Antes quisiera anotar que el término “preso de conciencia” (o “prisionero de conciencia”) no es gratuito ni es una sutileza o eufemismo, es un término técnico que se le da a toda persona que, no habiendo usado ni propulsado la violencia, es detenida en razón de su situación económica, origen étnico, color, origen social etc. En todo caso considero que es lo más cercano si queremos definir la situación de un ciudadano que fue privado de su libertad de manera injusta y que truncó sus carreras universitarias tanto en la Universidad de La Cantuta como en la UNMSM. A ello habría que sumarle la crueldad carcelería en una época en que los jueces sin rostro eran la norma y la licencia para un sinnúmero de atropellos legales que enterraron en vida a muchos inocentes, muchos de los cuales aún no encuentran justicia.
Luis Leoncio Flores Prado fue liberado después de un año porque las aparentes “causales” no daban mérito a juicio. Nunca se le indemnizó ni hubo unas disculpas públicas de parte del Estado.
Para corroborar el envío le pedí que explicara brevemente su caso. Aquí el correo (para lo cual he pedido permiso. Abajo pueden leer sus textos):
Saludos Rodolfo:
Aquí el lick de mi autobiografia:
El poema Prevenciones para... , fue escrito en el penal el Milagro. Durante el periodo de 1° mayo del 1997 y el 1° de mayo del 1998. Donde estuve preso durante un año por una requisitoria por "Terrorismo", pues el cambio de "Jueces si Rostro" a la Sala Corporativa para casos de Terrorismo demoro casi un año, salí libre por No haber merito a Juicio, es decir la requisitoria me impidió seguir con mis estudios.
Ahora tengo un café en Huamachuco y estoy encargado del desarrollo del VIII Encuentro Nacional de Escritores "Manuel Jesús Baquerizo a realizarse en la ciudad de Huamachuco, del 20 al 31 de Ocvtubre del presente año.
Aquí la carátula del ultimo libro, Recien lo presentaremos en junio de este año junto a un grupo de 8 libros de escritores Huamachuquinos. El escaneo es bastante deficiente, ya te haré llegar un ejemplar.
saludos.
PREVENCIONES PARA JUGAR AJEDREZ
A Federico García Lorca
Érase un preso político.
Soñé que llegabas después de tanto tiempo. Escuchaba tu caminar por un largo pasadizo de celdas y el ajetreo de algún retraso imprevisto.
El policía delante de los barrotes, mirando la entrada del pabellón, me decía: «tienes visita». Y yo no podía ver, sólo sentir la sangre golpeando en la cabeza, en el pecho, y en la pared estampada a cuadraditos por el sol de la tarde.
Entonces apareciste, mirándome como siempre con timidez y vergüenza, pero con la alegría del rocío. Sacaste de tu bolsa un tablero de ajedrez. Las figuras estaban talladas con brusquedad en madera. Así empezamos, mirándonos a través de la neblina, con las siluetas heridas del caballo y el rey, de la reina y la torre. Ganabas. Siempre jaqueabas. Desde las almenas de la torre miraba tus ojos pardos y era ya prisionero tuyo.
Esta vez he ganado.
Volver a encontrarnos después de tantos años. Sentimos que ya no somos los mismos, somos otros que recién empiezan a conocerse. Al colocar de nuevo las piezas, rozan nuestras manos y hay un silencio muy parecido al que bullía esa noche donde nuestras sombras se mecían pálidas como los eucaliptos, pues la elegiste por la gran hostia nacarada relumbrando en el horizonte, atisbando por entre las nubes y las ramas. Era la época de sembrar la tierra, también la época del colegio, y el tiempo en que nos dejamos de ver, en el que todo se alejó: tu presencia, tu sonrisa… todo se desbarrancó, se volvió de repente doloroso, y hasta ahora ninguno supo nada del otro. Nadie te dijo acaso que Hernán anda huido, que a veces se sacude el polvo de los llanques porque tiene el color plomizo del nómada, o husmea las palmas callosas de sus manos, como buscando caminos en las nervaduras, comprobando lo ajenas que son; que mira las caras de las gentes buscando alguien conocido, cualquiera que le recuerde que sigue siendo él y no otro. Éste que ha tocado tu mano, y tus ojos nuevamente sofocaron mi fuego. Has atisbado sobre mi espalda y has sonreído. Repentinamente la vieja sensación de alguien mirándome a hurtadillas. Su rostro en mi rostro, como contando las patitas de una mariposa o los años que nos separan. Menuda, pestañeando, con tus mismos ojos de miel. Con una naranja grandota en las manos, ofreciéndomela. Y desde la bruma explicas: «¡tu hija!».
