En la Feria del Libro de Lima se presentará este enorme libro de Bob Kaufman (el Rimbaud negro de la 'beat generation') que he tenido el honor de contratapear/post-prologar. Todos los créditos son del poeta y académico norteamericano Zackary Payne (o Zachary de los Dolores), primer traductor al castellano de El Manifiesto Abomunista. Nos vemos pronto.
BLOG DE
viernes, 28 de junio de 2013
miércoles, 19 de junio de 2013
PRESENTACIÓN DEL LIBRO: LA LUNA EN GUARDIA, JUEVES 4 DE JULIO A LAS 6 pm.
- 18:00
- Biblioteca Municipal Juan Mejía Baca, Jr. Grau 414, San Miguel
El retorno de la poesía lírica –el texto que se recitaba con la lira– es lo que Erick Robles Moran nos ofrece con La luna en guardia. Poemas que vienen del sentir del bardo, textos que se elevan hacia la luna regente y en posición de alerta, en culto uránico, nunca al garete, asintiendo ante los cambios graduales que el astro ofrece del cuarto creciente al apogeo lucífero y que irradian en los textos dedicados a la musa, amante y mujer perpetua: Un cielo muere en tus brazos; en palabras que son directas y delicadas, escogidas como un ramillete de flores, dibujadas a pulso o con pincel como si de un gouache se tratara.
lunes, 17 de junio de 2013
ESTE BLOG HA SIDO SECUESTRADO
HOY, HOY, HOY
Todos a protestar contra los malditos terrucos y seudoizquierdosos vendepatria; todos a defender los derechos humanos, la vida y la hermandad de los pueblos; todos al cuartel de la DIROES a defender a nuestro Chino, nuestro ídolo e histórico presidente que nos trajo la paz de los cementerios, el orden de las botas y la armonía del neoliberalismo en su fase celestial y caníbal. Hoy a las 6 pm., movilidad gratuita, tráilers, combis y carretas desde todos los conos; sanguches, pan con pavo, gaseosas y caramelos gratis; polos, bibidís, chompas, sorpresas, globos y regalos para los niños. 25 soles por asistente, cada encargado de grupo recibirá 100 soles. Exija su sticker de yapa. No se deje sorprender.
¡CHINO DIGNIDAD!
¡KEIKO PRESIDENTA 2016!
¡PENSAMIENTO KENJI AL PODER!
sábado, 15 de junio de 2013
LIBRORUM PROHIBITORUM
Pueden leer gratis mi página de libros LIBRORUM PROHIBITORUM en la revista DOSIS (versión impresa y virtual), gracias al esfuerzo de un grupo de periodistas, publicistas y de su director, mi viejo amigo Mario Vallejo.
viernes, 14 de junio de 2013
ENTREVISTA A JUAN GONZALO ROSE POR CÉSAR HILDEBRANDT
Esta es quizás una de las entrevistas más tristes que se le ha hecho a un poeta peruano.
Tres años antes de morir, Rose se debatía en una lucha cuerpo a cuerpo con la soledad y la depresión. Aquí un fragmento de la conversa Hildebrandt-Rose que volvió a ser reeditado en el libro: Cambio de palabras. 2a ed. Tierra Nueva. Iquitos, 2008.
CH: Usted ha dicho, desgarradoramente, que las fuerzas creadoras lo han abandonado, pero que todavía espera un milagro...
JGR: Es una manera de expresar una esperanza, dictada sobre todo por el sentimiento. Porque, racionalmente, yo me doy cuenta de que mis posibilidades de creación están agotadas.
CH: Yo me he preguntado muchas veces, Juan Gonzalo, qué fue lo que lo quebró. En un poema de Las Comarcas usted dice: "pero el gran desamor, sólo noches oscuras acarrea..." ¿Fue eso? ¿Fue la soledad?
JGR: Sí, en parte... Pero hay otros factores. En primer lugar, naturalmente el tiempo: tengo 52 años. Luego, esa soledad a la que nos hemos referido y que en mi caso es muy especial... Porque desde hace cuatro años yo padezco de depresión. Esta depresión me conduce a encerrarme en mi cuarto, y pasan semanas y semanas y yo no converso con nadie. De tal modo que, faltándome la experiencia, no hay material para la creación. Toda creación se nutre de vivencias...
CH: El país, Juan Gonzalo, nuestra realidad, ¿tienen que ver con su tristeza?
JGR: Creo que es posible. Sin duda el clima político influye...
CH: No sólo el clima político. Me refería al maltrato sistemático que este país administra a sus poetas, a sus músicos, a lo mejor de su gente en muchos casos...
