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miércoles, 23 de julio de 2008

RECONTRARÉPLICA Y CORRECCIONES DE RAFAEL INOCENTE A HÉCTOR ÑAUPARI



En la anterior misiva de Héctor Ñaupari, este enfocó parte de su ilustrada respuesta (sobre la problemática cubana) en corregir cierto desdén lingüístico en Rafael Inocente. Al parecer, el debate está tomando otro color (¿golpes bajos? no lo creo, simples mediciones tácticas). El novelista de "La Ciudad de los Culpables" me envía esta carta abocada en corregir el mal uso de la palabra "infringir" (craso error de Ñaupari) en vez de "inflingir" que, al parecer, tampoco sería el correcto verbo en infinitivo. Sin mayores explicaciones, dejo esta interesante aclaración. Nos vemos en la zona de comentarios.


«Unos a otros se matan sin compasión,
Mamacha de las Mercedes
¿Qué es lo que pasa aquí?»
-Mamacha de las Mercedes, huayno ayacuchano-


Estimado doctor Ñaupari, cálmese que no le hace bien a su presión ni a su trajinado corazón valiente.



Toqué carne, doctor Ñaupari. Usted pierde el control fácilmente.



Usted afirma sentirse desalentado, es decir, abatido. Siento desilusionarle, doctor Ñaupari, pero en un momento histórico como el actual, cuando todo socialismo realmente existente se ha hundido o descompuesto ante el peso de la realidad y cuando se reafirma el orden capitalista en el mundo con el auge del liberalismo y cuando la ultraderecha arremete en contra ya no sólo del marxismo, si no de todo movimiento de liberación nacional, popular, indigenista, minoritario (tal vez como el de los cubanos sometidos por una privilegiada gerontocracia), sumarme al corro de áulicos que danzan macabramente sobre la tumba de millones de seres humanos que, esos sí, lucharon por la libertad de sus pueblos y naciones, sería miserable. Afirma usted que "justo cuando parece posible que los socialistas peruanos construirán, por fin, un socialismo renovador, inspirado, fuerte, que mire al futuro sin los corsés ideológicos que tanto daño les han hecho". ¿Qué le hace aseverar algo tan temerario, Héctor Ñaupari? Conversar no es transigir. Dialogar no es pactar ni mucho menos conciliar, doctor Ñaupari. En estos tiempos de hegemonía casi universal del pensamiento único liberal, la ultraderecha saborea sus pírricos triunfos con un sectarismo arrogante, pues se han atribuido para sí el uso del sagrado concepto de la libertad y usted es uno de los comensales en este festín de muerte, pero esa seguridad que usted tiene al afirmarse de manera tan categórica en su teología liberal resulta sospechosa. Porque en el fondo está, al igual que sus compañeros de ruta, inseguro de su recetario de cocina, pues a ojos vista el mundo se canibaliza y se rompe en un norte y un sur absolutos y excluyentes, la propia Europa, la vieja, decadente y decrépita Europa, tan querida y admirada por ustedes, está desorientada y sometida al Imperio de las Grasas Saturadas que se pudre en fascismo y tiembla ante la incapacidad de sus estructuras para garantizar un orden interno debiendo recurrir a medidas retrógradas como expulsar a los inmigrantes pobres del mundo, pues tal vez pronto deba recurrir a la receta violentista de Hayek, ya se les acabó la imaginación liberal para seguir contando cuentos a ignorantes y sus santones son cada vez menos creativos.



Me acusa usted orondamente de ser culpable de NUEVE MIL MUERTES, NADA MENOS. Me acusa de formular mentiras, caer en contradicciones, confusiones terminológicas y, oh, maestro, faltas gramaticales.



Comenzaré por lo último, las faltas gramaticales y le enrostraré sólo un par para que no se avergüence. Apenas empecé a leer su misiva, tropecé con dos groseros errores, tal vez comprensibles en un técnico o un ingeniero dedicado a otros quehaceres, pero imperdonables en un ABOGADO, HOMBRE DE LETRAS y autor de varios libros, abanderado por lo demás de la causa liberal en tierras andinas.



