El Retablo de Julián
Por Rafael Inocente
Quizá para algunos el vocablo retablo evoque nada más —pero nada menos— a las famosas artesanías ayacuchanas representativas de la complejidad de un mundo hoy casi inexistente en el Ande peruano. Para cualquier muchacho desnutrido en los tugurios húmedos de Lima, el término retablo le hará añorar seguramente la zona más nórdica de Comas, aquel garbanzal de discotecas, pubs y chiquillas aligeradas de ropa y modales que deforman sustantivos con el sufijo ex (Jorgex, Carlex, Retablex, amix) y se revuelcan con chiquillos alfondohaysitio al ritmo de la ortocumbia (de Tarapotooo, Peerúuu) mientras bailan por un sueño, ribeteado de celulares chinos, autos relucientes y estadísticas mandraqueadas. Pero pocos, muy pocos, sabrán que Retablo es el título de una de las mejores novelas escritas en el Perú en los últimos años, concebida por el ayacuchano Julián Pérez Huarancca (1954), quien tiene en esta solitaria labor de crear ficciones, muchos más años y harto más arte que cualquiera de los karate kids que se empeñan en hacer creer a europeos e ingenuos que un abril rojo de salsa de tomate les brindará una hora azul de lectura grata y provechosa. ¿Por qué entonces esta novela sigue siendo casi desconocida después de tres silenciosas ediciones? Pregúntale a la noche.
Empecé a leer Retablo en el baño, a mucha honra. Y ya veo las sonrisas cachacientas. No es el consuelo intelectual del constipado, esto de leer en el baño. Es en el excusado en donde quienes disponemos de escaso tiempo enriquecemos el espíritu. Además, como que resulta gratificante intercambiar el producto del catabolismo, por uno de carácter intelectual, mucho más valioso y etéreo si se quiere, que la acumulación nitrogenada que nos encantaría faxear a Alan García. Imposible leer de un tirón novela tan dolorosa y multiforme. Tal vez un cuento pueda leerse de un empellón sentado en el inodoro. El tirón que puede permitirte aliviar el rumen en diez minutos, no más, por las almorranas. Pero no fue así. Abstraído como estaba con las deliciosas narraciones que intercala Julián Pérez en Retablo, mi abstracción fue tal, que no reparé en que otros, urgidos por la opresión del cuajar golpeaban la puerta del sanitario, notablemente incómodos ante mi involuntaria demora. Proseguí con mi lectura en una combi asesina del Callao. Sucedió lo mismo. Tanta fue mi concentración en las múltiples historias que se cuentan, que incluso no increpé al chófer de la Colonial por la atroz tortura con la que estos humanoides maltratan a los pasajeros: el infame reggaetón de la hez centroamericana que florece en Yankilandia, pasó inadvertido en esta ocasión a mis oídos. Por la noche, convertido en un zombie silencioso, mi lectura continuó, ahora sí en paz, más allá de la medianoche, al filo del lecho conyugal.
Bien. Leer Retablo es reconocer el Ayacucho que sangra hasta hoy y es también recordar por qué Ayacucho es el pueblo heroico, paradigma de identidad nacional, cuna de centenares de rebeliones de comunidades campesinas contra un sistema de castas, que hoy, charolado con tintes neoliberales, sigue enseñoreado en el país en plena época republicana.
Han transcurrido más de veinte años desde que una comisión investigadora presidida por Mario Vargas Llosa eyectó el llamado Informe Uchuraccay, sobre aquel pueblo ayacuchano donde en 1983 ocurrió el asesinato de un grupo de periodistas de Lima a manos de campesinos azuzados por militares acantonados en bases cercanas al caserío. Es sabido lo que Vargas dijo y lo que calló en este caso, respecto a las responsabilidades del crimen. En el informe, el novelista (hace pocos meses Vargas apareció por televisión abrazando a García, a quien antes despreciaba, a propósito de la creación del Museo de la Memoria) tipificó a los uchuraccaínos de bárbaros, primitivos, violentos y tutelables. La comisión por él presidida liberó de toda responsabilidad a las fuerzas del orden, quienes obligaban a los campesinos a atacar a cualquier foráneo que llegara por tierra a su comunidad.
El inicio
Aunque no es contado al principio de la novela, sensu strictu, uno de los primeros capítulos de Retablo comienza con el arribo de un foráneo al pueblo de Pumaranra. El foráneo es un hombre en plena madurez y con voluntad de acero, lleva una mochila al hombro como único equipaje y responde al nombre de Antonio Fernández. Alcanza las cercanías de Pumaranra “en un trepidante y agónico 350, una noche empozada bajo el cielo infinito tachonado de luceros (…)” y empieza “(…) la caminata aún al amparo de la oscuridad, como si huyera de siniestros perseguidores (…)”, para realizar labores de agrimensura y veterinaria en la época de la Reforma Agraria de Velasco, motivo por el cual es convenientemente confundido con un diablo comunista alfabetizador por los notables del pueblo encabezados por Faustino Melgar. Apresado, azotado y amarrado fuertemente a lomos de un burro chúcaro repleto de cohetecillos, Fernández es enviado a la muerte por los abismados senderos de Pumaranra, como quién sabe sucedió con otro fuereño por aquellos años, el agrónomo cajamarquino Antonio Díaz Martínez, quien luego habría de escribir el imprescindible Ayacucho, Hambre y Esperanza.
Pero volvamos a la novela. La suerte no le ha abandonado del todo a Fernández. Antes de su encuentro con los notables del pueblo, en el puente sobre el río Pampas, Fernández se ha topado con un inocente niño de diez u once años y con su padre, quienes amablemente le ceden el paso y le orientan en su camino y que son quienes al día siguiente rescatarán su cuerpo moribundo y sangrante, desbarrancado por el burro matrero. El providencial encuentro de Fernández con los Medina será determinante en la vida del pueblo de Pumaranra, de Ayacucho y del país entero. Más aún, este encuentro marcaría particularmente la vida de los hermanos Medina Huarcaya, Manuel Jesús y Grimaldo.
Así más o menos inicia esta magnífica novela. Manuel Jesús, ya adulto, víctima de un trance existencial provocado por la separación de su esposa e hija, decide retornar a Huamanga, último bastión de resistencia en contra de la ignominia y la aldea global, “porque en casa aún reinan la sencillez y el decoro” (…) “…, elegido por el espíritu de los ausentes…” (…) porque “por suerte tengo a mi madre y a mi hermana que me han de guiar de aquí a la quebrada andina de mi niñez, al crepúsculo serrano de bueyes, becerros, alfalfares y sobre todo, a comprender el cataclismo que me arrancó de mi comarca”. Manuel Jesús regresa a Ayacucho en busca del cadáver insepulto de Grimaldo y en busca de paz y respuestas que tal vez no hallaría.
Este retorno al origen sirve para iniciar con la saga familiar de los Medina, con la historia del pueblo de Pumaranra (provincia de Víctor Fajardo) y para contar los inicios de la guerra insurgente en Ayacucho, en la que participa activamente Grimaldo Medina Huarcaya, hermano mayor de Mañuco Chiwaco. De esta manera, los conflictos que ocurren en Pumaranra se convierten en representativos de los problemas típicos de cualquier pueblo del Perú, agobiado y saqueado por militares, ensotanados y autoridades de todo pelaje. Entonces, la polifonía de Retablo encierra preguntas absolutamente válidas hoy en día.
¿Qué sucede en el país?
Si uno recorre nuestra patria con ojo avizor y como recomiendan los orientalistas, en busca de la vía, reparará rápidamente en tres cosas: la pobreza, la dura geografía y el racismo embustero que impera en todas las esferas de la vida pública y privada. En la costa predominan mestizos blanqueados y un exclusivo ghetto endogámico de gente de piel blanca ligada a los mecanismos de poder. Se habla un castellano cada vez más quechuizado, producto de las oleadas inmigratorias de la sierra, se profesa la religión cristiana en sus distintas variantes sectarias y la tradición social es más o menos, aunque cada vez menos, europea o la que viene del norte. En la sierra se concentra la población indígena, aunque existen bolsones de mestizos producto de la cruza con los primeros españoles, se practica un catolicismo borrachiento y totémico, repleto de idolatrías, que ha justificado el acceso de las sectas evangélicas, horrorizadas por el ritual idólatra medieval que persiste en pleno siglo veintiuno. La selva es el origen y es el futuro del Perú. La matanza de Bagua ordenada por el propio Estado criollo-burgués demuestra que la Amazonía es un conjunto de naciones indígenas marginadas, más allá de los grupos de mestizos de las ciudades que han mediatizado sus bailes, con su propia cosmovisión y legítimas aspiraciones, completamente desintegrada del resto del país.
Así, Retablo, desde la ficción refleja una verdad que se resisten a aceptar quienes pregonan el mestizaje ideal, la democracia representativa y la paz de los cementerios. En el Perú nos encontramos ante una nacionalidad fallida, una nación inexistente en donde los muertos regresan a recoger sus pasos, a pesar de la gastronomía, la cumbia, las CVR y las estadísticas. La invasión europea resquebrajó los cimientos prehispánicos, rompió un equilibrio biológico-emocional que no se ha vuelto a recuperar y que, más tarde, liberados de la metrópoli ibérica, el Estado criollo ha persistido tercamente en rematar mediante la implantación de un régimen de castas en plena República, un apartheid astuto a todo un pueblo, quién sabe peor en consecuencias que el sistema de segregación sudafricano.
Para cualquier extranjero que desconozca la historia del país, lo más llamativo en las principales ciudades del Perú resulta su triple fisonomía étnica, inocultablemente expresada en los rasgos, el modo de andar y de vestir y el tipo de trabajo que realiza la gente. Y es en este último aspecto, en donde la correlación es directa y significativa: cuánto más oscuro el pigmento que se lleva en la piel, más relegada queda la persona a labores inferiores.
A costa de las hipótesis oligofrénicamente optimistas de los Arellano I.M., es sabido que los grupos de poder económico en el Perú han sido desplazados de una patada en el poto por las multinacionales (te quiebro o te compro) y el porcentaje de familias poderosas, ese puñado de linajes incestuosos que conformaron los grupos de poder económico, se ha estrechado —sea porque sucumbieron ante el capital extranjero por su propia incapacidad dirigencial, sea porque no resistieron las ofertas de absorción o porque se aliaron abiertamente con éste para poder competir—, en comparación a años anteriores. A despecho de quienes ven en los Añaños, empresarios ayacuchanos exitosos (han logrado captar el 20% del mercado de aguas gaseosas por sus precios bajos) tan internacionales como Los Shapis, motivo de regocijo democrático e incluyente, debemos repetir que una golondrina no hace verano: es el propio modelo económico el que impide el surgimiento de una burguesía nacional de base amplia y boyante. A propósito, en 1923, en La Mar-Ayacucho, se produjo un gran movimiento que se llevó a cabo fundamentalmente contra la familia Añaños que durante decenios detentó el poder mediante sus vástagos repartidos como jueces, diputados y hacendados. No, señores, ayer hacendados de horca y zurriago, hoy florecientes burgueses orgullosos de un liberalismo pelágico que apenas si comprenden. El caso es que esa triple fisonomía etnoclasista pervive en el Perú del 2010, aunada a la desnacionalización absoluta de la economía (las familias otrora poderosas hoy tienen menos y son menos) en aras del predominio absoluto de las multinacionales.
