viernes, 29 de agosto de 2008

COMENTARIOS CRÍTICOS DE ESCRITORES PERUANOS



Copio estos comentarios que están rebotando de forma masiva en todos los correos de escritores del Perú y el extranjero, así que no cometo ninguna infidencia al publicarlos aquí. Aviso que esta es una primera entrega en este blog que no se calla nada. No voy a emitir mayores juicios; espero estar aportando a que se liberen los miedos y el deseo a hablar en voz alta sobre una realidad bastante lamentable en que se está convirtiendo la literatura (los blogs, la poesía, la novelística, el lugar parasitario de la crítica, etc); asimismo hago caso de lo que apunta el poeta Juan Cristóbal, en el sentido que debería abrirse un debate público sobre todo "este asunto". Sirva entonces estas reflexiones en voz alta de estos escritores valiosos y valientes. Aviso también que todos estos comentarios son aunténticos.
Aquí va la primera muestra de más o menos un centenar de comentarios:


ROSINA VALCÁLCER:
…por otro lado, no hay q darle tanta importancia a ese Iván Thays.


DANTE CASTRO:

IVAN THAIS NO HA LLEGADO A SER EL ESCRITOR QUE QUISO O IMAGINÓ SER. LOS AÑOS LE VAN GANANDO LA PARTIDA Y SÓLO HA PODIDO OFRECERNOS UN NÚMERO MODESTO DE OBRAS, DE MODESTA CALIDAD, HABIÉNDOSELE ACABADO LA OPORTUNIDAD DE EXPLOTAR LA IMAGEN DEL NIÑO TERRIBLE DE LA LITERATURA PERUANA.
LO QUE MIGUEL GUTIÉRREZ HA DEMOSTRADO ES DOMINIO DEL GÉNERO Y CONSTANCIA, TODO ELLO CIMENTADO EN UN GRAN ACERVO CULTURAL. UN HOMBRE SUMAMENTE ILUSTRADO Y CON TALENTO, MERECE MEJORES CRÍTICOS E INCLUSO OPOSITORES DE PRESTIGIO.

WINSTON ORRRILLO:
son, simplemente, hermano, mercenarios: escriben para quien les pague, y, si ganamos -como ganaremos- ya los vamos a ver rondándonos para que les demos algo que les sirva de pitanza.

miseria humana!

y lo peor es que, como viven en sus gineceos de suplementos y revistas de papel couché, creen que ése es el mundo, y no saben -"ni un tantico así", como decía el Che- que viven el derrumbe irreversible de su paraíso neoliberal.

confiemos en que somos más de los que creemos ser.

ya se incorporan no solo los hermanos del ande sino los de las cochas y riberas voraginosas de la serpiente de oro...con eso no contaban ellos!

y ya los lauers y los oquendos y los oviedos y los ortegas, deben estar preparando los atuendos para un festival de trans o de travestis: porque ésos son los "padrinos" de esa morralla que ahora te ha atacado a ti.

un abrazo

winston orrillo


JUAN CRISTÓBAL:
winston,
he leido -porque solamente eso he podido hacer estas semanas, por culpa de
los benditos años- los ataques a ibarra, gracias a tu correo que me llego
ayer y donde hay varias posturas al respecto, es triste, lamentable e
imperdonable lo que dicen de ibarra, al cual no conozco, pero los ataques
son de una calaña de truhanes, y esta es tambien la lucha de clases en el
plano ideológico al que tu has respondido y bien, sería bueno que sobre esto
se abriera un debate publico, no se a traves de quien, pero que el debate se
abra, seria importante. seria recordar los ataques de oviedo, vargas llosa y
oquendo contra romualdo, y antes, la prision de mariategui, etc. que
lamentable no tener un diario o semanario que pueda recoger estas cosas y
mas (no tienes acceso a la primera?). un abrazo. y dale a ibarra mi
solidaridad, que esos ataques significan que el camino por donde va esta
iluminado, porque los perros de presa solo atacan cuando hay alguna presa
que merezca la pena.

JULIO CARMONA (DESDE ARGENTINA)

Respetado Rodolfo,
aunque no nos conocemos personalmente, sabemos mutuamente uno del otro. Por eso, reitero mi respeto a tu actividad literaria (en general, incluido tu trabajo de blog). Y por eso, también, recibe mi solidaridad, mi apoyo incondicional, frente a los ataques de que has sido víctima, sólo por emitir tu opinión sobre la infeliz reseña que motiva este desaguisado. Las moscas confunden el vidrio de la ventana con la realidad concreta, exterior. Pero eso facilita tenerlas a merced. La mosca a que me refiero no creo que siga teniendo muchas ganas de revolotear.

Julio Carmona

Miembro del Comité de Redacción de la Revista Digital argentina


BERNARDO RAFAEL ÁLVAREZ

Mi rechazo a la infamia de la lucidez estúpida y, sin ninguna duda, mi solidaridad con Rodolfo.


ROLANDO VACCARI:
Doctor:

Como dice el chinchano Humberto Cascarita Tasayco: ¡duro y en el hocico! contra las roscas almibaradas que se revuelcan en la sanguaza de este desgobierno y todos los desgobiernos.

Solidaridad con los escritores y artistas del pueblo como Rodolfo Ibarra.

Saludos desde Huacho,

Rolando Vaccari

PRESENTACIÓN DE "AIRADO VERBO" DE JUAN JOSÉ SOTO

miércoles, 27 de agosto de 2008

COMUNICADO DEL "GREMIO DE ESCRITORES DEL PERÚ"



Me ha llegado este comunicado del “Gremio de Escritores del Perú” (que agrupa a cientos de escritores de Lima y provincias) en torno a las sindicaciones bastante exageradas -por decir lo menos- del escritor Iván Thays y el crítico Gustavo Faverón (este último incluso ha tratado de hacer mofa y escarnio de mi persona). No voy a emitir juicio alguno; ya estoy cansado de los insultos (ese lenguaje adjetivista y verborrágico propio de una clase media aculturada sin mayores argumentos) y ese “circo romano” que intenta echar a los leones a cualquiera que quiera expresarse libremente (no pensé que los blogs se hubieran convertido, de un momento a otro, en carnicerías virtuales, gulags del oprobio, campos de concentración de las gollerías y la prolongación efervescente de un pensamiento cartesiano decadente y atrabiliario).
El hecho que haya liberado los comments para que cualquier persona deje su comentario me ha convertido en “enemigo”, en el “monstruo” –como dicen por ahí- de los que cuidan a toda costa de “proteger” para que los comentarios en sus blogs sean lo más “decentes”, lo más “pulcros” y se ciñan a una “verdad” que les sea conveniente (estos señores hasta se escandalizan por el uso de la coprolalia de los comentaristas; no obstante eso, trabajan con la palabra ¿?). Es cierto, que en todo esto hay cuestiones políticas, el lado literario es sólo una de sus aristas más visibles. Lo más ridículo de todo esto es cuando la supuesta “amistad” de estos señores sirve para pasar por alto sus propios defectos y falencias a todas luces, visibles y palpables. Esta amistad de simbiosis es quizás uno de los males de esta sociedad de hipocresías necesarias y de verdades a medias.
Este blog no se calla nada y dice la verdad cueste lo que cueste. No tengo trato con seudoeditoriales o con periodicuchos burgueses, ni con mafias literarias o cenáculo de intelectualoides. No cultivo amistades por conveniencia. No manejo pensamientos de odios vitriólicos, ni quiero destruir personas o trastocar conciencias. Simplemente muestro mi opinión con respecto a un mundo –el literario, por supuesto- que considero putrefacto y lleno de sabandijas que quieren pasar por “literatos”, “críticos”, “poetas”, “novelistas”, “editores”, etc., en una sanguaza de ideas dignas de un vómito.

Quisiera aprovechar este post para desearle lo mejor a Miguel Gutiérrez quien en las próximas horas será sometido a una delicada operación quirúrgica; y decir, desde aquí, que lamento el trato que Iván Thays viene dando a este escritor de cuño (el señor de Moleskine habla aberrantemente, en su último post, de una “secta de Miguel ‘ni con el pétalo de una rosa’ Gutiérrez”) afectando emocionalmente la precaria salud de este escritor que no solo merece respeto sino –como dijo Dante Castro- mejores y más alturadas críticas.

Aquí el comunicado del GEP:

“GREMIO DE ESCRITORES DEL PERÚ"
Inscrito en los Registros Públicos N° 12036041

¡SOLIDARIDAD CON EL POETA RODOLFO YBARRA!

El Consejo Directivo Nacional del Gremio de Escritores del Perú rechaza con firmeza las acusaciones vertidas por los señores Gustavo Faverón e Iván Thays contra el poeta Rodolfo Ybarra, pretendiendo identificarlo como adherente a posiciones “terroristas” y “senderistas”, y expresa su respaldo y solidaridad al compañero Ybarra.
La táctica es, siempre, la misma: ante la incapacidad para sostener un debate de ideas sobre un hecho cultural de interés público, como es la publicación de La generación del 50. Un mundo dividido, del escritor Miguel Gutiérrez, se esgrime el adjetivo para desacreditar un juicio.
Sin embargo, el asunto es más un hecho político que literario y forma parte de la abierta campaña de persecución contra los intelectuales, escritores y artistas que asumen una posición de crítica y acción práctica ante las tropelías antipopulares del Estado, el Gobierno aprista y sus defensores.
El ataque a Rodolfo Ybarra no es el primero ni será el último contra los intelectuales identificados con el pueblo. Sólo por citar un caso, hace sólo unas semanas los internos ganadores del Concurso de Cuento “Arte y Esperanza” organizado por Solidaridad Humana y Dignidad, fueron impedidos de presentarse en la Feria Internacional del Libro, en el Jockey Plaza.
El Gremio de Escritores del Perú reitera su solidaridad con el compañero Rodolfo Ybarra y con todos los escritores, artistas e intelectuales que a lo largo y ancho del país son víctimas del atropello y prepotencia de los poderosos. Del mismo modo, llama a los escritores y artistas a unir esfuerzos en la formación de un organismo de defensa y solidaridad que haga frente al abuso y la represión.

Lima, 26 de agosto de 2008

CDN del Gremio de Escritores del Perú

lunes, 25 de agosto de 2008

DESDE ESTE BLOG NOS UNIMOS A ESTA CAMPAÑA DE LIMPIEZA NACIONAL



La campaña de limpieza y desratización nacional está tomando cuerpo; ya se ha hecho retroceder a los aprosos en varias leyes que iban contra los verdaderos intereses del pueblo (los últimos acontecimientos en la selva son una prueba tangible de que la voz popular ya no se puede ignorar). Ojalá que los artistas y literatos consecuentes (no esos atrabiliarios y convenidos "de merde" que trafican con el conocimiento y cobran en dólares por reseñitas hechas al gusto del cliente) se sumen a este llamado para acabar de una vez con la infamia y la mentira de un gobierno (con aprendizajes fascistas) sostenido por sus fuerzas armadas y tantos mercenarios ideológicos y felipillos que callan por migajas o por palmaditas en la espalda.
Este blog no se calla nada porque no le debe nada a nadie, y si nos consideran "blog incómodo" (o "blog basura", o "blog chatarra", para descalificarnos y ponernos fuera de combate), pues veremos la forma de seguir en el camino.

“LOS TERRITORIOS OCUPADOS” DE ENRIQUE BERNALES




Mundo Ajeno Editores. 258 pp., 2008
ISBN 9786034516731

El año 2003 leí un excelente y raro libro de poemas de Bernales titulado 21 poemas/Cerridwen, cinco años después el autor nos entrega esta novela titulada “Los territorios Ocupados”, una suerte de fragmentaciones escriturales que reproducen un mundo también fragmentado por el abuso del poder y la conspiración constante de ideologías aberrantes y destructivas.
El “inicio” o hilo conductor–según confiesa el mismo autor- es una fotografía que muestra a un niño palestino enfrentando con una piedra a un tanque israelí, la tautológica imagen de David contra Goliat, del débil desposeído contra el fuerte, la bipolaridad del mundo que vivimos: miseria y ostentación, la opresión o sueños de locura versus la libertad soñada –léase ansiada-, todo ello va construyendo -de forma celular e hiperquinética- la novela.
Personajes: quizás el más representativo sea el Fauno, una especie de vividor temeroso de una realidad que, por ratos, lo desborda; en un momento determinado decide cortarse un dedo (“El fauno se había arrancado el meñique de la mano izquierda, la sangre no paraba de brotar, entre lágrimas colocó el dedo en el agujero y lo ocultó con sumo cuidado…”) al modo de los yakuzas o mafiosos japoneses y continuar su viaje con Nausicaa.

Para entender, un poco más, esta novela le acerqué a Enrique Bernales el siguiente cuestionario. Aquí las respuestas:


1.- Si “Los Territorios Ocupados” son una metáfora de los territorios impuestos por el “miedo” en estos tiempos de globalización e Imperialismo retardatario, ¿cómo se entiende al Fauno y, con él, al Perú en un contexto –digamos- que no es muy estratégico para incidir en la reversión de los conceptos al menos en lo que se llama “Aldea Global”, “democracia”, etc.

