¿PERÚ POSTMODERNO? (segunda parte)

Luis Alberto Sánchez decía en uno de sus libros (el texto exacto no lo tengo a la mano, pero a falta de fichas tengo la cita de la cita en “El ojo del buen cubero” de Leopoldo de la Jara, edit. Matalamanga, 2006, pg. 90): “el cholo con plata se blanquea y el blanco sin plata se cholea”. Cita que --por asociación de ideas o por evolución de la interpretación popular--, ha devenido en una expresión peyorativa que utilizan generalmente los blancuzcos con complejos de criollos virreinales o los vivaces termocéfalos cuentachistes de salón: “no es lo mismo desnudo griego que cholo calato”.
Quisiera anotar, en función a un exacto análisis, que no es lo mismo decir “cholo” que “cholón” (y espero que esos fenilcetonúricos con poca comprensión de lectura, ávidos en la hermenéutica torcida, no me acusen de estupideces), esta última expresión indica no sólo mayor tamaño del individuo mestizo, trigueño u oriundo de la sierra, sino capacidad de respuesta, por lo menos física (leer el capítulo dedicado al “cholómetro” en “La Ciudad de los Culpables” de Rafael Inocente). De igual forma, no es lo mismo decir “negro payaso”, “negro vigilante”, “negro cuidacarros” o “negro guachimán” que decir “negro guardaespaldas” o “negro de seguridad personal”. Por ejemplo las personas “de color” que son contratadas para prestar “seguridad” en casinos, tragamonedas, hoteles, etc., donde son disfrazados burdamente con un saco inglés republicano, quepí, y guantes blancos al modo de la carátula de un álbum de “The Beatles”. En otro artículo he mencionado que un conocido restaurante japonés, en san Isidro, ha cortado el pelo y ha (tra)vestido a sus empleados cholos como si fueran japoneses típicos, hasta les jalan los ojos con un delineador de color negro (qué tal prueba de “globalización”. No nos olvidemos las operaciones quirúrgicas oculares a los peruanos que querían o quieren reclamar sus cosequis vestidos con kimonos. Una “jaladita” para asegurar el libre tránsito hacia la madre patria imperial). Hay una connotación del lenguaje que excede este breve artículo, pero que supone, como se habrán dado cuenta, no un “trato especial” o “particular” hacia el cholo y el negro peruviano, sino simple y burdamente racismo de la peor especie, racismo y situación insostenible --como el viejo apartheid en Sudáfrica o los movimientos xenófobos en europa central-- que condice este supuesto periodo de “evolución humana” y placémenes que “estamos” viviendo y que muchos ideólogos y traficantes del pensamiento actual quieren hacernos creer. (para los incrédulos y aduladores de este sistema retardatario les recomiendo que visiten o que aguaiten desde afuera a las discotecas varias veces multadas, pero siempre ilesas, de Larcomar: Aura, Mamá Batata, Ébola, etc. Pero no crean que esto es sólo una problemática capitalina. Hace unos años en una de mis visitas a Huancayo encontré un restaurante que tenía un letrero multicolor que rezaba lo siguiente: “PROHIBIDO EL INGRESO A PERUANOS”, aquí el papel moneda “sol” no existe, todo pago es en dólares o, en su defecto, en euros; afuera de este antro los huancaínos miraban perplejos cómo los gringos degustaban de potajes típicos: trucha frita, papa a la huancaína, cuy chactado, mote con chancho, etc. Otra prueba extrasístole de la “globoidiotización”. En la selva virgen de Loreto existen campamentos y hoteles campestres dedicados al turismo sexual exclusivo para gringos jubilados, es decir viejos europeos o americanos que viven de sus pensiones y que pagan por deflorar a niñas --o en el mejor de los casos nínfulas-- shipibas o conibas o lo que sea, ya ni el bufeo, delfín de río, se salva. Una de estas publicidades la pasan en radio “doble nueve” (“venga a conocer estas dulces charapitas y con trato en piscinas temperadas y jacuzzis…” etc.) y uno de los propugnadores y socios es el conocido ufólogo Pete David quien se las sabe todas y ha entendido perfectamente lo que es la “globalización”, o sea el uso de la pendejada, la fuerza y el dinero sobre los débiles e ignorantes. Esto es el Perú postmodernos, señores. El país que se remata por pedazos a Chile y que se oferta casi en papel de regalo a los países antropófagos que llaman del “primer mundo”.