Entonces, ¿la pirámide social se determina en el Perú republicano por una lucha racial? ¿O es al revés? Cuando uno lee Retablo, las cosas parecen invertirse. Ese conflicto inmemorial en las comunidades de la sierra (pero no sólo de la sierra), entre notables y “chutos”, se magnifica a un nivel macro en todas las esferas de la vida nacional. Las razas ocupan los niveles asignados por la lucha de clases. Los invasores españoles se apoderaron por la fuerza o mediante estratégicas alianzas con las panacas poderosas del mando del país, eliminando mediante una aniquilación selectiva, meticulosa y despiadada, a los líderes indígenas, guerreros, amautas, agrimensores e ingenieros de todo tipo, confinando a los vencidos a la mina, la mita y la encomienda, envilecidos en alcohol, catolicismo y desnutrición crónica. La República criolla no ha hecho más que conservar, corregida y aumentada por las taras de la democracia representativa y la globoidiotización capitalista, esta estructura social instaurada hace siglos.
No es necesario ser especialista para percibir lo más resaltante de la pirámide social en las ciudades: la clase terrateniente feudal (hoy remozada, con el cutis polveado de neoliberalismo), en alianza con la burguesía propia de un país colonial, está integrada por un núcleo duro de blancos (blancos PPC, puros por cruce, categoría zootécnica aplicable al ser humano); la piccola borghesia, esa facción cada vez más escueta y vapuleada, está conformada por gente mestiza asombrosamente acomplejada y fluctuante que teme perder lo poco que tiene y, finalmente, las masas trabajadoras (la breve clase proletaria, el subproletariado, los campesinos, los microempresarios, ambulantes y desempleados) por la masa mestiza y la gran masa indígena. ¿Burguesía nacional? ¿Industria nacional? ¿Producción nacional? Si en algún momento la burguesía nativa quiso ser progresista aliándose a las clases populares y enfrentar a la gran burguesía monopolista de los países imperialistas, por lo menos conformando un poderoso mercado interno, yo no tengo memoria de ello. Obviamente, esta clasificación no quiere ser rigurosa, sobre todo en la categorización étnica. En la sierra y la selva, los grandes gamonales, los gamonalillos, “los señores autoridades”, notables y mandones están integrados en su mayoría por mestizos blanqueados, con inocultables vicios cromosómicos, consecuencia de la endogamia de siglos. Pero el hecho fundamental sigue siendo el mismo: el predominio económico y social en el Perú de las gentes de piel más o menos blanca, cuyo poder, aunque ha decrecido cuantitativamente, sigue vigente en su influencia que es igual o superior, desde un punto de vista cualitativo, en todo el espectro de la vida nacional.
Esta estructura semifeudal se consolida con la dependencia económica de los países imperialistas. Esta armazón perversa en la que el blanco cholea a todo el mundo, niega absolutamente alguna gota de sangre india y demuestra repugnancia hacia el indígena y el mestizo, que a su vez siente un odio protervo pero disimulado contra el blanco, pero abierto y teñido de crueldad contra el indio, que recíprocamente anida odio manifiesto hacia los dos anteriores, configura el país que Julián Pérez Huarancca ha simbolizado magistralmente en el pueblo andino de Pumaranra.
Lo central de la novela
A diferencia de lo que sucede en La Violencia del Tiempo con el linaje fundado en el norte por el derrotado soldado godo Miguel Francisco Villar, en la historia de los Medina del sur, aunque no transcurre en la paz de una aldea lejana, no se vislumbra desprecio hacia la raza doblegada. En la colosal ficción de Miguel Gutiérrez, el soldado desertor del ejército de La Serna, abandona a la india Sacramento Chira y a los hijos heterocigotos, atormentados desde entonces por el rencor, la furia y la nostalgia en el perdido caserío de Congará-Piura. En la historia de Julián Pérez, el linaje de los Medina ayacuchanos entronca voluntariamente con hembras indígenas, “mujeres andinas de alto pensamiento pero de bajo destino” y crea un liderazgo que irá tomando forma y sustancia en aquella zona de la sierra sur del país.
La vida en Pumaranra se desarrolla ancestralmente en medio de dos conflictos: el enfrentamiento entre los “uqis” (blancos o mestizos blanqueados) y los “chutos” (indios o mestizos aindiados), sea por la tierra, sea por el odio étnico o de clase, sea por linderos, “ganados” o broncas intestinas. El narrador historia la vieja rivalidad entre las comunidades de Lucanamarca y Pumaranra, cuya existencia transcurre en medio de emboscadas, enfrentamientos y desconfianza perpetua. Los ricos del pueblo establecen acuerdos transitorios con los “uqis” de Lucanamarca, para apoderarse de las tierras y de las rojas minas de sal de Urankancha, orgullo de los pumaranrinos. Los Medina, cuya alianza carnal reiterativa con mujeres andinas de sangre y apellidos indígenas, los ha hecho despreciables y “chutos” a los ojos de los Amorín (los señores feudales de Lucanamarca) son protagonistas de estas luchas, hasta que la rivalidad entre ambas familias se agudiza con el asesinato de Gregorio Medina Sacsara (padre de Néstor Medina), por lucanamarquinos disfrazados sirvientes de Fausto Amorín, en presencia del niño Néstor.
Particularmente atrayente resulta la historia del Néstor Medina, líder comunal natural, trabajador incansable y hombre leído, un “soltero pasado de tiempo para el matrimonio (…) que entregaba sus mejores días y noches a su trabajo de arriero y a atender las diversas dificultades en la vida pueblerina” y que “por ese sacrificio se hizo el más mentado, el hombre que infundía respeto, el que era requerido por sus paisanos cada vez que la vida se les hacía atajo resbaloso”. Es un Néstor ya en la edad madura, quien emparienta su vida en la alianza germinal de la carne con Escolástica Huarcaya, “la mocita pareña que gusta llevar en sus trenzas flor de makuli”, huérfana de madre y con un padre dado al trago, cholita que a “su edad hacía de su existencia una continua preocupación por cumplir las obligaciones del hogar ”, “(…) aunque pobre era hacendosa en el hogar y maciza para los quehaceres”, al igual que su hermana Petronila. “Quién les iba a ganar ordeñando vacas matreras primerizas; en la cosecha, despancando maíz o escarbando papales. Levantaban las bastas de sus faldas de bayeta, las sujetaban a la cintura y recogían allí los frutos con las dos manos. Rápido las habas secas, la alverja, la achita, la quinua. Sudorosas, con los rostros encendidos por el ardor del sol”. “(…) Lampeaban como varones para las viudas, regaban alfalfares para las vecinas viajeras, cuidaban a los pequeños hijos de las negociantes, o se iban a Cachicachi, a recoger sal para canjear con cereales.”
Esa es la génesis de los padres de Manuel Jesús y Grimaldo, signada por la tragedia desde el día mismo en que sus padres se casan, luego de que en concurrida minka construyesen la casa de Néstor Medina en tan sólo siete días entre cánticos de alegría, en hervor de chicha, todo Pumaranra, a excepción de los notables. Durante una semana el pueblo levantó, en gratitud a Néstor, casa hermosa y desafiante, como casa de hacendado. Pero he aquí que el día mismo de la celebración del matrimonio, un grupo de “uqis” lucanamarcas acompañados por guardias civiles se acerca a Pumaranra, con deseos de venganza luego de haber perdido el juicio por linderos. Aquel día de junio los lucanamarcas y las autoridades encarnadas en la guardia civil desataron terrible carnicería en Pumaranra. Cayó abatido medio pueblo por las balas asesinas de los gendarmes. Cayó muerta Mama Auli, de una descarga a boca de jarro. Peleó valientemente la bella Clavelina Contreras, la muchacha de la voz hermosa del valle y por quien no esperó el impaciente amor de Néstor Medina, quien al final es capturado, atrozmente torturado durante varios días y obligado a firmar documento oprobioso mediante el cual el pueblo entrega las ricas tierras de Urankancha a los Amorín. En aquella desigual batalla, Clavelina, todavía virgen, fue ultrajada y muerta por los guardias civiles y los “uqis“, comandados por Fausto Amorín hijo.
Es en este contexto de luchas intestinas en que hace súbita aparición en Pumaranra, el extranjero. Delgado pero fuerte, Antonio Fernández ha enraizado sigilosamente su vida con la de la comunidad. Cual monje laico, sin dios ni mujer, ha establecido alianza con la memoria viva del pueblo, la anciana Mama Auli, prima hermana de Gregorio Medina Sacsara, y ha logrado hacer amistad con los jóvenes del pueblo, particularmente con el hijo mayor de Néstor Medina, Grimaldo. Los ricos desconfían de Fernández, lo hostigan y acosan a preguntas, pero ya nada puede hacerse.
El foráneo comenzó interesándose por los andenes y las técnicas de sembrío tradicionales de los antiguos pumaranrinos. Luego midió las alturas de las graderías y se aficionó a las chullpas y los entierros de las ruinas de los gentiles, ganándose la voluntad hasta de los más suspicaces. En las noches, siempre a solas, escribía con pasión de enamorado, bajo la luz de un mechero. Los sábados y domingos daba clases acerca de cómo sembrar, abonar y aporcar los cultivos para mejorar las cosechas. Parecía tener soluciones para todo. Divulgaba alternativas para mejorar el caudal del agua de regadío, para realizar obras de canalización y economizar agua de riego y en los momentos de éxtasis, afirmaba que “las comunidades son capaces de mover una montaña o cambiar el rumbo de los ríos si se lo proponen”, y casi al mismo tiempo enseñaba a los muchachos a construir cocinas solares, poleas para jalar agua de lejos, bombear agua del río y luego participar en campeonatos de fútbol con su chicha de molle incluida. Pero los viejos estaban asustados porque el extranjero enseñaba a los muchachos “…costumbres y hábitos tan raros como si se prepararan para soportar aluviones por venir (…)”, “corren subidas cargando piedras inútiles, andan de noche oscura por atajos inaccesibles, nadan en el río a las cuatro de la madrugada, se llenan de espinas punzantes el cuerpo como si quisieran curtirlo para soportar tajos de navaja filuda, en noches de lluvia andan sin poncho ni nada que les cubra bien el cuerpo.”
Como en Teorema, aquella bella parábola de Pasolini, el extranjero ha llegado para trastocar toda la existencia de un mundo que ya estaba por desplomarse y ha comenzado perturbando la vida de una familia burguesa del industrializado Milán, mediante lo más íntimo del individuo: el sexo. La tormenta pronto estallaría, pero Mañuco es niño todavía y su vida se inicia, tutelado en un primer momento por un Grimaldo voluntarioso y pendenciero que no para en mientes para hacerse de las más bonitas muchachas de Pumaranra, Lucanamarca y el propio Ayacucho, mozonadas que no impiden que ambos destaquen en los estudios universitarios y que Grimaldo logre un puesto de profesor universitario en Huamanga. Algo que ni siquiera los hijos de los principales habían logrado, era alcanzado por muchachos provenientes de cuna pobre. Mas sus vidas ya han sido trastocadas y la tempestad en los Andes está por estallar.
