Mario Munive.
Los demonios que busca la policía no se esconden en El Averno. Que esta taberna-ágora-galería y bar del jirón Quilca lleve el nombre de la antesala del infierno tiene que ver con una opción artística, con un rollo contracultural. No hay razón ni indicio para sospechar que este buen lugar sea también una guarida de terroristas y desalmados. ¿Será muy difícil que entienda eso Luis Alva Castro, o su lenguaraz Octavio Salazar?
La noche del viernes 28 de marzo una veintena de policías irrumpió en El Averno. Buscaban terroristas en esa fauna insomne de intelectuales, artistas, músicos y subtes que nocturna en Quilca. Pidieron papeles a gritos y revisaron hasta las cajitas de fósforos. Les llamó la atención una tropa de sikuris y se cargaron a todos los músicos.
En la víspera asaltaron Yacana, otro local alternativo. Allí arruinaron una exposición de Bellas Artes, ficharon a los ‘sospechosos’ y por poco se llevan al dueño. Lo acusaban de vender droga en la barra del bar. No era la primera incursión en Yacana. El 14 de marzo boicotearon un recital de poesía y atacaron a la organizadora. Esa misma noche –lo ha recordado el músico Piero Bustos– cien policías cerraron Quilca. Filmaron a todos y se fueron con más ‘sospechosos’. ¡Muchos eran clientes de las librerías y bebedores de los bares!
¿Es en este barrio bohemio y cultural donde Alva Castro piensa atrapar a los aliados de Marulanda y Tirofijo?
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