Gregorio Martínez me envía el siguiente texto en relación a los comentarios desatados en torno a su artículo "Medallita" (publicado en el diario Perú 21 http://peru21.pe/impresa/noticia/medallita/2009-11-18/261326), y en el que analiza el caso de Eduardo Gonzáles Viaña y una condecoración ofrecida por el congreso peruano.
Sobre el pago del premio Copé esperamos que se resuelva ese asunto burocrático (que se le haga el envío a su nombre y se acabó el problema).
Sobre la envidia tengo mucho y poco que decir, mejor les dejo esta frase de Francisco de Quevedo y Villegas: La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.
Aquí el polémico envío:
ENVIDIA
Algunos sonsos se consuelan con la idea de que la envidia es invisible como la costura de una cirugía estética. Mentira. La envidia es aún más notoria que la tiña. No hay maquillaje que la esconda. Así lo canta con ritmo, para bailarlo en una sola loseta, el bolerazo "Envidia" del cubano Vicentico Valdez, acompañado por la Sonora Matancera.
Por lo tanto, los corraleros que han pretendido acusarme de envidioso, ante la escabrosa medallita que acaba de entregar el Congreso de la República, resultan tan gafos que no distinguen el grano de la paja y esta de un buen coitus ergo sum.
En más de una ocasión he declarado, públicamente, en entrevistas periodísticas y en conferencias, que no acepto homenajes y menos medallitas, excepto esos medallones de oro que contienen adentro un condón lubricado con garfios chinos y espuelas de chalan.
Cuando la cancillería peruana me invitó para integrar la delegación peruana a la Feria de Guadalajara, le respondí que cedía mi lugar a escritores más significativos, radicados en Lima, como Rodolfo Hinostroza, el poeta vivo más importante del Perú, o Enrique Verástegui, el Giordano Bruno de Cañete. Recomendé, además, que les dieran un viático razonable, no los 20 dólares diarios que me habían ofrecido a mí y que no alcanzaban ni para comer tacos en carretilla, salvo si devoraba chatarra en un McDonald's mañana, tarde y noche.
Con los franceses aún estoy en tremenda deuda de acudir bien pije a recibir un inmerecido título honorífico. Estoy esperando que para Pascua o Bajada de Reyes, Petroperú me apoquine la marmaja del premio de ensayo que aún la tiene encaletada por mi actitud reacia a los trámites burocráticos y la mala voluntad de los directivos. Entonces, con esa guita surreal me compraría un terno de alpaca Giorgio Armani, un abrigo de cachemira, porque ya tengo un par de tabas Bruno Magli, y llegare al Charles de Gaulle por todo lo alto, cantando gavilán pío pío, gavilán pau pau, y oteando para ver si diviso a Juanito Varea.
A mis buenos colegas de la Universidad de San Marcos les agradecí infinitamente cuando quisieron hacerme profesor emérito pese a mi controvertida reputación. Igual desanimé a quienes intentaban hacer algo parecido en la Universidad de Ica. El poeta ingeniero Jesús Cabel es testigo de mi reticencia que muchas veces causa malestar.
Tiempo atrás le di gracias a Hernán Alvarado, entonces presidente de la Cámara del Libro, cuando propuso que yo fuera el escritor homenajeado por la Feria del Libro. Persistí en mi desapego a los homenajes, pese a que Hernán Alvarado me tentó con una colección de boleros del tiempo de Bienvenido Granda y Leo Marini. Ya sin remedio, de todos modos Hernán Alvarado me envió la colección con el poeta Sandro Chiri. Pero agregó una nota: "Zambo sobrino y cabrón".
Ahora último, una peregrina abogada que coordina eventos quiso sacarle un compromiso a mi apoderado en Lima para que yo fuera el escritor homenajeado en la Feria del Libro 2009. Me causó tal bronca la actitud de la fulana que estuve a punto de mandarle una obscena carta abierta. Más porque la susodicha tuvo la insensatez de chismear que yo no iba a Lima porque tenía pendiente un juicio por alimentos y me esperaba la chirona. Que te agarre un burro, le iba a decir.
Con burocrática formalidad, el presidente de la Corte Superior de Ica me pidió autorización para ponerle mi nombre a la biblioteca de dicho organismo. Mortificado le respondí que nunca fomento homenajes a mi persona. Sereno y sin molestarse, el funcionario judicial me respondió que él tomaba en sus manos el asunto de promover que la biblioteca llevara mi nombre. Ya fuera de mi control, el acto se cumplió. A la inauguración de la biblioteca asistió por mí, el experto en arqueología nazquense Josué Lancho Rojas, amigo de siempre.
