domingo, 23 de marzo de 2014

"POLÍTICA FICCIÓN APLICADA A LA EDUCACIÓN INTERCULTURAL". ENVÍO DE DANIEL VECCO.



Hace pocos días, un evento cotidiano me indujo a reflexionar, nuevamente, sobre la urgente necesidad de cambio en la Educación. ¡Que aburrido! Dirán ustedes; el que un tema tan trillado vuelva a ser tratado infructuosamente en un medio humilde, como Línea Verde. Pero me remitiré a los hechos.
Resulta que tuve que llevar a mi hija a la Escuela y llegué cinco minutos después del horario formal de entrada, es decir, llegué tarde. Era lunes y en el interior se llevaba a cabo la formación. Mientras los ¡Firmes! ¡Descanso! ¡Atención! Se sucedían, iban agolpándose en la puerta más niños con sus padres; todos por supuesto, tardones como yo. Los toques de puerta y de timbre se perdían en el vacío como si se tratase de un mausoleo y no de una escuela repleta de seres sensibles y pensantes, preocupados de la ansiedad de los pequeños que expectantes en el portón, esperaban un aleccionador gesto de condescendencia. De pronto, de una pequeña puerta emerge una mujer, madre de familia, y para sorpresa de todos, no permite el ingreso de ningún niño. La justificación que me dio, confirmó la sospecha que tenía…es la disciplina, no la educación.
Vamos a estar claros en el sentido de que todos fuimos tardones ese día y tal vez muchos días más lo seremos. Una reconfortante satisfacción debieron experimentar los guardianes de la disciplina de aquella institución educativa; al dar un justo merecido a niños y padres, e instruir a ambos, en la disciplina peruana. Los padres allí dentro, habrán sentido el orgullo de ser responsables y de no pertenecer al grupo de los apestados tardones. “Luchar contra la Hora Peruana requiere de acciones firmes para incentivar actitudes más responsables en los futuros ciudadanos y sus indisciplinados progenitores” –me habrían dicho en coro y entre pifias, si les hubiese brindado la oportunidad de hacerlo-. ¿Punto final de nuestra historia? Claro que no.
Me gustaría que nuestros agudos lectores hagan una estimación del tiempo y los resultados que este arcaico concepto de disciplina tiene en las instituciones educativas. Esta falacia esnobista, plagada de fetiches como la escarapela, el himno, la bandera de Putis, el santo y seña; que por encima de todos los valores, transforma las flexibles mentes y los tiernos corazones de nuestros niños, convirtiéndolos en autómatas, en potenciales ovejas, en fascistas sin causa; en los televidentes eternos de “combate” y consumidores de su propia miseria. Y lo digo con sentimiento de causa. Porque no es posible, que quienes promueven el “somos libres” en susurros y la oración del tridente, sean los mismos que no muestren sensibilidad hacia aquellos niños, que expuestos en la vía pública a cualquier peligro, esperan el fin del escarmiento y a sentirse nuevamente parte de la comunidad del plantel educativo.
Haciendo un poco de ficción. Si mañana me tocase ser el director de aquella institución educativa, me enfrentaría con quien sea, para que la razón y la dignidad humana, basada en valores y objetivos constructivos, sea respetada por encima de cualquier disposición absurda. Eso quiere decir, que una persona siempre estaría en la puerta de aquella escuela, dispuesta a recibir a un estudiante. Y si los padres o tutores de aquél, cayeran en falta; que se tome nota de ello, que se indague, que se cite, que se exija. Esa es una enseñanza que la escuela peruana debería promover, por lo menos desde la acera de su fachada.
Lamentablemente, para ser coherente, no podría quedarme en este punto. Si tengo que imaginar, me gustaría usurpar el cargo de la directora regional del sector educación. Antes de hacerlo, la conminaría a leerse todo cuanto de bueno se ha hecho y escrito en nuestra región, en nuestro país y en el mundo. Lo que debería ser parte, ¡pero ya! de nuestro diseño curricular; adecuado a nuestra realidad y necesidades. La invitaría cortésmente, pero con el cheque de liquidación bajo el brazo, a dejar de ser oveja, a rebelarse, a no lavarse las manos en la bacinica del centralismo. Pero tendría que ir más lejos, y convocar al pueblo a tomar las escuelas; a los intelectuales combatientes y a los combatientes intelectuales, a los que tienen las manos de piedras y surcos, los invitaría a aprender de pedagogía y a plagar la instrucción peruana de dignidad, de independencia, de valores y de creatividad.
Si fuese director regional de educación, me enfrentaría al Presidente, al regional y a Cosito. Me iría a la cárcel si mi posición fuese incompatible con el sistema oficial. Siempre me pregunto si aquellos jóvenes, educadores revolucionarios del ayer, hoy sentados en un buró administrativo, podrían valorar de nuevo aquel riesgo y dejar el rebaño.
Si en tal imposible la providencia me pondría, daría todos mis esfuerzos para que la educación intercultural y el bilingüismo original, sea un proceso regional y nacional. No una educación especial y discriminatoria para las comunidades nativas. La interculturalidad sería un proceso social de construcción de nuevas identidades y por lo mismo –debo adelantar- sujeto a la lucha de los intereses, los medios y las viejas identidades. ¿Se imaginan? las protestas masivas de una buena mayoría de padres que en las ciudades, cosificados desde niños; exigirían que a sus hijos no se les enseñe la historia y la lengua de sus ancestros. ¿Se imaginan el despertar de la conciencia? ¿La hora del humano verdadero? ¿Aquel que nace desnudo y se hace humano? ¿La vorágine del cambio?
Lamentablemente, para ser coherente, no podría quedarme en este punto…
 

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