Gerson Paredes Coz es el heredero huanca de la cultura protoindígena (pre y post incaica) que viene resistiendo desde hace más de 500 años la opresión invasora del “hombre blanco” (los remanentes de los godos, delincuentes, bucaneros, malvivientes, lumpenes y criadores de chanchos que irrumpieron en estas tierras sagradas) y de sus sobrevivientes: los criollos, acriollados, seudoamestizados y oportunistas felipillos que se sucedieron –y se suceden- unos a otros y heredan su (léase nuestra) fortuna y sus (léase nuestros) gobiernos, secuestrando, de esta forma, la libertad, la paz, la política, la economía y la armonía de estos pueblos. El autor sabe bien esto, por eso este hermoso libro escrito, al parecer, entre apus y ríos maravillosos, entre el vuelo del cóndor y el “chillido” de la chinchilla, quizás en la avenida Real de Huancayo o en su hermoso “Parque de la identidad” rodeado de cerros bajo una copiosa lluvia en invierno y un radiante sol en verano, cuando no en su consultorio de la avenida Venezuela y las callecitas poéticas aturdidas por el tráfago de los autos y los ambulantes del distrito de Breña, nos entrega la visión casi en trance de Ayahuasca, mescal o san pedro de alguien que ha visto que la cultura, la ideología y la misma vida están siendo amenazados por tecnologías contaminantes, brazo armado de una ciencia (que por ratos nos hace recordar al “mono con metralleta”) que se regodea en producir cuasi excrementiciamente inventos alienantes, deshechos radioactivos como el uranio, variantes del plutonio, cadmio, plomo, freón, etc., con los que se construyen los celulares, mp3, laptos, cámaras digitales, televisores de plasma, blackberrys, Ipos, etc., que enloquecen la conciencia de los hombres, acortan los espacios lejanos pero nos apartan del hermano que está a nuestra diestra, del hijo que necesita consejos del padre o del abuelo que necesita de unas palabras o de un abrazo. Aparentemente nos alivian y aligeran la vida pero destruyen la naturaleza y corrompen el espíritu. Y así la realidad se presenta en colores que parecen nítidos pero que en el fondo son una burda imitación del espectro que ofrece la naturaleza, la parábola del arco iris, los colores del tahuantinsuyo. Al fin y al cabo todo ello son supinas avaricias que se transmutan e involucionan en mercados o centros de abasto donde el valor de la sangre de los ancestros no vale ni un pepino y ante el cual el autor clama: Wiracocha: Padre mío recibe las plegarias/ De esta rebelde criatura corazón de piedra/ Que insiste en su lucha contra los profanadores/ Dame el coraje del jaguar el ojo de águila/ La sagacidad del zorro y la paciencia del búho/ Bendice mi honda para defender al maíz/ concédeme tu gracia cuando llegue la noche.Y para los que saben que el estúpido etanol no solo es un mal reemplazo del petróleo sino que condiciona a la naturaleza a producir lo que la máquina –y la lumpen burguesía imperialista- necesita y no lo que el hombre requiere realmente; por eso para llenar el tanque de un auto moderno se necesitan 300 kilos de maíz. Al margen de qué tipo de grano sea el requerido, podemos preguntarnos a quien diablos le importa esto. Acaso los gobiernos con sus estúpidos TLCs protegen al campesino condenado a una agricultura extensiva y a precios de sorna, al humilde artesano maltratado por las empresas turísticas y por las dádivas del extranjero (la xenofobia se ha convertido en la antítesis a los bajos precios de sumisión y sujeción ante lo extranjero o extranjerizante), al obrero condenado a la esclavitud moderna y a sueldos irrisorios, casi siempre con derechos recortados o leyes que no se cumplen y a que a nadie interesa que se cumplan. No son acaso ellos quienes bloquean las carreteras y recurren -con justo derecho- a las huelgas como medidas de fuerza para que sus reclamos sean atendidos. Sin embargo, el Perú oficial no duda en mandarles a los esbirros y a las fuerzas pretorianas para imponer el orden, colocar