En una clase de literatura sobre la poesía de Oquendo de Amat, hace ya muchos años, un profesor afirmó que lo que escribía el poeta puneño no guardaba ninguna relación con su filiación revolucionaria. Todo lo contrario, si bien la voz poética de los 5 metros no hace referencia explicita a la revolución, su lenguaje es revolucionario. La poesía vanguardista de Oquendo subvierte el lenguaje del poder, ‘ese lenguaje que hablamos y escribimos’ (Barthes), del que hay que liberarse explotándolo como al tanque de la represión y de lo políticamente correcto. También, Vallejo afirmaba que no hay que utilizar la palabra cinema para que un poema nos demuestre una sensación cinemática. De la misma manera, Los territorios ocupados propone una lucha contra el lenguaje del poder, el lenguaje del miedo. Cervantes necesitaba de personajes llenos de contradicciones como Sancho Panza (tonto/listo) y El Quijote (loco/cuerdo) para expresar la crisis de la sociedad de su época. El Fauno es un personaje que bien puede ser crudo como tierno, loco como listo, es de esta manera que no aplico la tiranía del autor, un autoritarismo que impone palabras o acciones a sus personajes. Mis personajes son libres, no son políticamente correctos, bien pueden abrazarme con cariño o meterme una patada en los huevos, y yo los dejo ser. Es de esta manera como mis personajes puede luchar contra el miedo impuesto por el capitalismo globalizador que necesita que pierdas LA VIOLENCIA DE TU SER DIFERENTE para aparecer, luego, sonriente en un comercial de Claro o Movistar, la fiesta de las diferencias. El gran problema de la posmodernidad es que se ha concentrado en las pequeñas batallas, el feminismo, la ecología, y se ha desviado de la lucha básica y fundamental, la lucha contra el poder, la lucha de clases. Sostengo que en el lenguaje literario hay que expresar esta lucha, sin aludirla directamente.

2.- Es visible que detrás de los Territorios Ocupados hay una protesta antiimperialista, quizás, y para mi entender, también antiglobalización. La imagen del niño lanzando la piedra al tanque israelí, es, también el niño-piraña que le roba el celular a un burócrata del poder judicial en la plaza Grau. A pesar de ello, la novela no es muy “política” que digamos. Por qué parece que tu discurso en torno a la novela parece más ideológico que la misma novela. Explícanos por favor.

Mi respuesta a la primera pregunta incluye la respuesta a ésta, es decir, no se necesita usar la palabra cinema para transmitir una sensación cinemática, el espíritu revolucionario de la novela se encuentra presente en la praxis constante de hacer volar el lenguaje del poder.

3.- ¿Cuál es la función supraliteraria del personaje principal “El Fauno” con respecto a esta realidad. Me parece que el metatexto del personaje es un alter-ego por ratos desbordado, perdona mi aseveración.

El Fauno es un personaje lleno de contradicciones, ávido por aprender. El Fauno ha sido la aberración para las religiones monoteístas, porque la hibridez de su ser cuestiona el concepto del uno como verdad. Mao decía “si tienes una idea, divídela en dos”. El dos es el horror del capitalismo. En la novela El héroe de nuestro tiempo de Mikhail Lermontov, el personaje principal, Pechorin, se cuestiona antes de un duelo que le pudo costar la vida: “para unos soy un ser virtuoso, para otros soy un hijo de puta, no soy lo uno ni lo otro, nadie me ha comprendido”. Esto puso en jaque a los lectores de la novela pues querían encontrar un héroe y allí no había un héroe de monumento. En el cuestionamiento de Pechorin se puede hallar la verdad del Fauno y su vínculo estrecho con la realidad. Su risa, como la de sus compinches, es liberadora y crítica. Su lucha es por ser libre, realmente, no a partir de una orden impuesta desde el exterior, desde algún himno nacional.

4.- Explícanos cuál es la relación aparente entre Saint-Exupéry, Nijinski y Buda que parecen ser los tutores espirituales de esta novela, por lo menos en eso del Frente Budista de Liberación Nacional. Y qué quiere decir “…tenemos fe en que el efecto de nuestras accciones resuelva el sin sentido de nuestro ser”.

El Principito ha sido catalogado equivocadamente como un libro para niños, literatura infantil, El Principito plantea una estrategia de liberación. El Principito lanza la piedra defendiendo su verdad, defendiendo su diferencia. Nijinsky es el Fauno de La siesta del… Cuando Nijinsky empezó a hacer ballet de vanguardia se le catalogó de loco, porque él era el ballet clásico, el público le dio la espalda, la lucha de Nijinsky es la de vivir y hacer arte en libertad. Mal se piensa que Sakiamuni (Buda) es solamente el fin de la búsqueda, la meditación con risa de idiota bajo la sombra de la higuera, Sakiamuni representa el espíritu de la búsqueda, de dejarlo todo por hacer un camino en la vida sin importar lo que piensen los demás, es decir, ser libre sin temores. La frase “ tenemos fe en que el efecto de nuestras acciones resuelva el sin sentido de nuestro ser” quiere decir exactamente eso.

5.- Esta fragmentación del texto responde in estricto a un recurso literario o es la manifestación escritural de un mundo fragmentado.

La fragmentación del texto es la manifestación plena de la lucha descentrada contra el lenguaje del poder, “el lenguaje que hablamos y escribimos”, el lenguaje de la autoridad.

6.- Para un poeta, el hecho de escribir una novela implica un “riesgo” (no es mi opinión, es la preocupación de otros críticos avisados), en estos casos, generalmente se habla de la novela escrita por un poeta. Cómo ves estos criterios.

Cierta vez en el Queirolo de Lima, muy joven yo, me encontré con un poeta y en medio de unas chelas le lancé una pregunta, ¿Te consideras poeta? Él se sintió profundamente ofendido y casi nos vamos a las manos, me respondió, “sí, yo me considero poeta, no me ves”. Mi respuesta fue: “pues yo no, no me considero poeta”. De la misma manera te respondo que me interesa explotar todas mis capacidades creativas, sin encasillarme en una manifestación literaria en particular. Me interesa el arte como un todo. Más que artista, me considero un artesano.

7.- Si bien es cierto la novelística contemporánea peruana abarca en gran porcentaje temáticas producto de la guerra interna vivida en los ochentas (“Abril Rojo” de Santiago Roncagliolo, “La Ciudad de Los Culpables” de Rafael Inocente, “Cochebomba” de Martín Roldán; “Incendiar la Ciudad” de Julio Durand, “Radio Ciudad Perdida” de Daniel Alarcón, etc.), es posible hablar también de una corriente “macro” que mira más hacia las problemáticas externas, pero que quiérase a no implicará una afectación en lo “micro” o nuestra realidad interna, apunto aquí a “Bombardero” de César Gutiérrez cuyo punto de partido fue el lamentable suceso del 11-S. Cómo te ves a ti mismo en este proceso, agradeceré, de antemano, tu franqueza.

No he leído Bombardero, así que no puedo hablar sobre lo que no he leído. Mi lucha en esta novela, vuelvo a insistir, es contra el lenguaje del poder.

8.- Cómo ves el panorama de los escritores peruanos, clasificados, por alguna mente siniestra, en andinos y criollos.
En la página 225 de tu novela leo lo siguiente: “Para mí eso no es una contradicción porque hay que estar bien para ayudar a la gente necesitada. Mudarte a un pueblo joven y trabajar desde allí por las necesidades y proyectos de los pobladores no significa ser consecuente con tu credo”
¿subscribes esta afirmación de tu personaje?

La problemática no está en que algunos escritores sean clasificados como andinos y otros criollos/regios, porque eso desvía la atención al problema fundamental, es decir, los escritores que luchan contra el poder buscando una democratización real y los que están aliados a él, con el respaldo de los tanques del Estado o de la Comisión de la Verdad y “Reconciliación”.

No creo en la tiranía del autor, por eso mismo mis personajes se desenvuelven de acuerdo a su propia naturaleza, no les obligo a decir lo que no quieren decir. No suscribo la afirmación de Livia/Nausicaa. De la misma manera, te puedo comentar que no tendría ningún reparo de suscribir lo que afirma si así fuera el caso porque aquí no se trata de ser políticamente correcto sino de defender tu verdad. Ese es el gran problema de la era posmoderna, donde ya no se trata de defender ninguna verdad sino de acomodarse de acuerdo a las circunstancias, este país de tránsfugas o agencias, ahora puede llamarse país de mentes posmodernas. Las relaciones de poder no han cambiado, todavía está viva la lucha de clases, por más que se trate de convencer a las masas, muchas veces a punta de bayonetazos, de que estamos viviendo el fin de la historia o el triunfo del capitalismo neoliberal y globalizador. Mientras existió la Unión Soviética, en Los Estados Unidos se decía que no existía la lucha de clases. Cuando cayó la Unión Soviética uno de los apóstoles de la doctrina neoliberal y asesor de presidentes norteamericanos afirmó muy suelto de huesos: “la lucha de clases sí existe y nosotros la ganamos”.




Links necesarios a los “Territorios Ocupados”:

Texto leído por Enrique Bernales en la presentación en la FIL 2008 de Lima:

http://www.letras.s5.com/eb050808.html

Texto de César Ángeles:

http://www.letras.s5.com/cy220808.html


ENRIQUE BERNALES
Estudió Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Formó parte del grupo poético Inmanencia con quienes publicó Inmanencia(1998) e Inmanencia: Regreso a Ouroborea (1999). En el año 2000 fue invitado a participar del Primer Junio de Poesía celebrado en Mexico D.F. Publicó su primer libro individual en el 2003: 21 poemas/ Cerridwen y en el 2005 ha publicado las antologías de poesía, Los relojes se han roto: poesía peruana de los noventas y La alineación de los planetas: siete poetas peruanos en Boston. A partir de este año ha retomado la función de editor de la revista de cultura latinoamericana Intermezzo Tropical . Estudia un doctorado en Literatura Latinoamericana en Boston University.

Aquí otra foto:

sábado, 23 de agosto de 2008

DEL PUEBLO, DEL BARRIO Y SU "ESCALERA AL INFIERNO"



Les dejo aquí un vídeo del legendario grupo de folk-rock de Matute: "Del Pueblo, Del Barrio", ninguneado ultimamente por los seudo críticos de arte y la contracultura (criticastros de pacotilla, intelectualoides y mentes regias de la reacción). El clip fue grabado en 1986 por canal 9 cuando este país se desangraba (y se desangra todavía, ¿alguien lo duda?, dénle un vistazo a lo que ocurre en la selva donde los ashaninkas, aguarunas, shipibos, conibos, etc., se defienden a su manera), entre otros hechos, por el genocidio de los penales, uno de los más escandalosos acontecimientos de sangre ocurridos en este país de títeres sin cabeza.
Cabe anotar que a inicios de los noventas (9o-92) en el desaparecido bastión subterráneo "Las Rejas" de Quilca, Piero (el gran Piero Bustos) cambiaba la letra de "lucifer" por "fujifer"; hoy en día dice "Alan-fer" (y así irán cambiando los nombres de todos los testaferros de la plutocracia que engañan y explotan al pueblo que los elige. La canción es actual. Ojalá que ningún cerebro en "Estado de Animación Suspendido" no me incrimine por esto).
Como cosa curiosa en el vídeo se ven bailarines de "breakdance" y a un jovencísimo "negro Acosta", quien, junto a su esposa Leyla y su hijo Atila, es el indoblegable director y defensor de "El Averno", último recodo de la contracultura y el rock subterráneo.

EL PERRO DEL HOMBRE



(Para desestresarse y entrar en relajación)

