LA AGONÍA DE QUILCA
febrero 24, 2014
Escribe Revista Velaverde
Cuando la cultura es lo que menos le importa al Estado y, peor aún, al Arzobispado de Lima. ¿Desaparecerá este importante foco cultural del Centro Histórico de Lima y con él su legado?
ESCRIBE CATHERINE VEGA SUERO / FOTOS: JULIO REAÑOS
¿Quién no ha transitado por sus calles alguna vez en su vida, ya sea para comprar un libro, asistir a recitales en El Averno, tomar un vinito en el Queirolo o el Don Lucho, encontrarse con los amigos de la universidad o del trabajo, o simplemente hacer hora por ahí?
Quilca, término quechua que en castellano quiere decir “escritura”, fue fundada aproximadamente en 1862. Es una de las calles o jirones más importantes del Centro Histórico de Lima. En especial las tres primeras de sus cinco cuadras, desde el cruce con la Av. Wilson hasta el inicio de la plaza San Martín, que siempre están presentes en la memoria cultural de la mayoría de limeños y visitantes, sobre todo de los prosélitos del arte y la cultura.
Estas calles han servido de encuentro para muchas generaciones de estudiantes, trabajadores, políticos, profesores, obreros y autodidactas. Gente que comparte algo en común: el interés por el arte y la literatura como eje fundamental de la cultura. Poetas, dramaturgos, narradores, artistas plásticos, filósofos, políticos e historiadores se reúnen para celebrar tertulias ideológicas y literarias.
Antiguamente, en esas primeras cuadras también existían varias cantinas, pero no todas tan famosas como Las Rejas, que hasta la década del 80 se encontraba ubicada junto a lo que ahora es el Boulevard de la Cultura, y que era visitada por intelectuales de la talla de César Vallejo, Víctor Humareda, Martín Adán, entre otros. Dicho bar era el lugar favorito de los antiguos parroquianos que asistían a la movida cultural “quilqueña” entre 1920 y 1980.
Con el tiempo, el espacio cultural de Quilca fue ampliándose, dando paso a nuevas alternativas de pensar y sentir no solo vinculadas al entorno político –con el surgimiento de grupos anarquistas–, sino también las relacionadas a la música y el arte. Así nació una especie denominada “contracultura”: una nueva cosmovisión urbana que se resiste a toda alienación, y apuesta por lo originario y propio. Con esta corriente surgieron las denominadas subculturas ligadas al rock, el punk y otros géneros, los cuales sirvieron de vehículo de identidad para grupos de personas que buscaban formas de vida distintas a las ya acostumbradas; y también como una manera de protestar y renegar de una sociedad que prefería lo extranjero antes que lo autóctono. Eran las nuevas tribus urbanas, muchas de ellas relacionadas a esa cultura underground, no oficial, alejadas del establishment.
EL INFIERNO Y OTRAS DELICIAS
Han pasado casi dos años desde que cerraron el centro cultural El Averno, y a pesar de los reiterados esfuerzos que hicieron sus gestores y promotores, Leyla Valencia y Jorge Acosta, no pudieron mantenerlo abierto. Ante la negativa de los dueños del predio para renovarles el contrato y frente a la inercia de instituciones estatales como la Municipalidad de Lima y el Ministerio de Cultura, este centro cultural no pudo sobrevivir. Y, si bien la Municipalidad de Lima se comprometió a darles un local cerca a la plaza San Martín, esto no nunca se cumplió. El Averno, dantesco o no, finalmente se apagó.
Para terminar de desterrar a los demonios de la cultura, este año será desalojado de Quilca otro eje que promueve la movida cultural en la zona: el Boulevard de la Cultura, el cual está dirigido a los lectores que no cuentan con muchos soles en el bolsillo, pero sí tienen abundantes deseos de conocimiento. En aquel lugar se puede encontrar todo tipo de textos y revistas, desde primeras ediciones hasta “joyas literarias” y bestsellers. Por supuesto, también hay versiones de segunda mano, con anotaciones y glosas de sus dueños primigenios. Y sí, algo de piratería también hay, además de música, mucha música.
Tras la notable ausencia de El Averno, en el Boulevard no solo venden libros y discos, sino también se organizan eventos literarios y artísticos a través de los cuales se genera un espacio para los llamados “artistas del pueblo”, quienes a través de estas actividades pueden difundir sus escritos –varios de ellos elaborados de manera artesanal–, ya que no cuentan con los medios necesarios para acercarse a las editoras tradicionales, que actualmente apuestan más por temas comerciales y escritores con trayectoria.