los grilletes y entablar las cangas. Por ello, sorprende que “Ceremonia del Retorno” en estas épocas post ceveerres y con un neo resurgimiento de la subversión subvencionada por capos del narcotráfico (recordemos el atentado de hace unos días en Tingo María), apunte lo siguiente: Que la tierra blanca corrija nuestros caracteres/ Que los convierta en caracol escarlata de los océanos/ Y conceda la fuerza del rayo a nuestras voces// Estamos aquí resistiendo/ Los extirpadores no acallaron la dulce voz/ De las azucenas en la gran pradera/ Al igual que muchas naciones originarias,/ Como nuestros hermanos dakotas y lakotas/ Hemos salido del mundo silencioso/ y declaramos la guerra a los profanadores/ de nuestras panacas y tesoros ancestrales.Y es que si nos damos cuenta esta declaratoria de guerra, esta renovación del Pachacuti o renacer de la cultura tawantinsuyana, de los hermanos Ayar, las orgullosas Mamakunas, Los tercos Túpaq Amarus, Los Yupankis, Los Cahuides, etc., no solo es “bello verso” sino que el magnetismo de su voz implica una pluralidad y representa el sentir de una nación debajo de otra nación, una voz natural apagada por una voz cuadrafónica y artificial que funge de oropel, pátina y ludibrio, y cuya cara visible son los politiqueros y las castas partidocráticas (la oligarquía compuesta por una burguesía parasitaria o burocrática con pretensiones rafaelistas o victorianas, y una burguesía compradora con mentalidad esclavista o en su exceso, o a falta de él, con características del despotismo ilustrado) que no tienen nada que ofrecer más que su odio, su avaricia y su mediocridad. Y no nos olvidemos que esa imagen de fuenteovejuna repetida en Ilave-Puno no está tan lejos de un Deja Vú, pues el pueblo enfurecido a veces discurre como una erupción volcánica, una lava ardiente que incinera como en un rito mágico todo lo que le perturba y hace daño. El poeta dice: “Cuando la criatura llegue/ Con su inevitable espiral/ Enciendan mi cuerpo/ Como tributo a la oscuridad. Pg. 30. O sea, cuando ocurra lo evidente y si no estoy o no puedo estar con ustedes: aquí tienen mi canto, mi palabra con la que se ha de encender la pradera, la pradera literaria se entiende, para quienes crean que la literatura está aislada de las ciencias sociales simplemente será la luz de una vela en una casa de esteras, para los que consideren que la literatura es intrínseca a los procesos sociales y a la dinámica del pueblo del cual emerge entonces este libro será como un evangelio incrustado en la realidad del Pachacuti. Una luz de un parhelio, refulgente y vital.
.A propósito de ello leamos unas líneas de Virgilio Roel en su “Indignidad y Revolución” pg. 28: “Con los extranjeros, vino la edad de las tinieblas, de la humillación, de la opresión y de la regresión, aunque en cada pueblo y en cada ayllu, quedó esperando la luz para volver. Sabiendo que la luz volvería, nunca dejamos de resistir. El momento supremo de esa resistencia, se presentó con el sublime alzamiento de Túpaq Amaru; este nombre significa entre otras cosas, rayo serpenteante y sagrado, lo que indica que debió ser el Pachacuti de la redención, pero no fue así, porque el ciclo de las tinieblas no había terminado aún. Así entramos a los tiempos modernos, en que nosotros conquistamos la libertad política de Sudamérica, derramando nuestra sangre, con la generosidad que los indianos siempre ponemos en nuestros actos; pero, como toda libertad conseguida dentro del sistema occidental, ella no fue auténtica sino mentida, puesto que la opresión y la miseria continuaron, hasta que hemos llegado a los días que corren en que el occidente toca su punto más álgido de degeneración y crisis. En este punto, el mundo sabe ya que todas las opciones occidentales se han agotado, porque ya nada nos puede ofrecer. Hoy la oscuridad es mayor. Pero tras esa oscuridad está la luz india.Así, de esta manera cíclica es que ahora estamos ante el umbral de un nuevo Pachakuti, de la gran