JGR: Sí. El sentirse no estimulado, el sentirse siempre prescindible, esta especie de ofensiva muchas veces silenciosa, tienen que ver con mi depresión... Pero también influyen otros factores. Por ejemplo el doctor Mariátegui me decía que a mí me hace mucho daño no tener ninguna seguridad económica. Esto es cierto... He llegado a la edad que he llegado y yo vivo mantenido por mi madre... (...)
(...)
CH: ¿Alguna vez ha sido usted feliz, Juan Gonzalo?
JGR: No. No he conocido lo que es la verdadera felicidad.
CH: ¿No la buscó?
JGR: Todos la buscamos. No he tenido oportunidad de encontrarla.
CH: ¿Cómo la hubiera encontrado?
JGR: En compañía de alguien que me entendiera.
CH: ¿Nunca llegó ese alguien?
JGR: No.
CH: ¿No es esa una visión muy deprimida?
JGR: La verdad es que en lo amoroso nunca pude alcanzar una verdadera estabilidad. Fue mi juventud extremadamente bohemia. (...) Bebía mucho, sí. Yo he tenido una juventud alcohólica, de la que felizmente he logrado alejarme. Fue una batalla bastante dura.
(...)
CH: Habla usted de descansar. ¿Qué es aquello de lo que más quisiera descansar, Juan Gonzalo?
JGR: De la monotonía en que se ha convertido mi vida, del estar encerrado en mi cuarto... Yo soy una persona curiosa: no voy al cinema, no veo televisión, no escucho música, no leo, no escribo. Yo no sé qué hago con mi tiempo. Es totalmente un vacío... Todo me molesta, me repele...
CH: ¿Le molesta estar en este momento hablando de sí mismo como lo está haciendo?
JGR: No... Porque es una catarsis...
CH: ¿Teme algo de especial manera?
JGR: Sí... Me da miedo que, de agravarse este círculo de circunstancias adversas en que me muevo... Tengo pánico de retornar al alcoholismo. Sé que sería irremediable...
Tres años antes de morir, Rose se debatía en una lucha cuerpo a cuerpo con la soledad y la depresión. Aquí un fragmento de la conversa Hildebrandt-Rose que volvió a ser reeditado en el libro: Cambio de palabras. 2a ed. Tierra Nueva. Iquitos, 2008.
CH: Usted ha dicho, desgarradoramente, que las fuerzas creadoras lo han abandonado, pero que todavía espera un milagro...
JGR: Es una manera de expresar una esperanza, dictada sobre todo por el sentimiento. Porque, racionalmente, yo me doy cuenta de que mis posibilidades de creación están agotadas.
CH: Yo me he preguntado muchas veces, Juan Gonzalo, qué fue lo que lo quebró. En un poema de Las Comarcas usted dice: "pero el gran desamor, sólo noches oscuras acarrea..." ¿Fue eso? ¿Fue la soledad?
JGR: Sí, en parte... Pero hay otros factores. En primer lugar, naturalmente el tiempo: tengo 52 años. Luego, esa soledad a la que nos hemos referido y que en mi caso es muy especial... Porque desde hace cuatro años yo padezco de depresión. Esta depresión me conduce a encerrarme en mi cuarto, y pasan semanas y semanas y yo no converso con nadie. De tal modo que, faltándome la experiencia, no hay material para la creación. Toda creación se nutre de vivencias...
CH: El país, Juan Gonzalo, nuestra realidad, ¿tienen que ver con su tristeza?
JGR: Creo que es posible. Sin duda el clima político influye...
CH: No sólo el clima político. Me refería al maltrato sistemático que este país administra a sus poetas, a sus músicos, a lo mejor de su gente en muchos casos...
JGR: Sí. El sentirse no estimulado, el sentirse siempre prescindible, esta especie de ofensiva muchas veces silenciosa, tienen que ver con mi depresión... Pero también influyen otros factores. Por ejemplo el doctor Mariátegui me decía que a mí me hace mucho daño no tener ninguna seguridad económica. Esto es cierto... He llegado a la edad que he llegado y yo vivo mantenido por mi madre... (...)
(...)
CH: ¿Alguna vez ha sido usted feliz, Juan Gonzalo?
JGR: No. No he conocido lo que es la verdadera felicidad.
CH: ¿No la buscó?
JGR: Todos la buscamos. No he tenido oportunidad de encontrarla.
CH: ¿Cómo la hubiera encontrado?
JGR: En compañía de alguien que me entendiera.
CH: ¿Nunca llegó ese alguien?