Dice usted que "la percepción de Inocente sobre Cuba está sepultada debajo de los nueve mil cadáveres que han INFRINGIDO Fidel y Raúl Castro a su propio país (…). Confunde usted toscamente los términos, doctor Ñaupari. Infringir (del latín frangere, romper) es quebrantar, violar, vulnerar, transgredir y mejor no sigo, porque el castellano es ocioso. Tal vez quiso decir INFLINGIR, y se le fue la R por la L. Pero tampoco es así, doctor Ñaupari, pues INFLINGIR significa delinquir, incumplir, contravenir, prevaricar, inferir (verbos todos muy relacionados al lumpenempresariado que medra en países en donde se ha instaurado el liberalismo). Y aunque en teoría ese verbo no existe, no forma parte del sistema del idioma castellano y no aparece en los diccionarios que tanto le gustan, pensaré que usted desea innovar el idioma en un acto de legítima rebeldía, pues si lo hizo el poeta comunista César Vallejo, ¿por qué no lo podría hacer el poeta liberal Héctor Ñaupari? A ver, a ver, entonces adivinaré. Lo que usted tal vez quiso decir, pero ignoraba el término castellano es INFLIGIR (del latín fligere, golpear) en su acepción de ocasionar (daño), motivar, causar. ¿O me equivoco, ilustre doctor Ñaupari? Entonces usted quiso decir que Fidel y su pandilla INFLIGIERON nueve mil muertos al pueblo cubano. No se lo discuto, probablemente así sea, más aún si lo dice el polémico Archivo de Cuba. Lo que resulta inaceptable e indignante es que usted, en un arranque de ira de estirpe rivagüeriana (¿o quizá tal vez rivahuayriana?) quiera achacarme la complicidad de esas nueve mil muertes. Usted adolece, doctor Ñaupari, no solamente de severa incomprensión de lectura, además sufre de ceguera política y logomaquia, pues en ningún momento de mi misiva yo he hecho afirmación tan precipitada, es más en ninguna línea de mi carta, hay una defensa obcecada de la gerontocracia que gobierna todavía la isla, como si lo hace usted enceguecido ante los males que ha causado a la humanidad su privativa teología neoliberal.



Doctor Ñaupari, usted que es un hombre con mentalidad jurídica, debería saber que no es lo mismo posesión que propiedad, que no es lo mismo cometer un acto que comentarlo, debería en suma ser más cuidadoso al momento de escribir sus pensamientos y no acusar tan suelto de huesos y señalar con el dedito acusador, culpable, pues soy inocente de aquello que usted me imputa en su rabieta liberal, inocente desde mis tatarabuelos, desde el primer Inocente que pisó tierras americanas, huyendo de la pobreza en una continente festinado por los poderosos que hoy se reciclan bajo nuevos velos y cooptan mentes brillantes pero débiles de jóvenes audaces pertenecientes históricamente a las etnias sojuzgadas después de la invasión europea.



Segundo error grosero, lo cito: "esa avalancha de muertos insepultos SEÑALAN a Inocente como culpable y cómplice de sus asesinatos (…)", cuando la avalancha debería ser la que me señale, no los muertos, el plural está demás. Podría seguir, pero no quiero aburrirle, lo tomaré como algo anecdótico al igual que su particular lectura de las citas de Hobsbawn que usted hace, sin antes haber leído con detenimiento y mesura el párrafo que origina dichas citas. Lea con calma, doctor Ñaupari y luego recurra a las enciclopedias y excomulgue y condene.



Pero lo más increíble, doctor Ñaupari, es que no responde usted a ninguna de mis preguntas centrales. El liberalismo es AMBIVALENTE porque tiene un doble discurso refrendado en la práctica (no voy a explicárselo nuevamente, no hay peor ciego que quien no quiere ver, le he citado a Hayek, podría citarle a Friedman, a Hobbes, pero seguirá igual) y es FUNDAMENTALISTA porque su discurso está compuesto por una polaridad de conceptos en donde uno representa lo positivo y la verdad, y el otro lo negativo y la falsedad. De allí el encono con el que usted condena mi misiva, acusándome de ser cómplice de asesinos, criminal y casi terrorista, pues para ustedes quienes no compartimos su discurso trasnochado y teologal somos seres malignos y nuestra malignidad justifica el uso de la violencia en contra nuestra. Ya le cité a Hayek y usted con una ceguera asombrosa se niega a reconocer el fascismo de su admirado político economista, se niega a reconocer que calló en siete idiomas frente al régimen delincuencial de Pinochet como callaron otros liberales frente al fascismo nazi, su condena supuesta fue tibia y en la práctica lo apoyó en todo, al igual que Mario Vargas que cuando pudo alzar su voz por los oprimidos del Perú (caso Uchuraccay) prefirió callarse, echarle la culpa de tan horrendo crimen a la "sociedad entera" por "el aislamiento en que tenía a los indios" y eyectar el vergonzoso informe conocido como Informe Uchuraccay, exculpando a los infantes de Marina que instigaban a los comuneros ("los amigos vienen por el aire, los enemigos vienen por tierra", ¿se acuerda, doctor Ñaupari? Como ahora, ni más ni menos). Esos son los liberales que usted admira y defiende doctor Ñaupari.



