Fue uno de los nuestros. Escribía poemas, iba a los conciertos, participaba (de forma individualista) de la lucha anárquica contra un sistema decadente. Varias veces me encontré con él en la puerta de los conciertos tratando de burlar al controlador o haciendo las transacciones necesarias y forzadas para pasar cinco y pagar por dos. Era bajo de estatura, tenía el pelo hacia un costado como un mohicano o cresta de pelo que se doblaba sobre uno de sus hombros; usaba casacas de cuero con incrustaciones de chinches y clavos de dos pulgadas que le daban la imagen de un personaje de Mad Max, y, por abajo, llevaba pantalones chupetes con las rodillas agujereadas que acababan en unos borceguíes de cuero. Casi siempre llevaba amarrado una chompa a la cintura que le daba una imagen de greasers, de rebelde, contestatario, o lo que los entendidos conocen como outsiders. A un costado colgaba un morral de lona (ex propiedad de algún cachaco del SMO) que dejaba ver algunas hojas y cuadernos con textos suyos escritos a mano y otros trazos con plumones o cualquier cosa que le sirviera para apuntar lo que salía de sus experiencias en el día a día.
Había encontrado en la vida bohemia, no un escape sino una forma de lucha, una forma de rechazo a la sociedad; y en la poesía, una forma de servicio y de acción hacia lo que él (y lo que todos sus amigos) consideraba(mos) como honesto.
Alguna vez me encontré con él en peleas callejeras (donde un par de puñetes y patadas validaban lo que la palabra no podía expresar) y en pogos de bandas roqueras olvidadas, viejos grupos de punk y hardcore que le cantaban a los hijos de los obreros y a jóvenes radicales lumpenizados por la división de clases y la falta de oportunidades, a los que la “gente de la sociedad” llamaba desadaptados, vándalos, “delincuentes juveniles” (oh horror, malditos, desgraciados, carteristas, “pandilleros”, “devuelvan los accesorios de mi auto”), etc., etc. Lo vi, también, en marchas y en huelgas nacionales contra tiranos vendepatrias (los que hoy son juzgados y los que mañana serán llevados al paredón en Fuenteovejuna o a la forma de Ilave) y sus matanzas de campesinos y políticas de hambre. Siempre se hacía presente, dando vivas y ayudando a repartir volantes con mensajes anti-Estado en un compromiso que tenía que ver consigo mismo (“sin luchas no hay victorias”). Lo vi lanzando piedras en manifestaciones públicas y discutiendo en la calle con viejos borrachos que creían que él era de los suyos; pero él, a pesar de las manchas de panqueques y de las manchas de poetas y bohemios, andaba solo. Muchos lo conocían, pero pocos eran sus amigos. Se embriagaba, fumaba mariguana, gritaba “Anarquía-punk rock-venceremos”, se batía en duelo con el esplín y la modorra de la capital (esa extraña forma que tienen muchos de ir muriéndose sin cuestionarse nada, aceptando el burdo rol que la familia y la sociedad les impone mientras los llevan al matadero). Y, por las noches, entrada la madrugada, llegaba cansado a su cuarto y se dejaba caer sobre un colchón de paja (idéntico a los que los fabricantes sionistas de “Colchones Paraíso” denunciaban como focos infecciosos o antihigiénicos, etc.,), entonces prendía su vieja grabadora “National” ponía un casete de La Poya Records (al que previamente había rebobinado con un lapicero) y se ponía a tararear canción tras canción hasta que el sueño lo alcanzaba. El mundo, entonces, era la comuna española que había vencido a las huestes franquistas, eran los anarquistas quienes habían instaurado su poder hacia un camino libertario y sin opresión. El mundo ideal que a veces en la ligera ebriedad o en la borrachera extralímbica tomaba cuerpo y se expandía mientras él dormía.
Nunca había pretendido ser un Bukowski perdido en San Francisco o uno de esos poetas resinosos que se las daban de les poètes maudits en la calle Quilca o en esas universidades para los hijos de la reacción. Para él esta forma de vivir era natural. Entre el licor y la poesía hay una pequeña línea que a veces se borra y da paso a un sentido de enajenación de la realidad donde la poesía a pesar de sus roces con “el mundo objetivado” casi siempre sale airosa y renovada de palabras, de mensajes, de propuestas, o simplemente de experiencias, experiencias que llamamos “vida”.
