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jueves, 14 de agosto de 2008

¿IVÁN THAYS CONTRA MIGUEL GUTIÉRREZ?



El domingo 3 de agosto, Iván Thays publicó un artículo en “El Dominical” titulado “Un Artefacto Literario Anacrónico” donde hace una ridícula apreciación de conceptos que tratan de confundir y ablandar al lector distraído (felizmente no todos somos o encajamos dentro del lector estándar o seudoculturoso de “El Comercio” de los domingos) para introducir un “análisis” de lo más capcioso que he leído en las últimas semanas; así el ex-presentador de tv. dice: “No existe nada malo en escribir críticas literarias o reseñas de libros desde una ideología determinada; pero hacerlo desde una posición doctrinaria puede resultar un esfuerzo inútil”. Qué es lo que entiende el creador de "La Disciplina de la Vanidad” por “ideología” (conjunto de ideas filosóficas, políticas, religiosas, etc., de una determinada persona) para licenciarla y asumirla como “válida” en relación al otro concepto: “doctrina”, cuyas definiciones más minimalistas recalan en enseñanza, ciencia, sabiduría en las que cree un grupo de personas. Nótese la oposición de individuo a grupo que es lo que esconde estos conceptos aparentemente simples y de fácil apreciación. He ahí el meollo del individualismo dogmático propulsado por Thays incapaz de entender a un escritor que, no sólo soportó la muerte de su esposa y de su hijo en uno de los genocidios más vergonzosos para nuestro país –la llamada matanza de los penales; el libro está dedicado a Carlos Eduardo Ayala Aguilar, “mi hijo, desaparecido durante el genocidio de los combatientes sociales presos en la isla El Frontón, Callao, Perú, los días 18 y 19 de junio de 1986..."-, sino que, por muchos años, fue marginado por el establishment que ahora, luego de que Gutiérrez ha hecho una concesión en torno a los best sellers y a un arrepentimiento histórico –y necesario- que la coyuntura ameritaba, le acerca, no con pocas dudas, los reflectores.

Cuando alguien escribe reflejando un interés mayoritario ya sea este el de una religión o un partido, lo está haciendo desde una doctrina, el hecho de que sea consecuente o no con lo que está detrás de este concepto no interesa para este análisis, se da por entendido. Por lo demás, esa sentencia de “esfuerzo inútil” creo yo que más que un “odio de clase” (en los términos del marxismo ortodoxo) responde a un individualismo libremercadista y sicofante en el que no se permite (y se priva antiliterariamente) la idea de entender a alguien que pueda reflejar en su escritura los intereses de un grupo de personas, por más que estos sean la mayoría. Aparte de representar y expresar en cierta forma el descontento de un buen sector de la población peruana y las búsquedas de un grupo de escritores desde -y alrededores- de “Narración”. No olvidemos que “Un Mundo Dividido” fue un proyecto de investigación universitaria que después de independizarse, no sólo pasó a mayores, sino que tuvo el apoyo de Víctor Mazzi, Ester Ginocchio , Elsa Cajas, Carmen Ollé, Oswaldo Reynoso, Víctor Zavala Cataño (actualmente preso, salió en la presentación de Abimal Guzmán como parte del Comité Central), Emilio Rojas Sáenz, Guillermo Serpa, Félix Huamán Cabrera, Julio Carmona, Sonia Arauco, Roberto Reyes, Julio Nelson, etc.

En otro párrafo Thays dice:
“El mismo Gutiérrez ha declarado con justicia en varias entrevistas, y en el prólogo escrito para esta edición, que sobre él existen demasiados prejuicios y que se lo valora entusiasta y ciegamente -eso no lo dice él, es mi impresión- o se lo desdeña sin argumentos literarios sólidos.”
Pregunto yo cuál es el “argumento literario sólido” que pretende suponer que, en este caso, tiene (Thays) para desvituar “Un mundo dividido: la generación del cincuenta". Aparte de esos ejemplos sacados de "Canal Travel" y ese viejo prejuicio que le ha generado un entorno de hipocresías lamentables y un séquito de escritorzuelos genuflexos que callan en la complicidad, asienten ante el error y no son capaces de advertirle que ha equivocado el camino.