Volviendo a Lima, el hotel “exclusivo” para turistas “España” de la plaza San Francisco de Lima también tiene un letrero de prohibición a peruanos, nada más que lo tiene en un lugar interior, quienes han estado alguna vez hospedados en este “hostel”, o sea sólo extranjeros, se han dado cuenta de ello). Quizás la cuestión “étnica” (o la aceptación de la diversidad étnica para ser más exactos) o “multiculturalidad”, esa “natural” forma de reconocernos como iguales, como anota bien Zizek es funcional, o debería serlo, al grado, supuesto, de expansión capitalista que ha llegado el mundo. No obstante nos preguntamos en qué mundo está situado el Perú, país de mendigos (bueno fuera los de Ricardo Palma, pero que más cerca está al mendigo del cacógrafo Felipe Montoro que al del cuentista Julio Ramón Ribeyro), de menesterosos con bajísima capacidad adquisitiva, con calidad de vida deficiente, con pocas oportunidades de desarrollo para su joven población, con enfermedades que hace doscientos años ya no existen en otros lares, con corrupción y gobierno cleptocráticos, con estafadores, asaltantes y población temerosa, con policías y militares con comportamientos de plebeyos, de latifundistas o capataces, etc,. Y con enfermedades que han mutado hasta convertirse en próximas plagas para la especie humana como la tuberculosis pulmonar que ahora se ha convertido en MDR es decir: Multi Drogo Resistente, en otras palabras enfermedad invencible que está matando silenciosamente a los peruanos pobres cuya alimentación deficiente y la falta de accesos a hospitales o centros de atención los ponen como los más vulnerables en la escala mundial, aventajados sólo por algunas aldeas africanas (de seguro este dato no está dentro de las frías estadísticas del equipo gansteril que “gobierna” este corral de chanchos, afortunadamente este blogger tiene acceso directo --gracias a amistades cercanas-- a información detallada dado por un círculo de médicos progresistas; informes y estudios extensos que los organismos estatales no quieren publicar por temor al caos, la polvareda y la posible diáspora que pueda sucederse. En las próximas semanas trataré de postear o copiar íntegros estos informes y estudios). O el “ántrax” que aquí no se ha convertido en un mecanismo de ataque terrorista, no tendría sentido porque aquí es el vulgar, siempre presente y muy peruano Carbunco con sus cien muertitos al año que a nadie interesan.
Si nos fijamos bien nos vamos a dar cuenta que hay una sarta de sinvergüenzas que se llenan la boca con estupideces a las que han agregado el corolario de “postmodernidad”. Acordémonos que Charles Baudelaire y el filósofo Walter Benjamín fueron los primeros en no sentirse parte de ese capitalismo primitivo, sinónimo de “progreso”, que por aquellas épocas recién empezaba a mostrar los dientes como un pequeño lobezno de pecho y cada uno lo combatió a su modo. Baudelaire (el poeta del espleen o esplín) decía que lo que entendemos como modernidad es “todo lo transitorio, todo lo efímero, todo lo contingente” y que los hombres dedicados a los negocios eran “seres de ultratumba, seres demoníacos que aparecían en la noche”, haciéndonos recordar al “buen” Platón cuando decía “era imposible que un hombre excepcionalmente bueno fuera excepcionalmente rico” (Leyes, 743A).
