Sobre la polémica y el ensañamiento de Correo y la dupla de perdedores Rey Rey y Barba Caballero (“Rey con Barba” se llama el programete televisivo que se ahoga en las ondas hertzianas) que lograron despedir al novelista y zootecnista Rafael Inocente de un alto cargo en el Instituto Tecnológico Pesquero, para algunos no quedó muy claro el asunto del “intelectual” y su asociación con Abimael Guzmán. Y la pregunta de rigor no era si Abimael ‘es’ o ‘no es’ intelectual, sino, como lo dije en otros espacios y en este blog, si decir eso te desacredita para seguir ejerciendo –o ejercer – un trabajo para el sector estatal o privado.
Entregarle la condición de “intelectual” a alguien que ha ejercido la docencia no es ninguna concesión. Fujimori --muy a nuestro pesar-- también es intelectual (incluso fue presidente de la Asamblea Nacional de Rectores), al igual que Martha Hildebrandt (la que celebra los rebuznos de Fujimori y aplaude al “grupo Colina”, la que margina a una persona por ser quechuahablante, etc., etc.) o, en última instancia, el cantinflesco, enganchaesclavos y sinbandera José Luis Risco (que acaba de titularse de abogado teniendo como padrino a su supuesto antípoda Flórez Araóz) y no es que quiera ser tan poco exigente o complaciente con estos señores, pero así se construyeron y evolucionaron históricamente los términos (el latín intellectuallis significa “escoger bien”; intelligere, entre y legere escoger o leer) y uno, dentro de la propiedad del lenguaje, no hace más que regirse por ellos. Otra cosa es que exista una exigencia subjetivista (o patológica) y se entienda por Intelectual a alguien con conceptos morales rígidos y con ética invencible a prueba de coimas o de seducción por el poder o ensimismamiento o egolatría, etc., etc. Otra cosa también es agregarle un adjetivo calificativo al adjetivo “intelectual”; es decir, si la palabra intelectual es ya un adjetivo, mal hacemos en querer calificarlo con otro adjetivo. Por ejemplo, intelectual loco, intelectual ignorante o intelectual réprobo o idiota, etc., etc., que más cuadran o se ensamblan como términos literarios o poéticos en última instancia (tautología en lógica o pleonasmo en lenguaje) que como reflexiones o elucubraciones, verbigracia, intelectivas. (¿Se acuerdan ustedes de la crítica de Marco Aurelio Denegri a este blogger sobre las palabras “forúnculo divieso”?)
Del mismo modo, decir que la historia sobre sendero ha caído en un hueco de la memoria por culpa de la no enseñanza en los colegios y en las universidades, no es del todo cierto. Recordemos que en 1989 los profesores académicos y lingüistas Juan Biondi Sh. Y Eduardo Zapata S. sacaron un libro de análisis llamado “El discurso de sendero luminoso: contratexto educativo”, el cual fue prologado por Luis Jaime Cisneros; en la página 23 ellos dicen: “Porque como educadores entendemos que todo lo que se diga (o deje de decir) acerca de Sendero Luminoso implica en nuestra sociedad hoy una responsabilidad docente y porque en este sentido nos parecía indispensable olvidarnos de nosotros, acercarnos al discurso verbal de Sendero Luminoso y buscar ahí el sentido, la potencialidad expresiva, lo que los textos dicen independientemente de lo que podamos interpretar”.
Creo que hoy en día estamos pagando esa “(i)responsabilidad docente”, esa falta de ordenamiento pedagógico y criterio (en muchos casos presionados por la aberrante “ley de apología del terrorismo” y por el cerco mediático alienante, tirano y cobarde) para enfrentar el problema de la guerra interna y su secuela histórica en la educación peruana, no con adjetivos calificativos, insultos, peroratas seudonacionalistas o patrioterismos de parroquia o de cantina; no con amenazas, estigmatizaciones o sindicaciones; sino vía el análisis preciso, el debate enfrentado, arborescente y la crítica rigurosa. Esto jamás se hizo en las escuelas o en los medios televisivos, incluso hoy los seudoanalistas, profesores desinformados o académicos diletantes (entornillados en algún puesto de tráfico del conocimiento) no logran entender que nada se soluciona situando mecánicamente en la barbarie un momento de nuestra historia (que sin duda la estuvo) y negando con diatribas una posible explicación y/o teorización sobre esa barbarie y los motivos, causas y procesos históricos que nos llevaron a ello. En prosaico, poco o nada ganamos repitiendo como loros de hombro: “el Perú venció al terror”,” la democracia le ganó la guerra al terrorismo”, “vencimos al terrorismo asesino, ahora podemos disfrutar de la paz”, etc., etc., o con esos spots publicitarios que parecen trailers de películas gore o snuff movies donde sólo se muestran bombas y cochesbombas explotando en la noche o gente despedazada con un cartel en el pecho; eso solo ayuda para infundir miedo (terror de Estado, guerra de baja intensidad o guerra de cuarta generación), pero no sirve, ni en el sentido más utilitario, para informar o generar opinión concreta y veraz. (Los directivos de canal 7 deberían saber que hay un superexceso en la producción mundial de videojuegos y películas de terror, y el miedo en este sentido no tiene la misma connotación que en los ochentas; el reblandecimiento y la “tolerancia” médica o biopsicológica no permiten que estos spots puedan tener éxito y más bien generan sincretismo y ruido entrópico donde el Hollywood sangriento se mezcla con una realidad histórica difuminándose en la nada o en la trastocación de la memoria).