No. No voy a hablar aquí de “Colmillo Blanco” (de Jack London), ni de lazy (la ¿perra o perro? convertido en estrella de televisión) , Rintintín, “el perro maravilla”, Layca, la primera perra en ir al espacio en el “Sputnik 2”, o Pluto ese perro tonto de Disney. Me interesa hablar del perro chusco, el “desrazado”, ese que sale a la calle y busca su comida en la basura y se aparea al aire libre sin mayores problemas, al que se le ve casi siempre en “buena salud” con unas cuantas pulgas y un pelaje sucio, pero libre al fin y al cabo. He sido testigo de excepción en peleas de perros donde el canino chusco se ha llevado de encuentro a un “pastor alemán”, mucho más grande y fornido, o a un pitbull, mejor dotado maxilarmente para las pelas; ¿podemos llamarle maña a esto?, o quizás instinto de conservación o aprendizaje acelerado y forzado por sus mismas vivencias. No lo sé.
Quizás muchos se estén preguntando qué diablos hace Ybarra preocupándose por los perros (qué pasó, ¿se volvió amigo de los animales?). Resulta que hace un tiempo tuve una conversa literaria en torno a ellos, fue con Carlos Carnero (“La Razón de los Efectos”), poeta de cuño y descendiente y consanguíneo de una estirpe de escritores (Carnero Hocke, Carnero Roqué, Violeta Carnero, Rosina Valcárcel Carnero, etc.), quien concordó conmigo en eso de que los perros callejeros por algún tipo de cercanía con el hombre, convivencias centenarias o pura imitación habían “aprendido” ciertas normas y reglas de urbanidad. Quizás los estudiosos no se hayan dado cuenta de que existe desde hace un tiempo “el perro chusco urbano”, el perro que se desenvuelve a la perfección en una ciudad de millones de habitantes, laberíntica, miles de autos, miles de bicicletas y, por supuesto, miles de peligros, aunque no directamente predadores (quisiera apuntar aquí, como un alcance, que el atropellamiento a un perro legalmente se denomina choque, punible si el perro tiene dueño, pero si no, entonces ahí nomás quedan las cosas).
Por ejemplo: hay perros chuscos que caminan en la vereda, observan los semáforos cruzan en luz verde y se detienen en la roja, y en situaciones de apuro saben eludir a los carros con la precisión exacta para no ser atropellados. Hace un tiempo me sorprendí cuando en un documental sobre La Parada de Lima –tierra de nadie y del lúmpen proletariado limensi), se mostraba cómo una gavilla de delincuentes usaban a perros chuscos para coactar y reducir a sus víctimas, así se mostraban a perros furiosos que sostenían a sus víctimas de los pantalones o de la manga de la chompa, mientras los indeseables bolsiqueaban a los incautos. Incluso había perros que por propia iniciativa arranchaban bolsas de los transeúntes. La clara antítesis del perro policía, o sea: el perro ladrón, el perro choro, ni vuelta que darle.
Hace unos años cuando vivía sólo en “Los Cedros de Villa” por motivos que ya he detallado en otro artículo, apareció en la puerta de mi casa un perro sucio que arañaba el portón de madera como si fuera su vivienda; era invierno, llovía y la brisa del mar chorrillano empapaba con un velo acuífero todo el ambiente, la verdad que me dio cierto sentimiento de conmiseración (de la que renegaba Shopenhauer) y le saqué una caja de madera con una cubierta de tela, le alcancé también un poco de comida y cerré la puerta. No lo volví a escuchar durante toda la noche. Al día siguiente cuando amaneció, me levanté muy de temprano y me acerqué a revisar si había amanecido bien y, para mi sorpresa, sólo encontré la caja vacía; la tela, un mantel de mesa, había sido víctima de algún reciclador. Bueno, dije, y me dirigí a la biblioteca a terminar un ensayo sobre Heidegger. En la noche de ese día y a la misma hora en que apareció la noche anterior, el perro volvió a rasgar la puerta, el único detalle de diferencia es que esta vez aullaba frenéticamente. Dejé a Heidegger con su “Ser y el Tiempo” y me dirigí presuroso a abrir el portón. Ahí estaba el perro chusco meneando la cola y moviéndose de un costado a otro como si se alegrara de verme. No sé si fingía o estaba aplicando conmigo algún tipo de psicología protohumana del convencimiento. No me quedó más que dejarlo pasar, darle de comer y hacerle un espacio en el jardín. Después de darle algo de mi ración diaria y observarlo un rato, lo dejé acurrucado en un rincón y me fui a terminar lo que estaba haciendo. El perro se quedó quieto. Al día siguiente, muy de temprano empezó a aullar y rasgaba la puerta insistentemente para que lo dejara salir. Me acerque a donde él estaba y después de verlo dar volteretas y ladrar unas cuantas veces, decidí que lo mejor era abrirle la puerta y dejarlo salir que es lo que él quería. No está demás anotar que en la noche regresó otra vez, y, así sucesivamente durante todo un mes, hasta que me decidí ponerle un nombre y como había llegado a fines de mayo, para no hacerme más complicaciones le puse “Mayo”. Poco a poco se convirtió en mi único acompañante, en cierta forma era “mi” mascota, teníamos una relación de cierta “necesidad”: yo, compañía; y él, casa y comida. Alguna vez regresaba magullado o mordido por otros perros y yo curaba sus magulladuras, eran tiempos en los que decidía quedarse en casa, e incluso miraba televisión y escuchaba música, no sé si todo eso le producía algún placer, pero prestaba mucha atención a las imágenes de la pantalla y de vez en cuando emitía algún ladrido, sobre todo en las partes emocionantes; por ejemplo en la película “La Guerra y la Paz” (Tolstoy) con Audrey Hepburn, en esa imagen sufriente de la avanzada napoleónica en pleno Siberia, le hacía aullar; o en “El Día que Paralizaron La Tierra”, en la escena cuando el mundo entra en caos y confusión por la falta de electricidad ocasionada por un extraterrestre, Mayo se mostraba ansioso, ladraba frenéticamente, se movía de un lado a otro sin quitar su vista del televisor ¿Coincidencias? No lo creo. Por un momento me imaginé que este perro podría soñar, o con un poco de esfuerzo “hablar” o comunicarse de forma más específica como el perro de “Niebla” de Unamuno. Fue entonces que me decidí buscar mayor información sobre los perros y su relación con una inteligencia más allá de las domesticaciones. En internet encontré varios ensayos bastante técnicos. Leí un trabajo bastante completo de una veterinaria que concluía en que el perro chusco era el más puro de todos porque el hombre no había manipulado ninguno de sus cruces y se había dado en la libertad y en total sistema aleatorio. Ergo, el perro chusco era –siempre lo fue- un perro de raza, de raza pura.
Recuerdo que una tarde ansioso por terminar uno de mis textos narrativos salí en auto hacia Barranco a comprar algo de beber, caminando por la avenida Bolognesi me encontré, cara con hocico, con “Mayo” quien venía campante por la calle “Pasos”, al reconocerme se me acercó, dio varias vueltas a mi alrededor y ladró como reclamando mi “equívoca presencia”. Lo subí al auto y lo traje por todo Huaylas, La Curva, Tranquera, La Encantada, etc., Mayo iba mirando por la ventana disfrutando el movimiento constante.
Sé que Nietszche tenía un pastor alemán al que llamaba “hombre”. No sé cual habrá sido su relación con los perros. Varios amigos escritores también tienen perros en sus casas, algunos son grandes, otros pequeños; unos de raza y otros no tan “finos”. Conozco a un escritor que tiene un perro peruano (mal llamado perro chino, aunque lo mejor seria perro Chimú), esos que tienen aspecto de murciélago, declarado hace poco “patrimonio cultural”, por eso todos los museos del Perú están “obligados” a tener un “perro peruano” vivo en sus instalaciones. Este escritor y su esposa habían aceptado al malaspectoso canino en su propio lecho matrimonial. Cuestiones de costumbre y “tolerancia”. Conozco a un casero que le ha puesto su mismo apellido al perro: Sayán, de tal forma que cuando mencionas el nombre los dos voltean.
No pertenezco a ninguna asociación de ayuda a los animales. De niño tuve un perro que murió atropellado (debo decir acaso “chocado” por un auto). Escribo este artículo por cuestiones catárticas y, quizás, por alguna cuestión de mancias: Mayo apareció en mayo y desapareció en mayo del año siguiente. Busqué su cadáver por los alrededores, revisé las playas y los lugares donde solía estar. En barranco, como hacen muchas personas, puse unos cartelitos con una jugosa recompensa. Avisé a varios amigos para que me ayuden a buscar e incluso fui a la perrera municipal, un local mugroso como el que describe Vargas Llosa en “Conversaciones en la Catedral”, hasta por un momento me aluciné Zavalita buscando a Batuque, Batuquito.
Dicen que en China se comen a los perros (y también a las ratas igual que en el Perú no oficial. Leer "Montacerdos" de Cromwell Jara). En el antiguo Egipto se les adoraba y hasta se les convertía en divinidad (abundaban dioses cinocéfalos de variadas formas). Hace poco un congresista mató a un perro de un balazo y se ganó las injurias de todo el mundo. Quizás después de todo, el perro no sobreviva a la próxima glaciación y quizás se extinga con una parte de la población mundial. Mis razones, en este caso, no son muy científicas, sino más bien intuitivas, corazonadas, simplemente me parece que el perro se parece tanto al hombre que no podría soportar ninguna peste o calamidad que afecte a la humanidad en su conjunto.

En cuanto a Mayo, nunca apareció. Alguien me contó que, por estos días, lo vio (o creyó verlo, “era muy parecido”, su pelo, su hocico, su cola, etc.) aullando en la puerta de una casa donde alguien tecleaba una sonata sobre un piano de cola.

"SOTO DE POEMAS" (SOBRE "AIRADO VERBO" , NUEVO LIBRO DE JOSÉ SOTO)



Conocí a Juan José Soto a principios de los años noventa, no sé exactamente el lugar, pero podría haber sido en el local de “Mammalia” ubicado en la calle Dintilac en San Miguel, ahí donde Santiago Risso organizaba los primeros recitales que irían nucleando, como abejas alrededor de la flor, a todos los bardos de la recién inaugurada “generación del noventa” (la generación del oprobio y de los zarpazos de un tirano que marcó con hierro candente el rostro poético de los adolescentes de aquella época). O quizás fue en uno de esos recitales en la Universidad Inca Garcilazo de la Vega, o en San Marcos, o quizás en la difunta ANEA del jirón Puno 421, en uno de esos recitales que organizaba –y organiza aún, pero en otro lar- Juan Benavente. Y es que el poeta, profesor y traductor siempre ha estado en todos los lugares donde debía de estar, siempre fue uno de los animadores vitales y locuaz conversador (bohemian writers), es por eso que, de repente, Soto sea en esta coordenada histórica uno de los miembros más silenciosos (sin ser tímido, ni manejar un perfil bajo), y uno de los poetas más sui géneris de mi magullada generación, alejado de los flashes y de la comidilla literaria. No obstante su poética vocifera belleza y no guarda la verdad para sí misma, la entrega a borbotones como una vena cortada con un pico de botella, como un pozo de petróleo recién descubierto aherrojando la materia orgánica guardada en la panza de la tierra miles de años como el conocimiento, el logos, la hybris (en el sentido de confianza en uno mismo, más no desmesura; opuestamente hay una “contracción”, una quintaesencia quimérica y compacta en los poemas de Soto) y que dará luz y energía a lo cotidiano: Muñones de sueños/ Como fragmentos de Historia/ Refleja la voz/ Desangrado silencio/ Colgado en la mirada / Manzana atravesada de espejo/ De impecable muerte/ Voraz en la garganta/ Omnipresente sombra/ Todo terreno/ En la ausencia del ojo/ Espejo de piedra/ Donde asoma largamente/ El poeta sin cabeza/ Piel de ceniza airada/ contumaz/ Ave fénix del verbo.

Pepe Soto siempre se ha caracterizado por una poesía cuasi exclamativa con versos medidos y precisos, nunca pierde la musicalidad y no desentona, ni aún cuando el discurso así lo exija; ya en sus libros anteriores [“Cárcel de mi ojo”, (1994), “Morada Diosa” (1997) y “Palabra sobre los abismos” (2005)] ha mostrado tener oficio, manejo versicular e impronta imaginativa, ni qué decir de su perseverancia puesta a prueba todos estos años, tiempo que ha ido forjando un estilo del versolibrismo con tendencia al enunciado milimétrico y que nos hace recordar al buen Eguren, al de “Simbólicas” y de “La Canción de las figuras”; al César Moro de “La Tortuga Ecuestre”, “Amourt a mòrt; al Eielson de “Mutatis Mutandis”. Se puede apreciar también que hay un elemento extraño cuyo origen –podemos aventurarnos- se pueden rastrear en escritores como Roberto Juarroz y su “Poesía Vertical”, sobre todo cuando el maestro dice en su decimotercera versión: “Desconocer que el río es una espada/ y que las cosas sueñan sueños propios,/ es ignorar que aquí,/ junto a nuestra mirada,/ existe otra: la mirada recóndita del mundo.// Cuando se la descubre,/ la vida se da vuelta como un guante/ que devuelve la mano que encerraba/ y el tacto liberado/ toca por vez primera cuanto existe.// La realidad es un tiempo doblado/ que es preciso desdoblar como una tela/ de singular delicadeza/ para encontrar adentro/ otra mano que aguarda. Como alguien dijo: la buena poesía tiene que tener el olor y la “dimensión” de los grandes, tiene que guardar un eclecticismo que a la vez que lo encumbre a la ataraxia del parnaso y no le deje deudas o facturaciones posteriores. La buena poesía se paga al contado y no a plazos; o emociona, convence y redime a la primera, o simplemente se mimetiza en el proceso histórico literario y pasa a mejor vida en el erebo-parnaso. Pepe Soto sabe de esto y se cuida de caer en los lugares comunes, trata de seguir un camino diferente y logra la trocha no carrozable, no el de la línea recta, sí el de las líneas geodésicas; por ello, cierto surrealismo aromatiza como una menta o un eucalipto cada verso ejercido.

La poesía de este libro, de por sí, reclama la atención de la crítica literaria comprometida con el buen gusto y la creatio, por ello el buen lector, in estricto, el buen lector de poesía tiene en “Airado Verbo” un buen manojo de poemas para olerlos, leerlos, palparlos y dejarlos a la luz de la luna o de las velas (no es ésta acaso la mejor forma de leer poesía) para que el tempus vivendis haga con ellas lo mismo que con el buen vino.

En estos tiempos seculares, tiempos de dinosaurios redivivos y de sicofantes atrabiliarios, es bueno que existan poetas que todavía le cantan al amor, por más que éste se haya perdido o se encuentre secuestrado por los malos modales; poetas que le cantan a la vida por más que todo este inyectado por una ociosidad tanática y estéril, un sarcoma de negatividad; poetas que le cantan a la paz por más que los tambores de la guerra y las marchas belicistas retumben en los oídos y nos empujen al enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

Deseo a Pepe Soto (apellido del latin saltus, bosque) que, estos, sus poemas caigan en tierra fecunda y se haga semilla y planta de un tiempo nuevo y por venir, sé que él no es un starsystem y que su búsqueda es sincera y transparente, leyendo sus poemas no habría forma de dudarlo y como dijo Pablo, el arrepentido Saulo, “El Apóstol de los Gentiles” a sus hermanos Corintios, Efesios, colosenses, tesalonicenses: yo también te bendigo.

jueves, 21 de agosto de 2008

"PRONTO VENDRÁN POR LOS BLOGS INCÓMODOS"



Lo que parecía un imposible -y gracias a los turiferarios, griteros y acusetes de medio pelo- hoy está siendo considerado y tomado en cuenta -al menos por Heduardo, agudo dibujante que casi siempre se adelanta a los hechos-. No obstante, todavía podemos protegernos con ese pedestre mote de que somos "folclóricos", "coloridos" o fanáticos de Tongo. La pregunta es si calificamos como "blog incómodo" o -mejor para nosotros- como "blog basura". Después de revisar el pasado vídeo sobre Melissa Patiño y encontrar a policías preguntando por "Rodolfo Ybarra" (¿existe realmente?), sólo tengo que reirme a carcajadas: unos creen que es un grupo, otros creen que es alguien que ha tomado el nombre de un emerrata muerto en la selva. A más preguntas más risas. Reirse en público trae un problema: creen que quieres "figurar a toda costa". Salud por eso.

