
Acabo de llegar de un viaje corto y (al abrir mi correo) me encuentro con la respuesta, casi inmediata, de Héctor Ñaupari a Rafael Inocente. No sé de quién es la queja que aparece en “Luz de Limbo” sobre un posible “veto” ¿? Creo que hay una agilidad por sindicar a los antidemocráticos, en todo caso sirva la presente para alentar la amistad crítica y el comportamiento alturado, donde la búsqueda de la verdad y la razón estén por encima de intereses suntuarios; asimismo, sirva la aclaración para apuntar que no es este blog el primero en recibir la carta de Inocente, y, según me cuenta él mismo, la carta fue dirigida primero a otros blogs donde no halló mayores respuestas.
Sin mayores comentarios dejo aquí la carta del polémico Héctor Ñaupari:
Estimado Rafael,
En primer lugar, mis saludos. Felicito lo que considero un gran avance, de parte de un sector de la progresía intelectual que usted integra, reconocer que Cuba no era el paraíso terrenal que habían defendido con tanto ardor durante tantos años y, aunque ya en una significativa minoría, todavía defienden.
Lo que sí debo aclarar de entrada era que, en mi visita a Cuba, no iba a esperar encontrar esa “Familia Ingalls caribeña” a la que alude. Sólo el inmenso peso de la evidencia informada hasta el agotamiento por sectores e instituciones progresistas como Amnistía Internacional, denunciando las incontables violaciones a los derechos humanos cometidos por la dictadura cubana me parece suficiente para, uniéndolo a lo que ví y padecí en mi estancia en la isla, diera cuenta de este testimonio: un país del que no se puede salir, no se puede leer lo que uno quiera, no se puede expresar libremente, no se puede trabajar libremente, no se puede ser dueño de lo que se gana, en el que no se puede caminar por sus calles, sus playas, y en el que todos se suponen delatores, no es un país que mereciera tal nombre.
En tal caso, si usted considerara dignos y elevados los principios del socialismo, tendría por fuerza que coincidir conmigo que esta terrible situación no se asemeja, ni por asomo, al socialismo en el que usted cree con convicción. De hecho, en mis conversaciones con los cubanos socialistas en la isla, era evidente que no poder comer, ni tener un techo que protegerlos del aguacero, ni una medicina, no tenía nada que ver con el socialismo que defienden.
En lo que sí debo discrepar con usted es que se pretenda confundir una realidad como la peruana con la cubana. Los males de los demás no alivian los propios. Tampoco, a fuerza de hacerlos semejantes, los males nuestros se convierten mágicamente en más llevaderos. Los males de los cubanos, por ende, no se hacen buenos ni se atenúan sólo por contrastarlos con los nuestros. Y es que estábamos hablando de la situación de Cuba. Por difíciles que sean nuestras propias circunstancias y vicisitudes, en la medida en que no nos sean conculcados nuestros derechos, podemos superar esos problemas. En una dictadura, como seguramente sabrá por su experiencia y sus lecturas, eso no es posible.
Terminando, déjeme decirle que no guardo ninguna nostalgia por el régimen de Fulgencio Batista, al cual se ha terminando pareciendo tanto esta dictadura castrista. La idea de una democracia cubana, con libertad y con igualdad, con oportunidades y bienestar, no tiene porque ser incompatible con las metas a las que ambos aspiramos, pues a pesar de parecer opuestas, no lo son tanto, si son bien analizadas. Un librepensador debería entender esto, ¿no le parece?
Para concluir, ¿Para qué juego? Para la libertad. La de los cubanos. La de nosotros. ¿Para quién juego? Para todo aquél que quiera ser libre, y pensar libremente, parecido o diferente a mí, como por ejemplo usted, pues a pesar de tener ideas distintas defenderé siempre su derecho de expresarlas.
Atentamente
Héctor Ñaupari