Coda
He querido pergeñar estas líneas, consciente de que la riqueza polifónica de Retablo va mucho más allá del extranjero que desordenó las vidas de los pumaranrinos. Ya otros han observado la multiplicidad de historias que se suceden cual retablo: el tratamiento de la sexualidad de la mujer andina, encarnada en diversos personajes que van desde Clavelina hasta Liz pasando por las sufridas mujeres engañadas por los Amorín, por mamá Escola y las tías malagente; la historia de los mundos degradados de víctimas y verdugos, como es el devenir de los diablos Amorín, padre e hijo, este último infamado por la traición de Mechita Untiveros; el ardiente encuentro entre Mañuco Chiwaco y una otoñal matrona ayacuchana, Liz Lara-Arriarán, viuda de un militar eliminado por los insurgentes y primer amor frustrado de Grimaldo Medina, el ajusticiamiento de Amorín hijo, dinamitado en la iglesia del Señor de Luren, luego que la guerrilla destruyera las minas Buena Nueva Urankancha, la propia eliminación y desaparición del cadáver de Grimaldo por tropas de infantería y helicópteros artillados del ejército en el fortín de Markaqasa; las innumerables fábulas tradicionales; el lirismo que impregna las descripciones regionales; los personajes matizados, antagónicos y tan humanos, en fin.
Los personajes de Retablo son cholos auténticos. No son cholos taciturnos o tontamente reilones o espectacularmente cretinos como esa vergüenza que se hace llamar Tongo. No son cholos para el turismo o para promocionar marcas de celulares. Son peruanos retratados en toda su condición humana, con sus vicios y virtudes y no como artesanía parlante, que ya quisieran algunos como aquél que sugiere que el logro lingüístico y estético que cosecha Pérez resulta más importante que “las torpes intenciones ideológicas que pueda haber habido”, calificándola de un intento frívolo para “explicar” la “ignominia” cometida contra el pueblo ayacuchano, afirmando preñado de mezquindad que Retablo es una novela sobrevalorada por críticos afines. ¿Afines a qué, señor Víctor Coral?
He escrito estas líneas porque cuando se lee una buena novela, una gran novela, como Retablo, uno se siente parte de ella y no quiere que la historia finalice, hay un deseo de que la historia, como la máquina de movimiento sinfín de los alquimistas, no deje de funcionar nunca. Sin darnos cuenta la máquina nos ha atrapado en su misteriosa estructura de movimiento perenne. Es lo que he experimentado al disfrutar Retablo. Lo que sucedió en Ayacucho y en el Perú en el último tercio del siglo anterior no es más que la consecuencia de siglos de violencia estructural y política, maquillada de múltiples formas de dominación, como la que se narra magistralmente en Retablo. Ahora que tanto se habla de literatura de la violencia, sería bueno preguntarse si existe también una literatura de la paz. Sí, carajo, todo lo que conocemos en este bello y terrible lugar que se pretende nación ha sido milenariamente parido por la violencia de un tiempo de dolor que todavía no termina.
Junio 2010
Por Rafael Inocente
Quizá para algunos el vocablo retablo evoque nada más —pero nada menos— a las famosas artesanías ayacuchanas representativas de la complejidad de un mundo hoy casi inexistente en el Ande peruano. Para cualquier muchacho desnutrido en los tugurios húmedos de Lima, el término retablo le hará añorar seguramente la zona más nórdica de Comas, aquel garbanzal de discotecas, pubs y chiquillas aligeradas de ropa y modales que deforman sustantivos con el sufijo ex (Jorgex, Carlex, Retablex, amix) y se revuelcan con chiquillos alfondohaysitio al ritmo de la ortocumbia (de Tarapotooo, Peerúuu) mientras bailan por un sueño, ribeteado de celulares chinos, autos relucientes y estadísticas mandraqueadas. Pero pocos, muy pocos, sabrán que Retablo es el título de una de las mejores novelas escritas en el Perú en los últimos años, concebida por el ayacuchano Julián Pérez Huarancca (1954), quien tiene en esta solitaria labor de crear ficciones, muchos más años y harto más arte que cualquiera de los karate kids que se empeñan en hacer creer a europeos e ingenuos que un abril rojo de salsa de tomate les brindará una hora azul de lectura grata y provechosa. ¿Por qué entonces esta novela sigue siendo casi desconocida después de tres silenciosas ediciones? Pregúntale a la noche.
Empecé a leer Retablo en el baño, a mucha honra. Y ya veo las sonrisas cachacientas. No es el consuelo intelectual del constipado, esto de leer en el baño. Es en el excusado en donde quienes disponemos de escaso tiempo enriquecemos el espíritu. Además, como que resulta gratificante intercambiar el producto del catabolismo, por uno de carácter intelectual, mucho más valioso y etéreo si se quiere, que la acumulación nitrogenada que nos encantaría faxear a Alan García. Imposible leer de un tirón novela tan dolorosa y multiforme. Tal vez un cuento pueda leerse de un empellón sentado en el inodoro. El tirón que puede permitirte aliviar el rumen en diez minutos, no más, por las almorranas. Pero no fue así. Abstraído como estaba con las deliciosas narraciones que intercala Julián Pérez en Retablo, mi abstracción fue tal, que no reparé en que otros, urgidos por la opresión del cuajar golpeaban la puerta del sanitario, notablemente incómodos ante mi involuntaria demora. Proseguí con mi lectura en una combi asesina del Callao. Sucedió lo mismo. Tanta fue mi concentración en las múltiples historias que se cuentan, que incluso no increpé al chófer de la Colonial por la atroz tortura con la que estos humanoides maltratan a los pasajeros: el infame reggaetón de la hez centroamericana que florece en Yankilandia, pasó inadvertido en esta ocasión a mis oídos. Por la noche, convertido en un zombie silencioso, mi lectura continuó, ahora sí en paz, más allá de la medianoche, al filo del lecho conyugal.
Bien. Leer Retablo es reconocer el Ayacucho que sangra hasta hoy y es también recordar por qué Ayacucho es el pueblo heroico, paradigma de identidad nacional, cuna de centenares de rebeliones de comunidades campesinas contra un sistema de castas, que hoy, charolado con tintes neoliberales, sigue enseñoreado en el país en plena época republicana.
Han transcurrido más de veinte años desde que una comisión investigadora presidida por Mario Vargas Llosa eyectó el llamado Informe Uchuraccay, sobre aquel pueblo ayacuchano donde en 1983 ocurrió el asesinato de un grupo de periodistas de Lima a manos de campesinos azuzados por militares acantonados en bases cercanas al caserío. Es sabido lo que Vargas dijo y lo que calló en este caso, respecto a las responsabilidades del crimen. En el informe, el novelista (hace pocos meses Vargas apareció por televisión abrazando a García, a quien antes despreciaba, a propósito de la creación del Museo de la Memoria) tipificó a los uchuraccaínos de bárbaros, primitivos, violentos y tutelables. La comisión por él presidida liberó de toda responsabilidad a las fuerzas del orden, quienes obligaban a los campesinos a atacar a cualquier foráneo que llegara por tierra a su comunidad.
El inicio
Aunque no es contado al principio de la novela, sensu strictu, uno de los primeros capítulos de Retablo comienza con el arribo de un foráneo al pueblo de Pumaranra. El foráneo es un hombre en plena madurez y con voluntad de acero, lleva una mochila al hombro como único equipaje y responde al nombre de Antonio Fernández. Alcanza las cercanías de Pumaranra “en un trepidante y agónico 350, una noche empozada bajo el cielo infinito tachonado de luceros (…)” y empieza “(…) la caminata aún al amparo de la oscuridad, como si huyera de siniestros perseguidores (…)”, para realizar labores de agrimensura y veterinaria en la época de la Reforma Agraria de Velasco, motivo por el cual es convenientemente confundido con un diablo comunista alfabetizador por los notables del pueblo encabezados por Faustino Melgar. Apresado, azotado y amarrado fuertemente a lomos de un burro chúcaro repleto de cohetecillos, Fernández es enviado a la muerte por los abismados senderos de Pumaranra, como quién sabe sucedió con otro fuereño por aquellos años, el agrónomo cajamarquino Antonio Díaz Martínez, quien luego habría de escribir el imprescindible Ayacucho, Hambre y Esperanza.
Pero volvamos a la novela. La suerte no le ha abandonado del todo a Fernández. Antes de su encuentro con los notables del pueblo, en el puente sobre el río Pampas, Fernández se ha topado con un inocente niño de diez u once años y con su padre, quienes amablemente le ceden el paso y le orientan en su camino y que son quienes al día siguiente rescatarán su cuerpo moribundo y sangrante, desbarrancado por el burro matrero. El providencial encuentro de Fernández con los Medina será determinante en la vida del pueblo de Pumaranra, de Ayacucho y del país entero. Más aún, este encuentro marcaría particularmente la vida de los hermanos Medina Huarcaya, Manuel Jesús y Grimaldo.
Así más o menos inicia esta magnífica novela. Manuel Jesús, ya adulto, víctima de un trance existencial provocado por la separación de su esposa e hija, decide retornar a Huamanga, último bastión de resistencia en contra de la ignominia y la aldea global, “porque en casa aún reinan la sencillez y el decoro” (…) “…, elegido por el espíritu de los ausentes…” (…) porque “por suerte tengo a mi madre y a mi hermana que me han de guiar de aquí a la quebrada andina de mi niñez, al crepúsculo serrano de bueyes, becerros, alfalfares y sobre todo, a comprender el cataclismo que me arrancó de mi comarca”. Manuel Jesús regresa a Ayacucho en busca del cadáver insepulto de Grimaldo y en busca de paz y respuestas que tal vez no hallaría.
Este retorno al origen sirve para iniciar con la saga familiar de los Medina, con la historia del pueblo de Pumaranra (provincia de Víctor Fajardo) y para contar los inicios de la guerra insurgente en Ayacucho, en la que participa activamente Grimaldo Medina Huarcaya, hermano mayor de Mañuco Chiwaco. De esta manera, los conflictos que ocurren en Pumaranra se convierten en representativos de los problemas típicos de cualquier pueblo del Perú, agobiado y saqueado por militares, ensotanados y autoridades de todo pelaje. Entonces, la polifonía de Retablo encierra preguntas absolutamente válidas hoy en día.
¿Qué sucede en el país?