revolución libertadora, que dará inicio a la nueva y grandiosa edad de la luz, y la luz es el Sol, y el Sol son los Inkas; por eso es que esta nueva y fulgurante edad, será nada más y nada menos que un retorno al Tawantinsuyo, que abarcando a toda la tierra, lleve a la humanidad a la gloria de unirse a Pachamama, en un fantástico experimento creativo y de realización”.El poeta sabe de la circularidad, del eterno retorno -no nietszcheano sino andino- del Incarri (revisar la chacana prostituida por Alejandro Toledo) y la renovación de fuerzas para defender lo nuestro y que está siendo usurpado por viles delincuentes despóticos, vulgares mercachifles y bastardos enceguecidos por el oro y los falsos placeres (no epicúreos ni cireneicos), por eso y ya casi de despedida apunta en la pg. 69: “El guardián de madrugadas anuncia:/ Hoy no llegará/ El pan ha sido postergado otra vez/ Ruidos de cadenas/ Alejan mis ensueños/ Enciendo el último cerillo/ E invoco entre música ritual// Nada es imprescindible/ Se oye grave/ Finalmente somos números// He perdido el idioma de infancia/ Mi voz se extingue/ pronto llegaré a tu mesa/ Dime si llevas los días que busco// Todo es circular (espero mi turno).En una interpretación facilista y egoísta podemos presumir que el poeta encarna al Incarri, que en esa circunferencia del retorno espera su turno. Sin embargo, para quienes conocemos al poeta y su visión humana cercana a la filantropía, sabemos que él habla desde y para sus hermanos olvidados. Su canto no es la música de hollywood (bollywood es el remedo hindú tercermundista y chollywood la fanfarria de seudoactorcillos entregados a la estupidez) ni la tonadilla debajo de la ducha, su voz es el rugido de las masas expoliadas, es el cantar de gesta de la cultura huanca, es el coro de los yanaconas, no las trompetas de jericó pero sí los pututus, las antaras, las zampoñas, el wakra pukuy de nuestros ancestros andinos; y en ella –o a través de ella, o sea la voz- la de los chancas, la de los Shipibos, Conibos, Cashibos, Aguarunas, Arahuacas, Marinahuas, Sharanahuas, Setebos, Yaminahuas, Cashinahuas, Morunahuas, Cujariñas, Mastanahuas, Isconahuas, etc. No nos olvidemos que las razas son productos de los climas de lo que se desprende que el Perú es cóctel exquisito de razas e incluso como anotan los ceramios de la cultura Vicus aquí también hubieron gentes con barba, viajeros en balsa que descubrieron otros mundos como los Chinchas quienes con su líder Chinchay Cápac comercializaban esmeraldas y espóndilos los cuales llevaban hasta lo que ahora es centroamérica. Gerson comprende bien la historia de sus ancestros y como buen rapsoda intenta ser la voz de los sin voz, su megáfono y su bomba; como lo diría mallarmé, seducido (aunque negado mil veces) por los anarquistas de fines del siglo XIX, “mi bomba es mi libro”.
Por eso podemos asegurar que Gerson Paredes Coz es el representante y fiel heredero de una cultura letrística encabezada en la literatura por José María Arguedas, Miguel Gutiérrez, Oswaldo Reynoso; en la sociología por Virgilio Roel, Flores Galindo, Mariátegui, etc.; en la música por Jaime Guardia y Raúl García Zárate. En teatro, el teatro campesino de Zavala Cataño, actualmente preso; en pintura Julia Codesido, Enrique Camino Brent, Alicia Bustamante; en antropología e investigación del lenguaje: Victoria de la Jara. En matemática e investigación científica el maestro José Grillo Anunziata, etc. Y que ha tenido sus héroes no solo en Túpac Amaru, Atusparia, Uchcu Pedro, o Avelino Cáceres durante la guerra con Chile, sino, también, en Pedro Huillca, a fines del siglo XX, asesinado por el servicio de inteligencia, y en millones de andinos que no se sienten parte de esa costra llamada poder y desgobierno y que reclama un cambio urgente acorde a los tiempos, y que, como estamos viendo implica una “Ceremonia del Retorno” hacia el Incarry, hacia la renovación pacífica --pero firme y sin titubeos-- por siglos, esperado.
