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lunes, 4 de agosto de 2008
“PINK FLAMINGO”: COPROFAGIA O EL ARTE DE COMER MIERDA
Hace muchos años, durante la secundaria, en una de esas escapadas de mi colegio parroquial con asesoría claretiana, fuimos a hacer algo “indebido”: ver, junto a otros amigos, la película de John Waters, “Pink Flamingo”; ya me habían contado que era “fuerte” y que había escenas pornográficas que era, en ese entonces, lo más importante por lo cual nos escapábamos del colegio, yendo directamente a lo prohibido (en nuestras cabezas retumbaban los consejos del padre Jacinto y el portero Mauro, las reprobaciones de la hermanita sor Teresa, las amenazas de nuestros hermanos mayores y la retahíla de demonios y castigos que tendríamos que pagar por ver este tipo de películas, pero ningún tipo de pena, sanción física o axiológica, podría frenar nuestro ímpetu por lo desconocido, nuestras ansias con la experiencia inevitable; no obstante que tendríamos unos 13 años y la propedéutica pubertad se estaba abriendo paso a patadas, codazos, escupitajos y, también, mucho voyeurismo, necesidad agobiosa de ver –y quizás tocar- lo prohibido).
Recuerdo que Javicho Urday Elías, hoy reconocido médico neurocirujano, puso nervioso la cinta de (las hoy desaparecidas) betamax, ahí estaban: “muñeco Pepe”, el argentino masturbador y hedonista, hoy un gran importador de repuestos para motos (siempre me ha parecido que entre los motociclistas y la patología froteurista hay más que una relación estrecha); el jodido y peleanguero, Juan Lombardi, hoy perdido en las drogas y el alcohol y con seis hijos a cuestas en diferentes mujeres (tipos como él deberían aprender del zorro Badani y de Shopenhauer: traer hijos al mundo es un crimen); el mafioso y manipulador, Altuna, desaparecido en España, cuentan que está de mercenario en Irak; y Marquitos Romero, estudiante número uno y hoy, uno de los pocos latinoamericanos, miembro del cuerpo científico japonés en cuestiones de sismos y movimientos telúricos.
Javicho, que ya había visto la película, nos advirtió de las escenas: un cabro gordo que hace cojudeces, fuman mariguana, hay incesto, hay un culo, nalgas movidas por el propio ventrílocuo que habla y hasta se puede entender las porquerías que dice, una pareja que son literalmente la cagada y…
-Ya cállate Javier, deja ver, pues, pon la cinta y no digas nada, hueveras.
-Sí, oe, deja ver y no jodas. No te pongas a contar la película.
-Ya, ya, sarta de jeropas y jaladores de tripa, ahí va…
120 minutos de imágenes bizarras reprobables por –y de- lo que llamamos sociedad y subversiones de lo que entendemos por cultura. Situaciones vomitivas, razonamientos excrementicios,lo que llaman mentalidad "camp", carne entre las piernas (como lo que hace "Divine" en una escena, o lo que hacen Mink Store, Danny Mills, David Lochary) para obtener mayor placer, etc.
En efecto, Pink Flamingo, era (es) una película rara, extrañísima para nuestros pubertarios años, no obstante que ya habíamos visto, a escondidas, otras películas tipo “Enmanuelle” (hay quienes extrañan la candidez unida al erotismo que se ha perdido en las películas pornográficas hardcore sobre todo las del emporio y algunos “Porkys” o películas que incidían sobre la torpeza de los jóvenes en relación a la sexualidad o, mejor, ante la iniciación sexual (aún cuando fueron divertidas, ya nadie soporta la estupidez unida al morbo, el idiota feliz y con suerte ha sido excluido de las películas eróticas y creo también de la literatura, no sé qué pensaria Jerzy Kosinski -¿"Desde el Jardín"?)de esto, pero me lo imagino) , y, bueno, después de haber repasado harto material revisteril sobre el asunto, las revistas SPH (sólo para hombres), QLO, Casandra, Dévora, etc. y la más famosa de todas las “Revistas Zeta” con sus mujeres de figuras redondas y medianamente entradas en carnes. Lástima que la anorexia haya puesto de moda a una conducta forzada sobre todo en los que pretenden la belleza alejada de la salud. El cuerpo renacentista ha sido enterrado por los huesos y el pellejo postmoderno y su símbolo por excelencia: la calavera con los huesos húmeros cruzados. Lástima por los que amamos los cuadros rafaelistas y ciertos tópicos de la era victoriana (Para los que creen que Botero recicla esta época lamento disentir amablemente).
