He recibido varias cartas y envíos en torno al diccionario “Abracadabra” de Gregorio Martínez. Antes que nada quisiera apuntar que mi crítica en torno a Martínez estaban (están) basadas en la lectura detallada de su diccionario y, en especial, sobre un punto: el caso del poeta Juan Cristóbal. En ningún momento le falté el respeto ni intenté disminuir su capacidad creadora (como dicen los evangélicos: “odiamos al pecado pero amamos al pecador, a la persona”). Y, en cierto momento, traté de mediar (infructuosamente) entre Martínez y el poeta Juan Cristóbal (reboté el correo de uno y de otro, pero esto no funcionó, haciendo de adminículo y bisagra entre dos ex amigos. “Faltó aceite sobre los óxidos” sería un término a lo Goyo). Esto quizá fue la puerta a un debate interno, acalorado, apasionado y lleno de “recutecus”, que tuve con Martínez en media docena de extensas cartas donde me explicaba detalladamente sus razones y sus motivos para escribir un diccionario que, si bien es cierto, podría ser tomado como "ofensivo" (término que usé en el post), ese término podría alcanzar los ribetes que tienen en el deporte cuando un cuadro se muestra con mayores herramientas y mayor disposición (en todo caso, si un libro de alguien ha ganado un concurso literario no se puede acusar al autor de ser un “mal escritor” o de haber “pasado la línea” en torno al trato con las personas, eso es un punto en el que tiene más que ver el jurado que el escritor en cuestión).
En una de mis –también largas- misivas le envié mis opiniones sobre varias acepciones con las que no necesariamente estoy de acuerdo, de modo tal que se armó un interesante intercambio basado en el respeto y las diferencias de ideas. Dado que es comunicación interna y personal no voy a caer en la tentación de publicarlas.
Gregorio Martínez es un escritor peruano que ha ido ganando un espacio con cada libro editado, desde la publicación de “Canto de Sirenas” hasta sus últimos libros siempre ha habido una aceptación de la crítica y de los lectores acuciosos . No considero que “Martínez palabrea pero nunca sabe de qué está hablando” (puente aereo), esos son términos que niegan por completo todo tipo de polémica y no ayuda, si se quiere, en este caso, a encontrar respuestas a un diccionario que el mismo autor ha aceptado como polémico.
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Aquí el texto de Gregorio Martínez aparecido en “Perú 21”:
Fascismo en la blogósfera peruana
Fascismo en la blogósfera peruana
Gregorio Martínez responde a las críticas que se le hicieron a Diccionario abracadabra, su libro de ensayos que el año pasado resultó ganador del Premio Copé Internacional de Ensayo.
Autor: Gregorio Martínez
Hasta ahora no me explico cómo el imperialismo yanqui bajó los parpados, pese a la vigilancia mortífera de la CIA, y dejó suelta y libre a Internet. Exactamente igual que provocativa chivata en pampa. Suelta para que se banquetearan con ella, a su antojo, aun los pobres del Perú si disponían de un mango para comprar media hora en una cabina cibernética de alquiler.
Comprar media hora de Internet constituye lo mismo que comprar el tiempo. Importa un pito que el docto San Agustín, el primero en imaginarse el microchip en el siglo V, haya dicho que el tiempo no puede mercadearse porque le pertenece a Dios. Eso sí, tenemos que reconocer que el rijoso San Agustín inventó el microprocesador cuando se preguntó: ¿cuántos ángeles pueden bailar en la punta de una aguja? Todavía en el siglo XX, muchos marxistas consideraban que la pregunta era una estupidez metafísica.
Pongo en relieve el gesto del imperialismo yanqui, la bajada de ojos, por una razón de peso y nervio. Hay en la blogosfera de Internet un espacio donde se cobija el fascismo redivivo, aunque exangüe, peor que pájaro muerto. Dicho blog se denomina Puente Aéreo y es opus y remiendo de Augusto Faverón.
A propósito de Diccionario abracadabra, que es un mural de ensayos de toda laya, el susomentado blog Puente Aéreo lo tacha y decreta, autoritario, que se trata de una “lumpenización de la inteligencia”. Sin saber dónde cantó el gallo, Augusto Faverón usa el vocablo lumpen que Karl Marx introdujo en la teoría política a través de su libro El 18 Brumario, capítulo quinto.
Justamente la bilis que Augusto Faverón derrama en Internet contra Diccionario abracadabra se titula “Lumpenización de la inteligencia”. Antes le muestra al lector una advertencia obscena que dice: “Prohibido pensar”. Advertencia que concuerda, vis-a-vis, con el pensamiento de Paul Joseph Goebbels, el ministro de Cultura de Hitler que vociferaba: Miente, miente, miente que algo queda.