Curiosamente, a estos defensores de este logro existencial mal llamados “postmodernólogos”, ególatras de pacotilla, no les interesa las estadísticas, no les interesa la realidad, por ello nunca hacen “estudios de campo”, sólo miran lo que quieren ver o lo que han construido como “verdad” a través de su absurda cháchara para hacernos creer que sus discursos son coherentes y que ese pensamiento estúpido -sacado de algún sobaco con ladillas, alguna mugrienta sobaquina- es vigente y merece la atención de todos los desarrapados del mundo. Una foto trucada con photoshop sobre la realidad peruviana les dice más que la cruda realidad. Una postal de la plaza de armas de Lima con jardines y piletas -con ese remedo de presidente a lo Ubú Rey que Alfred Jarry hubiera denostado o agarrado a escupitajos y que Artaud hubiera destruido con sus propias manos- les dice más que los pueblos jóvenes o provincias donde la presencia del Estado es nula y donde, según dicen los expertos (siempre serviciales estos señorones de la mediocridad) es imposible llevarles agua entubada o un cordel de cables de electricidad; pero eso sí, más fácil es llevarles urnas y cachacos para que puedan ejercer su derecho democrático y postmoderno, como siempre ineludible y obligatorio: el voto o “sufragio universal”, y, de paso, una visita “cívica” con revisión de muelas, corte de pelo y ollas de hojalata “gratis”; total, para eso está el Estado, para ocuparse de cojudeces y no afrontar los verdaderos retos en solucionar los verdaderos problemas.
Se supone que la postmodernidad y su tumor metastático mal llamado “globalización” es algo así como la carátula que repite constantemente la revista “Atalaya” (o ¿Despertad?) de los “testigos de Jehová”: hombres blancos, negros, chinos, musulmanes, etc., quienes junto a fieras salvajes, leones, cocodrilos, osos, etc., se encuentran mirando el arco iris, y arriba un hombre blanco y barbado, cuyo pelo amarillo se funde con el sol, derrama maná y bendiciones en un happy end de Hollywood. Esa verdad de oropel es la que nos quieren vender a toda costa, haciéndonos creer que pronto (pitonisos mariguanos apristas hablan de 15 años) llegaremos al nirvana del desarrollo y la integración mundial junto al equiparamiento con otros mercados que nos aventajan una “minucia”. Apristas, búfalos irracionales, búfalos de mierda con el perdón de los búfalos.
No nos olvidemos que el término “globalización” recién fue aceptado por la RAE en su vigésima segunda edición del 2001. Antes era solo una palabreja que rodaba como prostituta de boca en boca dejando, a veces, buenos motivos para que los politiqueros avanzasen con la demagogia, y para que los fantasiosos o literatos (sobre todo esos que califican como “criollos” o “acriollados”, pobres imbéciles) lo hicieran con la retórica. Cada uno a su estilo. En el fondo, pura cháchara. Pura filosofía de letrina como la de santo Tomás de Aquino que tras diecisiete volúmenes escritos al porrazo concluye que la mujer es producto de un semen defectuoso y que los gusanos de la carne podrida son o se dan por generación espontánea. Qué imbécil. (“Ni Spencer”, como diría Fernando Vallejo en “La Puta de Babilonia. Edit. Planeta, 2007, pg: 36). O el desmadrado David Friedrich Strauss que escribió 1400 páginas en su Das Leben Jesu Kritisch Bearbeitet, mal traducida como “la vida de Jesús críticamente analizada) para “demostrar” que los milagros cristianos son inventos de los escritores prehistóricos del siglo I. O ese ideólogo de pensamiento cerril mal llamado “pensamiento débil” a quienes mucho se le han dado por lamerles los pies o el esmegma genital: Vattimo, quien tras cientos de páginas “logra entender” las patologías y la alienación de los seres humanos causados por el capitalismo tardío. Una simple visita de cinco minutos a las fábricas de Zárate en San Juan de Lurigancho le hubieran bastado a este filosofastro para entender esa mierda en que convierte la máquina dejada a su libre albedrío, o, lo que es peor, a manos de facinerosos o ignorantes. O el seudofilósofo Jean Baudrillard --famoso por oponer al valor de uso y de cambio marxista el “valor simbólico”, algo de lo cual sabían bien nuestras abuelas y que no es otra cosa que “el valor emocional”—quien