Si uno recorre nuestra patria con ojo avizor y como recomiendan los orientalistas, en busca de la vía, reparará rápidamente en tres cosas: la pobreza, la dura geografía y el racismo embustero que impera en todas las esferas de la vida pública y privada. En la costa predominan mestizos blanqueados y un exclusivo ghetto endogámico de gente de piel blanca ligada a los mecanismos de poder. Se habla un castellano cada vez más quechuizado, producto de las oleadas inmigratorias de la sierra, se profesa la religión cristiana en sus distintas variantes sectarias y la tradición social es más o menos, aunque cada vez menos, europea o la que viene del norte. En la sierra se concentra la población indígena, aunque existen bolsones de mestizos producto de la cruza con los primeros españoles, se practica un catolicismo borrachiento y totémico, repleto de idolatrías, que ha justificado el acceso de las sectas evangélicas, horrorizadas por el ritual idólatra medieval que persiste en pleno siglo veintiuno. La selva es el origen y es el futuro del Perú. La matanza de Bagua ordenada por el propio Estado criollo-burgués demuestra que la Amazonía es un conjunto de naciones indígenas marginadas, más allá de los grupos de mestizos de las ciudades que han mediatizado sus bailes, con su propia cosmovisión y legítimas aspiraciones, completamente desintegrada del resto del país.
Así, Retablo, desde la ficción refleja una verdad que se resisten a aceptar quienes pregonan el mestizaje ideal, la democracia representativa y la paz de los cementerios. En el Perú nos encontramos ante una nacionalidad fallida, una nación inexistente en donde los muertos regresan a recoger sus pasos, a pesar de la gastronomía, la cumbia, las CVR y las estadísticas. La invasión europea resquebrajó los cimientos prehispánicos, rompió un equilibrio biológico-emocional que no se ha vuelto a recuperar y que, más tarde, liberados de la metrópoli ibérica, el Estado criollo ha persistido tercamente en rematar mediante la implantación de un régimen de castas en plena República, un apartheid astuto a todo un pueblo, quién sabe peor en consecuencias que el sistema de segregación sudafricano.
Para cualquier extranjero que desconozca la historia del país, lo más llamativo en las principales ciudades del Perú resulta su triple fisonomía étnica, inocultablemente expresada en los rasgos, el modo de andar y de vestir y el tipo de trabajo que realiza la gente. Y es en este último aspecto, en donde la correlación es directa y significativa: cuánto más oscuro el pigmento que se lleva en la piel, más relegada queda la persona a labores inferiores.
A costa de las hipótesis oligofrénicamente optimistas de los Arellano I.M., es sabido que los grupos de poder económico en el Perú han sido desplazados de una patada en el poto por las multinacionales (te quiebro o te compro) y el porcentaje de familias poderosas, ese puñado de linajes incestuosos que conformaron los grupos de poder económico, se ha estrechado —sea porque sucumbieron ante el capital extranjero por su propia incapacidad dirigencial, sea porque no resistieron las ofertas de absorción o porque se aliaron abiertamente con éste para poder competir—, en comparación a años anteriores. A despecho de quienes ven en los Añaños, empresarios ayacuchanos exitosos (han logrado captar el 20% del mercado de aguas gaseosas por sus precios bajos) tan internacionales como Los Shapis, motivo de regocijo democrático e incluyente, debemos repetir que una golondrina no hace verano: es el propio modelo económico el que impide el surgimiento de una burguesía nacional de base amplia y boyante. A propósito, en 1923, en La Mar-Ayacucho, se produjo un gran movimiento que se llevó a cabo fundamentalmente contra la familia Añaños que durante decenios detentó el poder mediante sus vástagos repartidos como jueces, diputados y hacendados. No, señores, ayer hacendados de horca y zurriago, hoy florecientes burgueses orgullosos de un liberalismo pelágico que apenas si comprenden. El caso es que esa triple fisonomía etnoclasista pervive en el Perú del 2010, aunada a la desnacionalización absoluta de la economía (las familias otrora poderosas hoy tienen menos y son menos) en aras del predominio absoluto de las multinacionales.
Entonces, ¿la pirámide social se determina en el Perú republicano por una lucha racial? ¿O es al revés? Cuando uno lee Retablo, las cosas parecen invertirse. Ese conflicto inmemorial en las comunidades de la sierra (pero no sólo de la sierra), entre notables y “chutos”, se magnifica a un nivel macro en todas las esferas de la vida nacional. Las razas ocupan los niveles asignados por la lucha de clases. Los invasores españoles se apoderaron por la fuerza o mediante estratégicas alianzas con las panacas poderosas del mando del país, eliminando mediante una aniquilación selectiva, meticulosa y despiadada, a los líderes indígenas, guerreros, amautas, agrimensores e ingenieros de todo tipo, confinando a los vencidos a la mina, la mita y la encomienda, envilecidos en alcohol, catolicismo y desnutrición crónica. La República criolla no ha hecho más que conservar, corregida y aumentada por las taras de la democracia representativa y la globoidiotización capitalista, esta estructura social instaurada hace siglos.
No es necesario ser especialista para percibir lo más resaltante de la pirámide social en las ciudades: la clase terrateniente feudal (hoy remozada, con el cutis polveado de neoliberalismo), en alianza con la burguesía propia de un país colonial, está integrada por un núcleo duro de blancos (blancos PPC, puros por cruce, categoría zootécnica aplicable al ser humano); la piccola borghesia, esa facción cada vez más escueta y vapuleada, está conformada por gente mestiza asombrosamente acomplejada y fluctuante que teme perder lo poco que tiene y, finalmente, las masas trabajadoras (la breve clase proletaria, el subproletariado, los campesinos, los microempresarios, ambulantes y desempleados) por la masa mestiza y la gran masa indígena. ¿Burguesía nacional? ¿Industria nacional? ¿Producción nacional? Si en algún momento la burguesía nativa quiso ser progresista aliándose a las clases populares y enfrentar a la gran burguesía monopolista de los países imperialistas, por lo menos conformando un poderoso mercado interno, yo no tengo memoria de ello. Obviamente, esta clasificación no quiere ser rigurosa, sobre todo en la categorización étnica. En la sierra y la selva, los grandes gamonales, los gamonalillos, “los señores autoridades”, notables y mandones están integrados en su mayoría por mestizos blanqueados, con inocultables vicios cromosómicos, consecuencia de la endogamia de siglos. Pero el hecho fundamental sigue siendo el mismo: el predominio económico y social en el Perú de las gentes de piel más o menos blanca, cuyo poder, aunque ha decrecido cuantitativamente, sigue vigente en su influencia que es igual o superior, desde un punto de vista cualitativo, en todo el espectro de la vida nacional.
Esta estructura semifeudal se consolida con la dependencia económica de los países imperialistas. Esta armazón perversa en la que el blanco cholea a todo el mundo, niega absolutamente alguna gota de sangre india y demuestra repugnancia hacia el indígena y el mestizo, que a su vez siente un odio protervo pero disimulado contra el blanco, pero abierto y teñido de crueldad contra el indio, que recíprocamente anida odio manifiesto hacia los dos anteriores, configura el país que Julián Pérez Huarancca ha simbolizado magistralmente en el pueblo andino de Pumaranra.
Lo central de la novela
A diferencia de lo que sucede en La Violencia del Tiempo con el linaje fundado en el norte por el derrotado soldado godo Miguel Francisco Villar, en la historia de los Medina del sur, aunque no transcurre en la paz de una aldea lejana, no se vislumbra desprecio hacia la raza doblegada. En la colosal ficción de Miguel Gutiérrez, el soldado desertor del ejército de La Serna, abandona a la india Sacramento Chira y a los hijos heterocigotos, atormentados desde entonces por el rencor, la furia y la nostalgia en el perdido caserío de Congará-Piura. En la historia de Julián Pérez, el linaje de los Medina ayacuchanos entronca voluntariamente con hembras indígenas, “mujeres andinas de alto pensamiento pero de bajo destino” y crea un liderazgo que irá tomando forma y sustancia en aquella zona de la sierra sur del país.
La vida en Pumaranra se desarrolla ancestralmente en medio de dos conflictos: el enfrentamiento entre los “uqis” (blancos o mestizos blanqueados) y los “chutos” (indios o mestizos aindiados), sea por la tierra, sea por el odio étnico o de clase, sea por linderos, “ganados” o broncas intestinas. El narrador historia la vieja rivalidad entre las comunidades de Lucanamarca y Pumaranra, cuya existencia transcurre en medio de emboscadas, enfrentamientos y desconfianza perpetua. Los ricos del pueblo establecen acuerdos transitorios con los “uqis” de Lucanamarca, para apoderarse de las tierras y de las rojas minas de sal de Urankancha, orgullo de los pumaranrinos. Los Medina, cuya alianza carnal reiterativa con mujeres andinas de sangre y apellidos indígenas, los ha hecho despreciables y “chutos” a los ojos de los Amorín (los señores feudales de Lucanamarca) son protagonistas de estas luchas, hasta que la rivalidad entre ambas familias se agudiza con el asesinato de Gregorio Medina Sacsara (padre de Néstor Medina), por lucanamarquinos disfrazados sirvientes de Fausto Amorín, en presencia del niño Néstor.
Particularmente atrayente resulta la historia del Néstor Medina, líder comunal natural, trabajador incansable y hombre leído, un “soltero pasado de tiempo para el matrimonio (…) que entregaba sus mejores días y noches a su trabajo de arriero y a atender las diversas dificultades en la vida pueblerina” y que “por ese sacrificio se hizo el más mentado, el hombre que infundía respeto, el que era requerido por sus paisanos cada vez que la vida se les hacía atajo resbaloso”. Es un Néstor ya en la edad madura, quien emparienta su vida en la alianza germinal de la carne con Escolástica Huarcaya, “la mocita pareña que gusta llevar en sus trenzas flor de makuli”, huérfana de madre y con un padre dado al trago, cholita que a “su edad hacía de su existencia una continua preocupación por cumplir las obligaciones del hogar ”, “(…) aunque pobre era hacendosa en el hogar y maciza para los quehaceres”, al igual que su hermana Petronila. “Quién les iba a ganar ordeñando vacas matreras primerizas; en la cosecha, despancando maíz o escarbando papales. Levantaban las bastas de sus faldas de bayeta, las sujetaban a la cintura y recogían allí los frutos con las dos manos. Rápido las habas secas, la alverja, la achita, la quinua. Sudorosas, con los rostros encendidos por el ardor del sol”. “(…) Lampeaban como varones para las viudas, regaban alfalfares para las vecinas viajeras, cuidaban a los pequeños hijos de las negociantes, o se iban a Cachicachi, a recoger sal para canjear con cereales.”
Esa es la génesis de los padres de Manuel Jesús y Grimaldo, signada por la tragedia desde el día mismo en que sus padres se casan, luego de que en concurrida minka construyesen la casa de Néstor Medina en tan sólo siete días entre cánticos de alegría, en hervor de chicha, todo Pumaranra, a excepción de los notables. Durante una semana el pueblo levantó, en gratitud a Néstor, casa hermosa y desafiante, como casa de hacendado. Pero he aquí que el día mismo de la celebración del matrimonio, un grupo de “uqis” lucanamarcas acompañados por guardias civiles se acerca a Pumaranra, con deseos de venganza luego de haber perdido el juicio por linderos. Aquel día de junio los lucanamarcas y las autoridades encarnadas en la guardia civil desataron terrible carnicería en Pumaranra. Cayó abatido medio pueblo por las balas asesinas de los gendarmes. Cayó muerta Mama Auli, de una descarga a boca de jarro. Peleó valientemente la bella Clavelina Contreras, la muchacha de la voz hermosa del valle y por quien no esperó el impaciente amor de Néstor Medina, quien al final es capturado, atrozmente torturado durante varios días y obligado a firmar documento oprobioso mediante el cual el pueblo entrega las ricas tierras de Urankancha a los Amorín. En aquella desigual batalla, Clavelina, todavía virgen, fue ultrajada y muerta por los guardias civiles y los “uqis“, comandados por Fausto Amorín hijo.
