
En la anterior misiva de Héctor Ñaupari, este enfocó parte de su ilustrada respuesta (sobre la problemática cubana) en corregir cierto desdén lingüístico en Rafael Inocente. Al parecer, el debate está tomando otro color (¿golpes bajos? no lo creo, simples mediciones tácticas). El novelista de "La Ciudad de los Culpables" me envía esta carta abocada en corregir el mal uso de la palabra "infringir" (craso error de Ñaupari) en vez de "inflingir" que, al parecer, tampoco sería el correcto verbo en infinitivo. Sin mayores explicaciones, dejo esta interesante aclaración. Nos vemos en la zona de comentarios.
«Unos a otros se matan sin compasión,
Mamacha de las Mercedes
¿Qué es lo que pasa aquí?»
-Mamacha de las Mercedes, huayno ayacuchano-
Estimado doctor Ñaupari, cálmese que no le hace bien a su presión ni a su trajinado corazón valiente.
Toqué carne, doctor Ñaupari. Usted pierde el control fácilmente.
Usted afirma sentirse desalentado, es decir, abatido. Siento desilusionarle, doctor Ñaupari, pero en un momento histórico como el actual, cuando todo socialismo realmente existente se ha hundido o descompuesto ante el peso de la realidad y cuando se reafirma el orden capitalista en el mundo con el auge del liberalismo y cuando la ultraderecha arremete en contra ya no sólo del marxismo, si no de todo movimiento de liberación nacional, popular, indigenista, minoritario (tal vez como el de los cubanos sometidos por una privilegiada gerontocracia), sumarme al corro de áulicos que danzan macabramente sobre la tumba de millones de seres humanos que, esos sí, lucharon por la libertad de sus pueblos y naciones, sería miserable. Afirma usted que "justo cuando parece posible que los socialistas peruanos construirán, por fin, un socialismo renovador, inspirado, fuerte, que mire al futuro sin los corsés ideológicos que tanto daño les han hecho". ¿Qué le hace aseverar algo tan temerario, Héctor Ñaupari? Conversar no es transigir. Dialogar no es pactar ni mucho menos conciliar, doctor Ñaupari. En estos tiempos de hegemonía casi universal del pensamiento único liberal, la ultraderecha saborea sus pírricos triunfos con un sectarismo arrogante, pues se han atribuido para sí el uso del sagrado concepto de la libertad y usted es uno de los comensales en este festín de muerte, pero esa seguridad que usted tiene al afirmarse de manera tan categórica en su teología liberal resulta sospechosa. Porque en el fondo está, al igual que sus compañeros de ruta, inseguro de su recetario de cocina, pues a ojos vista el mundo se canibaliza y se rompe en un norte y un sur absolutos y excluyentes, la propia Europa, la vieja, decadente y decrépita Europa, tan querida y admirada por ustedes, está desorientada y sometida al Imperio de las Grasas Saturadas que se pudre en fascismo y tiembla ante la incapacidad de sus estructuras para garantizar un orden interno debiendo recurrir a medidas retrógradas como expulsar a los inmigrantes pobres del mundo, pues tal vez pronto deba recurrir a la receta violentista de Hayek, ya se les acabó la imaginación liberal para seguir contando cuentos a ignorantes y sus santones son cada vez menos creativos.
Me acusa usted orondamente de ser culpable de NUEVE MIL MUERTES, NADA MENOS. Me acusa de formular mentiras, caer en contradicciones, confusiones terminológicas y, oh, maestro, faltas gramaticales.
Comenzaré por lo último, las faltas gramaticales y le enrostraré sólo un par para que no se avergüence. Apenas empecé a leer su misiva, tropecé con dos groseros errores, tal vez comprensibles en un técnico o un ingeniero dedicado a otros quehaceres, pero imperdonables en un ABOGADO, HOMBRE DE LETRAS y autor de varios libros, abanderado por lo demás de la causa liberal en tierras andinas.