LA UNIÓN HACE LA FUERZA
Como ya se señaló, está galería de la lectura, que alberga a más de 50 libreros desde 1998, será desalojada y, con ella, gran parte de la tradición de Quilca morirá. Quien se suma a esta matanza cultural es el Arzobispado de Lima, pues es el dueño del predio donde se ubica el Boulevard y ha decidido, desde hace dos años, no renovarles el contrato, exigiendo que los libreros sean desalojados inmediatamente.
Pedro Ponce Montoya, presidente de la Asociación Boulevard de la Cultura de Quilca, nos explicó que hasta el 23 de octubre de 2013 se han realizado los pagos al Arzobispado a través de un juzgado de paz letrado, ya que esta institución, en un principio, no quiso recibir los respectivos pagos ni emitir recibos por los mismos, pese a que se había llegado a una conciliación. Sin embargo, dicho pago se viene realizando por el conducto legal, aunque ahora, la ‘Corporación Cipriani’ ya no quiere seguir con lo acordado en el centro de conciliación del respetivo juzgado.
Asimismo, nos comenta que hay rumores de que dicho predio quiere ser vendido a una empresa española y que allí se construirá un centro comercial.
¿Y LAS POLÍTICAS DE ESTADO?
Lo que se necesita aquí, y se viene diciendo desde hace un buen tiempo, es la presencia y la aplicación correcta de políticas que estén orientadas al respeto por los espacios culturales, a su difusión, desarrollo y apoyo económico por parte del Estado. Pero ¿qué están haciendo el Ministerio de Cultura y la Municipalidad de Lima al respecto? ¿Qué está haciendo el Gobierno por proteger estos lugares, cuya esencia es fomentar la lectura y el valor de la cultura? Este es uno de los motivos por los que estamos en el último lugar en cuanto a nivel de comprensión lectora.
“Antes los delincuentes, los pirañas, los travestis y las prostitutas merodeaban en la calle, abundaban por el lugar. Nosotros, los artistas, hemos recuperado este espacio y lo hemos liberado de esa gente. Si se van (los libreros), una opción que queda es Amazonas (jirón donde existe otra gran galería de libreros), pero ¿quién va transitar por allá así como lo hacía por Quilca? Es una zona muy peligrosa”, nos contó frente a una botella de vino seco en el Queirolo el poeta Rodolfo Ybarra, una de las figuras de la movida cultural del icónico jirón. Por su parte, Domingo de Ramos, otro legendario poeta “quilqueño”, reclamó que, de irse los libreros del Boulevard y al no existir otra alternativa de incentivar la cultura, la zona se va a llenar de gente lumpen y volverá a ser una calle insegura.
“Los alcaldes que han pasado por Lima han tenido el afán de decorar la ciudad como una capital moderna en vez de preocuparse por mantener algunos espacios para la cultura. Ahora quieren vender el Boulevard, al igual que pasó con El Averno, que de pronto se convirtió en un terreno valorizado en un millón de dólares. Tienen una idea de modernización de la ciudad, pero sin ninguna planificación cultural que vaya de la mano. Esto conllevará a que suba el precio de los predios y perjudicará a los demás libreros,” comentó Ybarra.
Asimismo, nos dijo que el desalojo de El Averno y del Boulevard son los efectos de ordenar una ciudad sin ver el foco cultural: “Esa idea de decorar Lima como si fuera una capital europea, sin respetar la cultura… El burócrata no entiende el capital simbólico, no entiende el trabajo de un literato, de un artista o dramaturgo; porque, si se los valorara, tendría otro sentido y seríamos realmente una sociedad moderna, como sí sucede en otros países de Europa y, sin ir muy lejos, hasta en Chile y Argentina, y eso que esta última está en crisis”.
Todos los limeños que hemos transitado, vivido y comprado un libro o un disco; que hemos soñado y hasta nos hemos emborrachado en algunos bares de Quilca, cantando quizás un bolero al son de la rocola del bar Don Lucho, esperamos que este histórico jirón no pierda lo último que le queda: su Boulevard de la Cultura. Que siga siendo el encuentro de todas las generaciones ávidas por el saber y el arte. Que siga siendo la inspiración de muchos escritores y poetas que, como en sus años mozos, se reunían por ahí.Que nunca pierda lo último que le queda: los libros, parte de su identidad.
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