JGR: No.
CH: ¿No es esa una visión muy deprimida?
JGR: La verdad es que en lo amoroso nunca pude alcanzar una verdadera estabilidad. Fue mi juventud extremadamente bohemia. (...) Bebía mucho, sí. Yo he tenido una juventud alcohólica, de la que felizmente he logrado alejarme. Fue una batalla bastante dura.
(...)
CH: Habla usted de descansar. ¿Qué es aquello de lo que más quisiera descansar, Juan Gonzalo?
JGR: De la monotonía en que se ha convertido mi vida, del estar encerrado en mi cuarto... Yo soy una persona curiosa: no voy al cinema, no veo televisión, no escucho música, no leo, no escribo. Yo no sé qué hago con mi tiempo. Es totalmente un vacío... Todo me molesta, me repele...
CH: ¿Le molesta estar en este momento hablando de sí mismo como lo está haciendo?
JGR: No... Porque es una catarsis...
CH: ¿Teme algo de especial manera?
JGR: Sí... Me da miedo que, de agravarse este círculo de circunstancias adversas en que me muevo... Tengo pánico de retornar al alcoholismo. Sé que sería irremediable...
lunes, 10 de junio de 2013
EL RETORNO DE LA POESÍA LÍRICA: 'LA LUNA EN GUARDIA', DE ERICK ROBLES MORAN
La
poesía es siempre metáfora, música, ritmo, rima; es emoción y canto y, sobre todo,
simpleza y naturalidad. La paradoja de esto último es quizás el fenómeno
neobarroco de estos tiempos mediáticos en que las formas más tradicionales del
verso han entrado en “crisis” o se han enfermado
de tecnicismos, retruécanos y maromas. No obstante, como en todos los procesos
de la literatura contemporánea, la verdadera poesía –si es que hay una– siempre
ha salido ilesa, dispuesta a mostrar lo cotidiano, las vivencias del diario vivir,
el amor/desamor, en palabras simples cuya primera dificultad ha sido ser parte
y expresión del lenguaje popular y a la vez ubicarse en un lugar de culto.
El
retorno de la poesía lírica –el texto que se recitaba con la lira– es lo que
Erick Robles Moran nos ofrece con La Luna
en guardia. Poemas que vienen del sentir del bardo, textos que se elevan
hacia la luna regente y en posición de alerta, en culto uránico, nunca al
garete, asintiendo ante los cambios graduales que el astro ofrece del cuarto
creciente al apogeo lucífero y que irradian en los textos dedicados a la musa,
amante y mujer perpetua: Un cielo muere
en tus brazos; en palabras que son directas y delicadas, escogidas como un
ramillete de flores, dibujadas a pulso o con pincel como si de un gouache se
tratara.
El
numen poético se hace visible en cada página desde la Caricia Muerta hasta El
Resplandor. El poeta amartilla los aperos con los que entregará el sacrificio a
la luna porque el amor, los recuerdos, como la nostalgia por la madre (Ha ido lloviendo tras los años tu ternura/ y
yo sigo andando aún para encontrarte), van a ir consolidando el ars poética o La Epístola a los Pisones de Horacio haciéndose notar sutilmente en
cada texto (de)mostrando que hay oficio y trabajo de herrero, tesón de artesano.
He ahí su valor añadido en una poesía que se reelabora en su interior solo para
mostrarnos lo simple en su superficie.
De
otro lado (o, floydianamente, al otro
lado de) la luna, como imagen simbólica de la fecundidad y de los cambios en
los procesos de la vida, va a ir trazando un derrotero en esta otra Luna en
guardia o luna patrullero, luna en estado de vigilia, siempre al tanto de lo
que ocurre o deja de ocurrir al poeta en su imago
mundi, sus poemas se van a ir haciendo un lugar, ganando un terreno, un
espacio abierto en la veta de Carlos Oquendo de Amat-Eielson-Watanabe o Saint-John
Perse-Prévert-Neruda. La creatio
ilumina con luz de tránsito y marca la travesía de Robles Morán en esta su ópera prima.
Lo
demás es el amor/desamor que se va a ir leyendo en el libro como los rastros de
un caminante en la playa o, mejor, como las pisadas del primer hombre en la
luna.
sábado, 1 de junio de 2013
"AL PIE DEL CAÑÓN", CUENTO PUBLICADO EN LA REVISTA ALTAZOR
El general sabía que con ese
ejército de desmembrados, tuberculosos, locos y tullidos no podría ganarle a nadie;
pero ya estaba en la frontera y tenía que luchar a muerte o salvar la vida con deshonor.