Es en este contexto de luchas intestinas en que hace súbita aparición en Pumaranra, el extranjero. Delgado pero fuerte, Antonio Fernández ha enraizado sigilosamente su vida con la de la comunidad. Cual monje laico, sin dios ni mujer, ha establecido alianza con la memoria viva del pueblo, la anciana Mama Auli, prima hermana de Gregorio Medina Sacsara, y ha logrado hacer amistad con los jóvenes del pueblo, particularmente con el hijo mayor de Néstor Medina, Grimaldo. Los ricos desconfían de Fernández, lo hostigan y acosan a preguntas, pero ya nada puede hacerse.
El foráneo comenzó interesándose por los andenes y las técnicas de sembrío tradicionales de los antiguos pumaranrinos. Luego midió las alturas de las graderías y se aficionó a las chullpas y los entierros de las ruinas de los gentiles, ganándose la voluntad hasta de los más suspicaces. En las noches, siempre a solas, escribía con pasión de enamorado, bajo la luz de un mechero. Los sábados y domingos daba clases acerca de cómo sembrar, abonar y aporcar los cultivos para mejorar las cosechas. Parecía tener soluciones para todo. Divulgaba alternativas para mejorar el caudal del agua de regadío, para realizar obras de canalización y economizar agua de riego y en los momentos de éxtasis, afirmaba que “las comunidades son capaces de mover una montaña o cambiar el rumbo de los ríos si se lo proponen”, y casi al mismo tiempo enseñaba a los muchachos a construir cocinas solares, poleas para jalar agua de lejos, bombear agua del río y luego participar en campeonatos de fútbol con su chicha de molle incluida. Pero los viejos estaban asustados porque el extranjero enseñaba a los muchachos “…costumbres y hábitos tan raros como si se prepararan para soportar aluviones por venir (…)”, “corren subidas cargando piedras inútiles, andan de noche oscura por atajos inaccesibles, nadan en el río a las cuatro de la madrugada, se llenan de espinas punzantes el cuerpo como si quisieran curtirlo para soportar tajos de navaja filuda, en noches de lluvia andan sin poncho ni nada que les cubra bien el cuerpo.”
Como en Teorema, aquella bella parábola de Pasolini, el extranjero ha llegado para trastocar toda la existencia de un mundo que ya estaba por desplomarse y ha comenzado perturbando la vida de una familia burguesa del industrializado Milán, mediante lo más íntimo del individuo: el sexo. La tormenta pronto estallaría, pero Mañuco es niño todavía y su vida se inicia, tutelado en un primer momento por un Grimaldo voluntarioso y pendenciero que no para en mientes para hacerse de las más bonitas muchachas de Pumaranra, Lucanamarca y el propio Ayacucho, mozonadas que no impiden que ambos destaquen en los estudios universitarios y que Grimaldo logre un puesto de profesor universitario en Huamanga. Algo que ni siquiera los hijos de los principales habían logrado, era alcanzado por muchachos provenientes de cuna pobre. Mas sus vidas ya han sido trastocadas y la tempestad en los Andes está por estallar.
Coda
He querido pergeñar estas líneas, consciente de que la riqueza polifónica de Retablo va mucho más allá del extranjero que desordenó las vidas de los pumaranrinos. Ya otros han observado la multiplicidad de historias que se suceden cual retablo: el tratamiento de la sexualidad de la mujer andina, encarnada en diversos personajes que van desde Clavelina hasta Liz pasando por las sufridas mujeres engañadas por los Amorín, por mamá Escola y las tías malagente; la historia de los mundos degradados de víctimas y verdugos, como es el devenir de los diablos Amorín, padre e hijo, este último infamado por la traición de Mechita Untiveros; el ardiente encuentro entre Mañuco Chiwaco y una otoñal matrona ayacuchana, Liz Lara-Arriarán, viuda de un militar eliminado por los insurgentes y primer amor frustrado de Grimaldo Medina, el ajusticiamiento de Amorín hijo, dinamitado en la iglesia del Señor de Luren, luego que la guerrilla destruyera las minas Buena Nueva Urankancha, la propia eliminación y desaparición del cadáver de Grimaldo por tropas de infantería y helicópteros artillados del ejército en el fortín de Markaqasa; las innumerables fábulas tradicionales; el lirismo que impregna las descripciones regionales; los personajes matizados, antagónicos y tan humanos, en fin.
Los personajes de Retablo son cholos auténticos. No son cholos taciturnos o tontamente reilones o espectacularmente cretinos como esa vergüenza que se hace llamar Tongo. No son cholos para el turismo o para promocionar marcas de celulares. Son peruanos retratados en toda su condición humana, con sus vicios y virtudes y no como artesanía parlante, que ya quisieran algunos como aquél que sugiere que el logro lingüístico y estético que cosecha Pérez resulta más importante que “las torpes intenciones ideológicas que pueda haber habido”, calificándola de un intento frívolo para “explicar” la “ignominia” cometida contra el pueblo ayacuchano, afirmando preñado de mezquindad que Retablo es una novela sobrevalorada por críticos afines. ¿Afines a qué, señor Víctor Coral?
He escrito estas líneas porque cuando se lee una buena novela, una gran novela, como Retablo, uno se siente parte de ella y no quiere que la historia finalice, hay un deseo de que la historia, como la máquina de movimiento sinfín de los alquimistas, no deje de funcionar nunca. Sin darnos cuenta la máquina nos ha atrapado en su misteriosa estructura de movimiento perenne. Es lo que he experimentado al disfrutar Retablo. Lo que sucedió en Ayacucho y en el Perú en el último tercio del siglo anterior no es más que la consecuencia de siglos de violencia estructural y política, maquillada de múltiples formas de dominación, como la que se narra magistralmente en Retablo. Ahora que tanto se habla de literatura de la violencia, sería bueno preguntarse si existe también una literatura de la paz. Sí, carajo, todo lo que conocemos en este bello y terrible lugar que se pretende nación ha sido milenariamente parido por la violencia de un tiempo de dolor que todavía no termina.
Junio 2010
25 comentarios:
Muy lúcido y agudo tu texto. Tienes un talento poco común, similar al de Ybarra, para analizar la realidad social y política de la "nación peruana". El tema del racismo es una verdad gigantesca que por ello mismo escapa a la visión del intelectual promedio. El blanco es el que se encuentra en las clases altas y el indígena cholo en las clases bajas. Esta es la cruda verdad, racismo duro que subyace a las injusticias y diferencias entre las clases sociales: no proletariado contra burgués sino “mundo del indio-andino”, con su doctrina tradicional tahuantinsuyana y sus ritos, es decir toda su cosmovisión andina que prevaleció intacta hasta antes de la llegada de los europeos, contra “mundo del blanco europeo” con su doctrina judeo-cristiana y su pensamiento dialéctico griego. La verdadera justicia es esa, que el hombre andino recupere la soberanía de sus tierras y la soberanía de su intelecto (esto último es hasta mas importante, una descolonización intelectual), que expulse al hombre blanco o, en su lugar, que se someta a la autoridad del hombre rojo. Sé que son palabras fuertes, pero en ellas no hay odio. La justicia sería esa, pero lamentablemente es poco probable que suceda… sin embargo lo que se debería hacer, me parece, para comenzar, es recuperar nuevamente la intelectualidad amerindia, formarla independiente de lo que nos ha llegado del continente europeo, ¿o los indígenas andinos, los amerindios, la raza roja no tuvo una intelectualidad de alto nivel antes de la llegada del hombre blanco? si existió… ¿donde está ahora? ¿quien la representa? Debería formarse primero una intelectualidad india (pero purificada de cualquier elemento ideológico europeo, nada de marxismo, maoísmo, racionalismo, etc.) no una lucha de clases sino una lucha de razas, pero a nivel intelectual, sí, un racismo positivo porque los antirracistas son también ingenuos e interesados. Un racismo no biológico sino un racismo intelectual. El mundo blanco y el mundo indígena-andino son dos modos distintos de percibir intelectualmente la realidad, y el que debería predominar en estas tierras “peruanas” es el de los andinos tawantinsuyanos porque son autóctonos. Digo si al racismo, si a las diferencias de razas, un racismo no biológico sino un racismo intelctual en donde se RESPETEN las diferencias de mentalidad o de concepción intelectual de la realidad. El antirracismo es un arma de los verdaderos racistas. El antirracista es como la democracia que uniformiza y nivela a todos, el antirracista dice que todas las razas son iguales, que tienen una misma forma de pensar o mentalidad, uniformiza las mentalidades imponiendo la intelectualidad europea blanca, su modo cartesiano e ideologizado de percibir el mundo. Es necesario que el hombre andino indígena recupere su propia forma de pensar (eminentemente simbólica y metafísica) sin ayuda de ningún elemento de la intelectualidad europea, luego que la incorpore y la adapte si quiere… Entonces los mestizos deberían hacer un autoexamen y ver qué o cuánto tienen de blanco o de andino y dependiendo de ello decidir si se consideran lo uno o lo otro. Lo mestizo no tiene y nunca tendrá identidad propia y se verá siempre predispuesto a adoptar una identidad europea. Se es blanco, se es rojo, se es negro, se es amarillo, pero no se es mestizo. La identidad debe ir de la mano de la raza, así una intelectualidad blanca, una intelectualidad roja, una intelectualidad negra etc. Ninguna superior a la otra sino simplemente diferentes. Aunque la intelectualidad blanca sufre de una degeneración patológica.
El personaje Grimaldo en esa novela es el alter ego del asesino Hildebrando Pérez Huarancca, como bien lo denuncia Vico; Julián Pérez crea ese personaje para responder a Luis Nieto Degrégori, quien ridiculiza a su hermano en el cuento Harta cerveza, harta bala.
La carga ideológica de esa novela es demasiado evidente, como tambien afirma el poeta Víctor Coral.
No coincido con Inocente en que Pumaranra simbolice de alguna manera al Perú actual.
Ya no hay latifundismo, tampoco feudalidad y los nuevos ricos se jaranean no solamente en Asia, ahora está el Megaplaza y Los Olivos, el Perú lucha por salir adelante y el rostro del Perú es otro.
Una visión muy pesimista la de Inocente, una novela con anteojeras la de Julián Pérez, en suma algo que quedará en el olvido.
Héctor Gustavo P.E.
Excelente artículo señor Inocente, pero en lo que respecta a Víctor Coral, le doy la razón a este último.
Saludos y espero que comprendan mi discrepancia.
Héctor.
Para el primer anónimo:
¿Nunca escuchó aquello de que la cultura en sí es mestiza y de que una de las peores gueras es la guerra racial? ¿Es esto lo que propone entonces?