Usted me pregunta, ¿qué se siente tener las manos manchadas de sangre cubana? Yo le devuelvo la pregunta, ¿qué se siente llevar en la conciencia el peso de los millones de muertos, enfermos, lisiados, desaparecidos y explotados que ha causado una ideología FUNDAMENTALISTA, una teología que santifica a la diosa libremercado, una teología criminal sea en su vertiente liberal o totalitario-fascista? ¿Por qué, esa teología que usted defiende ardorosamente, no ha implementado políticas en países poderosos como EU, Francia, Inglaterra, Alemania o Japón y si se ha instalado de manera irrestricta en África, América, Europa del Este y Asia con los desastrosos resultados conocidos por todos? ¿Es que acaso no es verdad que estas dictaduras demoliberales se implementaron en estos lugares por la presión de los organismos internacionales (no pago de la deuda externa), la sumisión absoluta de las élites políticas y el silencio cómplice de los intelectuales de estas sociedades periféricas? ¿O usted sería tan necio como para atribuir el crecimiento económico de Japón, China, India y el sudeste asiático al modelo liberal?



Es una curiosa ironía que la teología liberal (al igual que la marxista) elaborada por Mises, Hayek, Friedman y otros, para las naciones industriales se haya convertido en la teoría económica y en gran medida, un modelo político para países "periféricos" de los que tal vez ellos apenas si sabían de su existencia. Cito a J. Stiglitz: "Por ejemplo, la privatización del seguro social no puede avanzar políticamente dentro de Estados Unidos, sin embargo, ésta es una exigencia para países como Argentina. También el caso de la liberalización comercial: a los países del tercer mundo se les demanda que eliminen sus subsidios, mientras que en Estados Unidos, Alemania y Francia los subsidios para el sector agrario y el acero se mantienen o se incrementan. El fundamentalismo del mercado se promueve en el tercer mundo, el mismo que jamás se intentaría en Estados Unidos y otros países desarrollados. Esto es nada menos que una agenda política que se promueve".

Esa es la dura realidad, estimado doctor Ñaupari, en EU y los principales países de Europa, la aplicación del liberalismo ha sido limitada, a pesar de la existencia de diversos gobiernos conservadores. Aquella supuesta validez universal de la teología que defiende, es totalmente falsa. Las naciones y los pueblos —todavía—tienen historia, cultura y tradiciones y el determinismo economicista del liberalismo apuesta a que todos los países están destinados a adoptar el mismo sistema económico y por tanto las mismas instituciones políticas. Instituciones tan nefastas para la humanidad como el Fondo Monetario Internacional están sustentadas por esta teología fundamentalista y para muchos pareciera que nada puede impedir que el mundo se convierta en un inmenso mercado libre en donde quien nada vende ni nada compra es poco menos que un paria, un condenado, un huaccha. Ese es el verdadero RACISMO IDEOLÓGICO del que usted debería despercudirse cuanto antes, porque éste es además un prejuicio etnocentrista que usted, ilustre descendiente de los Ñaupas y los valientes tallanes Belupú, Sirlupú, Macalupú y Lalupú que combatieron junto a los comuneros de Chalaco para expulsar al invasor chileno, al igual que ellos debiera usted combatir por su verdadera libertad y asumir con hidalguía y entereza que el capitalismo INFRINGE (ahora sí, INFRINGE) daño y comete etnocidio, eliminando a las culturas nacionales (llamados ahora, "pueblos originarios"), culturas que considera prescindibles en su implacable lógica mercantil, pueblos considerados como subhumanos y no aptos para la construcción de la sociedad "libre", descalificados para la vida en las condiciones de la ideología y la política liberal-democráticas.