Comprendo que la partida la has ganado de nuevo como el rey dejó hace mucho tiempo de ser determinante para ganar, la dama descendió para hozar el trigo, las torres dejaron de ser inexpugnables, los caballos cayeron cribados tiñendo al pasto verde, relinchando al cielo tormentoso; los alfiles enfilaron la última diagonal hacia el patíbulo. Crujieron nuestras espaldas, y erguidos sobre la tierra, fraguamos nuestros corazones, arrancamos correosas amarras para encontrarnos aquí. Así, anónimo peón, encasillado, enfebrecido por el verano, recuerda el vientre palpitante donde sembraste la hija que esperas con las manos anonadadas.
A través de las rejas y el tragaluz, la luna se mece en la madrugada.
Estoy solo en mi celda.
No soy el único.
MI NOMBRE ES DE ROSAL, VERBENA AZUL Y MOSTAZA
Remoja una migaja de pan en la taza de té, luego la lleva a su boca y vuelve a introducirla en la vajilla humeante, para por fin depositarla en la carne blanda de sus encías. El viejo mira el televisor apagado mientras otra migaja, escurriéndose, tiembla en sus dedos.
—¡Agustín, estás chorreando el piso!
Como un niño que hubiera hecho una gran travesura, subiendo un poco los hombros después de pasar la migaja, gesticula estirando los labios, mostrándonos sus encías peladas, algo así como la risa de un bebé de ochenta años.
En la silleta cercana al viejo, agachado sobre la taza de té, el nieto mira el rostro de la abuela, ese algo contenido en él, esa gravedad del silencio.
«Es que ya no hay nada que decirse, o ya se ha dicho todo sin que ninguno oyera nada del otro. La abuela de todas maneras saldrá, y eso es lo que temo. No quiero pensarlo, pero me viene el pálpito de que algo malo le va a pasar si sale. Tengo ganas de decirle:
—Vaya otro día, abuela. La cera del enlozado está resbalosa.
Ella quizá se siente a mi lado, me acaricie, me interrogue con sus ojos insostenibles, haciéndome comprender con una mueca lo grave de mi conducta:
—Me voy a quedar, no te preocupes.
—No abuela, porque te vas ha morir si te quedas.
Entonces ella se incorporará asustada, mirará al abuelo y con un gesto violento le indicará mi estado. Él, con su tremenda chochera, quedará colgado de un vacío, ignorante».
—Sírvete hijito, yo voy a peinarme.
Arrastrando sus pies, la anciana sale del comedor. En el espejo del baño se peina, ovilla en su dedo las canas que ha sacado de la peineta, las tira al excusado, mueve la manija y se queda mirando como el estruendo y los remolinos hunden sus pelos. Abre el lavado, enjuaga sus dientes postizos y se los pone. Sale. En el comedor siguen tomando en silencio, Oscar y el abuelo, mastican lento, como si fuera obligación demorar. Hay tensión, algo añejo que hace tiempo rehuye y está presente como si fuera el vapor de las tazas. Suenan los cajones donde la abuela busca sus medias. Oscar se incorpora un poco y ve al viejo sorbiendo su té vaciado en su plato, los labios convulsionan al acercarse, ladea su cabeza y dice:
—Sírvete... sírvete Osquitar.
Y esas arrugas, las que ha varado el tiempo en su cara, se siguen descolgando, como lianas después de las tormentas.
«—¿Abuelito, va ha acompañar a la abuela? —le preguntaría, fuerte y cerca de su oreja, para que me oiga a través de la sordera. Me respondería con su voz de lánguido aleteo:
—Vayan nomá, vayan nomá...
—¿Y quién se va ha quedar en la casa, abuelo? ¿Usted? ¿Cree que nos va a poder oír cuando toquemos la puerta? ¿Quién va ha poder sentir los ladrones? ¿Y si después de unos cabeceos se despierta, no nos encuentra, y sale a la calle a preguntar por dónde andamos, perdiéndose usted mismo?
Haría tanto escándalo al decirle eso que asomaría la abuela, imprecando la bulla, preguntando tanto a mí como al abuelo… y él no comprendería nada, por eso, enojado, encerraríase en el baño, para volver a salir con otra cara, diciéndonos, justo cuando la abuela está por partir, que el agua está muy fría para que se bañe.
—Abuela, déjalo para otro día, ya está medio tarde.
—Nunca dejes nada para mañana —me contestaría prendiendo una vela al Señor. Rezaría un oscuro murmullo, dejando correr unas lágrimas que caerían igual a la cera, chorreándose».
La abuela retorna al comedor, acezando. Se sienta. Pone la mano bajo el cachete, y como diciendo para sí misma:
—No encuentro mis otros zapatos.
