De mi correo personal:
Hace medio siglo, el editor Michel Galimard manejaba su vehículo de lujo por la carretera N5 de Francia. Viajaba con su familia y tenía como copiloto a Albert Camus, de cuarenta y seis años y Premio Nobel de Literatura. Antes de entrar a París, el Facel Vega HK500 tuve un accidente fatal.
Albert Camus nació en Argelia en 1913, de padres franceses que emigraron a esa colonia fragmentada por la discriminación y la falta de equidad. Su familia es una de las tantas que buscó el porvenir bajo la condición de extranjera. Quedó huérfano de padre al año siguiente y sobrellevó una vida de pobreza al lado de su madre sorda. Su ilusión juvenil era ser jugador profesional de fútbol en el puesto de los rechazados: arquero.
Filósofo de profesión, vivió la Segunda Guerra Mundial en las tribunas del activismo político, en lucha contra los totalitarismos, eximido de la vida militar por la tuberculosis que le impidió el manejo de las armas y le desenredó el camino de las letras.
Su primera novela es El extranjero, de 1942, cuando París soportaba con espanto la ocupación nazi. Este libro, que un titular de diario podría resumir en diez palabras ―“Asesina a un hampón y lo sentencian por su indiferencia”―, se inicia con un velorio sin llantos y termina antes de una ejecución pública en la que harán falta los gritos; a este libro que aborda la impronta del presente, el extrañamiento, la apatía, el absurdo, le siguieron El mito de Sísifo, Calígula, entre otros. Cuando en 1957 obtuvo el premio Nobel de Literatura, Camus expresó: “personalmente, no puedo vivir sin mi arte. Pero jamás he puesto ese arte por encima de otra cosa”. Antes del arte está el ser humano, su realización y oportunidad; incluso, sus vínculos familiares o amicales, y la reserva de una vida tan modesta como digna.
Luego de que el 4 de enero de 1960 se estrellara contra un árbol el Facel Vega HK500 de Galimard, el mecánico que estudió el accidente afirmó: “este auto es una tumba”. No hablaba solo del vehículo estrellado, se refería al modelo, a la empresa de lujo, una empresa que quebró cuatro años después a consecuencia de la mala publicidad que generó la tragedia y la carga impositiva para objetos suntuosos que estableció el gobierno durante la ruina de la postguerra. Pronto llegaría el mayo francés y la ilusión de un grito: “la imaginación al poder”.
Si bien el mecánico no solo aludía al vehículo estrellado, ante todo puse hincapié en este, ya que dentro de la tumba de caucho y metal falleció Albert Camus, uno de los autores más influyentes del siglo en que nací.
* * *
Quedan cordialmente invitados a la conferencia
“Entre la verdad, la indiferencia y el absurdo: El extranjero de Camus”
Por Juan Manuel Chávez
Lunes 12 de abril, 19h30.
Auditorio del Centro Cultural Británico. (Ingreso libre).
Jirón Bellavista 531 / Malecón Balta 740, Miraflores.
Albert Camus nació en Argelia en 1913, de padres franceses que emigraron a esa colonia fragmentada por la discriminación y la falta de equidad. Su familia es una de las tantas que buscó el porvenir bajo la condición de extranjera. Quedó huérfano de padre al año siguiente y sobrellevó una vida de pobreza al lado de su madre sorda. Su ilusión juvenil era ser jugador profesional de fútbol en el puesto de los rechazados: arquero.
Filósofo de profesión, vivió la Segunda Guerra Mundial en las tribunas del activismo político, en lucha contra los totalitarismos, eximido de la vida militar por la tuberculosis que le impidió el manejo de las armas y le desenredó el camino de las letras.
Su primera novela es El extranjero, de 1942, cuando París soportaba con espanto la ocupación nazi. Este libro, que un titular de diario podría resumir en diez palabras ―“Asesina a un hampón y lo sentencian por su indiferencia”―, se inicia con un velorio sin llantos y termina antes de una ejecución pública en la que harán falta los gritos; a este libro que aborda la impronta del presente, el extrañamiento, la apatía, el absurdo, le siguieron El mito de Sísifo, Calígula, entre otros. Cuando en 1957 obtuvo el premio Nobel de Literatura, Camus expresó: “personalmente, no puedo vivir sin mi arte. Pero jamás he puesto ese arte por encima de otra cosa”. Antes del arte está el ser humano, su realización y oportunidad; incluso, sus vínculos familiares o amicales, y la reserva de una vida tan modesta como digna.
Luego de que el 4 de enero de 1960 se estrellara contra un árbol el Facel Vega HK500 de Galimard, el mecánico que estudió el accidente afirmó: “este auto es una tumba”. No hablaba solo del vehículo estrellado, se refería al modelo, a la empresa de lujo, una empresa que quebró cuatro años después a consecuencia de la mala publicidad que generó la tragedia y la carga impositiva para objetos suntuosos que estableció el gobierno durante la ruina de la postguerra. Pronto llegaría el mayo francés y la ilusión de un grito: “la imaginación al poder”.
Si bien el mecánico no solo aludía al vehículo estrellado, ante todo puse hincapié en este, ya que dentro de la tumba de caucho y metal falleció Albert Camus, uno de los autores más influyentes del siglo en que nací.
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Quedan cordialmente invitados a la conferencia
“Entre la verdad, la indiferencia y el absurdo: El extranjero de Camus”
Por Juan Manuel Chávez
Lunes 12 de abril, 19h30.
Auditorio del Centro Cultural Británico. (Ingreso libre).
Jirón Bellavista 531 / Malecón Balta 740, Miraflores.
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