FALLECIÓ EL POETA MANUEL MORALES



Por medio de un correo del escritor Bernardo Rafael Álvarez, me acabo de enterar que falleció el poeta Manuel Morales, el hecho penoso ocurrió el 2 de octubre del año pasado. Tulio Mora cuenta sentidamente (en otro correo) que Manuel Morales, quien vivía desde 1977 en el Brasil, falleció víctima de un accidente casero. Autor de “Poemas de Entrecasa” (y a quien leí en "Estos 13" de Oviedo), fue el precursor de toda la onda coloquial que después explotó con “Hora Zero” y la generación del setenta. Cuenta, Mora, que guarda unas cartas de Manuel Morales enviadas desde Porto Alegre y donde se solidariza con Oswaldo Reynoso y con Miguel Gutiérrez (últimamente atacado por el establishment). Desde aquí, que sabemos bien que los artistas y escritores en este país mueren en silencio, nuestro más sentido pésame a quienes le sobreviven y a quienes vieron una luz crepuscular en su poesía. Aquí el poema que lo hiciera conocido (más abajo un poema inédito):

“SI TIENES UN AMIGO QUE TOCA TAMBOR”

Si tienes un amigo que toca tambor
Cuídalo, es más que un consejo, cuídalo.
Porque ahora ya nadie toca tambor,
Más aún, ya nadie tiene un amigo.
Cuídalo, entonces,
Que ese amigo guardará tu casa.
Pero no lo dejes con tu mujer, recuerda
Que es tu mujer y no la de tu amigo.
Si sigues este consejo, vivirás
Mucho tiempo. Y tendrás tu mujer
Y un amigo que toca tambor.

Otros poemas de Manuel Morales:

MEMORIAL PARA ROSE (Poema inédito de Manuel Morales)


¿Será que todavía está vivo
mi hermano Juan Gonzalo, guerrero señorial
y provenzal y distinto de la poesía?

Hay siempre un punto de enlace
en su rostro bello y devastado, pero solemne,
cuando con un hachazo de sombra
arranca las bellotas colgadas en el pescuezo
de las estrellas, en las madrugadas.

Las costillas fervientes del otoño
enarboladas como rubias cervezas
sacuden las túnicas escrupulosas del instinto
y árboles viriles
y vientos camuflados de sentimiento
ventilan apresadamente
el trágico destino de las cisternas
secándose con dignidad.

Y el mundo es una paloma embarazada
de felicidad
difundiendo su laureado nombre y
la lozanía de su lúbrico mensaje
en 1.200.004 tabernas y botiquines de mala muerte de la Vía Láctea.

Si hay que beber con Dios
que él levante la primera copa.

(Río/1982)


TRES MONJAS FRANCESAS BAÑÁNDOSE AL SOL

Son tres mujeres
o nubes
de saris azul. Tres
novicias confundidas
frente a la lluvia. Bendecidas
en cuanto sueñan con la simetría
de escudos y puñales y navíos. Y peines. Y penes.

Se equivalen a tres palomas
albas, divorciadas de vientos
y lastimadas por una inocua postura
de la felicidad.

En la imagen de mi corazón
son tres rosas sobrias pero nada preocupadas
por las huelgas de los empleados y los otorrinolaringólogos
de la prefectura portoalegrense,
ni por la rinitis atravesada de las vendedoras de casuarinas
y girasoles,
y sí con sus rizos de oro
frente al enervante sol
que intenta -como yo- penetrar
en la intensidad del pasto de sus pubis.

Abiertas -de par en par- al misterio, protegidas
por un tenue paraguas
para no ser mojadas por la impertinencia
del silencio, son tres castores amenos
royendo almendras y manzanas rojas
en la orilla prohibida de las fuentes azules del paraíso.

¿Qué cosas sueñan esas tres diosas,
reinas del universo que solamente yo deseo compartir?

En pleno estío -rejuvenecidas
y distantes a la percepción del bien
y del mal-
el porvenir es una profecía
andando en bulevares con árboles
y pájaros (penes) y avíos.

El sol calienta la holgura
del sentimiento azul, cremando
la momia odiosa
de la soledad y el desamparo.

Son tres palomas
albas, tres signos
reconstruyendo el sueño,
tres recordaciones
o síntesis de buenos amores
y suaves olores y pieles y trapos líricos
(lo que el amor hizo de ellas)
y apenas su lucidez se confunde
con la altitud de la hierba y de los hombres
que no podrán cruzar en sus caminos,
entrelazar sus bocas
a sus muslos claros y róseos como el ave maría;

son por tanto,
más que tres metáforas,
tres andamios
de la memoria
devoradas
por el intenso
resplandor
de la poesía.

Y yo las miro y las masturbo
con mi bello canto libertino.

RECUADRO

“MI NEGOCIO AHORA ES ENAMORAR”

(Arriba: Manuel Morales en fiesta de peruanos en Porto Alegre, 2005)

martes, 19 de agosto de 2008

EL "TERROR" DE IVÁN THAYS



Pensaba no postear esta carta, creo que bastaba sólo con enviarla a unos bloggers que me parecían “independientes”, pero ya veo que la cuestión –en literatura como en política- no escapa a los clásicos intereses (crematísticos, amiguismos transhumantes, “solidaridad burguesa”, bajezas del tercer tipo, etc.). Incluso, por ahí se me quiere ridiculizar con ese mote pedestre de que soy “folclórico” y de que busco “figurar a toda costa” (Si esto fuera cierto, acaso no me debería buscar otros lugares más publicitados. ¿Qué gano yo con esta cuestión de los blogs?, por ahí que me interesa un poco vulgarizar el conocimiento y difundir ciertas verdades en torno a la literatura peruana). En todo caso, prefiero eso a las lentejuelas literarias y a la ignorancia supina. A veces al establo literario solo le queda hablar y hablar…y tapar el sol con una mano.

Aquí la carta:

EL "TERROR" DE IVÁN THAYS

Debido al último comentario (bastante lamentable por lo demás y en donde se me acusa de tener "nostalgias terroristas") proferido por el escritor Iván Thays, debo decir lo siguiente:
El hecho de que en mi blog no se "moderen" los comentarios y deje en libertad (como debería de ser) para que el lector vierta su opinión sin mayores inconvenientes o premisas, no me convierte en cómplice de opiniones contrarias, mucho menos en el "asesor" o el "provocador" de los insultos, creo que esa observación (en lenguaje emocional) es más un prejuicio que una verdad creíble. Si usted no quiere "enlazar" el link respectivo "porque "Moleskine" no avala blogs sin moderación" es su problema. Si usted cree que la "seriedad" de un blog depende de los comentarios que dejan los lectores es su problema. Si usted cree que el repudio de los lectores se traduce sólo en los comentarios (furibundos, racionalistas, adjetivistas, etc.), es, también, su problema. Considero que la cultura está por encima de las opiniones, mucho más si estas son subjetivas o alejadas de lo concreto, por eso usted encontrará en esta página el link respectivo a su famoso weblog (¿cuándo se acabará eso de las regencias con vestigios coloniales? ¿No hay acaso en algunos el gen de la esclavitud, el gen del libertador, y, en otros, el gen del despotismo?). No reclamo reciprocidad, quizás por eso no entiendo eso de "atrabiliario" que usted hábilmente pretende endosarme; qué "maldad" puede haber en alguien que busca la verdad de los conceptos o en alguien que discrepa abiertamente, salvo que usted considere el hecho de discrepar como una "maldad" en sí misma; entonces no me equivoco cuando considero que sus críticas con respecto a "Un Mundo Dividido" son de un "individualismo dogmático". Usted no entiende razones sino ideas prefijadas que le van a dar conclusiones prefijadas. Razones que no provienen de la lectura rigurosa del libro (ni de la necesaria "arborescencia") en cuestión, sino de prejuicios y de ideas fuerza donde confunde la "libertad del individuo" con la libertad para denostar sobre una obra literaria a su libre albedrío y con la venia de un círculo literario cada vez más desacreditado (no, no se preocupe, no voy a hablar de eso). Lástima que usted sólo vea la punta del iceberg, se sorprendería si leyera con detenimiento y sin subjetivismos lo que en mi anterior artículo he tratado de decirle (y que muchos han entendido, lamentablemente usted no). Por eso usted no entiende que "mi defensa" (esto ya parece un juicio) del libro de Gutiérrez pasa menos por —como dice usted— "la falacia" de que fue marginado por el establishment y que sus parientes murieron en la cárcel" (qué visión tan recortada y epidérmica, me sorprende su reduccionismo académico) que por el mismo análisis del libro, análisis que por cierto usted haciendo alarde de ese minimalismo post-industrial quiere reducir a una comparación por demás peyorativa y ridícula como son los accesorios o baratijas de guerras pasadas, "artefacto anacrónico" lo llama usted intentando ironizar con poca suerte.
Así, usted apunta: "Si el blogger hubiera leído la reseña objetivamente, sabría que lo que sostengo es que lo que hace anacrónico al libro no es el contexto que lo produjo sino el dogma que defiende". En este silogismo condicionante encuentro que —por si acaso, usted no se ha dado cuenta— los contextos son los que producen los dogmas y no al revés (aunque en cierta forma podríamos hablar de que precipitan ciertas situaciones) y hasta el "mejor" de los libros escritos con el "mejor" de los dogmas no escapa a su tiempo, aquí es donde sirve para enjuiciar o para ser condenado, por pecado expreso u omisión que es como usted quiere —o quisiera— que se resuelva esta segunda edición de "Un Mundo Dividido". Lástima que usted piense que alguien le quiere imponer algún tipo de dogma (¿no hay ahí un prejuicio bastante patológico?) o que —peor aún— alguien quiere coactar su libertad individual o frustrar su obra creativa. Eso no sólo es exagerado sino que demuestra una paranoia, un delirio por la "pérdida de la libertad" en cuyo caso usted no necesita una observación a un artículo errático, sino un médico frenópata.
No, no se preocupe usted: NO SOY TERRORISTA. No quiero volar su casa, mucho menos dinamitar su obra literaria. Eso sería una cobardía. Tampoco guardo relación alguna con ningún miembro del grupo "Narración" (a quienes debo mi admiración por la lectura de sus obras y no por el conocimiento de sus personas) o con algún "blogger exiliado que pulula por ahí". En todo caso es el tiempo y los lectores quienes acusarán recibo de sus palabras y quienes harán lo que se tiene que hacer con una literatura acomodaticia o de salón cuya mirada estrábica insiste en negar una realidad evidente.
Finalmente, apunta usted: "Si buscar comparaciones es un nivel bajo de argumentación (en relación a lo vertido por Javier Ágreda, esta precisión es mía), defender a un autor por datos biográficos y solidaridad política es el grado cero de cualquier discusión". Ergo, motejar e incriminar a alguien, sin ninguna prueba, de anidar "nostalgias terroristas" es el non plus ultra de que la discusión ha descendido a zonas batipelágicas, quizás en el terreno de lo abisal tenebroso. No sabía que a usted le interesaban los bajos fondos y las altas presiones (cuando quiera le recomiendo la mejor escuela de buceo del país), en algún momento creí percibir que a usted le interesaban más las luces, los flashes y las lentejuelas literarias.
Usted ha degradado el debate más allá de lo audible. Desde aquí puedo escuchar sus ecos.

Amable, pero firmemente,

Rodolfo Ybarra

DNI 09441432

domingo, 17 de agosto de 2008

"EL VANO OFICIO DE CRITICAR SIN LEER", artículo de Rafael Inocente



El novelista Rafael Inocente, me envía -con carácter de urgente- el siguiente artículo, el mismo que está siendo posteado en otros blogs de carácter independiente. Aquí el artículo en cuestión:

Alguien dijo que el propósito último del arte es intensificar y exacerbar la conciencia moral de la gente. En particular la novela, la buena novela, tendría este efecto catártico, pues sería la forma más inmediata e insoportable de arte. La lectura de una buena novela nos cambia la vida. Sé de matrimonios que se han disuelto porque alguno de los cónyuges leyó cierta novela y decidió que la vida del personaje era más interesante que la suya propia. Puede entonces resultar doloroso leer una buena novela. Por eso pienso que para evitar este doloroso trance, Iván Thays no ha leído las ficciones de Gutiérrez, lo cual es decisión absolutamente personal de Thays, a fin de cuentas cada uno lee lo que le da la merecida gana. Pero pontificar de algo que no se ha leído, eso si tiene nombre propio.

El sentimiento inicial que experimenté al leer el artículo de Thays referido a la reedición del ensayo de Miguel Gutiérrez, La Generación del Cincuenta: un mundo dividido (Arteidea Editores, 2008) ha sido de sorpresa. No es que fuese inesperado el rechazo de un ensayo como el de Gutiérrez, rechazado ya y vilipendiado hasta el escarnio por distintos sectores, más notoriamente por la derecha liberal más ultramontana. Lo que me ha causado desconcierto es el subjetivismo y el desconocimiento de la obra de Gutiérrez de los que hace gala un literato considerado una joven promesa de la narrativa nacional.