Tal que nadie la hubiera oído, siguen reconcentrados, jugando en los rincones de sus mundos, buscando la huella de sus pisadas, previniendo las siguientes como cuando esparcen la ceniza en la entrada y buscan en ella el rastro del ser que rasguña la puerta de su dormitorio en las noches donde la luna se revuelca sobre las nubes y se oye el crujir de tablas viejas por pasos descalzos. Para la anciana la rutina se ha roto, pero para ellos no, sigue siendo aplastante, tediosa, llena de voces interiores que tienen miedo salir al aire, sonar, arrastrarse por los oídos, se han vuelto tenues y tan frágiles que se quebrarían en sus gargantas antes de todo.
—Deben estar bien al fondo, debajo de mi cama —dice la abuela.
El nieto busca con los pies sus sandalias, mirando como el viejo amontona las tazas con diligencia, como si se dispusieran a esperar el advenimiento de algo sumamente importante.
—¡Gracias mamita! —el nieto.
—¡Gracias hijita! —dice el abuelo, y con su brazo extendido, como si estuviera barriendo el aire con sus dedos desmayados, vuelve a decir—: hay que prender el televisor.
Oscar se levanta solamente con una sandalia puesta. Prende la televisión.
—No le des mucho volumen —ordena la abuela.
Él obedece, vuelve a su asiento tratando de pasar desapercibido, se siente incomodo de pronto, mira las caras vacías de sus abuelos que esperan sin expresión que aparezcan las imágenes en la pantalla.
—Voy a buscar sus zapatos —dice.
Ahora sale con las sandalias puestas, arrastrándolas con desgana, oyendo la bulla que empieza a surgir del aparato.
«—Abuela, sus pies están hinchados, no vaya, los zapatos le van a doler, no podrá caminar. Además es peligroso andar sola en la noche.
—Dios me guía y me protege.
La vería deslizarse interminablemente hacia la puerta. No sentiría pena porque habría dejado de ser mi abuela, podría ser solamente una señora que me recogió del quicio de la puerta, diciéndome que mi padre y mi madre murieron, que yo tuve algo de culpa por lo de mi madre. Pero a veces pienso que ellos son mi padre y mi madre, solamente que yo no he nacido, que soy un invento, que estoy hecho de soledad, dolores y esperanzas, pues nadie se ha detenido en la calle para decirme: “tú eres Oscar Amoroto, vives con tus abuelos en el quinto piso y todas las noches, sin que nadie te vea, tocas la zampoña en medio del frescor de nuestros sueños. Yo te conozco, te he visto en aquella multitud que trajeron al cementerio y arrumaron a un pozo profundo, quedando sin nombre para siempre; ése que llevas ahora es el mismo que alguien guardó por mucho tiempo, hasta encanecerse, para volver a levantarte grano sobre grano desde el polvo del olvido”. Ni siquiera eso, ni siquiera me aclaran si soy el mismo que tienen en la sala, colgado frente al Corazón de Jesús: una fotografía amarillenta que en el reverso dice “Samuel Ruiz Anticona, 1942”. Puede que algo me sucedió y olvidé mi pasado, pero aquí lo siento, es como si alguien estuviese mirándome desde atrás, y al dar vuelta uno se asombra conocerse, verse en ese largo camino lleno de hojarasca que es el pasado. Quizá todos se pusieron de acuerdo para llamarme Oscar Amoroto y no Samuel Ruiz. Quizá sólo existo cuando dos viejos se ponen a pensar en su hijo muerto y me labran como hubiesen querido que sea él y no como ese cuerpo desarraigado, árbol donde el rayo dejó su estela cenicienta. No quieren que vuelva el oscuro látigo a surcar su tallado».
—Sus zapatos abuelita —dice Oscar, al entrar.
Los deja delante de sus pies. Ella se los pone. El abuelo se levanta rápidamente, se acerca al televisor, le da todo el volumen y retorna con ligereza a sentarse complacido.
—¡Estás loco hombre! ¿No oyes la bulla que hace? —grita la abuela.
Él se levanta enérgico, apaga el televisor y vuelve a su sitio. El silencio vuelve a extenderse como un mantel negro sobre la mesa de madera. La anciana introduce unas llaves en su bolso, lo cierra produciendo un chasquido, pero en seguida lo abre nuevamente para sacar un rosario. Haciendo su voz delgadita, tibia, algo monótona, empieza a rezar. Una cucaracha baja por la pared, vuela antes de llegar al zócalo, el nieto y el abuelo la siguen con la mirada hasta que se pierde entre los muebles.
«—No salga abuela, me da miedo perderla, no es que se me ocurra la idea, sino que ya le expliqué: está en el té, en el pan, flotando en este silencio como manto triste.
