x Rodolfo Ybarra
(Este texto es libre. Este texto no me compromete, ni representa, ni quiere decir lo que yo, abierta y cínicamente, quiero decir. Simplemente se me pidió que ofreciera un pequeño discurso de lo que para Uno es escribir. Entonces pregunté, me pregunté: ¿Por qué tener las manos embarradas de tinta? ¿Para qué bregar contra la corriente y encender el interruptor justo cuando era hora de descansar? ¿Con qué fin tragarse el polvo de los días buscando la palabra exacta, la coma después del punto, o el signo de admiración ante mi propia admiración? Repito, se me pidió un pequeño texto, pero como yo no soy Uno sino Muchos traté de ordenarme y pasar lista. No es posible por ahora tenerlos a todos. Aquí Uno de los Muchos que quisieron responder:)
-Debido a mi posición cosmoenergética no puedo hablar de escritor o copista de versos dictados por la mente regia. Hay un desfase -a favor o en contra, quién sabe- entre ciertos yoes que pretenden tomar el poder de mi conciencia, monitorearla para hacerla pensar cosas que, en realidad, no expresan nada, o, en su defecto, dicen muy poco de lo que pretendo en este mar batipelágico. En otras palabras, estoy definiendo al Escritor con una parte mayoritaria de mi revelado interior, aleteando con un solo brazo, respirando con un solo pulmón, haciendo uso de mi sistema vegetativo, persistiendo en un solo Yo del cual se hará uso (haré uso) de forma onírica vía la respiración acompasada o el ritmo cardíaco; de esta manera, y no de otra, el personae que ahora escribe es una muestra de que ha vencido y se impone vía la fuerza para luego llamar a “elecciones”, es decir, democratizar el pensamiento. En este proceso el ESCRUTOR, que casi siempre es el yo regente, salvo algún error en la conciencia, empieza a escrutar los “votos” a favor o en contra de los vencidos y vencedores. Entonces la escritura se convierte no en un dictado de las voces interiores, sino en las voluntadas sintetizadas de los que quieren tomar la regencia de mi Yo, el “voto” trasciende y explica un malestar o complicidad, en algunos casos ridícula, con el Yo dictatorial, pero es justamente esta entropía, ese caos inicial, la que marca, cual martillo de Thor, el paso y marcapaso de los dedos que tamborilean sobre el tecleado. Obviamente hay un principio aleatorio del que es casi imposible huir o estar al margen, así las frases construidas o la construcción del pensamiento (tufillo ceremonioso) se enrevesa, se deglute para volver a ser procesado, porque a todas las voces que me pugnan, debido a sus propias diferencias, les es casi imposible ponerse de acuerdo. Las voces tienden a reciclarse.
No voy a negar que en todo esto hay un elemento extraño que podría ser definido por los psicologistas como un cierto tipo de pathos. Creo firmemente en que la palabra, o la voz, no procede de la carne, y quien gobierna al yo al final, y después de las elecciones, es el dios autófago que necesita de sí mismo para poder regir su propio destino. He ahí por qué no se puede hablar propiamente de una enfermedad del (que) habla; en última instancia, es errático y sospechoso manifestarnos a favor de la razón- enfermedad para explicar cómo sucede el pensamiento lógico del ESCRUTOR. Hay una guerra declarada de la cual no hablaré ahora por razones de espacio, pero que quiero dejar en claro, está declarada. Al final de todo flamea la bandera pirata del vacío. La lucha cuerpo a cuerpo puede estar reñida con la moral, pero nunca con la realidad.
La realidad concreta se abre espacio en un tiempo definido. No existe realidad sin tiempo. La existencia del tiempo realiza al hombre escrutor. Hay que anotar que para un escrutor existen, alternativamente, a veces en paralelo, muchos tiempos no definidos; para este caso, y como se trata de una presentación breve de lo que para mí es escribir, manifestaré que son tres los tiempos básicos en los que se mueven los yoes golpistas o democratizantes. Estos son, primero, el tiempo psicológico, que es un tiempo “irreal” cuya cinética está movida por los segundos de la neurosis o la no locura (normalidad) interior de la que hablaba el doctor Laing. Cada individuo que me habita difiere radicalmente uno del otro, por lo tanto, sus tiempos serán como las huellas dactilares, totalmente diferenciadas y únicas. Segundo, el tiempo matemático, que es un tiempo numérico, un tiempo en el que, mediante una convención, se ha tomado una unidad de medida: el segundo, el minuto o la hora. Este tiempo trata de regular la vida anodina, y casi siempre es disfuncional cuando de escribir se trata. El tiempo matemático es una mentira en la que mis yoes jamás creerán. El tercer tiempo es el tiempo “real”, o sea el no tiempo, la fluctuación de un vector cuya dirección nos puede hacer retroceder o avanzar, envejecer o rejuvenecer. El escrutor –los yoes- inventa(n) su tiempo de conjugación e inventa(n) su propia unidad de medida.