Recuerdo que cuando cursaba el segundo o tercer ciclo de Biología en la Universidad Agraria, ávido de encontrar autores peruanos de posición honesta y valiente respecto a la putrefacción social que vivíamos por aquellos días, indagué con varios profesores de los distintos cursos de humanidades que se estudian los primeros ciclos universitarios. Desgraciadamente, la Agraria degeneró en cuanto a formación humanista desde la época en que suicidaron a Arguedas y yo estaba hastiado de tanto escritor onanista y huelepedo que cundía —cunde aún— en nuestro medio. Inquirí más detenidamente y surgieron algunos candidatos, refrendados por las voces de un par de profesores de la Universidad cuyos nombres prefiero mantener en reserva. Uno era un sociólogo con pinta de jipi reciclado, excelente profesor y amigo de los alumnos y sugirió vivamente leer a Miguel Gutiérrez, pero no solamente sus ficciones, si no además, dijo, su valioso ensayo La Generación del Cincuenta. Otro profesor, un delicado poeta que escribe en runasimi y en castellano, coincidió plenamente con el sociólogo neojipi. Debía leer a Miguel Gutiérrez.

Como mencioné, yo me encontraba empachado de aquella pléyade de escritores y poetas delicatessen con los que nos habían bombardeado en el colegio y tampoco me tragaba como muy cierta aquella vieja dicotomía entre poesía pura y poesía social. Estaba seguro que cuando un escritor o un poeta eran realmente buenos, lo eran en ambos registros. Allí estaban Vallejo, Balzac, Neruda, Víctor Hugo. Éramos, pues, un grupo de candidatos a agrónomos, biólogos, zootecnistas, forestales, prestos a salir a los campos pero no sólo como vendedores de paquetes tecnológicos de las transnacionales o plomizos funcionarios de algún ministerio, si no como reza el lema de la Universidad, deseábamos cultivar al campo, pero sobre todo al hombre, como intentó hacerlo aquél ingeniero agrónomo llamado Antonio Díaz Martínez. Por aquellos años, circulaba en fotocopia entre quienes llevábamos cursos de extensión agrícola, el libro Ayacucho, hambre y esperanza (Mosca Azul Editores, 1969, segunda edición 1985), un hermoso e implacable ensayo en el cual Díaz Martínez denunció el latifundio, las relaciones de servidumbre feudales y el gamonalismo enseñoreados en aquellas tierras, como declama en el poema inicial “Campesino hermano/tu hambre, / me duele en las entrañas; / tu sed, /la siento en mi garganta; /…” Cuando se publicó en el 1969, este libro fue recibido con calidez por estudiantes de extracción campesina, por profesores, por universitarios ansiosos de conocer una palabra alternativa al discurso hegemónico, pero además —al igual que La Generación del Cincuenta— el libro fue demonizado por la crítica académica y suscitó el odio de gamonales y letratenientes de la sociología que achacaron a Díaz Martínez escribir desde una posición doctrinaria. De manera anecdótica, se cuenta que por los 70, un latifundista serrano vociferaba por calles y plazas que mataría a Antonio a balazos. En el 1986 Antonio Díaz Martínez fue asesinado en el penal de Lurigancho junto a cientos de presos políticos, entre quienes se encontraban también Vilma Aguilar y Carlos Ayala Aguilar, esposa e hijo de Miguel Gutiérrez. Hoy, años después de aquella matanza, la investigación judicial no llega todavía a ningún resultado público.

Y fue precisamente un antiguo alumno de Zootecnia, conocido como el Abuelo Neper, quien había compartido aulas con Antonio Díaz Martínez, el que me prestó para fotocopiar —ya por el año 89 resultaba imposible conseguir algún ejemplar de La Generación del Cincuenta— el que considero tal vez el mejor ensayo que se haya escrito sobre una época del proceso literario peruano. Pero no sólo eso, pues para quienes teníamos ambiciones literarias aquél libro significó ante todo una deliciosa crónica de la vida cultural, política, social y bohemia de una generación determinante en el devenir de nuestra patria y un contundente mentís a quienes venían arrogándose la representatividad de la literatura peruana.

Todos estos recuerdos han venido a mi mente al leer la sarta de falsedades que le endilga Thays a Gutiérrez respecto a la calidad de su obra y su consecuencia de vida. Afirmar muy suelto de huesos que los personajes de las ficciones de Gutiérrez son “estereotipados” y “convencionales” refleja escandalosamente que Thays escribe porque se levantó y descubrió que se le habían caído más pelos de su adobada peluca y ni siquiera se permitió hojear alguna de las tantas novelas de Gutiérrez, muestra de manera flagrante su mezquindad frente a la obra de un escritor que viene siendo reconocido tardíamente por su extraordinaria e inocultable calidad literaria. Un muchacho como Martín Villar, abrumado por un mestizaje violento e irresoluto y que a pesar de ello lleva a buen término la novela que anima su vida, un doctor Gonzáles cuya grandeza refleja al individuo pero también al científico esforzado y pedagogo, un Padre Azcárate, rebelde en Barcelona y Piura pero siempre atormentado, un Odar Benalcázar León y Seminario, hacendado piurano proveniente de un linaje bastardo, una Sacramento Chira, matriz que da origen a la estirpe de los Villar, acaso un tributo a la sangre tallán de José Carlos Mariátegui Lachira, un Bauman de Metz, ubicuo y múltiple, una Primorosa Villar, bella y turbadora, una Xóchitl incestuosa pero sin mala conciencia, el viajero narrador de historias a un auditorio políglota en la China post revolución cultural, son todos personajes complejos y consolidados, no podemos considerarlos estereotipados y convencionales como pretende hacer creer Thays. Podría seguir recordando más personajes de la vasta obra de Gutiérrez, mas se que sería inútil. Thays va a la lectura de Gutiérrez como lo haría Alonso Alegría, ofuscado por sus prejuicios (”…pues supongo que la Cámara Peruana del Libro sabe distinguir entre el literato y el senderista, pero yo no puedo. Para mí, lo que escribe un senderista jamás será buena literatura. Es un defecto que tengo, qué voy a hacer” Dos preguntas cargosas para Miguel Gutiérrez, Perú 21, 29 de julio 2005). Para Thays, en su obnubilación individualista, no tiene cabida la superestructura ni el colectivo humano y todo lo que suene a social será doctrinero, panfletario y maniqueo. Comprensible entonces que la obra de Gutiérrez, surcada transversal y semánticamente por los conflictos étnico-sociales de un país-corral-de-chanchos nacido de una violación histórico-social le resulte insoportable. Tal vez a Thays y sus amigos le agraden más las ficciones que ensalzan un mestizaje ideal, la aculturación o la integración hacia proyectos nacionales sustentados en premisas unilaterales y pretendidamente civilizadoras. A fin de cuentas, acorde con los aires actuales de globalización cibernética y económica y crisis de los estados nacionales (¿o más bien reafirmación?), Thays admira aquellas obras en donde la exaltación del individualismo liberal se hace sin atenuantes.

Miguel Gutiérrez es agua clara en La Generación del Cincuenta. Transparente y líquido. Las bases teóricas, el rigor metodológico y la honestidad le permitieron generar planteamientos literarios y propuestas ideológicas con una fluidez tal que siguen desmelenando a los figurones de los sectores tradicionalmente reaccionarios. Aunque no exento de las incidencias propias de la subjetividad de una época, tal vez la más difícil de la historia del país, La Generación del Cincuenta continúa siendo un ensayo brillante y controversial, grato de leer, pero sobre todo desmitificador de la imposición que un grupo social intentó asignar como verdadera para toda la sociedad y la literatura peruana en particular. Eso es lo que ha enronchado a los integrantes de la llamada secta y es lo que no se le perdona a Gutiérrez. Más aún, lo doloroso para estos señores es la calidad literaria alcanzada por Gutiérrez, calidad considerada en el doble sentido de representación, estética y política. Para coronar la sordidez del artículo, Thays lanza alevemente un arma arrojadiza, intentando mancillar la vida privada y la consecuencia de un contador de historias que sigue viviendo modestamente en una casa sencilla como siempre lo hizo, sin figurar como escritor-estrella-del-rock, sin percibir ingresos del estado, ni prebendas ni mermelada alguna.

Ni concesivo ni arrugador, Miguel Gutiérrez se leerá más y mejor cada día, dejando en evidencia que desde esta tierra es posible descolonizar la ficción y la crítica y hacerlo con honestidad y rigor intelectual, sin dejar por ello de ser ameno.

¿Se leerán las novelas de Thays en el milenio que inicia? No lo sabemos. Pero, si como él vaticina —en coro con el Discovery Travel & Living— acerca de la existencia de artefactos anacrónicos en los países ex comunistas, no nos sorprendamos si nuestros nietos nos regalan con La Disciplina de la Vanidad adquirida a precio de huevo en una cachina de tiempos futuros. Eso si sobrevivimos al segundo gobierno aprista.


Rafael Inocente


Agosto 16 del 2008

jueves, 14 de agosto de 2008

¿IVÁN THAYS CONTRA MIGUEL GUTIÉRREZ?



El domingo 3 de agosto, Iván Thays publicó un artículo en “El Dominical” titulado “Un Artefacto Literario Anacrónico” donde hace una ridícula apreciación de conceptos que tratan de confundir y ablandar al lector distraído (felizmente no todos somos o encajamos dentro del lector estándar o seudoculturoso de “El Comercio” de los domingos) para introducir un “análisis” de lo más capcioso que he leído en las últimas semanas; así el ex-presentador de tv. dice: “No existe nada malo en escribir críticas literarias o reseñas de libros desde una ideología determinada; pero hacerlo desde una posición doctrinaria puede resultar un esfuerzo inútil”. Qué es lo que entiende el creador de "La Disciplina de la Vanidad” por “ideología” (conjunto de ideas filosóficas, políticas, religiosas, etc., de una determinada persona) para licenciarla y asumirla como “válida” en relación al otro concepto: “doctrina”, cuyas definiciones más minimalistas recalan en enseñanza, ciencia, sabiduría en las que cree un grupo de personas. Nótese la oposición de individuo a grupo que es lo que esconde estos conceptos aparentemente simples y de fácil apreciación. He ahí el meollo del individualismo dogmático propulsado por Thays incapaz de entender a un escritor que, no sólo soportó la muerte de su esposa y de su hijo en uno de los genocidios más vergonzosos para nuestro país –la llamada matanza de los penales; el libro está dedicado a Carlos Eduardo Ayala Aguilar, “mi hijo, desaparecido durante el genocidio de los combatientes sociales presos en la isla El Frontón, Callao, Perú, los días 18 y 19 de junio de 1986..."-, sino que, por muchos años, fue marginado por el establishment que ahora, luego de que Gutiérrez ha hecho una concesión en torno a los best sellers y a un arrepentimiento histórico –y necesario- que la coyuntura ameritaba, le acerca, no con pocas dudas, los reflectores.

Cuando alguien escribe reflejando un interés mayoritario ya sea este el de una religión o un partido, lo está haciendo desde una doctrina, el hecho de que sea consecuente o no con lo que está detrás de este concepto no interesa para este análisis, se da por entendido. Por lo demás, esa sentencia de “esfuerzo inútil” creo yo que más que un “odio de clase” (en los términos del marxismo ortodoxo) responde a un individualismo libremercadista y sicofante en el que no se permite (y se priva antiliterariamente) la idea de entender a alguien que pueda reflejar en su escritura los intereses de un grupo de personas, por más que estos sean la mayoría. Aparte de representar y expresar en cierta forma el descontento de un buen sector de la población peruana y las búsquedas de un grupo de escritores desde -y alrededores- de “Narración”. No olvidemos que “Un Mundo Dividido” fue un proyecto de investigación universitaria que después de independizarse, no sólo pasó a mayores, sino que tuvo el apoyo de Víctor Mazzi, Ester Ginocchio , Elsa Cajas, Carmen Ollé, Oswaldo Reynoso, Víctor Zavala Cataño (actualmente preso, salió en la presentación de Abimal Guzmán como parte del Comité Central), Emilio Rojas Sáenz, Guillermo Serpa, Félix Huamán Cabrera, Julio Carmona, Sonia Arauco, Roberto Reyes, Julio Nelson, etc.

En otro párrafo Thays dice:
“El mismo Gutiérrez ha declarado con justicia en varias entrevistas, y en el prólogo escrito para esta edición, que sobre él existen demasiados prejuicios y que se lo valora entusiasta y ciegamente -eso no lo dice él, es mi impresión- o se lo desdeña sin argumentos literarios sólidos.”
Pregunto yo cuál es el “argumento literario sólido” que pretende suponer que, en este caso, tiene (Thays) para desvituar “Un mundo dividido: la generación del cincuenta". Aparte de esos ejemplos sacados de "Canal Travel" y ese viejo prejuicio que le ha generado un entorno de hipocresías lamentables y un séquito de escritorzuelos genuflexos que callan en la complicidad, asienten ante el error y no son capaces de advertirle que ha equivocado el camino.

En otro párrafo Thays apunta:

“Sin embargo, creo que cualquier lector más o menos instruido descubrirá que el mayor error del libro, al menos en lo que respecta a la narrativa, está en creer que los personajes de las novelas son, antes que individuos, estados de clase, símbolos o, peor aún, alegorías. Así las cosas, si el teniente Gamboa en La ciudad y los perros es un personaje honesto, entonces la novela es implícitamente pro-militarista porque Gutiérrez es incapaz de separar la honestidad del personaje Gamboa con la clase (o casta, como dice él) a la que supuestamente representa. Ese error de lectura, en concreto, parte de un principio superior que es el principio rector del marxismo literario: que los libros son todos obras alegóricas y los personajes no son individuos contradictorios o sutiles, sino representantes de sus clases sociales”.