La gente de Coyungo acudió ante mi hermano Onésimo para comunicarle que la escuela del lugar llevaría mi nombre. Mi hermano, que era aún más desprendido que yo, los desanimó de inmediato. Les dijo: "Goyo no es una persona ejemplar, los puede meter en conflictos". Pero Alfredo Gutiérrez puso el pie. Él fue también quien frenó a SINAMOS cuando intentó rebautizar a Coyungo como Cooperativa Agraria Túpac Amaru. Entonces, Alfredo Gutiérrez había dicho: "No, porque a nadie se le debe quitar su propio nombre". Alfredo Gutiérrez es el personaje que en Canto de sirena se pregunta: "¿Por qué en el cinema no se ve que hacen pichi, que hacen caca?". Esa vez argumentó frente a mi hermano Onésimo: "La escuela se debe llamar GM porque Goyo nos puso en el mapa. Antes nadie sabía que existía Coyungo". Preocupado, Onésimo me comunicó que la escuela ya llevaba mi nombre. Al final creo que el homenaje de los humildes no hay modo de pararlo.
Si me hubiera enterado, oportunamente, que una promoción del Colegio Simón Rodríguez de Nazca iba a denominarse GM, habría hecho lo imposible para convencer a los jóvenes estudiantes que el verdadero escritor de Nazca es Jorge Ninapayta. Él ha nacido en Chauchilla, en lo que es la parte árida y descolorida de Nazca. Jorge Ninapayta representa ese ámbito seco y caluroso mejor que yo, que soy de la cuenca de Rio Grande, con agua y bosques, antigua jurisdicción de Palpa.
Tampoco me interesan las "obras completas", esa otra forma de homenaje arrogante que en verdad es un invento comercial de las editoriales. Prefiero que mis libros se publiquen huérfanos y desamparados, cada uno solo frente al destino.
No tengo el menor celo de quienes cuentan con vistosas "obras completas". A mí también me lo ha ofrecido más de una editorial. Por suerte, logré convencer a Germán Coronado de Editorial Peisa que en lugar de obra completa sacara poco a poco una colección con cada libro que he publicado hasta ahora.
Soy de los pocos autores peruanos que aprecia y estima el trabajo de los editores. Aún en lo económico estoy más que satisfecho y agradecido a la industria editorial. La primera vez que tuve que salir del Perú hacia Francia, Mosca Azul Editores, en un gesto plausible y generoso de Mirko Lauer, me pagó mil libros adelantados para que llevara chibilines en el bolsillo. Carlos Milla Batres me abonó un carísimo pasaje cargado de impuestos en Air France. Y ya en París, ese intelectual respetadísimo que era Maurice Nadeau, mi editor, autor de la clásica Historia del surrealismo, se hizo cargo de mi larga estadía en el grato hotel donde trabajaba el poeta Elqui Burgos.
Ayer nomás, alguien me decía: "Esos que te llaman envidioso tienen un tremendo troncazo de guarango en el ojo". Mejor vamos a escuchar el bolero de Vicentico Valdez.
Gregorio Martínez
8 comentarios:
¡Qué reconocimiento de GM hacia Jorge Ninapayta!
Mis respetos para estos dos extraordinarios escritores sureños.
Maestro Osho Ybarra, me parece que Goyo está escribiendo directamente contra alguien es especial. Díganos el nombre.
quise decir "en especial".
Goyo es uno de los mejores escritores peruanos, digan lo que digan sus detractores y envidiosos. Este es el Perú, pues Ybarra, qué se puede esperar.
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/cultura/recordando-a-eguren_51494.html
Edgardo Pallarderi dijo:
Gregorio Martínez es un buen escritor y punto.
acabo de terminar de leer cronica de musicos y diablos de Gregorio Martinez, un libro que mi esposa, que tiene una afición por los libros, lo dejo encima de la mesa. sencillamente extaordinario, tanto así que me voy por la segunda lectura. gracias Gregorio Martínez por esta perlita.
He leído con sumo agrado y entretenimiento "Crónica de músicos y diablos" Canto de sirenas" y La biblia de huarango" Don Goyo es un extraordinario narrador que ha sabido recoger el habla popular de los morenos y elevarlos a niveles literarios
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