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sábado, 26 de julio de 2008
SOBRE EL LIBERALISMO: NUEVA RESPUESTA DE HÉCTOR ÑAUPARI A RAFAEL INOCENTE
En la última respuesta de Rafael Inocente había una preocupación lingüística (que en cierto modo debía afectar el proceso de pensamiento de su interlocutor). Ñaupari retorna al origen de la polémica y plantea un liberalismo sui generis y pone a Inocente al borde de la mitomanía.
En relación a los últimos comentarios, aviso que borraré los insultos o diatriabas de carácter gratuito, salvo que estos estén justicados o tengan algún tipo creíble de argumento. Aquí la carta completa:
Lima, 25 de Julio de 2008
Me exhorta Rafael Inocente a responder a sus dos preguntas centrales sobre la ambivalencia y fundamentalismo del liberalismo, lo que hago oportunamente. Sostiene Inocente que el liberalismo es “ambivalente por no presentar como problemática la relación de los derechos políticos e individuales por un lado, y los derechos económicos de la propiedad privada, por el otro”, completando su argumento señalando que “a través de su historia, los liberales del siglo XIX mostraron que eran siempre menos importantes la libertad de expresión y el Estado de derecho que la defensa de la propiedad privada y por tanto, el establecimiento”.
Digamos de entrada que la tesis de Inocente encierra una trampa. Se pretende que el liberalismo afirme que hay una “problemática” entre los derechos fundamentales y políticos y el derecho de propiedad. Como el liberalismo no lo afirma, entonces, es “ambivalente”. La trampa es que esa posición es en realidad una vieja tesis socialista que busca descalificar el derecho de propiedad, otorgándole un carácter de conflicto o problema respecto de otros derechos, y disminuyendo su condición de derecho humano fundamental. Si el liberalismo no puede sostener una posición que no es suya, sino del socialismo, entonces no puede ser “ambivalente”.
El verdadero problema es que la tesis expuesta por Inocente no resiste el menor análisis. El derecho de propiedad es considerado un derecho humano universal y fundamental, igual a todos los demás derechos esenciales y políticos, en Constituciones, Tratados Internacionales de Derechos Humanos, Cartas Constitutivas de Organismos Internacionales, y un largo etcétera. Inocente omite deliberadamente que hoy China y Cuba, países comunistas por donde se les mire, reconocen esa condición al derecho de propiedad.
Por otra parte, si hay un punto en que todos los países firmantes de sus constituciones y tratados están de acuerdo al respecto es que, siendo el derecho a la vida la fuente de todos los derechos, significa la libertad de llevar a cabo todas aquellas acciones que requiere una persona para sustentar, mantener y realizar en plenitud su propia vida. Por lo tanto, el derecho de propiedad es la única forma de implementarlo. Empieza con el derecho al propio cuerpo y el pensamiento. De allí que otros derechos fundamentales a los que alude Inocente compartan el rasgo del derecho de propiedad: la libre opinión, la libre expresión, el voto libre, la libre asociación, etcétera. La doctrina jurídica universal acepta que el derecho de propiedad no es el derecho a un objeto sino a la acción y a las consecuencias para producir o ganar ese objeto. No es una garantía de que un hombre obtendrá una propiedad, sino únicamente una garantía de que será suya si la gana. De no existir este derecho, por ejemplo, Inocente no podría reclamarse propietario de la novela que ha escrito con su propio esfuerzo, o del sueldo que gane, o de las regalías que legítimamente le corresponden si su creación se convierte en un film ú obra de teatro.
¿Supone esto reconocer que estamos en el mejor de los mundos? De ninguna manera. Pensar que el liberalismo es indiferente a la pobreza, la miseria, el racismo, la corrupción y la desigualdad es una afrenta a la inteligencia y a la sensibilidad de sus exponentes y difusores. De hecho hay numerosa literatura liberal que abona en ese plano y busca encontrar soluciones a esos males desde el Estado, la asistencia social, la redistribución privada de la riqueza y un largo etcétera. Por ello, Inocente es víctima de lo mismo que acusa: así como denuncia que nos hemos apropiado del término “libertad”, los socialistas se han apropiado de la “igualdad” y la “solidaridad”, conceptos que son y deben ser universales, lo mismo que la libertad. Quizás una tarea provechosa para ambos sería que Inocente y este escriba desarrollemos estos conceptos desde nuestras particulares perspectivas. Lo invito a hacerlo. De repente así es posible darle una salida útil a este interesante debate.