Esto me hace recordar a una crítica que escribió Sergio Ramírez Franco sobre la “Violencia del Tiempo” donde acusaba y sentenciaba a los personajes de esta novela calificada como la de más extensión en las letras peruanas: “Oda Belnalcázar es demasiado perverso, al punto que resulta casi cómico; Santos Villar previsible, plano, sin matices; Primorosa Villar es apenas la imagen de una “potranca” deliciosa y deseable, como se deleita en nombrársele a lo largo de toda la novela, en una asimilación de las mujeres bellas o yeguas y otros animales, merced a símiles bastante dudosos. El caso más risible y singular es el del personaje llamado Petronila Jaramillo, cuyo motor en la vida es el de purgar por el placer que sintió cuando fue violada por Odar Benalcázar”… etc. Letras
© UNMSM. Facultad de Letras y Ciencias Humanas
ISSN Versión impresa: 0378-4878 Año 64, Nº 92-93, 1993
(no será que este articulo motivó tardíamente al escritor de “Las Fotografías de Frances Farmer" y "El Viaje Interior")
Pareciera que Thays estuviera hablando del ruso Kirillov quien quería quemar los cuadros rafaelistas, los leonardos y toda la creación artística de la época victoriana por oponerse a la idea de “revolución”, semejantes ideas concluyeron con el suicidio de este errático teórico que Thays quisiera endosar con calzador a Miguel Gutiérrez. Lamentable porque “La Generación del 50: Un Mundo dividido” trató de volver a los cauces clásicos del ensayo, o sea influenciarse en la literatura, la ciencia y la filosofía (por más que esta sea materialista) en contra del academicismo y el cientificismo que como se apunta en la contratapa de la primera edición: “destacan por el desprecio al lector y no pocas veces por su desprecio a la lengua”.

No está demás apuntar que quien esto escribe tiene marcadas discrepancias con Miguel Gutiérrez, no obstante eso no me vuelve mezquino para reconocer el talento ajeno, mucho menos negar lo innegable: después de MVLL, es Gutiérrez el otro farol que alumbra la literatura peruana, la literatura de los que no tienen voz, de los oprimidos y explotados, los que luchan contra un sistema aberrante que al no poder sostenerse correctamente en la práctica quiere inventarse una teoría capaz de adormecer las conciencias y enterrar el verdadero problema. Es lamentable que Thays haya tomado -presionado por los adláteres de la reacción- la pala de la burguesía verborreica para fungir de enterrador.
En todo esto es clara la situación de quien anda en bicicleta (o monociclo) y quien anda en trailer de varios ejes (no imaginamos un choque tan desbalanceado y donde el monociclado no sobreviviría). A veces el simple paso de un grande despeina a los pequeños. Valga esta segunda edición de “Un Mundo Dividido” para recordarnos que pocas cosas han cambiado luego de 20 años transcurridos, quizás hayan variado los nombres de los que aparecen en el capítulo 9: “La formas de compromiso social”. Quizás después de tantos muertos ya estemos hastiados de hablar de guerras y de enfrentamientos. Quizás a ningún partido en la legalidad o la ilegalidad se le ocurra, en estos momentos, iniciar una lucha armada. Después de todos los "quizás", me pregunto si las condiciones no son acaso las mismas que ocasionaron todo esta enormidad de situaciones difíciles para los peruanos. Por ello, contrario a lo que otros piensan o creen, considero que este ensayo “Un Mundo Dividido” es un libro fresco, el olor a naftalina es un agregado de los enemigos y entes atrabiliarios que no soportan el oficio y el encono de un hombre de letras que ,sin duda, sobrevivirá a su tiempo.

martes, 12 de agosto de 2008

¿A DÓNDE SE DIRIGE LA CRÍTICA LITERARIA “PERUANA”? ENTREVISTA CON DAVID ABANTO



David Abanto (Lima, 1968). Ha estudiado Lengua y Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es miembro de planta de editorial “Norma”, y pertenece –desde hace buen tiempo- a la nueva generación de críticos literarios que, con sus generosos aportes teóricos y continuos artículos, debates e intervenciones en conferencias, está dando nuevos aires (junto a una nueva hornada de críticos) al retocado y cambiante (no en lo canónico) panorama literario peruano.
Esta entrevista –a pesar de no abarcar sólo lo poemático- nace a raíz de un encuentro de poesía en el Centro Cultural Británico de Miraflores organizado por el poeta Miguel Ildefonso, lugar donde con los poetas y críticos Paul Gillén y Alfredo Villar, compartí una mesa de diálogo y divergencias necesarias.
Antes de dar inicio a la entrevista, quisiera apuntar como elemento de motivación hacia una crítica esclarecida que entre un cultivador del mester de clerecía (o un crítico del mester de clerecía) y un juglar (o un crítico de poesía o literatura popular) hay más que cuestiones de público dirigido o temáticas encontradas. Un propugnador del mester vendría a ser cómo un poeta erudito alejado por decisión propia de lo popular, mientras un juglar sería algo más que el poeta popular, cuya cuestionada erudición podría verse “anulada” por la misma exposición y el desgaste propio de la cotidianeidad.
En estos tiempos mediáticos –y de exacerbación del conocimiento- quizás el crítico literario moderno sea una hibridación entre el pensador alejado de las tribunas y el orador expuesto a los vítores de las muchedumbres. Es necesario encontrar una correa de transmisión entre el conocimiento literario y la difusión necesaria, quizás la dosis exacta o el balance (o la administración no crematística, cercana a la preocupación honesta) de cada uno, pueda hacer que la crítica literaria vuelva a ser un lugar de discusión y creatividad respetable.
En lo que respecta a la crítica literaria “peruana”, el entrecomillado es para recordar que, a pesar de los esfuerzos desplegados, considero que este título es todavía exagerado y creo que aún permanece como búsqueda sublime. Quizás la octava pregunta donde se habla de críticos como: José Miguel Oviedo, Abelardo Oquendo, Ricardo González Vigíl, Gustavo Faverón Patriau, Víctor Coral, Javier Ágreda, etc., pueda ofrecernos una idea del trabajo de críticos peruanos que están haciendo un trabajo destacable. Abanto, crítico democrático, amable y conocedor, deja claro que este esfuerzo incluye a más nombres de los que decimos conocer.
Otro de los motivos de esta entrevista, quisiera señalar, es delimitar –y expandir a la vez- un espacio sobre la propia crítica literaria de la cual se habla mucho, pero se escribe poco.


Aquí la entrevista:

1.-Desde Riva Agüero a Luis Alberto Sánchez ¿cómo consideras (voy a utilizar una frase de Mariátegui) el proceso literario peruano? perdona esta pregunta un poco ambigua, pero de seguro habría de volver, necesariamente, a los andinos y criollos, a los serranos y costeños, los parias y los “pitucos” (o apitucados) a quienes muchos denominan “regios”. Me interesa más el proceso mismo, al margen de subjetividades o precariedades conceptuales.

Rodolfo, al hablar del “proceso de la Literatura peruana”, debemos considerar las tendencias hegemónicas y subordinadas (considerando la noción de “heterogeneidad cultural” de Antonio Cornejo Polar, vinculada a la de “transculturación narrativa” de Ángel Rama) y debemos abarcar no solo a los escritores situados dentro de los "modelos occidentales", sino a los que ostentan ese grado de transculturación, fruto de nuestra diversidad cultural. La presencia de varios idiomas, etapas históricas y el paso de un sistema de transmisión oral al uso de la escritura sirven para que, en el caso de la creación literaria, poseamos una de las más ricas tradiciones artísticas de América.
En líneas generales, debemos considerar que la “escena contemporánea” de nuestra literatura, tal como la conocemos hoy en día, se forjó en el periodo que va de fines del siglo XIX a mediados del siglo XX, en un proceso que estuvo estrechamente vinculado con el de la lenta ‘modernización’ de la sociedad peruana.
Siendo mi experiencia limitada a un contacto con la literatura desplegada fundamentalmente en español, me permito sugerir, de un modo general y esquemático, cinco grandes momentos que nos brinden la posibilidad de apreciar su desarrollo. Un primer momento, el de un realismo-romántico, con autores como Narciso Aréstegui, Ricardo Palma, Clorinda Matto y Mercedes Cabello; y un segundo momento, ya en el siglo XX, con autores que exponen un realismo regionalista: Enrique López Albújar, Ventura García Calderón, José Diez Canseco y luego Ciro Alegría. Un tercer momento con un realismo mucho más amplio, consistente y documentado, que quiebra con el Romanticismo y ensancha la noción de lo real. En esta etapa aparecen autores que siguen vigentes. El caso más notable, en poesía, es el de José María Eguren; en el cuento, Abraham Valdelomar; pero sin duda la figura solar (que abarca no solo la poesía sino también la narrativa, el drama, el ensayo, la crónica e incursiones en guiones cinematográficos) es César Vallejo, la cumbre más alta de la literatura peruana (a la que acompañan dignamente la abisal obra de Martín Adán y la obra de desconcertante textura de Gamaliel Churata) con irrefutables méritos en el dominio del lenguaje, en su capacidad de desarrollar una expresividad sumamente innovadora y en su riqueza para retratar la naturaleza humana con una hondura única, vigente en pleno siglo XXI.
Un cuarto periodo despliega los nombres, en poesía, de Javier Sologuren, Blanca Varela y Carlos Germán Belli y, en narrativa, de José María Arguedas, Mario Vargas Llosa y Miguel Gutiérrez: los más grandes novelistas peruanos a nivel hispanoamericano. Arguedas que para muchos sigue siendo considerado —de modo errado— como un escritor espontáneo, de escasa conciencia en lo tocante a las técnicas literarias (como si su única preocupación hubiera sido la “quechuización” del español y no los recursos expresivos a emplear) tiene obras maestras perdurables (desde joyas breves como “La agonía de Rasu-Ñiti”, hasta obras como Los ríos profundos y El zorro de arriba y el zorro de abajo); Vargas Llosa, nuestro escritor vivo más importante, tiene la obra más imponente en conjunto (en la que destacan La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral, La guerra del fin del mundo y La fiesta del Chivo) y Miguel Gutiérrez, el escritor con el universo narrativo de mayor versatilidad —aun sin la repercusión y la consagración internacional que su obra merece— que ha desarrollado, en sus libros más perdurables (Hombres de caminos, enlazado a la monumental La violencia del tiempo; El mundo sin Xóchitl y de otro lado Poderes secretos y Babel, el paraíso), una obra que sobresale en hondura simbólica, densidad psicológica, vibración poética y complejidad de referencias culturales.
En la actualidad, aparecen escritores que no solo anuncian sino ya despliegan una renovación en las tendencias dominantes en la narrativa peruana reciente con una obra que marca un antes y un después en el terreno de nuestra literatura, con diferentes niveles de universalización de la experiencia humana y cualidades destacables para explorar con originalidad e intensidad simbólica nuevos derroteros con gran coherencia artística: Carlos Herrera con Blanco y negro; Iván Thays con La disciplina de la vanidad, Miguel Ildefonso con Hotel Lima (en diálogo fecundo con el edificio de su Obra poética) y César Gutiérrez con 80M84RD3R0.
De lo esbozado, grosso modo, se desprende que el rasgo principal de nuestra tradición literaria es la diversidad de tendencias y vertientes, en fecunda conexión con nuestra heterogeneidad geográfica, étnica, lingüística, cultural..., diversidad actuante al interior mismo de la mayoría de nuestros principales escritores (desde el Inca Garcilaso y Guaman Poma de Ayala —pasando por González Prada, en un largo etcétera en el que habría que considerar a autores como Oquendo de Amat, Westphalen, Ribeyro, Loayza, Reynoso, Durand, Eielson, Rose, Romualdo, Scorza, Corcuera, Rivera Martínez, V. Herrera, Verástegui, Watanabe, Calvo, Cisneros, Curonisy, Hora Zero, Narración, Montalbetti, Santiváñez, Kloaka, Heredia, Ampuero, Cueto, T. Ruiz Rosas, Niño de Guzmán, Cárdich, Iwasaki, Prochazka, Pancorvo, Helguero, Crisólogo, Yrigoyen, De Piérola, De Souza) y que se puede entrever en escritores con mucho potencial como León Zamora, Santiago del Prado, Sandro Bossio y escritores como Santiago Roncagliolo, Luis Hernán Castañeda, Daniel Alarcón, Jerónimo Pimentel, Miguel Ángel Sanz Chung, Salomón Valderrama y Denisse Vega Farfán. La emergencia y el reconocimiento de la obra de escritores como Roberto Zeballos Rebaza y Percy Galindo son constatación de ello.
Por eso, considero inadecuado postular oposiciones simplificadoras (como la que se dio entre escritores “puros” y “comprometidos”, la que se da entre escritores “urbanos” y “rurales”, “criollos” y “andinos”, aquellos ajenos a nuestro pasado autóctono y adheridos a la “cultura occidental”), en vez de admitir nuestra multiplicidad literaria, lingüística y cultural como expresión de “Todas las sangres” que nutren nuestro Perú.
Al respecto, Peter Elmore ha señalado que los escritores con oficio, encarnan distintas tendencias, con una amplia gama de poéticas, de registros estilísticos, que pueden sostener la expectativa del lector, no como creadores de grandes obras, sino como forjadores de una 'literatura', una tradición.


2.- ¿Qué se entiende por crítica literaria moderna?