.A propósito de ello leamos unas líneas de Virgilio Roel en su “Indignidad y Revolución” pg. 28: “Con los extranjeros, vino la edad de las tinieblas, de la humillación, de la opresión y de la regresión, aunque en cada pueblo y en cada ayllu, quedó esperando la luz para volver. Sabiendo que la luz volvería, nunca dejamos de resistir. El momento supremo de esa resistencia, se presentó con el sublime alzamiento de Túpaq Amaru; este nombre significa entre otras cosas, rayo serpenteante y sagrado, lo que indica que debió ser el Pachacuti de la redención, pero no fue así, porque el ciclo de las tinieblas no había terminado aún. Así entramos a los tiempos modernos, en que nosotros conquistamos la libertad política de Sudamérica, derramando nuestra sangre, con la generosidad que los indianos siempre ponemos en nuestros actos; pero, como toda libertad conseguida dentro del sistema occidental, ella no fue auténtica sino mentida, puesto que la opresión y la miseria continuaron, hasta que hemos llegado a los días que corren en que el occidente toca su punto más álgido de degeneración y crisis. En este punto, el mundo sabe ya que todas las opciones occidentales se han agotado, porque ya nada nos puede ofrecer. Hoy la oscuridad es mayor. Pero tras esa oscuridad está la luz india.Así, de esta manera cíclica es que ahora estamos ante el umbral de un nuevo Pachakuti, de la gran revolución libertadora, que dará inicio a la nueva y grandiosa edad de la luz, y la luz es el Sol, y el Sol son los Inkas; por eso es que esta nueva y fulgurante edad, será nada más y nada menos que un retorno al Tawantinsuyo, que abarcando a toda la tierra, lleve a la humanidad a la gloria de unirse a Pachamama, en un fantástico experimento creativo y de realización”.El poeta sabe de la circularidad, del eterno retorno -no nietszcheano sino andino- del Incarri (revisar la chacana prostituida por Alejandro Toledo) y la renovación de fuerzas para defender lo nuestro y que está siendo usurpado por viles delincuentes despóticos, vulgares mercachifles y bastardos enceguecidos por el oro y los falsos placeres (no epicúreos ni cireneicos), por eso y ya casi de despedida apunta en la pg. 69: “El guardián de madrugadas anuncia:/ Hoy no llegará/ El pan ha sido postergado otra vez/ Ruidos de cadenas/ Alejan mis ensueños/ Enciendo el último cerillo/ E invoco entre música ritual// Nada es imprescindible/ Se oye grave/ Finalmente somos números// He perdido el idioma de infancia/ Mi voz se extingue/ pronto llegaré a tu mesa/ Dime si llevas los días que busco// Todo es circular (espero mi turno).En una interpretación facilista y egoísta podemos presumir que el poeta encarna al Incarri, que en esa circunferencia del retorno espera su turno. Sin embargo, para quienes conocemos al poeta y su visión humana cercana a la filantropía, sabemos que él habla desde y para sus hermanos olvidados. Su canto no es la música de hollywood (bollywood es el remedo hindú tercermundista y chollywood la fanfarria de seudoactorcillos entregados a la estupidez) ni la tonadilla debajo de la ducha, su voz es el rugido de las masas expoliadas, es el cantar de gesta de la cultura huanca, es el coro de los yanaconas, no las trompetas de jericó pero sí los pututus, las antaras, las zampoñas, el wakra pukuy de nuestros ancestros andinos; y en ella –o a través de ella, o sea la voz- la de los chancas, la de los Shipibos, Conibos, Cashibos, Aguarunas, Arahuacas, Marinahuas, Sharanahuas, Setebos, Yaminahuas, Cashinahuas, Morunahuas, Cujariñas, Mastanahuas, Isconahuas, etc. No nos olvidemos que las razas son productos de los climas de lo que se desprende que el Perú es cóctel exquisito de razas e incluso como anotan los ceramios de la cultura Vicus aquí también hubieron gentes con barba, viajeros en balsa que descubrieron otros mundos como los Chinchas quienes con su líder Chinchay Cápac comercializaban esmeraldas y espóndilos los cuales llevaban hasta lo que ahora es centroamérica. Gerson comprende bien la historia de sus ancestros y como buen rapsoda intenta ser la voz de los sin voz, su megáfono y su bomba; como lo diría mallarmé, seducido (aunque negado mil veces) por los anarquistas de fines del siglo XIX, “mi bomba es mi libro”.
Por eso podemos asegurar que Gerson Paredes Coz es el representante y fiel heredero de una cultura letrística encabezada en la literatura por José María Arguedas, Miguel Gutiérrez, Oswaldo Reynoso; en la sociología por Virgilio Roel, Flores Galindo, Mariátegui, etc.; en la música por Jaime Guardia y Raúl García Zárate. En teatro, el teatro campesino de Zavala Cataño, actualmente preso; en pintura Julia Codesido, Enrique Camino Brent, Alicia Bustamante; en antropología e investigación del lenguaje: Victoria de la Jara. En matemática e investigación científica el maestro José Grillo Anunziata, etc. Y que ha tenido sus héroes no solo en Túpac Amaru, Atusparia, Uchcu Pedro, o Avelino Cáceres durante la guerra con Chile, sino, también, en Pedro Huillca, a fines del siglo XX, asesinado por el servicio de inteligencia, y en millones de andinos que no se sienten parte de esa costra llamada poder y desgobierno y que reclama un cambio urgente acorde a los tiempos, y que, como estamos viendo implica una “Ceremonia del Retorno” hacia el Incarry, hacia la renovación pacífica --pero firme y sin titubeos-- por siglos, esperado.
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