El único criterio de verdad es la práctica y coincido con usted en que ella, la

verdad, no admite ceguera alguna. La ciega racionalidad económica de los liberales es contagiosa y creo que usted es sobre todo poeta.



Cordial, pero firmemente



Rafael Inocente

domingo, 20 de julio de 2008

"LA RETÓRICA DE LA LIBERTAD", RESPUESTA DE RAFAEL INOCENTE A HÉCTOR ÑAUPARI



En uso del llamado "derecho a réplica", Rafael Inocente, me hace llegar la siguiente carta dirigida a Héctor Ñaupari. Espero que este intercambio de misivas no sulfate la amistad entre el novelista (biólogo) y el poeta (abogado) y, más bien, lo dialógico ayude a encontrar afinidades y nuevas luces de lo que es la libertad y lo que debería ser en un país de verdadera democracia. En cuanto a Cuba (país del cual tengo un extenso ensayo titulado "Cuba 666"), me reservo mi apreciación.
Aquí el texto reactivo:

Respuesta al poeta Héctor Ñaupari: la retórica de la libertad


"El capitalismo es perfectamente compatible con la esclavitud, la democracia no"

El futuro del capitalismo

L. Thurow

Bien, Héctor. Espero que este intercambio epistolar no se torne en un diálogo de sordos. Ensayaré una respuesta que probablemente no logre modificar su particular percepción acerca de Cuba, pero si cuestionar el ardor con el cual defiende sus ideales liberales.

Mal de muchos, consuelo de tontos, solían repetir nuestros abuelos para referir aquella malhadada costumbre de mirar la paja en el ojo ajeno y no ver la suya propia. Pues bien, al aludir a la desigualdad, la explotación y la corrupción que se ha enseñoreado en nuestra patria en estos casi 20 años de gobiernos asesorados por liberales de toda laya, no fue mi intención justificar lo que sucede con el pueblo de Cuba, una nación soberana condenada a un proceso de demolición lento, agresivo y doloroso por el País de las Grasas Saturadas en el Cerebro. Una condena que sí se hizo efectiva con la República de Haití, aquella que se atrevió a proclamar la Primera República Negra en el Nuevo Mundo a inicios del s. XIX, después de derrotar a la fuerza de elite enviada por el Imperio napoleónico, que invadió su territorio con el único fin de restaurar la esclavitud, masacrar a buena parte de su pueblo e intentar liquidar a la dirección militar y política de aquella revolución. Nunca se lo perdonaron y hoy Haití es un despojo de nación que los poderosos usan como lección a todo aquél pueblo que elija el camino de la libertad, esa libertad por la que usted se bate ahora con furor uterino.

El mito de la inferioridad de la raza negra largamente incubado por los defensores de pseudociencias como la antropometría y la frenología fue derribado de una patada en el poto por el fantasma indoblegable del general Toussaint Louverture, traicionado y muerto luego en una cárcel francesa. Hay que volver una y otra vez sobre estas páginas heroicas de la lucha de los pueblos del mundo, porque en la actualidad aún hay mucho que meditar alrededor de ella. Aquella fue una lección de lucha anticolonialista y antiesclavista sin par, similar a la que da ahora el pueblo cubano.

Es que, Héctor, no se trata de que el liberalismo sea injustamente comprendido, pues ese liberalismo que le reconforta y que le sirve de punto de apoyo para cuestionar la intromisión del estado en las libertades civiles del pueblo caribeño, es un sistema ideológico ambivalente, que usted ha optado por representar garbosamente en tierras andinas. ¿Y por qué digo ambivalente? Podría usar un término más duro, pero me he prometido a mí mismo intentar ser diplomático. Simplemente no logro comprender, estimado Héctor, cómo siendo usted un hombre de mundo, poeta culto, esclarecido y consciente de la villanía de las clases dominantes persista en la obcecada defensa de un orden contrario a cualquier tipo de libertad e insostenible desde cualquier punto de vista, sea económico, sea ecológico, sea ético o social. Y es que la crítica que usted realiza en su artículo al gobierno de Cuba y la conmoción que afirma sentir ante las carestías, represión y corrupción en tierras cubanas deberían además conducirle a severa reflexión acerca de los mismos males en lugares del mundo en donde el liberalismo ha sentado sus reales con tanta o mayor fuerza que el gobierno en Cuba.