Creo que sería conveniente distinguir, como lo ha sugerido mi maestro Ricardo González Vigil, entre las distintas acepciones con que se suele asociar a la palabra “crítica”. Una primera acepción alude al estudio de la literatura en general (no importa si impresionista o riguroso, si meramente descriptivo o interpretativo), una segunda hace referencia al comentario de obras de reciente aparición y, más exactamente, una tercera acepción define el esclarecimiento de textos literarios por medio de la triple tarea de describir, interpretar y valorar (Leo Spitzer). Es esta tercera designación la que mejor caracteriza a la crítica literaria, distinguiéndola de la teoría literaria, la historia de la literatura y la simple apreciación subjetiva.
Hecha esta aclaración creo que podríamos designar como crítica literaria “moderna” (entrecomillo esta expresión por la fragilidad del significado al que remite y que nos lleva a la idea de “modernité” empleada por Baudelaire y rememora la eterna querella entre clásicos y modernos) a aquella crítica que colabora con la necesidad de una lectura competente, lo cual implica leer los textos a la luz de los códigos que el autor pone en funcionamiento. No los que el crítico quiere propiciar o imponer (aunque posea el enorme talento de un Wilson o un Bloom), sino los que han hecho posible la urdimbre del tejido que es el texto.
Recientemente Julio Ortega ha señalado con meridiana claridad que la función de la crítica es pensar que “no es propietaria de la verdad, ni establece sanciones universales ni tiene como punto de vista la eternidad”.
Como consecuencia, añadiría, la crítica debe ser flexible, sensible a la poética del fenómeno literario que examina. No debe someter los textos a la teoría, debe adaptarse a las obras. Si lo consigue, realiza su auténtica función, porque el crítico no es otra cosa que el lector más reflexivo y creativo de una obra literaria. “El crítico debe ser un forjador de lectores” ha dicho Ortega.


3.-Las reseñas literarias y los pequeños alcances periodísticos sobre literatura se pueden considerar como parte (a)sistemática de una crítica que no tiene mayores espacios de expresión, o podemos hablar de una seudocrítica o nueva tendencia dentro del proceso literario.

Como mencionaba, existen diversas acepciones que se cobijan bajo la denominación de “crítica”. Pero podemos reconocer dos espacios para la expresión crítica: uno a un nivel más formalizado (Universidades, cursos universitarios, ciertas publicaciones periódicas, talleres y diplomados) y otro que aparece en los medios masivos de comunicación y en el que, por lo general, no hay el suficiente nivel de discusión crítica.
En el primer caso, se trata de una crítica académica. En este tipo de crítica hay dos excesos: uno de ellos es la sacralización del método y hace que, a veces sea más arduo leer la crítica que las obras mismas, en una especie de “críptica” literaria. El otro exceso se da en una perspectiva diferente: el desarrollo excesivo en el contacto entre obra literaria, ideología y funciones sociales, con el riesgo de conducir el mensaje estético a términos denotativos.
En el segundo caso, está la crítica de divulgación (que en las últimas décadas parece haber disminuido debido a la poca importancia que se le concede en los medios de comunicación). Constituye una crítica casi inmediata, cotidiana y supone un crítico que tenga un amplio conocimiento de la tradición que rápidamente pueda emitir una opinión. Esto obliga a aventurar opiniones y siempre, en este caso, existe el peligro de formular comentarios arbitrarios e imprudentes.


4.-En cuanto a la especialización crítica, observo que no hay personas técnicamente calificadas para ejercer una determinada crítica, por ejemplo: González Vigil (que escribe poesía) reseña y critica libros de poesía, de narrativa y de ensayo por igual (igual sucede con casi todos los críticos limensis y de provincias). No obstante, la poesía, requiere un tipo de análisis muy diferente a la de la narrativa. Por su lado, el ensayo implica mayor cobertura cultural mientras que la poesía está más cerca al análisis lingüístico. La especialización es algo que no ha calado por estos lares, hay una especie de síndrome de Krautz. Un difuminación de las ideas. Me interesa tu reflexión.

Hoy en día, hemos olvidado y perdido tantos códigos y símbolos históricos, mitológicos, religiosos y estéticos que apenas entendemos las referencias más frecuentes para una persona culta del siglo XIX y parte del siglo XX. Nuestras referencias son, sobre todo, comerciales, cuando no políticas (y en un sentido estrecho del término). Nuestro acervo cultural nos remite a un lenguaje vacío con un vocabulario trivial que no se presta a la lectura de obras de arte.
Un caso emblemático que nos puede ayudar en la reflexión es el que glosaba el maestro Luis Jaime Cisneros en su cátedra de Narrativa del Siglo de Oro Español: en el Capítulo I de la Primera parte del Quijote, si leemos con calma, convendremos en que Alonso Quijano leía “con tanta afición y gusto” que vino a tropezar en la locura. El problema no es la lectura ni el tema de los libros, sino la manera de leer los libros.
El crítico debe “leer” la obra en su contexto histórico y como particular realización de cualidades abstractas definidas por la teoría (lo que Emil Staiger ha expuesto como lo lírico, lo épico y lo dramático).
Debe estar capacitado para ceñirse al nivel de abstracción elegido: una obra, un autor, una corriente, una época, un género. Luego, “confianza en el anteojo, nó en el ojo”, adecuar los métodos a los textos sin aferrarse a criterios inflexibles.
En el Perú, el pensamiento crítico (a pesar de los notables avances y la presencia del magisterio de críticos importantes como Alberto Escobar, Manuel Jesús Baquerizo y Antonio Cornejo Polar, por mencionar solo a algunos estudiosos peruanos) aún es muy incipiente para afrontar el “desborde” que se da en toda la sociedad y cambia la imagen de la literatura peruana que ya no se puede ver en función de un pequeño grupo o cenáculo de escritores que creía representarla (supone integrar tradiciones orales, andinas y amazónicas, las creaciones de provincias).
González Vigil apunta cómo en las páginas de El zorro de arriba y el zorro de abajo Arguedas nos brinda un testimonio inquietante y conmovedor en el que nos muestra su perturbación por no entender lo que estaba sucediendo y su desesperación porque la realidad se le escapaba de las manos... Si esto le acontece a un creador, cómo no suponer —señala González Vigil— que esto le pueda suceder a un crítico.
De ahí que se imponga un enlace vivificante entre los aportes de los especialistas y el público no especializado. Un enlace orientador, didáctico, que difunda los resultados de las investigaciones y el “estado de la cuestión”.


5.-El que un poeta critique a otro poeta, un narrador a otro narrador, etc., no lo pone en un lugar de expectativas en relación a una crítica “confiable”, creo que esto adquiere ribetes sardónicos cuando los mismos participantes de las críticas se entrevistan entre ellos en lo que he denominado el “trencito literario”. Cuál es tu opinión.

El fenómeno que describes con la expresiva figura del “trencito literario” es algo que se ha dado a lo largo de la historia de la literatura, es algo que se da en nuestros días y algo que, seguramente, se dará en los tiempos por venir (no siempre con resultados “rectos”, en todos los casos). Y, como bien señalas, no pone necesariamente al autor en un lugar de expectativas “muy confiables” en relación con resultado que se puede obtener del mismo.
Pero considero, también, que el resultado que se pueda obtener del uso del “trencito literario” dependerá (depende y ha dependido) de la honestidad y rigurosidad con la que el creador desarrolle su labor crítica (menciono como ejemplo los casos paradigmáticos de Göethe y Schiller, Verlaine y el enfant terrible Rimbaud, Flaubert y Le Poittevin, Eliot y Pound, en nuestro medio puede verse en los casos emblemáticos de Valdelomar con Eguren o el del joven Vallejo con “el gran maestro” González Prada, el del mismo Vallejo con Antenor Orrego, el de Westphalen y César Moro, el del joven Vargas Llosa con el consagrado Arguedas y, ya más próximos a nuestros días, el de Oviedo con Vargas Llosa u Oquendo con Lauer y, en su momento a un nivel latinoamericano, el del mismo Vargas Llosa con Gabriel García Marquez, el de Borges con Bioy Casares, etc.).
El ejercicio crítico debe ser riguroso, pero no rígido. Precisamente una de las cosas más difíciles de armonizar en el ejercicio de la labor crítica es la amistad con el juicio crítico (no siempre se logra ello y, como bien apuntas, la crítica se torna una actividad caricaturesca que en lugar de favorecer la lectura plena de un texto, la perjudica).


6.-El hecho de que no haya revistas de críticas (me estoy refiriendo al sistema analógico) pone en un estatus de atención a los blogs y a las revistas virtuales de literatura. ¿Qué opinión te merece esto y qué publicaciones te parecen las más relevantes?

En la actualidad, existen revistas de alto nivel que justifican afirmar que sí existe una crítica especializada, con mucha discusión metodológica. Ya he apuntado los abusos en el ejercicio de este tipo de crítica (sobretodo la crítica vinculada a la estilística y la semiótica).
Si alguna virtud tiene la crítica literaria que aparece en ese infinito campo de disputa política e ideológica que es Internet es haber sido más abierta y receptiva a toda esa diversidad que hoy exhibe la creación sumando esfuerzos a los intentos que se presentan en los medios masivos de comunicación, en los últimos treinta años.
De hecho, en el ámbito más formalizado el horizonte se torna esperanzador para el asedio de la literatura (tanto intrínseco como extrínseco del estructuralismo a la sociología). Creo que la presencia de publicaciones como Lexis, Revista de crítica literaria latinoamericana, Hueso húmero, Patio de letras, Ajos & Zafiros, Martín e Intermezzo tropical es prueba de ello.
En un plano de divulgación atado a la discusión cultural amplia vale mencionar revistas como Arteidea, El Pez de Oro, Revista peruana de literatura y Sieteculebras.
El reconocimiento de esta realidad no nos lleva a negar que aún no se alcanza la instancia de proyectos comparables a Colónida, Amauta, Las Moradas y Narración.
En Internet el espectro es abrumadoramente inagotable y tenemos, sobretodo en los últimos cinco años, una gran proliferación de revistas virtuales, páginas Web especializadas y los blogs. Destaco la encomiable labor de revistas como El hablador, Porta9, y blogs como Moleskine literario, Puente aéreo, Palincestos, La soledad de la página en blanco, Zona de noticias, Sol negro.
Sin embargo, con todo este desarrollo aun estamos muy lejos de arribar a una síntesis de nuestra trayectoria literaria, que obedezca a las nuevas concepciones y metodologías, de modo comparable a la elaborada por los estudiosos de los años veinte y treinta del siglo pasado (José Carlos Mariátegui, Luis Alberto Sánchez, Aurelio Miro Quesada Sosa, Estuardo Núñez, Jorge Basadre, Raúl Porras Barrenechea, A. Tamayo Vargas, A. Tauro, etc.) a pesar de las limitaciones tecnológicas de su tiempo.


7.-Existen varias corrientes de crítica literaria, una, por ejemplo, se base en el estudio filológico, otra es más socio-cultural y, otra, es más fijada en el público lector (la periodística); hay por cierto otras tendencias, pero creo que todas pasan por el hecho de “escribir bien”; ahora “escribir bien” no significa, precisamente, escribir para las grandes mayorías. Hay una cuestión de mercado detrás de todo esto. Cómo lo ves tú.

El ejercicio de la crítica literaria (se dé en un nivel técnico o en el de los medios masivos de comunicación) requiere de una persona que está obligada a conocer Teoría Literaria, Metodología, Historia, etc., pero que debe esforzarse por llegar en forma cristalina e iluminadora a sus lectores.
El propósito esencial de la crítica literaria es un reto complicado y un desafío abierto en una época en la que hemos perdido la costumbre de lo difícil, lo profundo y lo lento. Es muy complicado (no imposible) hacer que niños y jóvenes educados al ritmo del zapping, el videojuego y el Chat, se tomen el tiempo de sentarse a disfrutar y gozar con la lectura de un libro. Internet propone todo en un tiempo presente perenne.
La crítica académica y la crítica de divulgación son necesarias y deberían estar relacionadas y favorecerse recíprocamente. Sin embargo, en países como nuestro Perú con muchas carencias culturales, la finalidad de la crítica literaria sería ponerse al servicio de la mayor cantidad de lectores.
El que no se haga no solo es una cuestión de mercado, creo que es un asunto vinculado al manejo del poder aunque habría que precisar a qué se alude con esto. Pero la responsabilidad de la crítica literaria sí se puede señalar si no cumple con su designio y considera que su función es solo contribuir a la inflación retórica de un dominio especializado del conocimiento (ajeno por completo al contexto y la circunstancia en los que se desarrolla). Su error se puede evidenciar si cree que su fin es hacer creer que los poemas, las novelas, los dramas proliferan con el único objeto de producir ciertos desordenamientos formales en el cuerpo lingüístico. La crítica, de un modo conciente o inconsciente, nos ayuda a leer el mundo.
Una cosa que me parece enojosa es que nuestra incapacidad para leer nuestra realidad esté llegando a extremos tales que se acepte como natural o con indiferencia el hecho que nuestros niños se distancien del placer de leer al llegar al colegio. Y resulta irritante que se culpe de ello solo a los profesores. Olvidamos que los seres humanos nacemos como animales lectores. Somos seres que, por tener conciencia de nosotros mismos, venimos al mundo tratando de desentrañarlo. Olvidamos que la aproximación de los seres humanos al maravilloso mundo del lenguaje se da en el hogar, con los padres. El asunto de la lectura de libros es otro asunto y tiene que ver con el control del poder. Como ha señalado Alberto Manguel “Encontrar ese libro que está escrito para nosotros es hallar un arma para enfrentarse al mundo”. Y eso no es conveniente para quienes ejercen el poder.
Necesitamos palabras para dar coherencia al mundo que nos rodea, sobre todo en este momento de locura, de estulticia casi voluntaria; hay que reflexionar sin dogmas. Sabemos casi exactamente cuándo nos quedaremos sin petróleo, sin agua, y no hacemos nada. Las palabras son hoy más necesarias que nunca. (“Tristes armas/ Si no son las palabras. /Tristes, tristes.” dicen unos versos de Miguel Hernández).
Se necesita el filtro del vocabulario simbólico para poder acercarnos no solo a los antiquísimos conocimientos, sino también —y eso resulta muy peligroso— la preparación para comprender los discursos políticos de naturaleza bélica como los de la administración Bush (o un McCain) o lo que conlleva el mensaje de la maquinaria de la campaña que bajo el eslogan “cambio” desarrolla el candidato Obama (sin ofrecer argumentos con razones sustanciales para esperar “cambios” esenciales), no hay respuestas: se acepta la propaganda porque no se dispone de los conocimientos que nos vinculen con una tradición de discursos políticos que nos permitan no estar indiferentes ante el maltrato excluyente y los hábitos autoritarios en la vida cotidiana. Quienes están en el poder nos dicen que para sentir placer tenemos que olvidarnos del mundo, escuchar cifras, someternos a normas autoritarias, amar los símbolos y no lo simbolizado, dejarnos subyugar por míseros paraísos,… deshumanizarnos.
Pero el auténtico placer, el que nos alimenta y nos anima, el que nos redime tiende a lo contrario: a tomar conciencia de que somos humanos, que existimos como pequeños signos de interrogación en el vasto texto del mundo.
Si le diésemos a la educación la importancia que le damos a otras cosas en la sociedad descubriríamos el poder de la lectura. Y es que una de las cosas esenciales que proporciona la lectura es aprender a pensar, y no hay nada más riesgoso para el poder que un pueblo pensante.
Los esfuerzos de la crítica se aúnan a todas las grandes tentativas del arte moderno dirigidas a restablecer el diálogo entre las cosas, el hombre y el lenguaje.


