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viernes, 6 de junio de 2008

SOBRE LA ENVIDIA, UNA RESEÑA Y UN LIBRO: “SINFONÍA DEL KAOS”, NINGUNEADO POR EL ESTABLISHMENT



Hace 15 años Cromwell Jara escribió una reseña sobre mi –reciente, en esa época- publicado libro “Sinfonía del Kaos”; ya había tenido una conversa un poco ácida –y no iba a ser de otra forma- con Christian Vallejo (QEPD), responsable de culturales en “La República”. De esa conversación, recuerdo un intercambio nada amable de citas y de conocimientos memorísticos de libros y detalles que a la larga le sirven a uno para saber cuándo otro quiere impresionar con los datos y los versos de memoria. Hecho por el cual le llamé la atención y le corregí cierto poema de Gregory Corso que aparece en “El Feliz Cumpleaños de la Muerte”. (No fue mi intención hacer renegar al viejo). Recuerdo que ese día salí del periódico en el jirón Camaná, bastante molesto porque yo jamás le había pedido ningún favor a este señor, fue a través de Mario Vallejo, sobrino de Christian y compañero de carpeta en el curso Redacción Periodística II, la forma en cómo llegó mi libro a manos de este longevo dinosaurio de la crítica. Antes de salir, le desee éxitos en su trabajo cultural y azoté la puerta. El invierno me recibió afuera y caminé hacia el jirón Quilca pensando que mi futuro como escritor estaba condenado -por extrañas fatalidades- a un círculo cerrado y hermético que –para mi pesar- no tendría por qué exceder a mi familia, o sea yo mismo, ya que en ese tiempo vivía solo, hecho por el cual había llegado a escribir 30 páginas diarias, poemas, cuentos, ensayos que nunca verían la luz.
Por aquellos días me encontré con Cronwell Jara en la ANEA del jirón Puno y me entregó una reseña sobre “Sinfonía” que él había preparado animosamente, y como no estaba colaborando en ninguna revista me la entregó para que yo la publicara en algún medio. Justo ese mismo día me encontré con un poeta de mi generación que sacaba una revista con una gente del Museo de Arte y, sin pensarlo, le entregué, ingenuamente, la reseña. Lógicamente este poeta –del cual me contaron era una especie de encarnación putrefacta de la envidia y de otras miserias del ser humano- nunca lo publicó y lo ocultó “para siempre”. El tiempo pasó y mi libro llegó a las manos de casi todos los poetas que se cruzaron conmigo, existían buenos comentarios y cierto poeta de renombre pensaba que yo podía ser “su sucesor”; Enrique Verástegui quería estamparme el clisé de “mito viviente”; la verdad nunca he tenido esa pretensión, es más, me parece absurdo, y es que no había escrito “Sinfonía del Kaos” para “suceder” en el trono a nadie, mucho menos para ser mitificado. Acepté humildemente las relaciones lecturales con respecto a Hora Zero, la Beat Generation y Rodolfo Hinostroza que amablemente sugirió el poeta Róger Santibáñez. Juan Ramírez Ruíz, levantando la copa, diría que yo era el “poeta de hierro” a lo que respondí que prefería ser el “poeta de plomo”, o sea antiradioactivo.
Lo cierto es que los críticos literarios con los que conversé por esos días estaban muy preocupados por mi relación con los grupos poéticos de aquella época y me interrogaban si tenía algún padrino literario, algún poeta que estuviera guiando mis pasos, obviamente me preguntaban de forma sutil, tratando de entender quizás, por qué alguien como yo había escrito ese libro que poéticamente injuriaba el orden establecido y se entregaba a un tipo de amor suicida y doloroso. La música del desorden estaba empezando a escucharse.
Así, de esta forma, mucha agua corrió por este río heraclitiano. Hace unas semanas me encontré con un viejo amigo escritor, quien me pidió no revelar su nombre por razones “diplomáticas” y conservar esas amistadas con las que tiene tratos literarios y publicaciones constantes, el cual me entregó esta vieja reseña de hace 15 años impresa en un papel envejecido, apolillado y cuyos bordes la lluvia había lamido suavemente dejando leer el texto, material que quisiera compartir con ustedes:


SINFONÍA DEL KAOS: CUANDO LA POESÍA SE HACE HISTORIA

x Cronwell Jara J.

