domingo, 9 de marzo de 2014

DECIRLO TODO SOBRE 'CONTARLO TODO'. ENVÍO DE JORGE CUBA LUQUE


                                              
                                                                  
La publicación literaria más sonada del 2013 en el Perú fue la novela de Jeremías Gamboa, Contarlo todo. El libro fue lanzado al mercado mediante un gran despliegue publicitario en el que tomó parte Mario Vargas Llosa quien, allá y acullá, decía a cuantos lo escuchaban que la susodicha novela “es enormemente ambiciosa, muy bien escrita, muy bien construida”[1]. Los editores, por su parte, pusieron en el cintillo promocional del libro que “es una primera novela que sacude el panorama narrativo en lengua española”: espaldarazo contundente, calificativo laudatorio en extremo. ¿Se puede pedir más?
Aprovecho la invitación de este ya clásico Café Literario del CECUPE para compartir con ustedes mi opinión sobre Contarlo todo. Debo antes precisar dos cosas.  La primera: no he leído la novela. La segunda: a Jeremías Gamboa no lo conozco ni en pelea de perros. Sobre lo primero alguno de los aquí presentes me dirá “Señor Jorge, ¿cómo puede usted comentar un libro que no ha leído?” Paso por alto eso de “señor” Jorge…o bien emplea “señor” seguido de mi apellido o bien me llama simplemente “Jorge”, nada de “Señor Jorge”, porfa; entonces, ¿cómo puedo comentar un libro que no he leído? Facil: gracias a la del profesor Pierre Bayard, Comment parler des livres que l’on n’a pas lus. En cuanto a lo segundo el hecho de no conocer a Jeremías Gamboa me exonera de cualquier animosidad pero, cierto, también de cualquier afecto, y me quiero objetivo.
Ahora sí, digámoslo todo. Como se sabe, ya meses antes de la puesta en venta del libro, la prensa hablaba de él con un coordinado dejo ditirámbico, por el hecho poco usual de que iba a ser publicado por una de las editoriales de más poder en Europa, Mondadori, siendo Jeremías Gamboa casi desconocido fuera del Perú; aunque tiene en su haber un libro de cuentos, Punto de fuga, el nombre de Jeremías Gamboa es asociado en Lima sobre todo a su trabajo de periodista. Además de esto, la prensa enfatizaba que el manuscrito de Contarlo todo había antes llegado nada menos que a la legendaria agencia literaria de Carmen Balcells, recomendado por el mismísimo Vargas Llosa. Finalmente, la prensa resaltó la salida del libro pues Contarlo todo no pudo tener mejor lugar de presentación: la última Feria del Libro de Guadalajara. El libro fue pues lanzado como un producto eminentemente comercial con los mejores recursos del marketing. “Ahí está el detalle”, como diría Cantinflas.
En efecto, es ese detalle que en el Perú de las capillas literarias desató una polémica cuyo primer momento giró en torno a si un libro, una obra literaria, puede ser legítimamente promocionada como un producto comercial cualquiera. Unos van a decir que sí, otros van a decir que no. Personalmente pienso que sí y que no: un libro llega a los lectores mediante el circuito comercial —las librerías—, y hay un precio que el lector tiene que pagar para poseerlo, por eso pienso que sí; pero una novela es una creación artística, sus eventuales cualidades no pueden, no deben promoverse de la misma manera que otros productos puestos en venta, por eso pienso que no. En este caso, de lo que se ha tratado es de presentar Contarlo todo no como una obra literaria sino como un producto revestido por el éxito, apadrinado por un Premio Nobel y garantizado por una prestigiosa agencia literaria, así que comprar este libro es comprar éxito: el éxito de su autor, quien nacido en un medio social humilde triunfa más tarde como periodista y luego como escritor. Contarlo todo es un producto, sí, pero literario aunque en su promoción no ha habido prácticamente ningún comentario literario, como lo observa Marlon Aquino Ramírez[2] en su artículo sobre un reportaje de la televisión peruana que trata del libro de Jeremías Gamboa. Es este, a mi parecer, el primer el momento perturbador del lanzamiento de Contarlo todo.
El segundo aspecto que entró en polémica fue el tema de la novela. Se trata, como informan las páginas web que se han ocupado de Contarlo todo, de una “novela de aprendizaje”, esto es, la historia de un personaje por lo general joven, y cómo va dejando el estatuto de inocencia y/o dependencia en el que estaba al inicio de la historia hasta llegar a la culminación de un recorrido vital. Es el caso de la novela de Jeremías Gamboa, que es también un roman à clé pues los personajes e instituciones son identificables en el medio local. Repito, este ha sido otro  punto fuerte de la polémica…Gabriel Lisboa, el personaje central de Contarlo todo, lo logra todo: a despecho de su inicial estatuto social humilde logra estudiar en una exclusiva universidad de Lima, llega a trabajar en un importante medio de prensa de la capital, es reconocido como periodista, se consigue una novia pituca y triunfa como escritor: Happy end incontestable.