Todos los cuadros estaban dispuestos en una interminable fila que abarcaba
varios kilómetros. Habían cavado una zanja para una lucha de trincheras, y
nadie sabía por qué ni para qué. Eran otros tiempos y las tácticas de guerra
habían cambiado. En sus manos, llevaban retrocargas, fusiles, palas, picos y
bombas molotovs. Un trapo viejo, casi una hilacha, flameaba a duras penas en un
palo de escoba. Y un cojo, que se apoyaba en unas muletas, tocaba la cornamusa
antes de la batalla.
—“¡Ni un paso atrás, nunca de
rodillas! ¡Aquí moriremos, pero no nos rendiremos!” —el eco salía de las
gargantas carrasposas y se mezclaba con el polvo seco del desierto y el ladrido
de perros esqueléticos que acompañaban la comparsa. El general sangraba por un
costado, tenía un ojo herido por una esquirla y una bala en la pierna derecha.
Su uniforme estaba desgarrado por todos lados, solo conservaba los galones, las
botas deslenguadas, un bastón de mando desportillado y el quepí que había
quedado íntegro después de mil batallas. Las órdenes del Estado Mayor eran
resistir, no dejar pasar al enemigo, pues eran la última línea del reducto. La
lucha sería sin cuartel; después de ellos, el país se extinguiría en la ocupación,
el saqueo y la barbarie.
Cuando aparecieron los primeros
monstruos mecánicos, las palas y bulldozers
abriendo paso a los tanques y a la artillería pesada, no supieron qué hacer. El
otro ejército era superior. No había dudas. Esas máquinas caníbales los
aventajaban. Eran soldados de carrera, tenían armamentos de última generación,
venían formados en cuadrillas de cientos, de miles, de millones. El general dio
un paso atrás asombrado y temeroso cogiéndose la pierna que se negaba a
obedecer. Por un momento, pensó que el suicidio colectivo hubiera sido lo
mejor, o quizá él mismo darles el tiro de gracia a cada uno de los reclutas
para evitar el sufrimiento; pero, mirando a sus hombres con sus pechos
hinchados agitando las consignas, dio la orden de no detenerse. Esto será una
carnicería, se dijo.
El cojo de las muletas fue el
primero en adelantarse y tocó la cornamusa como nunca lo había hecho en toda su
vida y sintió que era el sonido de las trompetas de Jericó. El general sabía
que la hora final había llegado. Unos minutos antes de la batalla, escuchó turbado
las vivas del pueblo que se acercaba en horda: ancianos, mujeres y niños con
piedras, palos y macanas en las manos para apoyar a su glorioso ejército. Eran
sus familias, sus consanguíneos. No habían querido quedarse en casa. El toque
de queda, los campos de concentración, las mazmorras de los tiranos, ya nada
tenía sentido para ellos. La defensa de sus tierras no los podía dejar al margen.
“La población civil también va a la guerra”, se decían entre ellos. Por eso, traían
a una tropa de caballos y burros moribundos que a las justas avanzaban en el
arenal, una banda de músicos menesterosos que tocaban una melodía impostada en
redoble de tambores y cencerros que alimentaban los ánimos, así como un viejo cañón
de ruedas que jalaban dos bueyes agitados mientras resoplaban por la gradiente.
No querían dejar solos a sus
soldados en este compromiso con el honor. La gloria estaba cerca. Esta sería la
última batalla, lo sabían bien. Y todos juntos empezaron a agitar los brazos y a
levantar las voces, dándose ánimos para enfrentar lo imposible. La algarabía se
extendió como reguero de pólvora en la fila de condenados. Todavía hubo tiempo
para los abrazos, las lágrimas, las despedidas, conversaciones rápidas y
nerviosas, saludos cordiales y el pesaroso llanto de los abuelos, mientras la
batahola seguía creciendo: “¡Ni un paso atrás, nunca de rodillas! ¡Aquí
moriremos, pero no nos rendiremos!”.
Y con la vara de mando en lo
alto, ahora sí decidido a todo, el general dio la orden para avanzar al abismo.
Ya no tenían nada que perder, todo estaba consumado. No había marcha atrás. Era
hora de enfrentar cuerpo a cuerpo al enemigo, con uñas y dientes si era necesario.
Y, contrario a sus principios castrenses, sintió un disimulado orgullo por
estar al frente de ese ejército de miserables. Una suficiencia lo embargó de
pie a cabeza, y él también, contagiado por la muchedumbre, sintió que se podía
vencer.
(Continuar la lectura en la revista).
(Continuar la lectura en la revista).
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