después de romperse el coco en meses de estudio afirmó el año 1991, con libro y todo, que “La Guerra del Golfo no ha existido”. O, para no olvidarme, la conclusión a que llegó, luego de más de 30 años de estudios y miles de páginas anotadas, el premio nobel de Medicina y Fisiología, 1962, James Watson : “el hombre blanco es superior al hombre negro”. Ellos son pues, los filósofos de la nueva era, la new age, quienes se encargan de pensar por nosotros y quienes se han dado el trabajo por definirlo todo para que a nosotros sólo nos quede elegir con cual pensamiento nos quedamos: “el pensamiento cansado” de Bataille, “la deconstrucción” de Derrida, “los juegos linguísticos” de Lyotard-Wittgenstein, “el pensamiento débil” y la “postmetafísica” de Vattimo, “El fin de la Historia” del hidrocefálico Fukuyama, etc., etc. Elijo, como siempre, no elegir, el mejor eclecticismo será construir una propia teoría, otro imaginario que encare a estos farsantes.
La “Postmodernidad”, como nos estamos dando cuenta, es un invento de esa raza de demagogos y parlanchines que no tienen nada que hacer más que mirar televisión y masturbarse mientras las guerras fraticidas destruyen lo poco que entendemos como orden. Mientras ese país de bestias llamado Estados Unidos gobernado por delincuentes del petróleo y su hijo putativo Israel junto a sus aliados demoníacos hacen de las suyas con los pueblos indefensos. Solo esos devaneos mentales de gente ociosa con oscuras pretensiones han podido producir esos conceptos que, por lo menos, para el caso Perú, están más que lejos, a años luz, a una eternidad de espacio y tiempo. La Postmodernidad es un sueño de opio de los perros de presa del capitalismo en debacle. Nunca existió, es sólo un ideal, un sueño, una utopía, una sombra chinesca que no va a estar nunca en la imaginería peruviana. Un fantasma que recorrerá europa, américa y el mundo luego de una próxima guerra mundial (calculadores como el “Club de Roma” estiman que ello ocurrirá el 2025 cuando se agudicen los problemas con el agua y los combustibles).

Por ello, decir “Perú Postmoderno” es una paradoja puesto que el Perú es la antítesis, el opuesto exacto de lo que se podría entender como postmoderno en el caso de que realmente exista este concepto, y esos “postmodernólogos” cholos, receteadores del pensamiento extranjerizante (esos López Sorias, Montoyas Canchas, Murrugarras Florianes, Santiagos Pedraglios, Caros Tenorios, Angulos Parras, etc.) no terminan de ser como Zamolxis de Escitia el esclavo pendejerete de Pitágoras, que repiten como loros de hombro lo que no pueden producir dentro de sus cabezotas llenas de miga, sus testas genuflexas puestas al servicio de una teoría fofa e informe, por ello toda esa supuesta teoría que quiere imitar a otras dendritas y otros lares no nos sirve para nada, más que para mentirnos unos a otros haciéndonos vivir una realidad de fantasía, un edén en la cloaca más inmunda, y que somos parte de algo cuando en realidad estamos como un barco a la deriva, naufragando en un lugar sin coordenadas, sin carta de navegación, sin hélices, sin popa y sin proa y sin velas, agarrados a un madero; y no somos parte más que de la miseria, el hambre y la desnutrición moderada que golpea, junto a la ignorancia supina, a los “ciudadanos”-náufragos de este país. Nos estamos hundiendo. Existimos solo en los datos catastróficos de la UNESCO. Existimos en la nómina de deudores que no podrán pagar jamás los avarientos intereses de supuestos préstamos que jamás nos beneficiaron en nada pues eran para pagar la misma deuda en un círculo vicioso del cual nunca vamos a salir. Existimos como tierra para el cultivo de maíz para biocombustibles. Existimos como “lugar exótico” para las agencias de turismos. Y todo ese invento estúpido de características que nos quieren pintar como “modernos” e “integrados”: programetes culturosos, culinarios, estilachos de vida fashions, órdenes catecúmenas burguesas, constitución política para esclavos, leguleyadas injuriosas, sistemas religiosos decadentes, sistemas seuducívicos barbáricos, instituciones castrenses, falsos órdenes morales, sumados a los clásicos intelectualoides, vedettes, turiferarios, mequetrefes, politicastros, etc., no son más que mierda.