¿Considera usted que el Perú es realmente un país mestizo o eso es para usted un cuento?
¿Y los apellidos, el idioma, la religión, las costumbres, en suma, la cultura heredada?
Utópicas y peligrosas vuestras afirmaciones, como utópico y peligroso el sendero por el cual se desliza el artículo del señor Inocente.
M.V.Ll.
DEMOLEDOR ARTÍCULO DE RAFAEL INOCENTE CONTRA LAS HUESTES REACCIONARIAS Y VENDEPATRIA. OJALÁ LOS ESCRITORES DEL PUEBLO IMITEN ESTE PROCEDER QUE HONRA LA SANGRE DE LOS VENCIDOS Y QUE AHORA FORMAN PARTE DE LA GLORIA Y LA MEMORIA.
ROGELIO G.
Rafael Inocente hace gala de la retorica de los resentidos. Primero le recomiendo una limpieza cerebral, luego que se deshaga de todas las envidias que lo torturan mañana, tarde y noche, y por último, que escriba sin tanta cháchara: con quinientas o seiscientas palabras menos, este "texto" sería un poco más legible.
Qué sucio es ese tal Faverón, su último artículo publicado en el blog que regenta es vomitivo.
Legitimiza al estado, legitimiza su represión, olvida que estamos bajo la égida de una constitución espúrea, que legal es diferente de legítimo, aplaude la infame y humillante revisión (o tal vez a él le gustaría que le revisen el orto o a su hermana la vagina) a las prisioneras polìticas.
Qué diferencia con la lucidez del presente artículo y qué diferencia con este blog.
Faverón es un lobo disfrazado de oveja. Esos son los peores enemigos, los que se las dan de progresistas y no son más que sepulcros blanqueados.
Iván Mokewo
Para M.V.Ll
La cultura en sí no es mestiza, ello no quita que no pueda serlo. En la antigüedad, cuando aún no existía el fenómeno globalizante que mezcla y confunde y uniformiza a las diferentes culturales, los pueblos y razas vivían separadamente y sus culturas se cultivaban bajo una homogenización racial. Estas culturas no eran mestizas. Cada religión o tradición se forjaba por lo general con un sustrato étnico homogéneo. El mestizo no es una nueva raza que habría que agregar a las demás existentes; es una mezcla de dos o más razas, lo cual ya supone una crisis de identidad para el individuo, pues la identidad se encuentra íntimamente ligada a la raza. El mestizaje supone lamentablemente una crisis profunda de identidad ¿no es acaso de eso de lo que adolece nuestro país, un país mestizo y criollo pendejo? De hecho sí existieron casos de mestizaje, pero estos eran casos aislados y nunca se pretendió erigir toda una identidad alrededor de ella, menos aún una nación.
¿Guerra racial? En principio no es algo querido pero si las circunstancias llevan a ello pues asumirlo como una realidad. El pacifismo moderno es una pendejada que pretende reprimir impulsos animales connaturales al ser humano. Es preferible una guerra impulsada por el honor y la dignidad de una identidad racial, del espíritu de una raza o pueblo con continuidad ancestral que una guerra impulsada por la codicia y la ambición de un estado-nación artificial y patriotero. ¿Identidad peruana, identidad mestiza? No lo creo… uniformización del mestizo dado su inestabilidad de identidad bajo el molde de la intelectualidad europea; occidentalización del indio-andino bajo los cánones europeos judeocristianos hasta en lo más contingente como lo es el gusto o la estética subjetiva, ¿sino porque lo huachafo se da mayormente cuando los indio-andinos intentan copiar los gustos de los europeos? Una estética andina debe ser consecuencia de una intelectualidad andina. Eso sí, primero una descolonización intelectual, una recuperación de la inteligentia indio-andina con sus valores y costumbres comunitarias, y luego evaluar la posibilidad de una verdadera recuperación soberana del territorio geográfico. ¿No es acaso lo más JUSTO?
¿La cultura, apellidos, religión, idioma heredada? Pues renegar de ella, renegar y renegar mientras se recupera la verdadera cultura. Así de simple. Renegar de todo lo que no sea sino una imposición forzada que opaca la verdadera identidad cultural. ES LO JUSTO Y NECESARIO
¿Utópicas y peligrosas? Es la cruda y trágica realidad que vivimos y lo necesario para recuperar la dignidad y el honor de toda una raza mancillada y humillada de la peor manera. Se necesita de verdaderos intelectuales comprometidos con la dignidad y el honor que se merece cada raza, cada espíritu racial. Nada de ideologías europeizantes, nada de violencia ideológica como la de sendero o el llamado terrorismo, nada de intelectualoides…
El individuo mestizo debe evaluar cuál de las razas mezcladas en su constitución es la que predomina y luego proceder a forjar su identidad tomando a esa raza como sustrato étnico. La identidad mestiza es artificial y por ello mismo inconsistente, de ahí la baja autoestima y autodestrucción que caracteriza a nuestro pueblo.
Es esta imposición de la inteligentia europea sobre la inteligentia india-andina la que se refleja en las injusticias sociales. El poder no solamente económico y político sino también y sobre todo cultural – en el amplio sentido de la palabra - lo tienen los blancos europeos, mientras que el indio-andino se encuentra subordinado y a merced de ellos.
Los grupos de poder económico, descienden en casi su totalidad de la vieja casta encomendera de un modo genético –cultural.
En verdad no eran todos “blancos” eran morochos, pues muchos eran de origen semítico, sea judíos o árabes, y para subrogar el poder se casaron con indoamericanas. Es mas, estas recomendaciones se encuentran en las Leyes de Indias.
¿De donde salieron “blancos" como usted los llama acertadamente, PPC, puros por cruce, categorìa zootècnica?
No podemos precisarlo, pero sabemos que sus mujeres usaban las tapadas, es decir se cubrían la cara para salir a la calle y vivir licenciosamente, muchos de sus adulterios se cometían con desconocidos, pero no con indios, sino con los extranjeros anglosajones que entraban por los puertos del país.
Al final nadie sabia nada, pues como el nombre lo indica se encontraban “tapadas”. Quizá de aquí empezaron a salir hijitos gringos y el patriarca señorial se enorgullecía del “afloro” de su “linaje”.
Como ven la oligarquía no tiene mucho de que enorgullecerse, y al conocer la historia no tiene de donde discriminar al pueblo, a no ser que sean tan cobardes que ante la impotencia de despreciar su parte india de si mismos, focalicen estos sentimientos de rechazo hacia los demás.
El racismo disgregador de la oligarquía sigue en pie, pero se camufla bajo sus discursos de democracia e igualdad, todo es una burda actuación de estos autoproclamados “honorables “ y distinguidos” quien verdad no son tales en nuestro país.
Es por eso que la oligarquía ha tomado posesión gracias a su manejo de la administración publica de zonas ecológicas como Puerto Viejo, al sur de la ciudad, donde antes se entraba libremente pero ahora han colocado una seguridad privada.
Quizás por eso tiene prohibida a su servidumbre- de origen humilde quechua aymará en su gran mayoría- que no se bañen en “sus” playas, porque eso esta reservado para ellos.
Quizá por ello tengan en el Congreso retratos de Bolívar y San Martín con rasgos occidentales –para así hacerlos presentables ante la digna mirada de estos seudohonorables- cuando en verdad de las fuentes de esa época podemos ver que ellos eran el primero zambo y el segundo mestizo de indio guaraní.
Quizás por ello este gran clan endogàmico, como usted le llama, bombardea continuamente las mentes de la gente con propaganda publicitaria donde los rasgos occidentalizados significan status, belleza y poder, y los del 95% sólo pobreza, fealdad y sumisión.
Lùcido y excelente artìculo, serà motivo para leer la novela RETABLO.`
Ivàn Orè Chàvez
Abogado
www.ivanorech.blogspot.com
Los grupos de poder económico, descienden en casi su totalidad de la vieja casta encomendera de un modo genético –cultural.
En verdad no eran todos “blancos” eran morochos, pues muchos eran de origen semítico, sea judíos o árabes, y para subrogar el poder se casaron con indoamericanas. Es mas, estas recomendaciones se encuentran en las Leyes de Indias.
¿De donde salieron “blancos" como usted los llama acertadamente, PPC, puros por cruce, categorìa zootècnica?
No podemos precisarlo, pero sabemos que sus mujeres usaban las tapadas, es decir se cubrían la cara para salir a la calle y vivir licenciosamente, muchos de sus adulterios se cometían con desconocidos, pero no con indios, sino con los extranjeros anglosajones que entraban por los puertos del país.
Al final nadie sabia nada, pues como el nombre lo indica se encontraban “tapadas”. Quizá de aquí empezaron a salir hijitos gringos y el patriarca señorial se enorgullecía del “afloro” de su “linaje”.
Como ven la oligarquía no tiene mucho de que enorgullecerse, y al conocer la historia no tiene de donde discriminar al pueblo, a no ser que sean tan cobardes que ante la impotencia de despreciar su parte india de si mismos, focalicen estos sentimientos de rechazo hacia los demás.
El racismo disgregador de la oligarquía sigue en pie, pero se camufla bajo sus discursos de democracia e igualdad, todo es una burda actuación de estos autoproclamados “honorables “ y distinguidos” quien verdad no son tales en nuestro país.
Es por eso que la oligarquía ha tomado posesión gracias a su manejo de la administración publica de zonas ecológicas como Puerto Viejo, al sur de la ciudad, donde antes se entraba libremente pero ahora han colocado una seguridad privada.
Quizás por eso tiene prohibida a su servidumbre- de origen humilde quechua aymará en su gran mayoría- que no se bañen en “sus” playas, porque eso esta reservado para ellos.
Quizá por ello tengan en el Congreso retratos de Bolívar y San Martín con rasgos occidentales –para así hacerlos presentables ante la digna mirada de estos seudohonorables- cuando en verdad de las fuentes de esa época podemos ver que ellos eran el primero zambo y el segundo mestizo de indio guaraní.
Quizás por ello este gran clan endogàmico, como usted le llama, bombardea continuamente las mentes de la gente con propaganda publicitaria donde los rasgos occidentalizados significan status, belleza y poder, y los del 95% sólo pobreza, fealdad y sumisión.
Lùcido y excelente artìculo, serà motivo para leer la novela RETABLO.`
Ivàn Orè Chàvez
Abogado
www.ivanorech.blogspot.com
Los grupos de poder económico, descienden en casi su totalidad de la vieja casta encomendera de un modo genético –cultural.
En verdad no eran todos “blancos” eran morochos, pues muchos eran de origen semítico, sea judíos o árabes, y para subrogar el poder se casaron con indoamericanas.
Es mas estas recomendaciones se encuentran en las Leyes de Indias. ¿De donde salieron “blancos como afirma el señor Inocente, blancos PPC, puros por cruce?
No podemos precisarlo, pero sabemos que sus mujeres usaban las tapadas, es decir se cubrían la cara para salir a la calle y vivir licenciosamente, muchos de sus adulterios se cometían con desconocidos, pero no con indios, sino con los anglosajones que entraban por los puertos del país.