Cuba es de alguna forma lo que Haití fue a las batallas de ideas que se dieron por aquél entonces entre el feudalismo decadente y el capitalismo, en las épocas aurorales de su fase industrial. El triunfo de una revolución negra en pleno Caribe, una revolución antiesclavista exitosa que atizó las discusiones acaloradas a la luz de un capitalismo industrial naciente, generó bandos encontrados. En aquellas épocas emergían nuevas clases económico-sociales dotadas de un gran poder intelectual resultado de la Ilustración: por un lado, el desarrollo pujante de las ideas liberales de la burguesía concretadas en las dos grandes revoluciones burguesas, la de las 13 colonias inglesas y la francesa, y por el otro, rechazo al capitalismo y crítica a la sociedad burguesa dieciochesca por parte de una intelectualidad identificada con las tesis más avanzadas del socialismo y la resistencia de un proletariado industrial cuyo crecimiento numérico era desbordante debido a la ruina y el empobrecimiento de la sociedad agraria feudal.

¿Por qué reseño todo esto? Porque Cuba es más allá de sus problemas, un símbolo, es el punto de quiebre de las discusiones entre liberales y lo que usted graciosamente denomina progresía intelectual, cenáculo selecto que todavía no me cursa invitación alguna. Pero más allá de carestías y progresías, Cuba es su gente, esa gente real que vive, lucha, sufre y ama.

Alguna vez me preguntó, estimado Héctor, ¿Y qué sería de aquél pueblo cubano, culto, educado, políglota y generoso si en vez de la tenebrosa gerontocracia que la gobierna, disfrutase de democracia? ¿Qué sería Cuba en democracia?

¿Pero qué tipo de democracia, estimado "Jéctor"? ¿Qué democracia?

Vuelvo aquí a lo que dije párrafos arriba. El liberalismo es una teoría económica y de acción política fundamentalista y ante todo, ambivalente. Ambivalente por no presentar como problemática la relación de los derechos políticos e individuales por un lado, y los derechos económicos de la propiedad privada, por el otro. Históricamente, la alianza de democracia y liberalismo, ha sido absolutamente ambigua. En el siglo XIX, cuando la política liberal tuvo su apogeo, los tres principios coherentes que caracterizan esta ideología fueron la libertad de expresión, el imperio de la ley y principalmente, el derecho de propiedad privada, junto con la libre competencia económica. A través de su historia, los liberales del siglo XIX mostraron que eran siempre menos importantes la libertad de expresión y el Estado de derecho que la defensa de la propiedad privada y por tanto, el establecimiento. Pero el comportamiento del liberalismo con la democracia no fue disociado solamente en el siglo XIX. La racionalidad económica con la que se han obnubilado la mayoría de liberales, los torna defensores de lo más retrógrado del ser humano: basta descorrer el velo para darse cuenta que bajo aquellos tules de seda se esconde una retórica de la libertad que no admite otra adjetivación de la naturaleza humana que no sea la económica. Cuando Hayek, y lo cito literalmente, dijo "Qué tengamos que ver con la justicia social es sencillamente una superstición del tipo de las que, por respeto a la paz, podemos admitir en la medida que ello hace felices a sus partidarios, pero contra lo que debemos luchar cuando esos principios pretendan ser impuestos a otros hombres. La creencia predominante en la justicia social de la actualidad es naturalmente la mayor amenaza a los demás valores de una civilización libre" (Hayek, 1981: Recht, Gesetzgebung und Freiheit, Bd. 2, Landsberg am Lech: 98)", el tío no estaba bromeando. Poco después agrupados bajo la Sociedad del Monte Peregrino parieron esa brillante treta llamada economía social de mercado, financiados por grandes corporaciones norteamericanas y gigantescas transnacionales. Pues bien, ese liberalismo autoritario, fundamentalista y dramáticamente inculto es el que ha calado en estas tierras, sea bajo el rostro amable de la economía social de mercado o el siniestro de los monetaristas que sostuvieron las sangrientas dictaduras latinoamericanas (Argentina, Chile, Uruguay y Perú).