En otro párrafo Thays apunta:

“Sin embargo, creo que cualquier lector más o menos instruido descubrirá que el mayor error del libro, al menos en lo que respecta a la narrativa, está en creer que los personajes de las novelas son, antes que individuos, estados de clase, símbolos o, peor aún, alegorías. Así las cosas, si el teniente Gamboa en La ciudad y los perros es un personaje honesto, entonces la novela es implícitamente pro-militarista porque Gutiérrez es incapaz de separar la honestidad del personaje Gamboa con la clase (o casta, como dice él) a la que supuestamente representa. Ese error de lectura, en concreto, parte de un principio superior que es el principio rector del marxismo literario: que los libros son todos obras alegóricas y los personajes no son individuos contradictorios o sutiles, sino representantes de sus clases sociales”.

Esto me hace recordar a una crítica que escribió Sergio Ramírez Franco sobre la “Violencia del Tiempo” donde acusaba y sentenciaba a los personajes de esta novela calificada como la de más extensión en las letras peruanas: “Oda Belnalcázar es demasiado perverso, al punto que resulta casi cómico; Santos Villar previsible, plano, sin matices; Primorosa Villar es apenas la imagen de una “potranca” deliciosa y deseable, como se deleita en nombrársele a lo largo de toda la novela, en una asimilación de las mujeres bellas o yeguas y otros animales, merced a símiles bastante dudosos. El caso más risible y singular es el del personaje llamado Petronila Jaramillo, cuyo motor en la vida es el de purgar por el placer que sintió cuando fue violada por Odar Benalcázar”… etc. Letras
© UNMSM. Facultad de Letras y Ciencias Humanas
ISSN Versión impresa: 0378-4878 Año 64, Nº 92-93, 1993
(no será que este articulo motivó tardíamente al escritor de “Las Fotografías de Frances Farmer" y "El Viaje Interior")
Pareciera que Thays estuviera hablando del ruso Kirillov quien quería quemar los cuadros rafaelistas, los leonardos y toda la creación artística de la época victoriana por oponerse a la idea de “revolución”, semejantes ideas concluyeron con el suicidio de este errático teórico que Thays quisiera endosar con calzador a Miguel Gutiérrez. Lamentable porque “La Generación del 50: Un Mundo dividido” trató de volver a los cauces clásicos del ensayo, o sea influenciarse en la literatura, la ciencia y la filosofía (por más que esta sea materialista) en contra del academicismo y el cientificismo que como se apunta en la contratapa de la primera edición: “destacan por el desprecio al lector y no pocas veces por su desprecio a la lengua”.

No está demás apuntar que quien esto escribe tiene marcadas discrepancias con Miguel Gutiérrez, no obstante eso no me vuelve mezquino para reconocer el talento ajeno, mucho menos negar lo innegable: después de MVLL, es Gutiérrez el otro farol que alumbra la literatura peruana, la literatura de los que no tienen voz, de los oprimidos y explotados, los que luchan contra un sistema aberrante que al no poder sostenerse correctamente en la práctica quiere inventarse una teoría capaz de adormecer las conciencias y enterrar el verdadero problema. Es lamentable que Thays haya tomado -presionado por los adláteres de la reacción- la pala de la burguesía verborreica para fungir de enterrador.
En todo esto es clara la situación de quien anda en bicicleta (o monociclo) y quien anda en trailer de varios ejes (no imaginamos un choque tan desbalanceado y donde el monociclado no sobreviviría). A veces el simple paso de un grande despeina a los pequeños. Valga esta segunda edición de “Un Mundo Dividido” para recordarnos que pocas cosas han cambiado luego de 20 años transcurridos, quizás hayan variado los nombres de los que aparecen en el capítulo 9: “La formas de compromiso social”. Quizás después de tantos muertos ya estemos hastiados de hablar de guerras y de enfrentamientos. Quizás a ningún partido en la legalidad o la ilegalidad se le ocurra, en estos momentos, iniciar una lucha armada. Después de todos los "quizás", me pregunto si las condiciones no son acaso las mismas que ocasionaron todo esta enormidad de situaciones difíciles para los peruanos. Por ello, contrario a lo que otros piensan o creen, considero que este ensayo “Un Mundo Dividido” es un libro fresco, el olor a naftalina es un agregado de los enemigos y entes atrabiliarios que no soportan el oficio y el encono de un hombre de letras que ,sin duda, sobrevivirá a su tiempo.