Si bien es cierto, recuerdo claramente todo lo visto en ese tiempo, mi impresión (candidez, candor, inocencia, ingenuidad, etc.) adolescente no es, precisamente, la misma de ahora, creo que uno se va “acostumbrando” a las imágenes fuertes, uno va cediendo ante la realidad y adquiriendo ese reflejo humano válido para la supervivencia llamado “tolerancia”.
Si ahora me preguntaran por “Pink Flamingo” diría que es un película coprofágica basada en el personalismo de “Divine”, un drag queen capaz de hacer lo que sea con tal de conservar su estatus de la más sucia y, para lo cual, tiene que competir con una pareja cuya suciedad no sólo es física, sino ética, y la acción de la maldad (o el ejercicio del poder sobre el débil o el sometido como lo que ocurre en la escena de la secuestrada y puesta a engendrar hijos que luego se venden o se ofertan al mejor postor) no es mejor que ningún excremento humano. Esta competencia es la pared sobre la cual la película encontrará el camino para mostrar una suerte de personajes, uno más decadente que otro. Quizás el personaje del circo que monta un espectáculo en el que hace hablar a su ano (recuerdo una película española que narra las peripecias de unos saltimbanquis en plena época de la guerra civil española donde el personaje principal hacía un concierto en base al sonido de sus flatulencias, si alguien sabe el nombre se lo agradeceré) sea uno de los más logrado. También la escena en que la pareja rival de “Divine” hace el amor con unos pollos vivos encuentra mucha creatividad interpretativa sobre todo cuando al galán se le ocurre introducir la cabeza del pollo vivo en la vagina de su consorte, bastante doloroso el asunto (pienso en el pico corvo del cacareante y plumífero gallo de corral), pero sin duda, la aberración da posibilidad a un acto de belleza artística y cinematográfica. Para un crítico entrenado (y no un perdonavidas) es posible que encuentre el guión un poco flojo, sobre todo en la parte final, aunque después me he enterado que el director, Waters, filmó varios finales alternativos. Lo cierto es que la película más que una historia plantea como plato de fondo la exhibición de la mierda humana, el decadentismo por la sordidez y la exhibición gratuita de excrementos de perro que son llevados a la boca (en vivo y en directo, sin cortes de cámara) y degustados con ciertas inocultables arcadas por “Divine”, nuestro travestido héroe, fallecido en pleno vuelo cuando su avión lo llevaba a dar un espectáculo en alguna parte de Europa. Literalmente murió en el cielo. Su recordada degustación seguirá perteneciendo a esa memoria colectiva y terrenal, a ese tiempo pretérito donde la moral burguesa o protoburguesa tiene el sentido del vacío, vacío que sólo puede ser llenado por la imaginación y por cierta perversión (otra versión) de necesidad, casi fisiológica, en el arte y la ciencia.
(Arriba, escena emética de "Pink Flamingo". Abajo, parte de una entrevista a "Divine", año 1984)
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5 comentarios:
ese actor trevesti se parece a un editor que conozco.
yaraví
este no es Espejo...
parace reinoso
ya carajo, dejen de joder al poeta ibarra que nada hace, solo mostrar la cruda realidad, y que si lo tocan grrrr, entonces nos vamos con todo contra el dizque "estado de derecho". Grrrr, porque estamos recontrasados con esta mala simulación de democracia. Y a ese Ñaupa y a su tía, grrr, lo linchamos como a ese alcalde de Ilave que al final no hubo ningún detenido. Ese es mi pueblo carajo. adelante compañero ybarra no se deje amilanar por esos cobardes vendepatrias que no son capaces, ni siquiera de poner sus nombres.
Con el proletariado hasta el final. GRRRRR
Renzo Ackerman
DNI 08346254
hay un homenaje a divine en esta página
www.lapsusweb.net
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