(Marina Hands como Constance Chatterley en la película Lady Chatterlley de Pascale Ferran)
Oliver
Mellors busca a Constance Chatterley
Y
en mis noches te sueño.
José
Escajadillo, valse Yo perdí el corazón.
Te estoy
buscando, Constance, te estoy buscando.
En cada gota
de la garúa que hizo infeliz a Melville.
En cada paso
de los años
también por el
vientre desnudo de los claustros,
que se
hallaban igual de desnudos que tus caderas, hermosas y fieras, acezantes,
febriles y acombadas como el tigre de Blake, o el de Borges.
Te estoy
buscando, Constance, te estoy buscando.
Para volver a
amordazar tu boca y hacer de nuestro amor lleno de tierra y hojas secas un
condado de silencios y cadáveres exquisitos, una ruta de heridas apenas curadas
en tu piel, un rosario de mentiras para que tu marido no se entere,
Y así te
busco, Constance,
¡Oh cómo
pugnaba tu lengua por salir de la trampa!
¡Oh cómo no
poder liberar tu boca pues sería la mía devorada!
Ante ti,
bacante mía, mi lengua arrebatada de raíz como una rosa en el ojo de un
huracán, consternado la veía sangrienta en tu úvula espléndida, mis dientes y
mejillas sometidos a tu capricho, ah Perséfone de mis crepúsculos más
siniestros.
Te estoy
buscando, Constance, te estoy buscando.
Te busco sin
hallarte en esos momentos nuestros, cuando tus manos eran noches cada vez más
nocturnas, cuando tus muslos eran tallos cada vez más frágiles temblando entre
mis piernas,
Cuando nuestros
labios se parecían tanto a las jóvenes extraviadas en el laberinto de Creta de
nuestros besos,
Cuando decías,
sé mi Minotauro, embísteme sin tregua, come mi carne, bebe mi sangre, libérame
de una vez de este estupor cotidiano, apártame de este maldecido calvario de
días que se suceden, todos iguales.
Quiero ser
libre, musitabas, quiero estar sumergida sin cesar hasta tus más álgidos
vellos, gritar más allá del frenesí del vino, como una Ménade delirante.
Quiero que seas
mi mujer y yo tu hombre, rogabas, el que rasga tus vestidos y te hace suya sin
ningún juego previo y sin pedir permiso.
Quiero invadirte
como las olas a la orilla del mar o el olvido al tiempo.
Quiero acercarme
a ti hasta que no exista más distancia entre nosotros que tu cuerpo en el mío y
el mío en el tuyo.
Quiero
abandonarme en tu sexo imparable como una inundación hasta la eternidad sin
pausas que se prometen los amantes que nunca más volverán a verse.
Y quiero que,
cuando agotados todos los susurros que del fuego vienen, cuando se hayan
vueltos negros por el hollín de la chimenea donde nos conocimos y fuimos otros,
o tal vez los mismos, sólo queden flores como poemas en tus venas.
Y así te busco,
Constance, Constance,
desenredándote en
mi pecho, en mis huesos, en mi espalda,
te busco en el
borde de la cama donde tomaba tus muñecas, para tensarte y contraerte como un
músculo expuesto,
donde te bebía, copa mía, hasta dejarte vacía,
donde te encendía, tea insondable, para no dejar sino cenizas.
Te estoy
buscando, Constance, te estoy buscando.
Repaso con mi
lengua y mi cuerpo todo el frío piso donde te sometía bruscamente como la
tormenta del otoño.
Te estoy
buscando, Constance, en el recuerdo de la curva rotunda de tu culo perfecto,
alzado
vibrante
dispuesto
viniendo a mí
arrogante como los ejércitos de Jerjes dispuestos a morir en su entrega, como
moría yo cada tarde en tus brazos.
Y ahora que
muero, en la penumbra, será tu nombre
la última
palabra que mi boca pronuncie:
Constance
Constance
Constance.
3 comentarios:
Este poema dará que hablar, no lo dudo.
Una insinuación nocturna...
Una insinuación nocturna...
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