La abuela seguiría tercamente caminando, se escaparía de mis manos. Lo más seguro es que yo los haya inventado, alargando tanto la tristeza de la zampoña hasta escuchar el parco hablar de sus voces encerradas, y hayan crecido conforme al cric-cric de mis pasos, asomándose una noche insomne a mi vida. De tanto esperar que las palomas se me acerquen en el parque, resulté con un viejo a cada lado de la banca.
—Sé que es imprescindible, abuela, que salgas, pero ya he marcado en tu rostro el herraje galopante de la vida, y no quiero que te mueras porque podrías matar al abuelo también».
La anciana termina de orar, guarda el rosario y abre la puerta de la calle. La noche, delante de los ojos absortos del abuelo y del nieto, tiende su cabellera enredada bajo los pasos seniles y trémulos de la abuela.
URIAS
Un rey se halla preso en sus trenzas.
Cantar de los cantares
¡Abyssus abyssus invocat! El abismo llama al abismo. Mis palabras refugian bajo el paladar la muerte. El sólo pisar las baldosas del palacio estremece la piel. Los años han desteñido mis ropas al igual que los recuerdos jironeados por los lutos continuos. Divago para no herirme. Las noches reptan largas y silenciosas como víboras y las mañanas me sorprenden sentada sobre las mantas, mirando esas medialunas que emergen cada vez con más lentitud, blanquecinas, desde la raíz de las uñas. En silencio peinan mis cabellos las sirvientas, mientras oteo el horizonte polvoroso de Israel.
¿Qué poder para cambiar el devenir tenemos? ¡Ni nos damos cuenta siquiera! Es como estar en las riberas de la playa con los pies refrescándose, mientras la arena los sepulta como al descuido. Basta una mirada, un gesto, para determinar la muerte de un guerrero o de un príncipe, sin haberlo querido o deseado remotamente, como una casualidad.
Adonías (el arameo jadeante, hijo de Jaguit), postrado a mis sandalias, pedía sólo una cosa a su hermano, el nuevo rey, a éste que se ha cogido la barba negra, revuelta con una leve fragancia a sándalo; pedía sólo a la muchacha Abisag.
Los ancianos del pueblo recorrieron todo el país y en Sunem, pasteando un rebaño de cabras hurañas, la encontraron. Era el alivio a la vejez de mi esposo. Ahora que él ha muerto, ella es motivo de la disputa del trono entre Adonías y Jedidia.¡Ah, mi esposo! Llevo luto aún, pero no siento pena por él.
El malogrado rey hace mucho que había dejado de tomarme, tuvo a otras, sólo el miedo de mi muerte y la de mi hijo me hizo presentarme de nuevo ante él, y ya no era aquella de los senos aduraznados, de la piel firme de gacela, abrazada por el calor de aquella tarde, bañándome casi a las orillas de sus ojos, erizada por el atardecer, ansiosa que Rabbá caiga en manos israelitas y retorne mi esposo, aquel bruto de Urias, con la espada siempre ensangrentada.
Más tarde, él, David, me mando llamar a su palacio, me ofreció vino, revolvió mis cabellos y copuló en el centro de su alcoba; mis labios curvos, tensos sobre su pecho, mordían suavemente, besándolo, y luego intensamente un fragmento de su piel endurecida.
Ahora mis carnes se descuelgan, dejando ver mi calavera. La muerte, aquella que me persigue desde que Urias, el Heteo, retornó de la antigua ciudadela amonita de Rabbá, dejó el asedio para venir al llamado del rey David. Lo vi cruzando el portal del palacio, seguro, con el polvo del camino cubriendo su cuerpo; tenía que bajar a la casa, poseerme, para así enmascarar mi embarazo; pero él estaba de campaña; enérgico consigo mismo, prefirió dormir sobre cueros de ovejas, junto con los sirvientes, antes de profanar la Ley de la Guerra, a pesar que el rey lo embriagó, éste no tuvo más remedio que escribir a Jobol, ordenándole el asesinato sordamente planeado. Su figura se perdió en el camino, iba majestuoso, inquebrantable, llevando en su aljaba, sin saberlo, su sentencia de muerte, ¿Sabría que lo traicionaban? ¿Tendría tiempo de volver la cabeza y entender por qué estaba solo ante los arqueros sitiados, después de encabezar la carga? ¿Por qué él? ¿Por qué tanta obsidiana penetró en su cuerpo?, ¿Supo acaso? ¿Por qué ninguno de los Treinta, los de la Guardia Real, vino a levantarlo, cuando a rastras con el escudo erizado de flechas se protegía vanamente, pues las tenía ya mortales en el cuerpo?