De otro lado, mi experiencia como escrutor requiere no de mi agudeza de erizo puercoespín mecanizado, sino de la amplitud de banda para el tráfico de los mensajes negados en bandeja. De esta forma, el criterio, la idea, glosa, representación, concepto, imagen o simple manía acceden a la realidad por el canal electródico de la asociación vertical entre mi yo y mis yoes, los que pugnan, a su manera, por apoderarse de la voluntad disgregadora o calidad genuina de máquina arrancapiés, desmotadora de ideas pelambres, dreads de confinamientos imposibles, persiguiendo casi siempre la original manera de ser siempre el mismo, habiendo superado mi cárcel pública y mis castigos por perder la paciencia.
Un escrutor no puede perder “el tiempo” (psicológico-matemático-real) afilando sus bolígrafos con navajas de meditación agnóstica, es mejor (o peor) estrangular los minutos mordiendo las ideas, devanando el pan y el vino de la espontaneidad intelectiva; o mejor la uva de la discreción escritural antes de tomarla o pensar en lo que va a proceder o se va a escrutar, sin olvidar que todo lo que está adentro es producto de la sumatoria de los lados, contornos o dintornos, lo que se contó antes de ser contado, cuyo secreto a voces empieza con una mano caligráfica, la que reseña textos sin per-versión, ayudándose con la cola de un caballo alado, un paquidermo cerebroso que, por esta vez, llamaremos ESCRUTURA, acercamiento a la mitológica real palabra escrita.
La ESCRUTURA es, pues, la inconformidad de la versión que se escribe con la versión de lo que está por escribirse; es el desfase, la fractura que de por sí es una versión entre los tres “momentos” o “tiempos” históricos enfrentados y los muchos yoes que luchan por imponerse. Tiempos y Yoes tratando de emplazarse, pero a la vez integrados por el cuerpo calloso y la magia, habilidad del regente escritor, de quien depende toda osencia por ir más allá de lo previsto, casi siempre aleatoriamente, en un golpe de números o circunstancias imprevistas y alejados de toda lógica formal. Simplemente la ESCRUTURA no tiene lógica y funciona casi intuitivamente, todo sobre un ropaje de lecturas y una asimilación que puede sostener una visión poliédrica y sin ángulos, lo que nos (me) ubicaría en una región fuera de esta terrible tridimensionalidad.
Habito, como se ha podido dilucidar, en otro plano, otra dimensión, otro mundo. Mi weltanschauung bisagra con “este mundo” triforme es la palabra escrita, y sólo a través de ella me esencializo o se esencializa uno de mis yoes, el que está digitando, traduciendo, escrutando los votos que alcanzarán para instaurar al regente, al dios regente que muere y resucita en una página.
No puedo dejar de anotar, en fidelidad a una verdad, hasta ahora manipulada, que todo el texto producido hasta aquí es simplemente el razonamiento del yo que acaba de imponerse. La verdad unitaria y particular termina por ser asumida como verdad general. Pero no quiero confundir a nadie ni pasar por sujeto difuso. Esta es sólo una verdad de las muchas verdades que pululan en el hemisferio interior. Hay alguien mirando detrás de la escotilla y quiere entrar o salir. La razón descansa en una cuna de oro mecida por la imaginación.
La duda es lo único que debí anotar desde el principio.
Otro escrutor ha tomado la palabra.
Es momento de reescribirlo todo.
-(...)
BLOG DE
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Este blog no acepta insultos ni diatriabas, se aceptan todo tipo de opiniones y estamos en la libertad de discrepar. Saludos para todos.
EXCRETOR
Es obvio que "escretor" es la palabra usada sin error, un neologismo si se quiere. "Excretor" me suena muy prosaico. Saludos.
tu poesia provoca ganas de excretar. Je.
Publicar un comentario