8.-Qué opinión te merecen críticos como (voy a mencionar algunos nombres): José Miguel Oviedo, Abelardo Oquendo, Ricardo González Vigíl, Gustavo Faverón Patriau, Víctor Coral, Javier Ágreda, etc.

Baste decir por el momento que la labor crítica de las personas que mencionas debe ser apreciada manteniendo en claro el tipo de crítica que ejercen y sus aportes a la comprensión del desarrollo del “proceso de la literatura”.
En ese sentido, resultan innegables y fundamentales los aportes de Oviedo (con un consenso sobre la significación de Estos 13, su aporte a la labor critica respecto de la obra de Mario Vargas Llosa, el balance de la creación en Historia de la literatura hispanoamericana); de González Vigil (sus aportes al estudio de autores como Garcilaso, Vallejo, Arguedas y sus asedios a la poesía y narrativa breve peruanas en sus monumentales antologías, amén de su labor divulgadora sensible como un sismógrafo a los cambios en el proceso de la literatura, no solo peruana, principalmente a través de su columna Letra viva del diario El Comercio) y de Oquendo (animador, junto a Lauer, de Mosca Azul editores, la excelente Hueso Húmero y ávido promotor del diálogo y la discusión a través de su columna Inquisiciones en el diario La República) resultan innegables. El caso de Faverón Patriau resulta un caso ejemplar de la seriedad y rigor con los que se renueva la tradición crítica en nuestro medio (avance de ello son sus calas a la narrativa peruana, su introducción al tema de las rebeliones indígenas del siglo XVIII en Hispanoamérica, Rebeldes, y su antología Todas las sangres). En estos tres casos, resulta significativo (sobretodo en el de González Vigil) el afán de establecer un nexo vivo entre los estudiosos de la literatura y el lector.
En los casos de Coral y Ágreda el punto es otro. Su labor más conocida está vinculada a la crítica que aparece en los medios masivos de comunicación. El primero, atento al potencial de la escritura crítica —como lo prueban sus prólogos y aproximaciones a diversos autores—, no ha desplegado ni sistematizado aún una obra crítica equivalente a su obra de creación (en verso y prosa). El segundo, con una plausible labor de registro, informa y valora de un modo constante y sistemático sobre los libros que acaban de publicarse o acaban de llegar a nuestro medio (dan fe de ello sus columnas que bajo el título de Jaque perpetuo publica en el diario La República y, recientemente, su página en el suplemento Primera Semana del diario La Primera).
Habría que, para no ser injustos, destacar la labor otros valiosos críticos como Julio Ortega, Luis Loayza, Marco Aurelio Denegri, Tomás G. Escajadillo, Enrique Ballón Aguirre, Ricardo Silva-Santisteban, Francesca Denegri, Carlos García Bedoya, Jorge Wiesse, Peter Elmore, Susana Reisz, Carlos Villanes Cairo, Ana María Gazzolo, Camilo Fernández Cozman, Miguel Ángel Huamán, Jorge Valenzuela, Gonzalo Espino, Jorge Flórez-Áybar, Guillermo Niño de Guzmán, José Antonio Mazzotti, Jorge Coaguila, Gonzalo Portals, Ricardo Virhuez, Luis Fernando Chueca, José Ignacio Padilla, Carla Sagástegui, Juan Carlos Galdo, Dorian Espezúa, Ricardo Sumalavia, Marcel Velázquez Castro, Darwin Bedoya, Paul Guillén, Raúl Jurado, Gabriel Icochea, Manuel Erausquín, Carlos M. Sotomayor, Agustín Prado, Alberto Valdivia,... pero hacer un juicio crítico personificado de su labor sería una licencia excesiva de mi parte a la presunción.
Seguramente podrá señalarse limitaciones y divergencias en el ejercicio de la crítica (lo he hecho en su momento), pero en este instante mi función no es dogmatizar ni pontificar, disiento de la exhibición del mal uso de la crítica concebida como una operación negativa. La crítica es constructiva. Baste señalar, por mi parte, que lo único que me parece insoportable es el ejercicio de la crítica literaria que desarrolla una especie de vanidad por la simpleza, que hace que la gente se enorgullezca de no pensar, que considere a la literatura solo como un mero entretenimiento y que margine y excluya al lector de su labor. Ya gran parte de lo que nos rodea parece estar creado para que no pensemos. No es que en la actualidad haya menos lectores (siempre los lectores han sido parte de, tomando prestada la expresión de Juan Ramón Jiménez, “la inmensa minoría”), pero estamos perdiendo el respeto por algo que antes se consideraba muy importante. La lectura se ve como una actividad sospechosa porque el que lee parece aislarse socialmente; pero eso no es cierto: leer es una forma de conocer el mundo e involucrarse con él.
El crítico debe colaborar con la comprensión cabal del texto, del autor, el movimiento o el fenómeno literario en cuestión. Pero debe ser conciente de que ninguna lectura agota la riqueza de una obra. Al respecto ha señalado Enrique Vila-Matas que todo libro contiene libros que se han perdido dentro del proyecto final del libro que se termina publicando. Son libros que no están al alcance de ningún crítico, pues son los “libros invisibles” esenciales de la literatura que manifiestan uno de los rasgos particulares de las grandes obras: la creatividad, la connotación polisémica (la ambigüedad) que genera tantos problemas de interpretación y valoración, capaz de permitir lecturas opuestas. Por eso, Umberto Eco no habla de Poética, sino de poéticas (en plural y minúsculas). Por eso, Yuri Lotman escudriña la condición literaria de un texto en las codificaciones culturales de una colectividad.
Sin embargo, la conciencia de esta limitación (“el dolor del crítico” dice Vila-Matas) no apaga sino estimula la búsqueda del crítico “uno que fuera tan osado como el gran novelista que está leyendo y que ha llegado con su libro hasta el crítico tras un viaje de derivas invisibles, no aptas para críticos imperfectos”.



9.-No sé si antes, pero ahora los críticos ya no buscan los libros a “criticar”, son los autores, las editoriales y ciertos testaferros los que, presurosos, buscan a los críticos. Este hecho influye de alguna forma en los resultados de apreciación de los libros.

Lo que mencionas es un hecho que no tiene que ver, en sentido estricto, con el libro y la literatura, y no es exclusivo de esta época; quizá hoy se hace más evidente por el grado de desarrollo de la pujante industria editorial. Es claro que es este uno de los factores (no el único ni el principal, necesariamente). La industria editorial, en muchos casos, se ha convertido en fabricante de “productos” llamados “libros” y está llena de negociantes que han decidido meterse en el mundo del libro y aplicar, legítimamente, al libro las leyes del mundo del comercio (hoy en día existen libros con “fechas límite de venta” lo que es una de las peores circunstancias que se ha adueñado del medio editorial) y hacen creer que la literatura es solamente una cuestión de compra y venta quitándole su esencia. Al respecto, quiero citar unas declaraciones de Jorge Herralde que no se deben olvidar: “Lo más importante es el autor, evidentemente. Luego está el mensaje implícito que quiere dar toda editorial literaria” y no solo literaria, añadiría.
Estamos, entonces, viviendo como elementos en un engranaje que está construido para hacer dinero, sin importarnos cuál es el costo ni el resultado aparte del financiero. La crítica (y la creación) literaria, en este contexto, no está —ni ha estado— al margen de este mecanismo. La globalización como fenómeno producido por las comunicaciones y el desarrollo de la industria editorial son hechos inevitables y oponerse a ellos es tan absurdo como pretender detener el tiempo. La globalización capitalista y la industria editorial mercantilista que están en marcha son cosas diferentes, y contra ellas sí podemos opinar y actuar en uso de nuestra razón y de nuestros legítimos derechos como lectores y ciudadanos.
No tengo cómo hacer apología del mundo que resultará de tal oposición, pero sí creo que podemos denunciar los peligros y riesgos que la actual orientación de la globalización y la industria editorial comportan.
Ya Octavio Paz había manifestado que el poeta, el artista en general, ha terminado por estar en la megalópolis industrial mecanizada con sus heterogéneas concentraciones de muchedumbres humanas y de individuos solitarios, falto de un “lugar” y un “status”; y la poesía, por extensión la literatura, ha terminado por ser considerada inútil y ornamental, además de separada del contacto directo con el público. Esto debido a una creciente circulación comercial de la poderosa industria editorial y un mecanismo crítico que crea a su alrededor pequeños círculos de iniciados, muchas veces, con criterios inflexibles que pone en funcionamiento una labor ajena al anhelo de una crítica rigurosa.
Pero una mirada a la historia de la literatura, nos muestra como el ejercicio de la crítica (y la creación) literaria sanamente entendido no desaparece en situaciones de crisis, sino que, cual Ave Fénix, renace siempre fulgurante de las cenizas.


Agradezco tus respuestas, ojalá lo vertido aquí nos ayude a discernir (y construir, quizá con el tiempo se logre esto) en el correcto papel de una crítica literaria que, por ahora, luce bastante desnutrida y, por ratos, alejada de la realidad. Hasta otra oportunidad.

Yo agradezco tu amabilidad y hospitalidad, por darme la posibilidad de reencontrarme con la reflexión de viejos y nuevos maestros y dialogar con ellos. Creo que como señalas, en muchos aspectos, la labor de la crítica literaria es limitada y en muchos aspectos aun está haciendo sus pinitos iniciales. Diverge de la extraordinaria madurez de nuestra poesía y narración, tal vez porque ella sufre de modo inmediato y radical la anemia y anomia culturales de nuestro país (insuficiencia de bibliotecas actualizadas, conocimiento de varios idiomas, acceso a buenas traducciones, profesores de literatura preparados, insensibilidad de nuestros gobernantes, etc.).
Es innegable que la actual crisis moral, que afecta la legitimidad del sistema político y trasciende las fronteras nacionales y las del Tercer Mundo, puede devenir en cualquier momento en crisis política. Y esto, obviamente, también repercute en el terreno de la creación y recepción literarias (y artísticas). El asunto desborda el escenario cultural, la crisis actual no es responsabilidad de la crítica, a la que, en el ámbito literario, se acusa de propiciar o imponer autores y lecturas que fuerzan y distorsionan el mensaje de las obras. El que ello ocurra no es solo responsabilidad del crítico, es también responsabilidad del “hipócrita” lector. Este no cuestiona, no interroga al texto, a la tradición; solo busca respuestas. Se olvida de que la lectura es creación y como tal exige sacrificios.
Ante lo señalado, quizá resulte un lugar común afirmar que el Perú es un país con una enorme fuerza, lo cual no hace menos cierta esta afirmación. El Perú está condenado a ser grande. Nuestro país tiene ingentes recursos energéticos y mineros, una cantidad de recursos en las dos grandes materias primas del futuro: el agua y el oxígeno. Pero ahí no acaba la historia, porque también me importa hacer notar lo esencial: las reservas de optimismo, ingenio y dignidad de sus ciudadanos que, en medio de todo, enriquecen y redimen en el día a día a nuestro “Perú del mundo/ y Perú al pie del orbe”...
Se puede esgrimir razones para el pesimismo y el escepticismo, pero que, al lado de la insensibilidad y frivolidad de los gobernantes, de la escasa importancia que se le otorga a la vida humana, de tanto discurso grandilocuente y vacío, en el Perú se escriba tan alta literatura, solo puede ser un signo inequívoco de tiempos mejores.


(Arriba: foto de David Abanto tomada por Marcia Abanto)