Dice usted que "la percepción de Inocente sobre Cuba está sepultada debajo de los nueve mil cadáveres que han INFRINGIDO Fidel y Raúl Castro a su propio país (…). Confunde usted toscamente los términos, doctor Ñaupari. Infringir (del latín frangere, romper) es quebrantar, violar, vulnerar, transgredir y mejor no sigo, porque el castellano es ocioso. Tal vez quiso decir INFLINGIR, y se le fue la R por la L. Pero tampoco es así, doctor Ñaupari, pues INFLINGIR significa delinquir, incumplir, contravenir, prevaricar, inferir (verbos todos muy relacionados al lumpenempresariado que medra en países en donde se ha instaurado el liberalismo). Y aunque en teoría ese verbo no existe, no forma parte del sistema del idioma castellano y no aparece en los diccionarios que tanto le gustan, pensaré que usted desea innovar el idioma en un acto de legítima rebeldía, pues si lo hizo el poeta comunista César Vallejo, ¿por qué no lo podría hacer el poeta liberal Héctor Ñaupari? A ver, a ver, entonces adivinaré. Lo que usted tal vez quiso decir, pero ignoraba el término castellano es INFLIGIR (del latín fligere, golpear) en su acepción de ocasionar (daño), motivar, causar. ¿O me equivoco, ilustre doctor Ñaupari? Entonces usted quiso decir que Fidel y su pandilla INFLIGIERON nueve mil muertos al pueblo cubano. No se lo discuto, probablemente así sea, más aún si lo dice el polémico Archivo de Cuba. Lo que resulta inaceptable e indignante es que usted, en un arranque de ira de estirpe rivagüeriana (¿o quizá tal vez rivahuayriana?) quiera achacarme la complicidad de esas nueve mil muertes. Usted adolece, doctor Ñaupari, no solamente de severa incomprensión de lectura, además sufre de ceguera política y logomaquia, pues en ningún momento de mi misiva yo he hecho afirmación tan precipitada, es más en ninguna línea de mi carta, hay una defensa obcecada de la gerontocracia que gobierna todavía la isla, como si lo hace usted enceguecido ante los males que ha causado a la humanidad su privativa teología neoliberal.
Doctor Ñaupari, usted que es un hombre con mentalidad jurídica, debería saber que no es lo mismo posesión que propiedad, que no es lo mismo cometer un acto que comentarlo, debería en suma ser más cuidadoso al momento de escribir sus pensamientos y no acusar tan suelto de huesos y señalar con el dedito acusador, culpable, pues soy inocente de aquello que usted me imputa en su rabieta liberal, inocente desde mis tatarabuelos, desde el primer Inocente que pisó tierras americanas, huyendo de la pobreza en una continente festinado por los poderosos que hoy se reciclan bajo nuevos velos y cooptan mentes brillantes pero débiles de jóvenes audaces pertenecientes históricamente a las etnias sojuzgadas después de la invasión europea.
Segundo error grosero, lo cito: "esa avalancha de muertos insepultos SEÑALAN a Inocente como culpable y cómplice de sus asesinatos (…)", cuando la avalancha debería ser la que me señale, no los muertos, el plural está demás. Podría seguir, pero no quiero aburrirle, lo tomaré como algo anecdótico al igual que su particular lectura de las citas de Hobsbawn que usted hace, sin antes haber leído con detenimiento y mesura el párrafo que origina dichas citas. Lea con calma, doctor Ñaupari y luego recurra a las enciclopedias y excomulgue y condene.
Pero lo más increíble, doctor Ñaupari, es que no responde usted a ninguna de mis preguntas centrales. El liberalismo es AMBIVALENTE porque tiene un doble discurso refrendado en la práctica (no voy a explicárselo nuevamente, no hay peor ciego que quien no quiere ver, le he citado a Hayek, podría citarle a Friedman, a Hobbes, pero seguirá igual) y es FUNDAMENTALISTA porque su discurso está compuesto por una polaridad de conceptos en donde uno representa lo positivo y la verdad, y el otro lo negativo y la falsedad. De allí el encono con el que usted condena mi misiva, acusándome de ser cómplice de asesinos, criminal y casi terrorista, pues para ustedes quienes no compartimos su discurso trasnochado y teologal somos seres malignos y nuestra malignidad justifica el uso de la violencia en contra nuestra. Ya le cité a Hayek y usted con una ceguera asombrosa se niega a reconocer el fascismo de su admirado político economista, se niega a reconocer que calló en siete idiomas frente al régimen delincuencial de Pinochet como callaron otros liberales frente al fascismo nazi, su condena supuesta fue tibia y en la práctica lo apoyó en todo, al igual que Mario Vargas que cuando pudo alzar su voz por los oprimidos del Perú (caso Uchuraccay) prefirió callarse, echarle la culpa de tan horrendo crimen a la "sociedad entera" por "el aislamiento en que tenía a los indios" y eyectar el vergonzoso informe conocido como Informe Uchuraccay, exculpando a los infantes de Marina que instigaban a los comuneros ("los amigos vienen por el aire, los enemigos vienen por tierra", ¿se acuerda, doctor Ñaupari? Como ahora, ni más ni menos). Esos son los liberales que usted admira y defiende doctor Ñaupari.