Al final nadie sabia nada, pues como el nombre lo indica se encontraban “tapadas”. Quizá de aquí empezaron a salir hijitos gringos y el patriarca señorial se enorgullecía del “afloro” de su “linaje”. Como ven la oligarquía no tiene mucho de que enorgullecerse, y al conocer la historia no tiene de donde discriminar al pueblo, a no se que sean tan cobardes que ante la impotencia de despreciar su parte india, focalicen estos sentimientos de rechazo hacia los demás.
El racismo de la oligarquía sigue en pie, pero se camufla bajo sus discursos de democracia e igualdad, todo es una burda actuación de estos autoproclamados “honorables “ y distinguidos” quien verdad no son tales en nuestro país.
Es por eso que la oligarquía ha tomado posesión gracias a su manejo de la administración publica de zonas ecológicas como Puerto Viejo al sur de la ciudad, donde antes se entraba libremente pero ahora han colocado una seguridad privada.
Quizás por eso tiene prohibida a su servidumbre- de origen humilde quechua aymará en su gran mayoría- que no se bañen en “sus” playas, porque eso esta reservado para ellos.
Quizá por ello tengan en el Congreso retratos de Bolívar y San Martín con rasgos occidentales cuando en verdad de las fuentes de esa época podemos ver que ellos eran el primero zambo y el segundo cruce de indio guaraní.
Quizás por ello este gran clan oligárquico bombardea continuamente las mentes de la gente con propaganda publicitaria donde los rasgos occidentalizados significan status, belleza y poder, y los del 95% sólo pobreza, fealdad y sumisión.
Muy buen artìculo, leerè la novela RETABLO, felicitaciones a este blog y a Rafael Inocente.
Iván Oré Chávez
www.ivanorechblogspot.com
Los grupos de poder económico, descienden en casi su totalidad de la vieja casta encomendera de un modo genético –cultural.
En verdad no eran todos “blancos” eran morochos, pues muchos eran de origen semítico, sea judíos o árabes, y para subrogar el poder se casaron con indoamericanas.
Es mas estas recomendaciones se encuentran en las Leyes de Indias. ¿De donde salieron “blancos como afirma el señor Inocente, blancos PPC, puros por cruce?
No podemos precisarlo, pero sabemos que sus mujeres usaban las tapadas, es decir se cubrían la cara para salir a la calle y vivir licenciosamente, muchos de sus adulterios se cometían con desconocidos, pero no con indios, sino con los anglosajones que entraban por los puertos del país.
Al final nadie sabia nada, pues como el nombre lo indica se encontraban “tapadas”. Quizá de aquí empezaron a salir hijitos gringos y el patriarca señorial se enorgullecía del “afloro” de su “linaje”. Como ven la oligarquía no tiene mucho de que enorgullecerse, y al conocer la historia no tiene de donde discriminar al pueblo, a no se que sean tan cobardes que ante la impotencia de despreciar su parte india, focalicen estos sentimientos de rechazo hacia los demás.
El racismo de la oligarquía sigue en pie, pero se camufla bajo sus discursos de democracia e igualdad, todo es una burda actuación de estos autoproclamados “honorables “ y distinguidos” quien verdad no son tales en nuestro país.
Es por eso que la oligarquía ha tomado posesión gracias a su manejo de la administración publica de zonas ecológicas como Puerto Viejo al sur de la ciudad, donde antes se entraba libremente pero ahora han colocado una seguridad privada.
Quizás por eso tiene prohibida a su servidumbre- de origen humilde quechua aymará en su gran mayoría- que no se bañen en “sus” playas, porque eso esta reservado para ellos.
Quizá por ello tengan en el Congreso retratos de Bolívar y San Martín con rasgos occidentales cuando en verdad de las fuentes de esa época podemos ver que ellos eran el primero zambo y el segundo cruce de indio guaraní.
Quizás por ello este gran clan oligárquico bombardea continuamente las mentes de la gente con propaganda publicitaria donde los rasgos occidentalizados significan status, belleza y poder, y los del 95% sólo pobreza, fealdad y sumisión.
Muy buen artìculo, leerè la novela RETABLO, felicitaciones a este blog y a Rafael Inocente.
Iván Oré Chávez
www.ivanorechblogspot.com
LOS ESCRITORES DEL PUEBLO VENCERÁN ES SOLO CUESTIÓN DE TIEMPO, AMIGOS, SIGAN ASÍ CON ESOS DEMOLEDORES ARTÍCULOS QUE NO PUEDEN TENER FORMA DE REBATIRLOS PORQUE LA VERDAD ESTÁ CON USTEDES.
VIVA EL ACUERDO DE PAZ!!
VIVA EL NUEVO PROCESO DEMOCRÁTICO!
LIBERTAD A LOS PRISIONEROS POLÍTICOS!
Los Prado, ahora con otros apellidos, como los Garcia Sayan Larrabure, los Peña Roca, y los Bustamante Olivares son dueños gerentes de la AFP Profuturo, accionista de Edegel la empresa de luz.
La transnacional que está detrás de estos oligarcas locales, es el clan Rockefeller por medio del grupo financiero Citibank y podría seguir hasta el infinito.
Ésta es la verdadera MAFIA.
R.V.G.
Bueno, èste es un tema candente y cojo la posta, dejando en claro que los “señores autoridades” no sólo lo son de algùn pueblo perdido de la sierra; en todo el Perú son la misma porquería y que bueno que el análisis de Inocente no se limite académicamente al lado literario, pues toda ficción refleja una realidad que se rechaza.
Hay afirmaciones en la reseña crìtica de Inocente a RETABLO, que son tremendamente polèmicas, pero no por eso menos ciertas.
Un par de ejemplos para intentar graficar lo que afirma Inocente respecto a lo de clanes endogámicos, racistas y excluyentes:
Caso AFPs: Un fondo financiero de las multinacionales se hace llamar “inversionista” y se enlaza con una de las ramas de la oligarquía peruana pertenecientes a la casta encomendera, esta se encarga de hacer la constitución y el papeleo necesario para crear la AFPs y ponerlo en funcionamiento gracias a su conocimiento del terreno y sus contactos con la burocracia peruana.
Al final las 5 AFPs, resultan manejadas en mayor o menor medida por miembros pertenecientes a la misma familia de la casta encomendera… Veamos a los boss de los clanes mafiosos peruanos, al mejor estilo de la Camorra napolitana, en alianza con el estado:
1. Los Benavides de la Quintana (dueños de minas de oro), socios del fujimontesinismo en la persona del pezuñento Roque Benavides, emparentados con los Romero Seminario, los Aspíllaga y los Miró Quesada.
2. Los Wiesse, deben mas de 300 millones de soles y no cesa de usar a sus contactos en los medios de comunicación como sus parientes Jorge de Althaus y la cuñada de Maria Jesus Hume –miembro del equipo económico de Flores Nano- la directora de sus Afps, me refiero a Cecilia Valenzuela comunicándolos que el sistema nacional esta quebrado, Los Wiese están denunciados y el Estado no quiere investigar sus negocios que tienen con su cuñado, el Alcalde Castañeda Lossio quien les ha entregado a 100% en administración todo el dinero que recibe el municipio del peaje y hasta ahora se rehúsa a entregar la lista de tenedores de bonos a quines debemos hasta la fecha 50 millones de soles y dentro de un par de meses serán 250 millones, mientras que al administrar los dineros del municipio los Wiese cobrarán sus comisión por manejar cerca de mil millones de soles del municipio ¿alguien dice algo en la prensa?
Por la misma razón en el siglo pasado el judío Dreyfus firmó el contrato del guano con Pierola, sobrino del corrupto Echenique, y con Martin Echenique, hijo del corrupto Echenique, quienes fueron enviados al extranjero adivinen por quién, por el presidente del Senado que era el corrupto Echenique, ancestro del borrachito Bryce Echenique, el escritor más famoso de la burguesìa criolla, después del arequipeño Vargas Llosa.
Los BRESCIA, primos de los Wiese. Los Brescia son dueños-gerentes del Banco Continental, gracias a Fujimori, quien fue el que les entregó ese banco que antes era el Estado, con el cuento de las privatizaciones. Además son también dueños gerentes de seguros RIMAC y grandes harineras que saquean el mar peruano. Su socio es el Banco Bilbao Viscaya Argentaria de España.
El Grupo Romero/Seminario, dueños de AFP Prima, Banco de Crédito, Alicorp, etc. Raymundo Morales Dasso, director de AFP Prima, ex jefe de la Confiep después de su cuñado Roque Benavides Ganoza, ambos responden al patriarca Benavides de la Quintana, director de Telefónica del Perú y de minas Buenaventura en Yanacocha. Son de la familia de los Diez Canseco, también emparentados con los oligarcas locales mencionados anteriormente.
La ley de las AFPs la firmó el premier Fujimorista Oscar de la Puente Raygada, familiar del grupo Ferreyros (estos son primos por los Moreyra Paz Soldan, de los Belaunde, los Miro Quesada, los Brescia, los Wiese, los de la Puente) cuya empresa principal Ferreyros S.A tiene como accionista a las 4 AFPs.
Otro ejemplo de linajes endogámicos y racistas: EL VIEJO LADRÒN SINVERGUENZA ANTERO FLOREZ-ARAOZ
Este racista entró a la oligarquía gracias a sus tíos los Basombrío Florez-Araoz, ellos fueron su carta de presentación, uno de ellos estaba casado con la tía carnal de Henry Pease y también de Miroquesada de la Guerra, ambos presidentes del poder legislativo. Estos cargos como el premierato de Ferrero (otro ejemplo de endogamia), ostentado antes por su tío fascista y racista confeso Ferrero Rebagliati.
Son en verdad cargos semi hereditarios.
De otro modo como respondernos ¿que de las mas de 5 millones de familias que hay en nuestros país solo un puñado de ellas aliadas en grandes clanes se repartan el poder?
Otro de los tíos del viejo ladrón Antero Florez Araoz casó con los Basombrio, de la familia de Clímaco Basombrio, el asesino del martillo, un traumado gracias a la educación religiosa colonial que se les imparte para controlarlos, de ahí muchos se vuelvan libertinos-como Jaime Bayly- y marxistas ateos a medias- o agnósticos- ésta más que una forma de superación personal constituye la manera mas fácil como estos vástagos pueden liberarse del sentimiento de culpa de sus pecados, de ser tan hipócritas y excluyentes como don Antero.
Los Basombrio fueron los directores del banco de los guaneros hermanos Dreyfus, así fue como empezaron y se socializaron con la oligarquía peruana. http://www.flores-araoz.com/
R.V.G.
¿Y la izquierda cagona, pacifista, caviar, racista e hipócrita?
El tío Henry Pease García-Irigoyen
El Diez Canseco dueño de islas en el Lago Titicaca?
El payaso tío de Jaime Bayly Letts, Ricardo Letts Colmenares?
Y podría seguir...
Pero me meto con un diario ahora emblemàtico dirigido por el tío César Lévano: LA PRIMERA.
¿De quién es LA PRIMERA?
La respuesta es : “Tafur ha armado tienda aparte con un nuevo periódico llamado La Primera, cuyo principal accionista es el ex peruposibilista José Lolas Miani.