En forma de tropo: “Los sonidos del mundo” de Mabela Martínez son los sonidos de un mundo que no es el nuestro, Bach, Beethoven, Stravinski, la música de Chico Buarque, de Edith Piaff, de Paco de Lucía, del maestro Yépez, etc., son música de otra realidad que está superpuesta a nuestra realidad pero que no nos incluye más bien nos margina y nos aísla. Son dos conjuntos que no se intersecan y no se pertenecen. Los escuchamos pero “ellos” jamás nos escucharán. No estamos en la misma frecuencia. No somos parte de ese “mundo cultural”. Este es un mundo unilateral, sombrío. Este es el “Mundo Perdido” de Arthur Conan Doyle, “El Paraíso Perdido” de Milton, “la Luz del Final del Mundo” de Julio Verne, etc. No hay feed back. No hay toma y daca. Sólo hay un “toma mientras”. Y me atrevería a decir que los efectos de este banquete globoiditizante son contrarios y nos embrutece, y nos devuelve al autismo (de donde parece que nunca hemos salido) porque ni siquiera podemos entender la música pentatónica andina, no podemos descifrar los sonidos de la tarka, del wakra pukuy, el pututo. No entendemos los reclamos quechuas –como bien lo dijo el poetastro Mirko Lauer en uno de sus artículos escritos a la volada y sin bajarse del auto cuando no podía entender a una “paisana” empollerada que le acercaba la taza de plástico a la ventanilla-.No nos entendemos a nosotros mismos ni soportamos nuestras tonalidades miélinicas, epidérmicas. Nuestros pensadores son: un cojitranco mental que confundió las cosas y se entrampó con “el problema del indio” cuando en realidad es “el problema del blanco” o del que se cree blanco; y un polisexual reprimido y con sentimientos de culpa, obligado siempre a fingir, quien se bañaba calato en el río Ganges y se masturbaba en México en peroratas atosigantes para demostrar su espacio tiempo histórico y de que sí es posible bañarse dos veces en el mismo río heraclitiano por el tubo del tiempo y siguiendo a Einstein. ¿Quién dijo que estos eran los pensadores peruanos del siglo XX?, y queremos encima de ello entender el supuesto grado de evolución a que estamos llegando “gracias a la técnica y la ciencia” ¿¿¿???, puesto que la “técnica y la ciencia” se ha convertido en el látigo sadomasoquista hacia los oprimidos que nada entienden ni quieren entender porque somos solo la materia prima, un perno en la faja transportadora capitalista, la mano de obra barata entregada a las trituradoras de las maquilas, la carne de cañón o la carne molida que se convertirá en humo, gas carbónico, dióxido de carbono, gas metano, en otras palabras flatulencia pura. Los que miran detrás de los anaqueles, las moscas de cementerio que confunden la realidad con el vidrio que la separa. Las moscas que terminarán aplastadas por el matamoscas de la ignorancia quizás antes de que nos quedemos pegados, secándonos en vida en el mosquitero ignominioso del imperialismo y la reacción y su ácido sulfúrico y su sueño de opio donde están escritos las palabras “desarrollo”, “democracia”, “educación”, etc., etc... splash, splash, puag, puag. Sanseacabó. Pobres moscas.

(continuará)