Hago la atingencia: Internet nació como un invento del Pentágono. Fue creación de la Defense Advanced Research Project Agency (DARPA), una institución estatal con sede en Texas. Internet nunca fue iniciativa privada como pregonaban los admiradores de la hoy descalabrada teoría económica de Milton Friedman y sus 'Chicago boys’. Pocos saben que Internet empezó a funcionar todavía en 1969, pero solo para fines bélicos y hegemónicos.
Ahora que tenemos la fortuna de contar con Internet, desde el blog Puente Aéreo se quiere imponer prohibiciones fascistas, envueltas en papel de lustre, treta aprendida en los filmes de Leni Riefenstahl, la favorita de Hitler. Esto ya estaba previsto en el ensayo de Susan Sontag, “Fascismo fascinante”.
“Lumpenización de la inteligencia” quiere decir que, para Augusto Faverón, la capacidad mental no se aprecia por medio de un coeficiente intelectual sino por la condición social de la persona. Lo mismo que proclaman los sociólogos prejuiciosos Samuel Huntington o Charles Murray, ambos de Harvard. Esa es la calaña de Faverón. La creatividad popular, los chascarrillos, el hueveo por ejemplo, o la letra de un huaino, pueden infectar la preciosa literatura de las elites. Por lo tanto, a los pobres, proclives a la lumpenización, se les debe prohibir el pensamiento.
Con esta manipulación que se pretende ingeniosa, Augusto Faverón chapotea en las aguas de Cesare Lombroso, el criminólogo que elaboró el perfil del supuesto criminal innato. Todo esto ha salido de la cloaca del conde Arthur Gobineau, a quien tanto admiraba Clemente Palma, ídolo de Faverón.
Sea como fuere, el asunto es que debemos denunciar la intolerancia que germina en la blogosfera con el pretexto de cautelar la moral. Augusto Faverón acusa que Diccionario abracadabra ni siquiera llega al nivel de chascarrillo de vecindario. Pregunto: ¿qué hay de indigno en el chascarrillo popular? Para mí sería una honra ganar un concurso de chascarrillos en un callejón. Con ignorancia supina, Faverón cree que un estudio sesudo, una tesis, una monografía, constituyen ensayos.
El gesto obscurantista de Augusto Faverón ha sido imitado en otro blog por un tal Coral, poeta y mami de lenocinio que me llama 'caserito’. Coral señala que Diccionario abracadabra es “un mero listado de palabrejas”. Con similar prejuicio fascista, Coral divide el léxico en palabras y palabrejas.
Lo bueno es que la infeliz expresión me trajo a la mente una imagen y la idea de Theodor Adorno, el de la Escuela de Frankfurt, sobre la concomitancia entre forma y contenido. Coral, pese a su apelativo marisquero, resulta un ignorante en cuanto a pejes. Dice: “Un mero listado de palabrejas”. Pero lo que yo veo es un peje mero con rayas hechas de palabras rutilantes. Lo de mero le salió por torpeza, en la creencia de que se trata de un peje como la lorna. No sabe, por lorna, que el mero se codea con la chita, el ojodiuva, el congrio, el pejeperro, la corvina, el lenguado, el pejesapo.
Como soñar no cuesta nada, para mi el Diccionario abracadabra podría ser un tramboyo con escamas de palabrejas. Con esto me basta y me sobra. Además, confieso que cada entrada del libro es un intento, una prueba, un ver, un ensayo, conforme a la definición de Michel de Montaigne. Porque un ensayo jamás es un estudio riguroso.
Aquí la respuesta del señor Víctor Coral:
Hasta ahora no me explico cómo el imperialismo yanqui bajó los parpados, pese a la vigilancia mortífera de la CIA, y dejó suelta y libre a Internet. Exactamente igual que provocativa chivata en pampa. Suelta para que se banquetearan con ella, a su antojo, aun los pobres del Perú si disponían de un mango para comprar media hora en una cabina cibernética de alquiler.
Comprar media hora de Internet constituye lo mismo que comprar el tiempo. Importa un pito que el docto San Agustín, el primero en imaginarse el microchip en el siglo V, haya dicho que el tiempo no puede mercadearse porque le pertenece a Dios. Eso sí, tenemos que reconocer que el rijoso San Agustín inventó el microprocesador cuando se preguntó: ¿cuántos ángeles pueden bailar en la punta de una aguja? Todavía en el siglo XX, muchos marxistas consideraban que la pregunta era una estupidez metafísica.
Pongo en relieve el gesto del imperialismo yanqui, la bajada de ojos, por una razón de peso y nervio. Hay en la blogosfera de Internet un espacio donde se cobija el fascismo redivivo, aunque exangüe, peor que pájaro muerto. Dicho blog se denomina Puente Aéreo y es opus y remiendo de Augusto Faverón.