El nuevo diario aparecería en los quioscos el 7 de marzo.” http://www.caretas.com.pe/2005/1862/secciones/marfon.html obtenida el 14 May 2006 15:58:04 GMT.
En verdad Tafur solo es el mascaron de proa de intereses que no se muestran constantemente.
De eso se trata. De mostrarse lo menos posible y hacer que de la cara el empleado del negocio.
Lolas Miani no es sino el cuñado de Mario A. Brescia Moreyra, el BOSS de clan de esta familia y además primo hermano de los Wiese, otro grupo de poder, y de los Ferreyros y de los Miroquesada y de los García Belaunde pues la familia ancestral común de estos clanes –los Moreyra Paz Soldan emparentó con cada uno de estas familias.
Estos clanes, más peligrosos y mafiosos que las honorables familias napolitanas de Casal di Príncipe, son los que aparecen en una interesante y valiosísima investigación sobre el equilibrio del poder en el Perú del abogado Iván Oré Chávez, lo estudió Malpica, Durand, Vega, etc.
R.V.G.
ese ignorante reaccionario de maine no termina de arrojar todo su odio de clase. Felizmente solo lo comentan sus ayayeros, los que no saben nada de la realidad peruana.
saludos
Emilio Puigrós Rosemberg
politólogo
Busquen en los archivos genealógicos de la Biblioteca Nacional, antes no había INTERNET, hoy es fácil desenmascarar y calatear a estos mafiosos criollos incestuosos y ladrones, allí está todo su árbol genalógico.
Buen debate, lástima que los anónimos oponentes sólo insulten, felipillos sin talento ni cojones.
http://genealogia.perucultural.org.pe/Descendientes.asp?numsesid=445034206&codigo=I89666
Una contribución al debate, saludos.
Basilio Auqui
MATRIMONIOS DE SANGRE Y ORO
Por: Dennis Gilbert
Durante la República Oligárquica la alta sociedad absorbió nuevas familias, inclusive
algunas cuyos orígenes inmigrantes eran relativamente recientes, pero ya habían logrado
un significativo éxito económico. Para estas familias era importante dar validez a
su posición de élite mediante matrimonios con descendientes de familias de incuestionable
prestigio social. Por ello los advenedizos hermanos Wiese de origen alemán se
cansaron con mujeres de las familias Osma y Montero cuya elevada posición social se
remontaba al período colonial. El continuo proceso de mantenimiento de la élite a
través de los matrimonios de sangre y oro, manifestado durante el período del guano,
estaban aún en funcionamiento. Hacia el final de este período la mayoría de las familias
que serían consideradas parte de la oligarquía habían sido aceptadas en la sociedad
limeña.
La telaraña del parentesco y matrimonio fue siempre la fuerza cohesiva y fundamental
de la élite social. Pero contribuyó también a unificar el mundo de la clase alta limeña
la existencia de barrios exclusivos, iglesias parroquiales preferidas y la playa de
Ancón donde muchas familias veraneaban. Asimismo, una serie de asociaciones formales
desempeñaban un importante papel. El Club Nacional y el Club de la Unión eran para gentes de la élite. Se juzgaba altamente prestigioso pertenecer al Lima Polo
and Hunt Club y al Jockey Club, al igual que figurar en el directorio de la Beneficencia,
una organización de bienestar semipública dominada siempre por la clase alta.
En 1896 los Aspíllaga, los Beltrán, los Bentín, los Ferreyros, los Lavalle, los Olaechea,
los Mujica y los Miró Quesada estaban entre las familias oligárquicas representadas
en el directorio de la Beneficencia. Las instituciones mas importantes de la clase
alta eran los colegios donde se educaban a los hijos e hijas de la élite. Aquí la socialización
de la clase alta se reforzaba y se establecían vinculaciones que debían durar de
por vida en base a la experiencia común. Hacia comienzos del siglo, San Pedro para
las niñas y la Recoleta para los varones eran las mas prestigiosos. Posteriormente Villa
María y Santa María , entre otros, lograrían una posición similar. Una limeña de
clase alta perteneciente a una familia prominente que estudió en San Pedro en la
cumbre de la República Oligárquica, recuerda, “era muy íntimo y mis padres eran
amigos de los padres delas otras niñas”. Había alumnas cuyas familias no integraban
la alta sociedad y aunque eran “tratadas con igualdad”, se les excluía de las fiestas
dadas por las niñas de la élite. Tampoco los padres de las niñas de la alta sociedad
permitían que éstas aceptaran invitaciones de dichas alumnas.
Luis Alberto Sánchez, quien llegó a ser uno de los dirigentes claves del aprismo estudió
en la Recoleta, el colegio más elevado por entonces. Eran también alumnos Ricardo
Bentín, José de la Riva Agüero, Juan Bautista de Lavalle, Juan C. Gallagher,
Manuel Pardo Althaus, Ramón e Ismael Aspíllaga y Pedro Beltrán.
Sánchez recuerda que durante el tiempo que fue alumno (1908-1916), la Recoleta
recién comenzaba a admitir unos cuantos alumnos cuyas familias no eran parte de la
sociedad establecida. Posteriormente sus criterios sociales de admisión se tornarían
aún más liberales. El período intermedio, según Sánchez, fue una época de “equilibrio”
creador; uno no puede menos que preguntarse como Sánchez , cuyos orígenes
parecen haber sido de la clase media, encaje en esta singular situación y que efectos
tuvo en él. Sánchez señala que la Recoleta produjo muchos apristas, pero no explica
exactamente por qué.
La participación de la oligarquía en la economía, la política y la vida social la ligaba
a una tupida red fe múltiples relaciones sociales. Considérese los vínculos entre las
familias Pardo y Aspíllaga. Ambas eran dueñas de grandes haciendas azucareras y
miembros de ambas familias integraban el directorio la Sociedad Nacional Agraria.
Miembros de las dos familias participaron en el consorcio del túnel de la Cerro de
Pasco. Antero Aspílalga y José Pardo eran figuras importantes dentro del Partido
Civil. Aspíllaga y dos hermanos Pardo participaban en las reuniones de “Los 24
amigos”. Los Pardo y los Aspíllaga asistían juntos a la Recoleta. Por cierto que ambas
familias estaban representadas en el Club Nacional.
A propósito de la referencia a Pasolini que hace Rafael Inocente, su análisis de la obra del profesor Julián Pérez Huarancca me recuerda al manifiesto de Pier Paolo Pasolini, previo a su eliminación física, el famoso "Yo sé" en donde pone de manifiesto, al igual que Inocente, un discurso indirecto libre de academicismo y fiel al espíritu anarquista de denuncia de alguien que no ejerce el poder, pero tiene el poder de la palabra, alguien que denuncia a los responsables de la debacle y la miseria, pero no tiene indicios ni pruebas ni poder, una denuncia desde la posición del creador, del escritor, del novelista.
Leí RETABLO hace poco. Coincido entonces plenamente con las observaciones que hace Inocente de esta gran novela de Pérez Huarancca, más allá de sus logros técnicos y estéticos, la forma y el fondo de la novela simbolizan muy bien el problema del Perú: el sistema de castas heredado de la Colonia, remozado en la República y corregido y aumentado durante estos 20 años de liberalismo maridado con la peor corrupción de la que se tenga memoria, el aprofujimontesinismo.
Sebastiano Sperandeo
Antropólogo
5 de julio de 2010 17:17
en todo el grupo de familias oligárquicas que se ha mencionado repetidamente a lo
largo de este análisis.
A un forastero debía parecerle que las mismas familias se habían asegurado cada una
de la instituciones sociales importantes y que la participación en cualquiera de ellas
dependía de ser parte de la red oligárquica. Cuando Sánchez, un hombre ambicioso
que llegaría a ser uno de los intelectuales más importantes de América Latina, ingresó
a la Universidad de San Marcos, uno de sus compañeros de estudio era Mariano
Ignacio Prado Heudebert. El tío de Prado era rector de la Universidad y su padre
decano de la facultad de derecho. La Universidad estaba dominada por el “clan civilista”.
Tres familias en particular -los Miró Quesada, los Pardo y los Prado- ejercían
la mayoría de los cargos universitarios importantes. Años más tarde, el mismo Sánchez
llegaría a ser rector de la Universidad.
Tendencioso hasta decir basta el articulete de Faveroncillo, colocar fotos de Amanineyad abrazàndose con Chàvez, Ortega y no se quièn màs, luego sugerir que por eso la izquierda americana es partidaria de las lapidaciones a las mujeres que fomentan los musulmanes es poco menos que pretender que porque la Toràh (que tambièn trata pèsimamente a las mujeres) dice ojo por ojo y diente por diente, entonces la venganza està justificada.
Las tres grandes religiones monoteìstas (judìos, musulmanes y cristianos) constituyen en el mundo la ESENCIA DEL MAL. Ellas son las fanàticas, intolerantes y malignas. La Iglesia Catòlica es la puta de Babilonia, los judìos se han apoderado de los pueblos dèbiles mediante macabras artimañas y han logrado imponer a su hijo putativo, el cristianismo en casi todo el mundo.
El salto mortal del politeìsmo hacia el monoteìsmo lo dio un pueblo paria, sin territorio històrico, un pueblo nòmade, cuya religiòn era su historia y viceversa.
Por eso el SIONISMO ha debido inventarse antecedentes, masacrando a un pueblo heroico como el palestino para hacerse de un territorio amañado en la Franja de Gaza, con el apoyo de EU, dirigido por lobbys sionistas.
Tan bestial como lapidar mujeres libertinas (o libertarias?) es condenar la infidelidad o sugerir que desear a la mujer del pròjimo es un pecado capital, que merece el infierno; para no mirar otras religiones, los judìos tambièn apedreaban mujeres adùlteras, por qué se ensaña el de Maine con sus primos musulmanes.
PRT
El Goliardo
este tema novelesco es un topic utilizado por otros escritores,en novelas como el mundo es ancho y ajeno,los rios profundos,cronica de san gabriel,redoble por rancas,etc.por cierto algo que parece comun entre ellas,es la creacion del espacio y EL TIEMPO,digamos crear un mundo posible a traves de una comunidad,para ello recuren a hechos,per5sonajes,heroes,sucesos reales-historicos.mediante estas herramientas crean la sociedad(la historia de sus pueblos),es uana forma de herencia por la cual trasmiten lo que no debe pasar,lo que paso y lo que esta pasando.la oralidad es importante aqui porque trasmite el afecto maternal que tienen algunos lectores con sus respecctivos pueblos.la importancia que se da a los hechos comflictivos busca la participacion de posibles y futuros lectores.quienes seran..........es obvio que los descendientes.las novelas plantean preguntas,buscan identificar y crear pequeñas naciones,no con la itencion de boicotear algun poder sino con la intencion de buscar una identidad.Asi sea por la tragedia...a manera de conclusion podriamos definir a este tipo de novela como hereditaria,armonia entre grupo cerrado y con identificacion comun,expositiva,manifestadora de problemas y hechos sociales de orden violento,oral,de corte y raimgambre maternal que colabare con la identidad de un pueblo.
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