Meses después, en medio del rasgueó del laúd, nació nuestro primer hijo, muriendo casi, según las palabras de Adonías, al nacer. David mientras agonizaba ayunó dos pichones de tórtola: uno para el sacrificio, otro para el holocausto; fueron nuestras ofrendas, en sus plumas manchadas de sangre vi las flechas arrancadas del cuerpo de Urias, vi la placenta ensangrentada, vi el fondo de los ojos de los hombres cuando en tiempos de guerra no vacilan en matar cuando es necesario. Mi hijo sabe eso, no en vano su padre tuvo que combatir a Absalón, tuvo que matar a su propio soldado para lavarse las manos por la muerte; no en vano tuvimos que huir en medio de un medio día hirviente, donde el sol a plomo, donde la espada a plomo, amenazaban acabar con todo. Jejidia había nacido, era el octavo día, el día de su circuncisión. Huíamos. Mis sandalias se llenaron de polvo y sudor, y más tarde una sangre negra reventaba de mis ampollas, se había alzado Sebá, esgrimió la espada, dividió al pueblo, y tomó para sí a diez concubinas del Rey, más tarde cruzó sobre los muros su cabeza, y con un golpe seco cayó sobre un pedregal. De ahí aprendió Jejidia a combatir, a matar para preservar, a no confiar en nadie, sobre todo en nadie de su familia.
El estruendo de su voz hizo temblar las llamas y aún resuenan en mis oídos. Adonías, su hermano, recientemente había intentado usurpar la corona, cuando aún vivo mi esposo, David, le perdonó la vida, pero ahora la voz del nuevo Rey clama su sangre. Nuevamente la tragedia por una mujer, esta vez ya no es Betsabe, ya no es Urias, es la sulamita, la sentencia es contra el hermano del Rey Salomón Adonías.
Retrocedo en silencio, mirándome los pies envejecidos, temiendo mirar al nuevo Rey, Salomón, mi hijo. Quien ha decretado la muerte de su hermano Adonías como su primera decisión real.
Luis Leoncio Flores Prado: Nació en Huamachuco, en 1968, donde estudió la primaria y terminó la secundaría en el Colegio Nacional San Nicolás.
En agosto de 1984 ocupó el primer puesto en el Concurso Literario referente a la Vida y Obra de Florencia de Mora de Sandoval, organizado por la Beneficencia Pública de Huamachuco
Estudios Superiores incompletos de la Especialidad de Historia, en la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y Valle”, y en la Universidad Mayor de San Marcos en la especialidad de Arte.
Es el Presidente del la Asociación de Escritores “Ciro Alegría” y del Bloque Cultural, institución que agrupa a ocho organizaciones dedicadas a la pintura, textileria, serigrafía, teatro, danza, escultura, música.
Ha publicado: “Amor, Mujer y Candos”, antología de poesía huamachuquina; “Oscura Invocación”, poesía. Cuadernos de poesía I y II. Es uno de los responsables de la Revista Literaria “Granizolunar”; “El Quishpi Cóndor” el estudio de una milenaria danza; “Corazones Galgas Despeñándose” cuentos. Ha sido antologado en “Mural de Palabras”, EDUCAP 2009.
10 comentarios:
ese cobarde llamado Alan García... esa peste AveRguenza con esa actitud autócrata de ASILAR a genocidas bolivianos ... Francamente, este presidentucho y lacayos besamanos, se la van a ver con el pueblo... EL pueblo ya tiene experiencia de botar HECES idem FUJIrata.
Atte. MArio C.
Saludos al hermano Leoncio Flores, él como muchos ha sufrido en carne propia todas las miserias de las políticas antisubversivas que asesinaron y truncaron miles de vidas de seres inocentes.
Qué lástima que en muchos blogs encuentre a defensores de militares asesinos y de la política que llevó al desastre a este país. Uno de esos blogs es el mal llmado "Puente Aereo", un ejemplo del fascismo ilustrado.
Saludos
Percy P.
muy buenos cuentos...la otra orilla que queremos leer con ganas...
concuerdo con Percy, ese blog horrible del señor burgués Gustavo Faverón, sólo se la pasa levantando a todos esos miserables que asesinaron a nuestro pueblo, sin contar su apoyo a los genocidas de Israel.
Y encima le gusta reforzar los gustos alambicados y alienados de tanto idiota que no se da cuenta de su realidad.
Un abrazo solidario para Luis Leoncio Prado desde Huancayo
EL HUANCAÍNO FURIOSO
El pueblo unido contra los tiranos que asesinaron a los mejores hijos del pueblo
ojalá puedas colgar más cuentos de presos políticos
te lo agradecemos de antemanos
HJL
q´bueno leer estas historias que no salen en las editoriales comunes. Gracias por su apertura.
j.s.
ibarrex, ¿cuándo publicas tu novela?
