jueves, 1 de septiembre de 2011

CREER O NO CREER

EL PAPEL NEFASTO DE LA IGLESIA CATÓLICA EN EL DESARROLLO DEL PAÍS





Cuando se dice que el Estado peruano es laico (eso dice o parece decirse en el mamarracho de la constitución de 1993) uno piensa que, por ejemplo, la iglesia católica no recibe un centavo de nuestros impuestos; uno también piensa que no se tiene que recurrir a una biblia cristiana para hacer los juramentos de los congresistas y gobernantes ante un dios supuestamente no auspiciado por el Estado. Uno también cree que un presidente no puede hacer una estatua (como ese bodrio grotesco del Cristo vago) en honor y gloria a una religión --en este caso-- rezago y azote de la conquista española. Quizás la trampa esté en dos artículos de la carta magna que si se analizaran correctamente darían origen a una contradicción: mientras el artículo 2do de la Constitución Política se habla del derecho a la libertad de conciencia y de religión, en el artículo 50 se habla de que “el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú y le presta su colaboración”. Es decir, mientras que un artículo se habla de libertad de creencia y de opción religiosa y de una aparente igualdad seudodemocrática de culto, en otro artículo, el Estado se convierte en bufón, perifoneador y ayayero del catolicismo.

Para los que piensan (como yo) que el ejército funciona como partido político no nos extraña que la Iglesia Católica también funcione como tal, por lo menos el Opus Dei tiene sus cuadros a buen recaudo o perfectamente entornillados en puestos claves (sector público, privado, empresarial, universidades, medios informativos, etc., etc.) y dispuestos a lanzarse como perros sobre la carroña politiquera, y el “señor” Cipriani quien ha movido las polleras de acuerdo a los eructos políticos que salían, primero, de la boca hedionda y cancerosa de Alberto Fujimori y, después, de la boca deslenguada y halitosa del genocida Alan García Pérez. Las canalladas de Cipriani han dado la vuelta al mundo no sólo por ubicar a los derechos humanos como una “cojudez”, o sea algo así como un desperdicio o una bagatela, sino también por manipular una creencia (fallida desde su primera concepción) para beneficio propio, usando el altar de la iglesia como tribuna política y las procesiones como arreo de ganado electoral (todavía nos acordamos de la procesión del señor de los Milagros sacada en abril y las actuales misas de salud o, mejor, misas de ablandamiento de conciencias para beneficiar la rápida salida de la cárcel del delincuente y reptil Alberto Kenya Fujimori).

Lo que está ocurriendo en la Universidad Pontificia Católica es verdaderamente vergonzante, la disputa gerenciada desde el Vaticano (el mismo que maneja el banco de lavados de activos más famoso del mundo: el banco del Vaticano heredero del degenerado narco-banco Ambrosiano, dinero que gastan para librar de la cárcel y silenciar a los cientos de curas pederastas que ocultan detrás de la sotana sus peores instintos) tan vergonzante como esa universidad decadente del Opus Dei de Piura que no consigna (o no quiere) los libros de Mario Vargas Llosa y todo ello al mismo estilo del Index Librorum Prohibitorum. En ambos casos nos damos cuenta que el conocimiento se encuentra secuestrado y quienes mandan siguen siendo los herederos de Torquemada y de los extirpadores de Idolatrías como el cretino de Pablo José de Arriaga, Fernando de Avendaño y Luis de Teruel.

Se supone que en el siglo XVII con el tratado de Paz de Wetsfalia se acabó la injerencia de la religión católica en el Estado y en todos sus estamentos, incluido la educación (no se me olvida que aquí hasta 1960 teníamos ministerio de Instrucción Pública, más parecido a un ministerio para entrenar perros o alguna normativa para criar chanchos); tampoco importa que a esta separación haya aportado la revolución francesa o la independencia americana o el avance del pensamiento en el siglo XX.

Tener a una iglesia católica con complejos de partido político y al mando de una universidad importante a la que usa de caballo de Troya y como “caja chica” es un peligro para el desarrollo del país y una piedra en el zapato para la ansiada modernidad, puesto que la planificación familiar en todas sus formas, el derecho al aborto, la igualdad de géneros (hombres, mujeres, travestis, gays, transgéneros, etc., etc.), la derrota de la homofobia, el matrimonio y la adopción libre para parejas homosexuales, el libre pensamiento de izquierda y sin falsos dioses, etc., etc. son prácticas que no deberían ser consideradas aberrantes y deberían estar --aunque esto no lo van a entender estos seudo religiosos de pacotilla-- dentro de toda tolerancia intelectual. El Perú no merece ni debe quedarse en las épocas de oscurantismo. Las universidades, institutos y colegios con rótulos religiosos, como las de rótulos militares (salvo para las instituciones netamente castrenses), deben desaparecer. Cipriani debe dar un paso al costado o de lo contrario recibir una patada en ese trasero ensebado de ideologías absurdas, mafias, porquerizas religiosas y, sobre todo, estupidez.


Actualización: un lector me envía una página de la Universidad de Piura donde en efecto figuran algunos libros de MVLL, sin embargo la denuncia viene de los propios alumnos quienes afirman que los libros de MVLL no existen en los anaqueles.

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

carajo, ybarra, estos posts son duros como piedra en la cabeza. bien ahí.

Anónimo dijo...

¿Y el poder?, ¿qué puede hacer Cipriani (avalado por el Vaticano) y qué la PUCP?

Alternativas. Necesitamos alternativas. La razón no sirve para nada. Porque la PUCP tiene la razón, pero... ¿Tiene el poder?

Raúl Lemus dijo...

YA NADIE CREE EN CIPRIANI, ES CUESTIÓN DE TIEMPO. DE QUE CAE EL PEDERESTA, CAE DE TODAS FORMAS..........................

Anónimo dijo...

Juan Luis Cipriani Thorne, hijo de perro, còmplice de asesinos y fascistas como el Benedicto.

Pido pùblicamente mi EXCOMUNIÒN de la SANTA PUTA IGLESIA CATÒLICA.

Rafael Inocente