En el año 1973, cuando el status quo se vio en peligro en Chile toda la fraseología pseudolibertaria de Hayek se fue al carajo. Si la realización de la libertad natural sin violencia alguna era el objetivo acariciado por los liberales, la hipocresía de sus principios quedó demostrada de manera sangrienta y criminal. Si la ejecución del proyecto neoliberal en sí mismo era puesto en peligro, este principio se vulneraba fácilmente. Se debía de proceder en forma absolutamente dogmática y pragmática. Y esa es una innegable lección de la historia, Héctor, algo sobre lo que yo quisiera una explicación desde su insaciable y profundo deseo liberalista. Porque el golpe de estado en Chile, preparado y financiado por la CIA, contó con el apoyo expreso de economistas liberales, entre ellos Hayek. Y porque en el Chile pinochetista no existió (amigos chilenos me cuentan que hasta hoy no existe y la valiente acción de la adolescente Música Sepúlveda dice mucho de una sociedad terriblemente clasista y acomplejada) durante mucho tiempo libertad de expresión, estado de derecho, libertades civiles ni nada que se le parezca, al igual que en el Perú de la época fujimorista. El experimento político-económico que significó para el pueblo chileno la puesta en práctica por primera vez, bajo el asesoramiento de un liberal como Milton Friedman, es hoy por hoy un peligro latente para la paz en América del Sur pero sobre todo para el Perú, pues la política económica liberal y autoritaria se expande cada vez más peligrosamente a nuestra patria con la complicidad de la clase política y el beneplácito de intelectuales que critican candorosamente las injusticias en Cuba, pero no son capaces de reparar en la desigualdad económica y social que han producido gobiernos (democracias o dictaduras) asesorados por liberales de todo pelaje.

Repito, estimado Héctor, usted como librepensador debería coincidir, cuando se ha tratado de defender alguno de los tres postulados básicos del liberalismo, a saber, la libertad de expresión, el estado de derecho y el derecho a la propiedad privada, el liberalismo siempre ha optado abierta y sospechosamente por esta última.

Por ello me sorprende su sincera y ardorosa defensa de los derechos del pueblo cubano, es usted un admirador de Hayek muy atípico, pues a este señor le importaban un pepino las libertades individuales cuando de cuidar el bolsillo de los poderosos se trataba, allí si era práctico y ortodoxo para recurrir al golpe de estado y a la violencia de clase en contra de quienes osaban subvertir el orden establecido. No, no reaccione así, estimado "Jéctor" que no voy a caer en el simplismo de igualar a Hayek con Pinocho. Al primero le bastaba el mercado. Al segundo, como a muchos otros de su misma calaña, le bastaron las armas. En rigor, a ambos les sobraron la democracia y aquél valor tan caro a ustedes los liberales y a nosotros, los libertarios, la libertad.

En momentos en que termino de pergeñar estas líneas se celebra en el distrito de Miraflores una Marcha/Fiesta por la Paz en solidaridad con las víctimas de la violencia en el hermano país de Colombia, la que está siendo cubierta desde todos los ángulos por las televisoras sobre todo por el ángulo que mejor ofrece Luz Marina Zevallos. Por otro lado, en la mañana de hoy se enterraron los restos de las víctimas de la matanza de La Cantuta después de 16 años de haber sido secuestrados, torturados, quemados y asesinados por el Grupo Colina durante el régimen dictatorial liberal de Alberto Kenya Fujimori (1990-200), crimen atroz respecto al cual los liberales jamás se pronunciaron (¿o me equivoco, Héctor?). El entierro ha ocurrido en medio de incidentes provocados por las exigencias absurdas de un funcionario de la Beneficencia Pública a los deudos de los estudiantes asesinados, originados a su vez por la ausencia de ciertos documentos (autorizaciones y trámites legales para la inhumación de los restos de los estudiantes asesinados) que debió haber entregado a tiempo el Ministerio de Justicia. Esta afrenta final a la memoria de los universitarios asesinados con autorización de las más altas jerarquías militares y civiles para escarmentar al pueblo combatiente es también una afrenta a la memoria de las decenas de miles de desaparecidos durante la guerra fratricida que ensangrentó nuestra patria, como también es una afrenta para el pueblo consciente esa farsa de juicio en donde el pobre diablo Vladimiro Montesinos zarandea a jueces pusilánimes e ignorantes como le viene en gana. ¿Dónde pues el estado de derecho, las libertades individuales y civiles, el que todos somos iguales ante la ley?