Un iletrado procurador antiterrorista y la Amazonía en pie de guerra
Mientras el gobierno de este país corral-de-chanchos asila a genocidas bolivianos (Jorge Torres Obleas, ex ministro de Hacienda del Gonzalo Sánchez de Lozada, asesino enjuiciado desde antes de que Evo Morales asumiera la presidencia de Bolivia por la muerte de 67 ciudadanos, y centenares de heridos y mutilados), un coro horrísono formado por el aprofujimontesinista-neoliberal ministro de defensa ANTERO FLOREZ ARAOZ, por la ministra de justicia y amiga personal del genocida ALAN GARCÍA PÉREZ, ROSARIO FERNÁNDEZ, por la ministra del interior, la mujer más fea del mundo, la MECHE CABANILLAS, por el procurador antiterrorista, JULIO GALINDO VÁSQUEZ (muchos te recordamos, Olluquito Galindo, en el poder judicial de Fujimori, haciéndote invitar un cevichito de diez lucas o intentando manosear a las mujeres de los presos por narcotráfico, so ladrón, luego te las diste de asesor jurídico de empresa privadas) clama desesperadamente que los PRESOS POR TERRORISMO NO SEAN LIBERADOS MIENTRAS NO PAGUEN LA CORRESPONDIENTE INDEMNIZACIÓN AL ESTADO PERUANO. Dice el iletrado Galindo Vásquez —un neo Daniel Espichán Tumay, ese indio atavillo natural de Mala, borrachiento y descompuesto, que encarceló a miles de inocentes y defendió a muerte a los asesinos y ladrones Fujimori y Montesinos— que el estado peruano ha perdido TRES MILLONES Y MEDIO DE SOLES porque los acusados por terrorismo no pagan las reparaciones al estado peruano. ¿Pero de qué universidad es este jumento? ¿Tan mal terminan las neuronas de los abogados y jueces luego de las fenomenales borracheras que se meten con los narcotraficantes? Esa afirmación temeraria no tiene la más mínima base legal ni aquí ni en la China. Pero ese no es el tema: las leguleyadas que las vean los picapleitos. El problema con estos miserables corifeos es de fondo.
¿Sabrá este inmundo viejo ancashino Galindo Vásquez que la familia Agois Banchero, esos pezuñentos millonarios enriquecidos desde la época de Banchero Rossi, le deben al estado peruano MILES DE MILLONES DE SOLES, pero la SUNAT los subsidia con avisaje pagado anticipadamente en las cloacas periodísticas de Epensa, Correo, Ojo, Ajá, El Bocón?
¿Sabe este logrero ignaro, Julio Galindo Vásquez, que el forajido Genaro Delgado Parker debe MILLONES DE SOLES al estado peruano y a sus trabajadores y se caga en la deuda y se limpia el tito con quienes le reclaman lo adeudado? ¿Sabes, viejo imbécil, que el estado peruano, ese estado pestífero que defiendes como ni a tu mujer, INDEMNIZÓ AL ISRAELITA BARUCH IVCHER CON VEINTE MILLONES DE SOLES POR SUPUESTOS DAÑOS SUFRIDOS DURANTE EL FUJIMONTE-CINISMO?
¿Qué tipo de abogado es este putrefacto sujeto llamado Julio Galindo Vásquez?
Pues bien, fue este mismo Julio Galindo Vásquez, ancashino analfabeto-funcional eyectado por San Marcos, quien hace unos meses dijo que el estado peruano no pagará INDEMNIZACIONES a los deudos de los familiares de los presos políticos asesinados en Castro Castro, porque podían malversar ese dinero en actividades subversivas.
Fue este mismo Julio Galindo Vásquez, serrano renegado, defensor acérrimo de la democracia-de-corral-de-chanchos —igual que el congresista aprista Edgar Núñez (vergûenza de Ayacucho)— quien dijo que el libro “Ciencias Sociales” para quinto de secundaria, cuestionado por los imberbes legisladores apristas por una supuesta apología del terrorismo, POSEÍA MENSAJES SUBLIMINALES DONDE HACÍAN APARECER A SENDERO LUMINOSO COMO UNA TENDENCIA SALVADORA Y AL ESTADO COMO INEFICIENTE y como si todo esto fuera poco, este cholo-vruto fue quien pidió a los pocos días de liberada, porque era inocente, la joven poeta Melissa Patiño, que la volviesen a encerrar pues podía recaer en las redes de la subversión emerretista. Sabemos de buena fuente que este triste personaje Julio Galindo Vásquez, prepara acciones concertadas con los muñecones que fungen de ministros de defensa, interior y justicia, para incriminar a los dirigentes y pueblo amazónico como agitadores subversivos en contra de la seguridad nacional. Además de deshonesto e imbécil, este séptico huaracino Galindo es aficionado a las artes adivinatorias.