Sostener que la defensa del liberalismo supone no criticar a otros así llamados “liberales” defensores de dictaduras o de la nefasta guerra de Irak refleja, simplemente, que tales críticas no se han leído. Václav Havel, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Federico Jiménez Losantos, Jean François Revel y muchísimos otros han criticado duramente a aquellos liberales que sólo ven la perspectiva económica, han servido dictaduras o una intervención ilegal. Comprendo que Inocente, hombre cultivado al fin, y escritor muy decoroso, no haya tenido acceso a esos artículos (el silencio de los autores liberales en el Perú podría ser tema de otro debate) lo mismo que quienes, con identidades supuestas, pseudónimos y anónimos insultan, tampoco. Por un mínimo de honestidad intelectual, se deberían leer esos argumentos y sacar sus propias conclusiones. No digo con esto que cambien de opinión, pues no soy un fundamentalista como se me acusa, dado que creo firmemente que toda persona tiene derecho a cambiar o mantenerse en sus convicciones, y defenderé hasta la muerte el derecho de esas personas a expresarlas. Ése es el concepto de tolerancia que los auténticos liberales tenemos (como el padre de Nabokov, diputado ruso liberal, que murió defendiendo en el Parlamento la vida de un opositor suyo socialista, de ser asesinado) y que muchos socialistas no pueden ni quieren admitir.
De hecho, el liberalismo es una ideología abierta y en permanente cambio y revisión de sus tesis. No considera traidores ni revisionistas a quienes tienen, dentro del liberalismo, una posición discrepante, como si lo ha hecho el socialismo, con su vasta historia de capillas y cenáculos. Tampoco sostiene que los autores socialistas sean el mal. De hecho, una atenta lectura a las críticas al socialismo desde el liberalismo se ha fundamentado siempre en tesis científicas, y con mucho respeto, desde Valor y precio de producción, Camino de Servidumbre (obra dedicada a los socialistas de todos los partidos), Ni Marx ni Jesús, ¿Será liberadora?, La fatal arrogancia, Los marxismos imaginarios, Los marxistas, El libro negro del comunismo y un largísimo etcétera. Parte importante de la respuesta socialista, por el contrario, ha sido una cadena interminable de insultos: burgueses, imperialistas, corruptos, defensores de dictaduras, neoliberales, fundamentalistas, ambivalentes. Como hoy los insultos que he recibido simplemente por exponer mis ideas y que se pueden leer aquí, sin la valentía de poner sus nombres o dar las caras. El fundamentalismo, entonces, tiene otro rostro: el del anonimato. En su crítica al liberalismo, a diferencia de los otros, Inocente es valiente y lo felicito por ello.
Por otro lado, argüir que hay relación ambigua entre el liberalismo y la democracia es pasar por alto la verdad histórica que el liberalismo fue la ideología sobre la cual se instituyó la democracia moderna en el mundo, lo mismo que los gobiernos limitados, los parlamentos y las constituciones. Además, el liberalismo fue y es la columna vertebral sobre la cual la democracia ha evolucionado hasta hoy. Y todo esto más de 100 años antes que el socialismo se diera a conocer al mundo. Esto lo reconocen hasta los más acérrimos críticos del liberalismo.
Debo concluir señalado lamentablemente que la afirmación de Inocente sobre Hayek es una mentira. En su visita a Chile en 1981, sostuvo que el experimento económico pinochetista “es un error (y se inspira sobre bases) falsas”. Al respecto, ver la entrevista que dio al diario El Mercurio el 19 de abril de ese año. Todos sus biógrafos sostienen que fue perseguido por los nacionalsocialistas, lo que le forzó a huir a Inglaterra antes de la segunda conflagración mundial. Además, denunció a los fascismos en su obra de 1944 Camino de Servidumbre. Luego llamarlo fascista es faltar a la verdad.
Confío finalmente que podamos darle una perspectiva útil a este debate.
Atentamente
Héctor Ñaupari
(Arriba: un mendigo, nuevo ciudadano del neoliberalismo)
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12 comentarios:
pucha ybarra, si no me dejas decir que ñaupari es un burro, pues entonces ya no voy a visitar tu blog. por qué le haces el juego a este vividor del país.
rencito
Al parecer quieren mucho a este Ñaupari por aquí. Creo que nadie está de acuerdo con este defensor de los comechados, por ahí hay un solo defensor de este vividor del pueblo.
oye ybarrex por qué borras mis comentarios si dicen la purita verdad sobre este señor. Si se cree tan libertario y democrático debería renunciar a ese puesto donde parasita y le chupa la plata al pueblo oprimido. Ok.
Ybarra no vas a hablar de la feria del libro? Ya estamos hartos de los comentarios cursis de Thays, Coral y el orto Ortega sobre este tema. Tu danos tu mirada critica, la verdad de esta feria provinciana y huachafa.
Mucho floro, poca esencia, don Héctor.
A todas luces, el liberalismo en el mundo ha fracasado estrepitosamente, al igual que el marxismo.
Nuevas corrientes han de salir y mejor si salen de este lado del mundo. Nuevas ideas alumbradas por los hijos de este continente, que como usted, tienen mucho que dar, si dejan atrás tutelas occidentales, cristianas y europeas.
El Tukuyrikuy
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