Pero vamos, Héctor, hoy tocarán en la Fiesta por La Paz los engreídos de Montesinos, Losnosequienylosnosecuantos, el Grupo Kaliente de Iquitos y varias orquestas colombianas y ya que usted es el autodenominado Yaipén de la poesía peruana, divertido Héctor, creo que me daré una vuelta por el Parque Salazar para mover las caderas al ritmo de Shakira, Juanes y otros preclaros exponentes del nuevo arte colocho, que recordar muertos antiguos es tarea ociosa de los que han hecho del duelo una forma de vida.


Siempre suyo,

Rafael Inocente



(Arriba: aviso aparecido en página Web de Miami)

jueves, 17 de julio de 2008

CARTA (¿VETADA?) DE HÉCTOR ÑAUPARI



Acabo de llegar de un viaje corto y (al abrir mi correo) me encuentro con la respuesta, casi inmediata, de Héctor Ñaupari a Rafael Inocente. No sé de quién es la queja que aparece en “Luz de Limbo” sobre un posible “veto” ¿? Creo que hay una agilidad por sindicar a los antidemocráticos, en todo caso sirva la presente para alentar la amistad crítica y el comportamiento alturado, donde la búsqueda de la verdad y la razón estén por encima de intereses suntuarios; asimismo, sirva la aclaración para apuntar que no es este blog el primero en recibir la carta de Inocente, y, según me cuenta él mismo, la carta fue dirigida primero a otros blogs donde no halló mayores respuestas.

Sin mayores comentarios dejo aquí la carta del polémico Héctor Ñaupari:


Estimado Rafael,

En primer lugar, mis saludos. Felicito lo que considero un gran avance, de parte de un sector de la progresía intelectual que usted integra, reconocer que Cuba no era el paraíso terrenal que habían defendido con tanto ardor durante tantos años y, aunque ya en una significativa minoría, todavía defienden.

Lo que sí debo aclarar de entrada era que, en mi visita a Cuba, no iba a esperar encontrar esa “Familia Ingalls caribeña” a la que alude. Sólo el inmenso peso de la evidencia informada hasta el agotamiento por sectores e instituciones progresistas como Amnistía Internacional, denunciando las incontables violaciones a los derechos humanos cometidos por la dictadura cubana me parece suficiente para, uniéndolo a lo que ví y padecí en mi estancia en la isla, diera cuenta de este testimonio: un país del que no se puede salir, no se puede leer lo que uno quiera, no se puede expresar libremente, no se puede trabajar libremente, no se puede ser dueño de lo que se gana, en el que no se puede caminar por sus calles, sus playas, y en el que todos se suponen delatores, no es un país que mereciera tal nombre.

En tal caso, si usted considerara dignos y elevados los principios del socialismo, tendría por fuerza que coincidir conmigo que esta terrible situación no se asemeja, ni por asomo, al socialismo en el que usted cree con convicción. De hecho, en mis conversaciones con los cubanos socialistas en la isla, era evidente que no poder comer, ni tener un techo que protegerlos del aguacero, ni una medicina, no tenía nada que ver con el socialismo que defienden.

En lo que sí debo discrepar con usted es que se pretenda confundir una realidad como la peruana con la cubana. Los males de los demás no alivian los propios. Tampoco, a fuerza de hacerlos semejantes, los males nuestros se convierten mágicamente en más llevaderos. Los males de los cubanos, por ende, no se hacen buenos ni se atenúan sólo por contrastarlos con los nuestros. Y es que estábamos hablando de la situación de Cuba. Por difíciles que sean nuestras propias circunstancias y vicisitudes, en la medida en que no nos sean conculcados nuestros derechos, podemos superar esos problemas. En una dictadura, como seguramente sabrá por su experiencia y sus lecturas, eso no es posible.

Terminando, déjeme decirle que no guardo ninguna nostalgia por el régimen de Fulgencio Batista, al cual se ha terminando pareciendo tanto esta dictadura castrista. La idea de una democracia cubana, con libertad y con igualdad, con oportunidades y bienestar, no tiene porque ser incompatible con las metas a las que ambos aspiramos, pues a pesar de parecer opuestas, no lo son tanto, si son bien analizadas. Un librepensador debería entender esto, ¿no le parece?

Para concluir, ¿Para qué juego? Para la libertad. La de los cubanos. La de nosotros. ¿Para quién juego? Para todo aquél que quiera ser libre, y pensar libremente, parecido o diferente a mí, como por ejemplo usted, pues a pesar de tener ideas distintas defenderé siempre su derecho de expresarlas.

Atentamente

Héctor Ñaupari