Pacha Tikray, como en el conmovedor cuento del gran narrador y doctor en medicina Walter Lingán, quien tuvo que afincarse en Alemania. ¡El mundo al revés por la gramputa!
Pregunto a todos los lectores:
Y a los miles de inocentes o presos de conciencia encarcelados en las terribles mazmorras del aprofujimontesinismo neoliberal, ¿quién diantres les INDEMNIZA los años perdidos, las vida mutiladas, los sueños destrozados? ¿Los protervos señoritos de la Comisión de la Verdad, los hipócritas neoliberales que creen que el Perú es Suiza, los asesinos fujimontecínicos que quemaban jóvenes universitarios?¿Quién?
¿Quién indemniza a los cientos miles de familiares de los detenidos-desaparecidos, durante la guerra interna? El Perú es el segundo país de América Latina con más desaparecidos por la violencia política (15 mil desaparecidos, sin contar los más de 70 mil muertos), sólo nos gana Guatemala, con 35 mil, una banana republic con un porcentaje de población indígena tan alto como el Perú (más del 90%), un país en donde el de pellejo blanquecino quiere ser gringo, el ladino alucina ser blanco y el indígena aculturado jura ser mestizo y se enorgullece de un apellido español gravado con la espada y la cruz por encomenderos y ensotanados en bautizos masivos, en comparsa a la extirpación de idolatrías.
¿De qué miéchica sirvió la Comisión de la Verdad en el Perú y en Guatemala? Claro que sirvió, al menos en el Perú sirvió para inspirar la gran película peruano-española, La Teta Asustada, que ni siquiera pagó derechos ni nada por el estilo a los pobladores de Musa y Picapiedra, barriadas de La Molina en donde se filmó la película nacional más vista de todos los tiempos, sugestionada por los testimonios de las víctimas de la guerra brindados a esa Comisión de la Hipocresía Bienpagada para que artistas burgueses cuenten su versión logrera y se llenen de plata los bolsillos. Esa Comisión, cuyos antecedentes más remotos nos remiten a los países apartheid africanos, solamente ha servido para espesar las billeteras de los izquierdosos oenegeros que huelen a Paco Rabanne, para imbuir novelas perricholescas premiadas en la Madre Pútrea, para hacer reir a un pueblo envrutecido por el reguetón y la tecnocumbia, para elevar los bonos de unos cuantos personajes de origen judío, entroncados además con todos los partidos políticos y los eunucos inmortales, desde el sachanacionalista Ollanta Humala hasta los doños Lourdes Tremebunda Flores y Lourdes Huevos de Oro Alcorta.
Mientras tanto, TRESCIENTOS MIL MINEROS se van a la huelga, pidiendo al estado peruano igualdad de trato que a las grandes mineras, miles de médicos, profesores universitarios y enfermeras anuncian paralizaciones y en la selva peruana, la gran selva peruana, pulmón del planeta, la amenaza aprofujimontesinista-neoliberal se cierne como una gran nube negra bajo la forma de explotaciones hidrocarburíferas (gas, petróleo), gran minería (oro, uranio, plata) y monocultivos de sandionisioromeroseminario (vuelta del gran latifundio), sancionadas por los decretos de Alan García, por el estafador oxapampino oportunista que funge de ministro del medioambiente ANTONIO BRACK EGG y por el establishment putrefacto.
Pero no pasarán, CIENTOS DE MILES DE FAMILIAS AMAZÓNICAS, nativas, choris, mestizas y conscientes esperan valientemente la arremetida del podrido gobierno peruano y sus fuerzas armadas. Por lo pronto, la marina del héroe del Frontón, el genocida LUIS GIAMPIETRI ROJAS ya empezó a cañonear a los pueblos amazónicos desde embarcaciones destinadas únicamente a esas operaciones. Esa marina peruana genéticamente traumada, esa marina racista y belicista (pero contra su propio pueblo) valiente para matar peruanos, cobarde para reclamar el Huáscar y defender el Mar de Grau de la amenaza chilena.
Los pueblos amazónicos están en pie de guerra porque se amenaza su propia supervivencia física, que ya no sólo la de su entorno. El estado peruano, putrefacto y neoliberal, está enviando hoy día mismo más tropas de la marina y el ejército para disparar al pueblo amazónico que siente que ese estado no los representa ni los quiere, como a la gran mayoría de pueblos del Perú real. Vaya desde aquí una arenga a los miles de moroquitos infantes de la marina “de guerra” del Perú, para que no disparen en contra de sus hermanos de clase y de sangre, no defiendan este sucio orden de cosas, que tarde o temprano se volverá en contra de ustedes mismos, porque este mundo está al revés, pacha tikray.
