El común denominador de las películas de Hollywood –sobre todo en lo que a películas de acción se trata– es el típico triunfalismo norteamericano rodeado de una aureola de salvadores del mundo y purpurados con la idea de que ellos son “el pueblo elegido porque dios así lo determinó”. Por lo tanto, y por lo que el devenir del “in god we trust” dictamina, los malos serán los “pueblos terroristas” (como antes lo fueron los indios apaches, siouxs, cheyenes, etc., que se oponían al avance de la “civilización”) o los países que no concuerdan con sus ideas y/o que son incluídos dentro de lo que ellos llaman el “eje del mal” y a los cuales se les inventa bombas nucleares o bacteriológicas o que protegen a seres peligrosos o “doctores cerebros” que quieren hacer estallar al mundo en mil pedazos.
Hay también un condimento especial dentro de estas películas en mostrar siempre a la bandera del imperio, las barras y las estrellas flameando en algún lugar con aquella musiquita de marcha triunfal, meme de la música nacionalista o patriotera al estilo de los países pre-caída del Muro y que, como sabemos, es política de estado (anatema del imperialismo y su recua “pensante” en su fase de descomposición), y cuya regalía va a devengar en una reducción de impuestos y ciertas facilidades para seguir produciendo películas donde el miedo, la coerción y la demostración de fuerza y armas sofisticadas son el principal mensaje (de ejemplo, pueden ver la última película Battleship donde los “gloriosos” marines han prestado sus barcos así como la fenilcetonúrica Riahnna ha prestado la imagen de que “el artista también sirve a su armada” e incluso el patético cuadro de ancianos enlistados por la coyuntura y que son la “gran reserva” de un proctoimperio que es capaz de enfrentar a una fuerza extraterrestre hasta con destructores de la Segunda Guerra Mundial. Bah).
Curiosamente, ha aparecido un nuevo cine ejecutado y llevado de la mano por productores que no concuerdan con esta verdad impuesta desde las oficinas de la Cia y endosada con cheques al portador a los estudios de Hollywood. Turquía, un “país aspirante” no incluido en la CEE, tiene un cine muy particular, muy cercano al mercado de “Bollywood”, quizá no muy dotado técnicamente ni con actores maestros de la “gimnasia facial” o con algún “atrezzo” (utilería) a la altura de las películas contemporáneas, pero con una clara conciencia de lo que viene ocurriendo en los países árabes; un ejemplo de esto es “El Valle de los Lobos” de Serdar Akar y Sadullah Senturk donde, en efecto, los malos son los americanos que han llegado a Irak a robarse el petróleo, asesinar a niños, mujeres y ancianos y traficar con órganos humanos para suplir la demanda de millonarios enfermos o amantes de la eterna juventud a costa de otros (el recambio de piezas sería el último Santo Grial en búsqueda de la eterna juventud). Lo que da a entender que el interés en el medio oriente no es solo por el petróleo (o “el excremento del diablo” como lo llaman por ahí) o la geopolítica (bases militares, escudo de misiles o antimisiles, zonas para pruebas atómicas, campos de concentración con intereses biológicos u otros) sino que habría intenciones subsidiarias de la misma coerción militar.
Ante una sociedad dividida en kurdos, árabes, islámicos, suníes, chiítas, etc., los estadounidenses buscan el choque de masas y la enfrentación cruzada que haga necesario un arbitraje (en el cine y en la realidad), por algo ellos son los elegidos por la divina providencia para traer el más preciado don de occidente: la democracia; y la religión más perfecta del malvado Jacob, profetas y adláteres: el cristianismo. Y de esta forma acabar con el “pecado”, o sea pueblos tribulantes con sociedades imperfectas y sin futuro, que no saben qué hacer con sus recursos naturales, que adoran al dios equivocado y que no califican para llamarse “seres humanos”. Por ello, la película muestra a los opresores aventándoles bolsas de comida y mostrando al líder rezando ante un crucifijo agradeciéndole por ser “los elegidos”.
De esta forma el pueblo usurpador americano es mostrado en su verdadera dimensión cuando irrumpen en un matrimonio árabe y esperan el repiqueteo y disparos al aire (común en los matrimonios beduinos) para inculparlos de “terroristas” y masacrar a todos los invitados, los sobrevivientes son llevados en camiones portatropas a una clínica donde los médicos americanos les extraen los órganos y los envían a diferentes partes del mundo.
Ante este hecho un cuerpo de élite turco al mando de Polat Alemdar (personaje interpretado por el actor Necati Sasmaz) y al más puro estilo de las películas de acción intenta vengar estas vejaciones que incluyen un atropello a una base militar turca en el Kurdistán iraquí donde 11 soldados fueron humillados y sacados de sus puestos con las cabezas cubiertas por sacos de yute, acusados de ser posibles “terroristas”. En la trama se muestra incluso el por qué de los hombres-bomba cuando la familia de un musulmán es ejecutada a sangre fría y el único sobreviviente no encuentra mayor interés en una vida terrena donde la miseria, el dolor y la soledad le tengan que acompañar hasta el último momento de sus días. Como hombre-bomba se ofrece a Alá quien le dará felicidad y vida eterna. La explicación que da uno de los Sheiks (líder religioso) para que no se acometa el atentado solo explica una parte de lo que en occidente conocemos como “terrorismo,” pero no el de casos de seres no captados por la guerrilla o grupos beligerantes que al perderlo todo solo les queda Alá, el que vengará a todos los infieles, lo cual se convierte en una ofrenda. Al final, el líder de los norteamericanos opresores Sam William Marshall (Billy Zane) es muerto por el turco Polat Alemdar, quien le clava una daga milenaria en el pecho, símbolo de la venganza de un pueblo oprimido y doblegado bajo la bota y el fusil del tirano.
Si bien “El Valle de los Lobos” no es una película de culto, ni cumple las expectativas del cine de autor (en estos últimos tiempos muy llevados a la egolatría y a la exhibición de efectos especiales), nos lleva a la reflexión y a la hermenéutica del por qué una película americana que trata el tema bélico parece ficción y por qué una película turca parece un documental.
6 comentarios:
Excelente reseña, rodolfo, dinos dónde podemos encontrar esa película...
Por qué no reseñas al cine nacional????????
Y CUÁNDO CRITICAS AL LIBRO DE MARIO VARGAS LLOSA.
No tengo complejos de esclavo.
El médico loco que extrae los órganos de las víctimas es Gary Busey, la ví hace un tiempo, http://es.wikipedia.org/wiki/Kurtlar_Vadisi , saludos...
Indio traidor Ollanta Humala se baña en sangre del pueblo cusqueño:
Hasta estas horas de la noche, van cinco cusqueños muertos por las balas asesinas de la policía nacional sirviente del seudonacionalismo.
Lo más triste de todo esto es que en el Cusco el felón de Andahuaylas logró porcentajes de votación superiores al 90%.
Conga, Espinar, Apurímac, Huancavelica, Sechura, la selva de San Martín, Madre de Dios, pronto el Perú arderá de ira frente a la TRAICIÓN HISTÓRICA DEL FELÓN DE ANDAHUAYLAS, OLLANTA HUMALA.
Titus
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