de mostrarnos el proceso de aproximación introspectivo —de afuera hacia adentro en una especie de “viaje a la semilla” como en el célebre relato de Alejo Carpentier— y extravertido, hacia fuera de personnas capaces de pasar de un destino a otro, y que superiores a las personnas de carne y hueso que nos aproximamos a ellas pueden recomenzar sus vidas en condiciones nuevas.
Pero por más históricos o a-históricos, justificados o injustificados que aparezcan los personajes de Por la boca, Muertos —eso es sabía decisión del “hipócrita lector”— estas criaturas a parte del interés humano ofrecen al propio tiempo, como entidades poéticas, un interés estético.
IV. Invitación a la persona
Si el crisol donde se gesta la vida humana es un misterio para el hombre, no menos misteriosa es la simbiosis que favorece el nacimiento de las criaturas literarias, de esos seres vivientes, pero sin entrañas. Su creación, su conducta, sus acciones han de haber significado para sus autores una serie de dificultades y retos que han escapado de sus manos asumiendo una proporción diversa a la preconcebida en sus mentes. Con razón confesaba Miguel de Unamuno en “Almas sencillas”, incluido en Visiones y comentarios con relación a la novela algo que parafraseamos para la ocasión: No es el autor de una ficción quien mejor conoce las intimidades de ella (y de sus personajes). Son las criaturas las que se nos imponen y nos crean.
Asistamos “desocupado lector” a la labor que corresponde a recorrer nuevamente, en sentido inverso, la constitución de estas dos personas en manos de dos diestros creadores que por esas casualidades de sus itinerarios inventivos nos entregan al alimón este díptico para que en nuestras manos hallen sitio para colocar la discreta ofrenda de nuestra lectura y todas las sugerencias de eternidad que contiene.
Diciembre de 2002
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