Cierto día de euforia en que había comprobado que “el camino de los excesos conduce al palacio de la sabiduría” se dedicó a decirle “salud” a todo el mundo, tomó decalitros de cerveza, ron, cañazo y un mejunje de alcohol metílico mezclado con emoliente, y en un momento de total descuido (al igual que el gran Hendrix de Purple Haze mientras hacía una siesta) se ahogó en su propia regurgitación. Siempre anduvo solo y en ese momento grave de su vida sabía que ese era su designio, su sino en el mundo subterráneo, sin líderes, caminando como langostas sobre este valle de lágrimas donde hay que improvisar la risa mientras cae una lágrima y Garrick nos mira a lo lejos y levanta el vaso para decir “salud”.
Detrás de la penumbra William Blake lo esperaba con los brazos abiertos.
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4 comentarios:
SOBRE DANTE CASTRO Y SU COMBATE
Ideas comunes con el gran Dante Castro, ahora que releí Tierra de Pishtacos: el mundo está compuesto por cosas. Vivir en el mundo es vivir entre cosas. Las cosas no solo determinan el mundo sino que condicionan nuestra existencia, como el mito de los Pishtacos que la policía de Alan quiso vender atrabiliariamente. De algún modo, entonces, nuestra relación con y comprensión del mundo estará marcada por nuestra relación con las cosas. En este sentido, y hasta cierto punto, la acusación de consumismo es inútil: en casi todos los casos, o en todos, es reversible; puede ser devuelta tranquilamente al acusador. El consumismo es asunto de grados, aun cuando haya gente que crea que comprar discos de Gerardo Manuel es una actividad esencialmente menos consumista que comprar discos de Tongo.
Donde sí hay una diferencia esencial es en la forma en que te vinculas con las cosas, sobre todo con las cosas que no tienes. Esta parece ser la verdadera médula de otro libro de Dante Castro, Cuando hablan los muertos, con la que ganó un importante premio en Cuba. No creo que valga la pena resumir la sencilla trama de estos cuentos, dos peruanos que se juntan en torno a un sueño muy terrenal: obtener el cambio (es decir, ganar la lucha) que nunca tuvieron, pero que su información y cultura les dice que harán la diferencia, que los convertirán en esos seres “afortunados”, y no en burgueses malolientes.
Más interesante es incidir en dos aspectos formales –es decir, esenciales desde el punto de vista literario- que hacen que Dante Castro no caiga nunca en un aburrido tratado sociológico (por su idoelogía, había el peligro): la ironía, mientras más sutil más venenosa, y el estilo enumerativo que luego el escritor chalaco habría de llevar a niveles superlativos en sus mejores cuentos: Parte de combate. En efecto es peculiar la forma en que el narrador (mal)trata a sus personajes: los llama “estúpidos”, se burla de sus sueños ridículos de grandeza, pero también los mima un rato, los pone a volar, para luego dejar que caigan hasta revolcarse en el piso de su confusión total entre deseos y realidad.
En Parte de combate también están, más que en germen, las largas enumeraciones de cosas, actividades, móviles que se decantan brillantemente en sus libros posteriores. El despliegue acumulativo tiene un efecto abrumador en el lector que, llevado por un sentido del ritmo sostenido, se enfrenta a un cúmulo de sensaciones, recuerdos, imágenes al leer estos roles, y así llega a comprender mejor la confusión en la que –paradójicamente- se regodean los personajes de Castro.
Castro es así, más que hablar del mundo y de las cosas materiales, nos refiere de manera oblicua las cosas (pocas, pobres, inconducentes) que tenían lugar en el alma moderna cuando las cosas otras, las “reales”, comenzaban a dominar la escena occidental. Como corolario esa respuesta a Hinostroza que nos muestra que el gran autor chalaco sigue en PARTE DE COMBATE.
M.A. Huamán
hace rato ya taba llegando al pincho los homenajes a bukoswki
Algunos también quisieran creer que detrás de la puerta alguien como Blake te espera con los brazos abiertos. Exelente texto. Gracias por compartirlo. Aunque no conocí a bto maya (es bastante probable que no hayamos cruzado pasos nunca) hay algo que nos acerca inmensamente
una soledad primaria, absoluta a la que no se le puede engañar.
El texto ha estado inspiradísimo, lo tendré que imprimir para que no se pierda por ahi flotando en el cyberespacio.
Saludos,
T. vargas
De grande quiero ser como el
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