Y generar conciencia tampoco se logra solo con libros sesgados, separatas puntillosas, arengas de club deportivo, discursillos o eructos mentales cívicos. Quizás los profesores Biondi y Zapata fueron más precisos cuando dijeron que: “El sistema educativo oficial es un discurso preparado desde la cultura del libro y dirigido hacia una cultura del libro que, no es mayoritaria en el Perú: Las clases más altas se encuentran ya influidas por los medios eléctricos y una gran parte de la población se encuentra en la etapa oral o una alfabetización marginal (sin acceso pleno a la cultura del libro)”, pg. 79 op.c. Y esta realidad ha cambiado poco o no ha cambiado.
En un país donde pocos leen y donde los que leen no entienden, utilizar el recurso del libro para enseñar a los jóvenes lo que no vivieron no resulta del todo convincente; más aún cuando no se explica, como debiera ser, esa parte de nuestra historia que con un asalto y quema de ánforas electorales en Chuschi en mayo de 1980, pasó por los “abigeos” y “robavacas” de Belaunde Terry a los “terroristas” de Alan García y de ahí a los “narcoterroristas” de Alberto Fujimori (y ya alguien por ahí que funge de “senderólogo” o una de esas especialidades --producto del oportunismo y el mercenarismo-- habló de que la subversión en el VRAE es “narcoterror y sicariato global”; no nos olvidemos que la captura de Artemio esta premiada con 5 millones de dólares ofrecidos por Estados Unidos). Eso sin contar que, por ejemplo, en los libros de sinónimos la palabra “terrorismo” también es equivalencia de subversión, sabotaje, anarquismo, nihilismo, acracia, guerrilla, secuestro, amenaza, etc., etc. (Dicc. de sinónimos y antónimos Ocean.)
La necesidad del Estado de querer asegurar o anclar el término “subversión” solo en una idea (muerte, por ejemplo) es subestimar a los estudiantes y a la conciencia (o supraconciencia activa) del país que sabe perfectamente que la violencia política en el Perú tuvo su origen en el olvido de las clases retardatarias sobre las grandes mayorías, en la imposición de una cultura oficial, oficiosa y libresca sobre un país real cuya mayor entendimiento se basa en la oralidad, el mito, la pachamama, el panteísmo, el fisiocratismo, el ama kella-ama sua-ama llulla inkaiko, la justicia aymara, la prioridad de la naturaleza sobre la máquina y la minería, etc., etc.; y en la imposición de la “ley y el orden” atrabiliario y burgués sobre un pueblo arrinconado en la explotación, el sometimiento y el destazamiento mental constante y permanente; y para cuyo uso y abuso también colaboraron con la pala del enterrador los intelectuales acomodaticios, jíbaros de sí mismos, los que siempre miraron a un costado o los que, auspiciados por la plutocracia, la oligarquía y sus fuelles publicitarias, solo ayudaron a ocultar la verdad, falsear la historia e imponer la mentira y el odio per secula seculorum.
PD: Una persona no debe ser despedida de su trabajo solo por opinar desde el análisis. Los invito a firmar la carta a favor del escritor, zootecnista y amigo, Rafael Inocente:
http://rodolfoybarra.blogspot.com/2012/02/carta-de-escritores-peruanos-favor-de.html
http://rodolfoybarra.blogspot.com/2012/02/carta-de-escritores-peruanos-favor-de.html
1 comentario:
Totalmente de acuerdo con lo que dices.Tambien me solidarizo con Rafael Inocente.
Y hablando de solidaridad, ¿que opinas de lo que está ocurriendo con Giuliana LLamoja? ¿no crees que élla tambien necesita la muestra de solidaridad? ¿no crees que lo que está ocurriendo con élla es repugnante? ¿no crees que los cucufatos y talibanes ignorantes y alienados del Perú lo que quieren es quemarla como una bruja, lincharla y ver su sangre corriendo en las aceras de la plaza pública?
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