El argumento de Contarlo todo ha sido bien acogido por muchos lectores: aquellos que consideran que esta novela contiene un significado positivo, un ejemplo de la lucha contra las adversidades, y hasta plantean una pregunta: ¿por qué escribir siempre historias tristes, que terminan mal, sobre personajes derrotados? Contarlo todo presenta un happy end…¿cuál es el problema con los finales felices? Ninguno, obviamente. “Entonces, señor Jorge, es una bonita historia, un chico pobre que triunfa”. Otra vez “señor” Jorge…Ese no es el problema. Lo que ocurre es que el triunfo del personaje central es representado sin una relación de crítica con la realidad social excluyente ni con el racismo del cual Gabriel Lisboa ha sido víctima: él en realidad lucha por ser aceptado por el sistema de exclusión, ni siquiera lo cuestiona: la discriminación social y racial del Perú es presentada como un decorado, como el pretexto del autor para que su  personaje triunfe, lo que hace de Contarlo todo una suerte de novela de superación personal, como agudamente apunta el mexicano Guillermo Espinosa Estrada[3] al observar los desafíos que el personaje va encontrando y superando, ignorando todo conflicto social o político a despecho de su referente realista.
Pero ¿es una buena o mala novela? ¿qué es una buena novela? ¿una historia apasionante aunque esté mal escrita? ¿una historia aburrida pero bien escrita? ¿una historia que “engancha” al lector? En todo caso, Rodolfo Ybarra enumera una larga lista de flagrantes errores formales de escritura[4], y coincide con Jorge Frisancho quien habla “del tremendo descuido con al que algunos pasajes están escritos”[5], ambos comentarios situados en las antípodas de los elogios vertidos por Fernando Ampuero, Guillermo Niño de Guzmán y Alonso Cueto, quienes coinciden en sus alabanzas con las de su maître à penser, Mario Vargas Llosa quien habla de un escritor “perfectamente dueño de sus medios expresivos”...
Contarlo todo es en todo caso un éxito de ventas, y en estos tiempos vender mucho significa, en el Perú de hoy, ser bueno. “Amigo Luque” me dirá tal vez otro asistente al Café Literario, “¿no le habría gustado que Vargas Llosa lo apadrinara por su novela La rebelión los mutantes y que ésta hubiera sido editada por Mondadori?…”Amigo”, no más, Luque es mi apellido materno. Respondo: yo ya pasé la edad de tener padrinos; si Vargas Llosa hubiera escrito un artículo favorable sobre La rebelión de los mutantes desde luego no me habría molestado pero, francamente, hoy me interesa más la opinión de escritores jóvenes, si hablamos de escritores. Ahora, cuidadito con los padrinos literarios: uno puede enfadarse con su  padre, puede incluso “matarlo” como dice el sicoanálisis pero a nadie se le ocurriría matar a su padrino…¿qué va a decir Jeremías Gamboa si no está de acuerdo con alguna opinión de Vargas Llosa o si no le gusta por ejemplo su última novela, El héroe discreto? Va a estar “en un compromiso”, como se dice. Por otro lado, por supuesto que me habría  gustado que mi novela La rebelión de los mutantes hubiera sido publicada por Mondadori: todo escritor desea que su obra sea editada por una editorial con capacidad de difusión. Pero no habría aceptado recetas ni acomodado la línea argumental de La rebelión de los mutantes a la imagen que la editorial preconiza. Hay algunos escritores peruanos editados en España, y no hablo ahora de Jeremías Gamboa, cuyos personajes peruanos no viajan en carro sino en coche, no visten saco sino chaqueta, y tienen una escritura neutra que passe partout.[6] 
“Pero señor Jorge, usted qué piensa, Contarlo todo es buena o es mala?”. Y dale con lo de “señor” Jorge…Sospecho que debe ser una novela con méritos, como la agilidad de la narración y su capacidad de capturar al lector, aunque también con numerosos defectos formales y una excesiva superficialidad que hacen de Contarlo todo una novela banal, a lo mejor decorosa…evoquemos aquella boutade que Cervantes pone en boca del bachiller Sansón Carrasco: “No hay libro malo que no tenga algo bueno”. Lo cierto es que  el inmenso despliegue publicitario que esta novela ha recibido le ha hecho mucho daño en lo que a literatura se refiere; digo bien literatura pues, en lo que a ganancias contantes y sonantes se refiere, Contarlo todo se ha vendido como pan caliente.  En cuanto a Jeremías Gamboa, saludo el estoicismo con el que ha soportado este circo mediático sin haber caído en alegres  triunfalismos y, aunque ya haya contado todo, de contar más cosas en una próxima novela, que se preserve de estos fuegos artificiosos de la publicidad, si quiere y si puede. “Gracias por responderme, señor Jorge”. ¡Y ya deje de llamarme “señor” Jorge! ”Como usted diga, señor Jorge”.
                                                                                  Montauban, enero 2014



[1] « Qué nuevo autor peruano ha sorprendido a Vargas Llosa » ; El Comercio, 02.12.2013
[2] Marlon Aquino Ramírez, “Venderlo todo, a propósito del boom Jeremías Gamboa”, Leer Por Gusto.com
[3] Guillermo Espinosa Estrada, « Una novela de superación personal », Confabulario.eluniversal. com.mx
[4] Rodolfo Ybarra, « Contarlo todo o morir en el intento”, Limagris.com
[5] Jorge Frisancho, « Oportunidades perdidas », Lamula.com
[6] Recomiendo el artículo « La novela como mercancia », de Rafael  Lemus, en Letraslibres.com

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