Usted me pregunta, ¿qué se siente tener las manos manchadas de sangre cubana? Yo le devuelvo la pregunta, ¿qué se siente llevar en la conciencia el peso de los millones de muertos, enfermos, lisiados, desaparecidos y explotados que ha causado una ideología FUNDAMENTALISTA, una teología que santifica a la diosa libremercado, una teología criminal sea en su vertiente liberal o totalitario-fascista? ¿Por qué, esa teología que usted defiende ardorosamente, no ha implementado políticas en países poderosos como EU, Francia, Inglaterra, Alemania o Japón y si se ha instalado de manera irrestricta en África, América, Europa del Este y Asia con los desastrosos resultados conocidos por todos? ¿Es que acaso no es verdad que estas dictaduras demoliberales se implementaron en estos lugares por la presión de los organismos internacionales (no pago de la deuda externa), la sumisión absoluta de las élites políticas y el silencio cómplice de los intelectuales de estas sociedades periféricas? ¿O usted sería tan necio como para atribuir el crecimiento económico de Japón, China, India y el sudeste asiático al modelo liberal?
Es una curiosa ironía que la teología liberal (al igual que la marxista) elaborada por Mises, Hayek, Friedman y otros, para las naciones industriales se haya convertido en la teoría económica y en gran medida, un modelo político para países "periféricos" de los que tal vez ellos apenas si sabían de su existencia. Cito a J. Stiglitz: "Por ejemplo, la privatización del seguro social no puede avanzar políticamente dentro de Estados Unidos, sin embargo, ésta es una exigencia para países como Argentina. También el caso de la liberalización comercial: a los países del tercer mundo se les demanda que eliminen sus subsidios, mientras que en Estados Unidos, Alemania y Francia los subsidios para el sector agrario y el acero se mantienen o se incrementan. El fundamentalismo del mercado se promueve en el tercer mundo, el mismo que jamás se intentaría en Estados Unidos y otros países desarrollados. Esto es nada menos que una agenda política que se promueve".
Esa es la dura realidad, estimado doctor Ñaupari, en EU y los principales países de Europa, la aplicación del liberalismo ha sido limitada, a pesar de la existencia de diversos gobiernos conservadores. Aquella supuesta validez universal de la teología que defiende, es totalmente falsa. Las naciones y los pueblos —todavía—tienen historia, cultura y tradiciones y el determinismo economicista del liberalismo apuesta a que todos los países están destinados a adoptar el mismo sistema económico y por tanto las mismas instituciones políticas. Instituciones tan nefastas para la humanidad como el Fondo Monetario Internacional están sustentadas por esta teología fundamentalista y para muchos pareciera que nada puede impedir que el mundo se convierta en un inmenso mercado libre en donde quien nada vende ni nada compra es poco menos que un paria, un condenado, un huaccha. Ese es el verdadero RACISMO IDEOLÓGICO del que usted debería despercudirse cuanto antes, porque éste es además un prejuicio etnocentrista que usted, ilustre descendiente de los Ñaupas y los valientes tallanes Belupú, Sirlupú, Macalupú y Lalupú que combatieron junto a los comuneros de Chalaco para expulsar al invasor chileno, al igual que ellos debiera usted combatir por su verdadera libertad y asumir con hidalguía y entereza que el capitalismo INFRINGE (ahora sí, INFRINGE) daño y comete etnocidio, eliminando a las culturas nacionales (llamados ahora, "pueblos originarios"), culturas que considera prescindibles en su implacable lógica mercantil, pueblos considerados como subhumanos y no aptos para la construcción de la sociedad "libre", descalificados para la vida en las condiciones de la ideología y la política liberal-democráticas.
El único criterio de verdad es la práctica y coincido con usted en que ella, la
verdad, no admite ceguera alguna. La ciega racionalidad económica de los liberales es contagiosa y creo que usted es sobre todo poeta.
Cordial, pero firmemente
Rafael Inocente