Con “Sinfonía del Kaos”, Rodolfo Ybarra, se revela, de modo natural, como la voz más representativa de la generación del 90. Es “más poeta” que otros “representativos” de su generación. Poeta de “Arte Mayor”; él no se aferra a “expresiones-palabras-metáforas-imágenes” ingenuas y de escaso calibre semántico. Su poesía se dispara ametrallando la “realidad-cultura-política-valores”, despotricando, mostrando lo pútrido y destrozando todo para demostrar sus vacíos: lo fútil, lo artificial, la muerte, la estupidez de este mundo de tecnologías contaminantes, venenosas, enajenantes, estériles: dicho de otro modo, inhumanas.

“Sinfonía del Kaos”, de Rodolfo Ybarra, es un poemario que dará mucho que hablar a los señores dedicados a las ciencias sociales y a otras personalidades. No es un libro de poema más, como muchos que aparecen a diario en esta ciudad de Lima. Es un excelente libro de poemas. Excelente como lo es “Trilce”de Vallejo, “Una temporada en el infierno” de Arthur Rimbaud, “Cantos de Maldoror” del Conde de Lautréamont, “Los extramuros” de Enrique Verástegui o “Aullido” de Allen Ginsberg”.

Tal vez mi impresión de “Sinfonía del Kaos”, sea exagerada. De hecho que lo es. Nuestra realidad igualmente lo es. Reconozcamos, “Sinfonía” no será un poemario que inaugure una nueva forma, estilo u onda de hacer poesía. Como sí lo lograron Vallejo, Rimbaud, Lautréamont, Allen Ginsgberg. Pero continuará siendo bueno. Bueno por varios méritos. Bueno porque ha sabido nutrirse y asimilar lo mejor de la tradición poética llegada de otros lares, como ha sabido asimilar a Carlos Oquendo de Amat, César Moro, Enrique Verástegui, entre nuestros connacionales; y bueno desde su impecable formato y edición hasta los contenidos de los cinco “Bodegones” de que consta el libro. Contenidos que estremecerán, causarán repudio, asco, desazón, rechazo a su lectura, en más de un ingenuo lector; y por aquí uno de sus grandes méritos: el “yo que poetiza” (conciencia del poemario, ojos que avisoran la “ciudad-real”), sabe retratarse a sí mismo y, por ende, sabe retratarnos a quienes vivimos y padecemos esta “insoportable ciudad de Lima”.

“Sinfonía del Kaos”, resulta en este “retratarse” por dentro y por fuera de sí mismo, en cierta forma la conciencia-espejo de nuestra historia coyuntural citadina. Esto es lo que somos, así somos, así sentimos y padecemos esta mugrosa o asqueante ciudad de Lima, hoy y ahora, quienes la caminamos, pisoteamos, escupimos y observamos, mientras el deterioro y el caos imperante la sumergen cada vez más en la patética feria del smog, los ruidos infernales y en las mil formas de la contaminación ambiental. ¿Por algo habitamos en esta ciudad-chatarra, no?

“Sinfonía del Kaos”, es el testimonio de un poeta joven marginal que detesta la formalidad. Representa la voz y el sentir de millones de jóvenes de la Lima de hoy. Pero deviene en legajo histórico al testimoniar fielmente no sólo el deplorable paisaje exterior de una “Lima-basural-infierno-cementerio”, sino, además, al revelarnos las muchas formas de “neurosis” que todos sus habitantes, de uno o de otro modo –y sobre todo los más jóvenes- llevamos “como una bomba de cobalto sobre tu cáncer” dentro. Neurosis, desquiciamiento, visión de pesadilla “necesidad de agredir gratuitamente”, sensación de locura, anhelos de vomitar sobre el rostro de los demás, “ganas de matar a alguien”, pero trambién deseos de vagar, extraviarse y de amar y ser amado hasta la muerte, son algunos de los impulsos que arrastran al “yo poético” para facturar con vehemencia al borde de la locura, estos poemas.

El “yo-conciencia-poetizador” del poemario, desde la “Obertura” inicial del “Bodegón I”, al tomar conciencia de saberse quién es : “No tengo casa y habito los lugares más miserables de la marginalidad”, se descubre y declara a sí mismo:

“Soy un anarco sindicalista/ soy un Marxista confeso/ soy
un estúpido social demócrata/ soy un maldito cristiano
soy un perro khrisna/ soy la última rueda del coche/ soy
el último hippie en decadencia moral
soy un metalero sin suerte/ soy un subterráneo
desquiciado/ soy la última gota de esperma lanzada en el
vientre de la humanidad
Y aquí estoy enfrentando mi cara y mi cuerpo con el puño
Artero de la realidad/ y no tengo nada que perder”.