Basilio Auqui
ESTADO DE EMERGENCIA EN LA SELVA
Mientras el Congreso pierde el tiempo con Nadine, los limeños se asustan con el taxista del destornillador y todos nos fijamos en las banderolas de la U en el estadio de Alianza Lima, el Oriente Peruano está alborotado desde hace casi un mes: protestas, bloqueos de carreteras y ríos, marinos arremetiendo contra la población, etc.El viernes, por fin, reaccionó el gobierno y lo hizo, como de costumbre, de la peor forma. Vía La Primera:
Un decreto firmado por el presidente Alan García determinó la suspensión de los derechos fundamentales de los nativos y dejó a estos expuestos a acciones represivas de la policía y las Fuerzas Armadas, que podrán detener ciudadanos y allanar casas y locales discrecionalmente. El Estado de Emergencia les prohíbe además reunirse, hacer manifestaciones y transitar libremente, en los distritos de Echarate y Kimbiri, en el Cusco; Sepahua, en Ucayali; Napo, Andoas, Pastaza, Morona y Manseriche, en Loreto, e Imaza, en Amazonas, donde, según dirigentes indígenas, ayer mismo comenzó la movilización de tropas.
http://utero.pe/2009/05/11/estado-de-emergencia-en-la-selva/Por supuesto, esto sólo ha generado la radicalización de los líderes de la protesta. Pero, ¿qué es lo que está pasando?El viernes, también, los obispos de la Amazonía publicaron un comunicado absolutamente inusual (léanlo completo en el blog de Susana Villarán). Para entender qué sucede, lean estos extractos:
Acontecimientos como el que estamos viviendo actualmente en la Amazonía nos expresan la pretensión de disponer, de manera inhumana y cruel, de las posesiones de las poblaciones ribereñas y amazónicas por no tener, en su propio País, el amparo legal necesario para defender sus justos reclamos. De esta manera se les condena al desarraigo de sus tierras y a ser asalariados en la siembra de la caña de azúcar, la palma aceitera y en las explotaciones mineras y de hidrocarburos.
Las normas legales que el Estado ha promulgado en el 2008 (especialmente dos Leyes y siete Decretos Legislativos) no aportan al desarrollo integral de la población amazónica. Por el contrario surgen serias amenazas de mayor pobreza en la región. (…)
Ante este delicado panorama invocamos al Señor Presidente Constitucional y al Congreso de la República la derogatoria de dichos dispositivos legales y contribuya a la formulación de nuevas normas con la participación de las poblaciones indígenas. Así mismo invocamos a estas poblaciones amazónicas y a sus líderes a unirse para buscar juntos el Bien Común. Consideramos necesaria una Mesa de auténtico Diálogo conformada por todos los actores sociales para la solución pacífica y armoniosa del conflicto creado.
MARINA DE GUERRA DEL PERÚ ATACA CANOAS DE ETNIA AWAJUNÇ
Los Awajun ocupan las estaciones 4, 5 y 6 de Petroperú desde los primeros días de la protesta iniciada el 9 de abril y afirman que el Ejecutivo no ha tenido ninguna iniciativa para dialogar con sus representantes hasta el momento.
“¿Acaso se han preguntado cuántos siglos, en nombre de la pobreza y el desarrollo, los gobernantes han destruido la Amazonía y ha traficado las vidas de nuestros hermanos indígenas? Pues, esta es una respuesta al cansancio, a la burla, a tratarnos como si no existiéramos, pero le recordamos al presidente de la República que sí existimos y vamos a existir más fuerte que nunca”, manifestó Maicua.
Dijo también que la decisión responde a la agresión que sufrió un grupo de nativos Kichwas y Arabelas por parte de la Marina de Guerra, al desbloquear por la fuerza el río Napo, a la altura de la comunidad Copal Urco, distrito de Napo, provincia de Maynas (Loreto), el lunes pasado.
Una unidad de la Marina embistió a las canoas y botes de los nativos que cerraban el paso y provocó lesiones a algunos de ellos y el hundimiento o la avería de sus embarcaciones. Al respecto, el presidente de la Federación Indígena del Río Curaray, Beltrán Sandi, afirmó que los nativos quedaron muy indignados por la agresión. “Si no hay respuesta del Estado, si no nos atienden, volveremos a bloquear el Napo, pero esta vez en cuatro partes”, advirtió.
Esos puntos serían las comunidades Negro Urco, San Rafael y Pantoja; además de la boca del río Curaray, afluente del Napo.
Sandi mencionó que los misioneros de Santa Clotilde fueron testigos de la agresión, sin previo aviso, de la Marina.
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