Por eso su reafirmación, hecha de irreverencia cargada de impotencia, odios y sentimientos de incomprensión y desafío:
“Me cago en los carros último modelo/ me cago en la
tecnología de desecho imperialista/ me cago en todos
los que niegan mi capacidad de juicio y mi razonamiento
dialéctico/ y nadie va a liarme una camisa de fuerza/
nadie va aniquilar mis palabras/ nadie va a encerrarme en
las mazmorras de la formalidad”.

De ahí que concluya:

“y yo levanto la mano y agarro la cachiporra de la
historia”.

“yo canto y soy la historia por donde vamos caminando
al borde la locura y del orgasmo”

Es decir, el “yo poético” se sabe conciente de su rol. Su voz poética: se hará “historia” en la medida que denuncie, despotrique y despedace la “ciudad-cementerio-infierno-basural” aunque sea con la poderosa maldición de su escupitajo poema.

Para ello, mientras deambula por la ciudad que se tornará “histórica”, no por los historiadores oficiales, sino merced al poder reconocido de la poesía, se acompaña de importantes personajes: poetas universales (Walt Whitman, Sylvia Plath, Rimbaud, Lautréamont) músicos famosos (James Douglas Morrison), la copulada Clocharde, pintores marginales (Víctor Humareda, Vincent Van Gogh), como de la imagen de la mujer amada, y los dolidos fantasmas de la abuela y del padre. Por quienes el poeta no vaga solo, aunque sufra de soledad y marginación; la lucidez, la luz de su inteligencia, la rabia de lucha: las lecturas de los libros que ama y la voz y compañía de sus fantasmas amados.

De estas pasiones, la locura del amor es la razón más poderosa para no perder del todo la brújula en medio del “kaos”. El amor, con su ráfaga de lujuria, ternura, deseo, odio-caricia, odio-amor, le es el rostro que reúne muchos rostros. No ama solamente a la abuela, al progenitor o a la clocharde. Su amor –por la vida, después de todo, reconocida en su bajeza humilde y mugre humana-, se entrega a la presencia sin artificios, al rostro sin maquillajes, al ser honesto –así sea delictivo-, a su “verdad”. Por eso “Tocata y fuga”, el segundo poema del “Bodegón I”, resulta finalmente más que una declaratoria de guerra contra la estulticia del mundo, la constatación contundente y despiadada de una filosofía de vida auténtica, de un credo de fe libre de cualquier hipócrita doctrina sacra o moral establecida, y por sobre todo ello: una especie de “arte poética”, ¡qué mejor!:

“amo lo horroroso y lo bello/ todo lo certero y todo lo
funesto
amo las piedras que conocen mis pasos y los pasos de
otros hombres y
de otros seres vivos que como yo van en busca de su verdad
amo estas calles cortadas con la chaveta del delincuente
porque él también es mi hermano en primer grado y su
vida también está

marcada con el sello de la desesperación
amo a las prostitutas y a los homosexuales porque su
carne es también mi carne/ porque su sexo es también
mi sexo”.

“Sinfonía del Kaos”, es un poemario que debemos leer todos. Un libro que debe leerse en escuelas, iglesias y ser criticado, cuestionado; un libro que deberían adquirir los congresistas y demás políticos que aparecen declarando diariamente en los noticieros de la T.V. y las radios. Para que reflexionen y sepan qué y quienes somos en este país. Y, sobre todo, entiendan: qué sentimientos, qué ideas, qué frustraciones y rencores y qué imágenes de la vida y del mundo, están ocasionando los legisladores y la estupenda política administrativa, cultural y económica de los últimos gobiernos, en las conciencias de millones de jóvenes de hoy.

Porque “Sinfonía del Kaos”, así la incuria y ciertas falsas delicadezas no lo quieran aceptar, será un libro que perdurará, arderá con llamas vivas en las manos y las conciencias de muchos; podrían quemarlo, vituperarlo, pero seguirá vigente por muchos años, décadas, pasado este siglo.

Porque esta “sinfonía” es la historia misma. La nuestra, así nos duela.