A propósito de Diccionario abracadabra, que es un mural de ensayos de toda laya, el susomentado blog Puente Aéreo lo tacha y decreta, autoritario, que se trata de una “lumpenización de la inteligencia”. Sin saber dónde cantó el gallo, Augusto Faverón usa el vocablo lumpen que Karl Marx introdujo en la teoría política a través de su libro El 18 Brumario, capítulo quinto.
Justamente la bilis que Augusto Faverón derrama en Internet contra Diccionario abracadabra se titula “Lumpenización de la inteligencia”. Antes le muestra al lector una advertencia obscena que dice: “Prohibido pensar”. Advertencia que concuerda, vis-a-vis, con el pensamiento de Paul Joseph Goebbels, el ministro de Cultura de Hitler que vociferaba: Miente, miente, miente que algo queda.
Hago la atingencia: Internet nació como un invento del Pentágono. Fue creación de la Defense Advanced Research Project Agency (DARPA), una institución estatal con sede en Texas. Internet nunca fue iniciativa privada como pregonaban los admiradores de la hoy descalabrada teoría económica de Milton Friedman y sus 'Chicago boys’. Pocos saben que Internet empezó a funcionar todavía en 1969, pero solo para fines bélicos y hegemónicos.
Ahora que tenemos la fortuna de contar con Internet, desde el blog Puente Aéreo se quiere imponer prohibiciones fascistas, envueltas en papel de lustre, treta aprendida en los filmes de Leni Riefenstahl, la favorita de Hitler. Esto ya estaba previsto en el ensayo de Susan Sontag, “Fascismo fascinante”.
“Lumpenización de la inteligencia” quiere decir que, para Augusto Faverón, la capacidad mental no se aprecia por medio de un coeficiente intelectual sino por la condición social de la persona. Lo mismo que proclaman los sociólogos prejuiciosos Samuel Huntington o Charles Murray, ambos de Harvard. Esa es la calaña de Faverón. La creatividad popular, los chascarrillos, el hueveo por ejemplo, o la letra de un huaino, pueden infectar la preciosa literatura de las elites. Por lo tanto, a los pobres, proclives a la lumpenización, se les debe prohibir el pensamiento.
Con esta manipulación que se pretende ingeniosa, Augusto Faverón chapotea en las aguas de Cesare Lombroso, el criminólogo que elaboró el perfil del supuesto criminal innato. Todo esto ha salido de la cloaca del conde Arthur Gobineau, a quien tanto admiraba Clemente Palma, ídolo de Faverón.
Sea como fuere, el asunto es que debemos denunciar la intolerancia que germina en la blogosfera con el pretexto de cautelar la moral. Augusto Faverón acusa que Diccionario abracadabra ni siquiera llega al nivel de chascarrillo de vecindario. Pregunto: ¿qué hay de indigno en el chascarrillo popular? Para mí sería una honra ganar un concurso de chascarrillos en un callejón. Con ignorancia supina, Faverón cree que un estudio sesudo, una tesis, una monografía, constituyen ensayos.
El gesto obscurantista de Augusto Faverón ha sido imitado en otro blog por un tal Coral, poeta y mami de lenocinio que me llama 'caserito’. Coral señala que Diccionario abracadabra es “un mero listado de palabrejas”. Con similar prejuicio fascista, Coral divide el léxico en palabras y palabrejas.
Lo bueno es que la infeliz expresión me trajo a la mente una imagen y la idea de Theodor Adorno, el de la Escuela de Frankfurt, sobre la concomitancia entre forma y contenido. Coral, pese a su apelativo marisquero, resulta un ignorante en cuanto a pejes. Dice: “Un mero listado de palabrejas”. Pero lo que yo veo es un peje mero con rayas hechas de palabras rutilantes. Lo de mero le salió por torpeza, en la creencia de que se trata de un peje como la lorna. No sabe, por lorna, que el mero se codea con la chita, el ojodiuva, el congrio, el pejeperro, la corvina, el lenguado, el pejesapo.
Como soñar no cuesta nada, para mi el Diccionario abracadabra podría ser un tramboyo con escamas de palabrejas. Con esto me basta y me sobra. Además, confieso que cada entrada del libro es un intento, una prueba, un ver, un ensayo, conforme a la definición de Michel de Montaigne. Porque un ensayo jamás es un estudio riguroso.
Aquí la respuesta del señor Víctor Coral:
Errores en el Diccionario Abracadabra
Hace unos días evité referirme a las tropelías verbales que comete Gregorio Martínez en su glosario titulado Diccionario abracadabra, en el cual trata de abominable manera al poeta Juan Cristóbal. Más bien planteé estas preguntas, que siguen sin ser respondidas, sobre el libro y la pertinencia de su supuesto carácter de "ensayo":
…cómo cuadra un glosario más o menos grosero, medioinformado y, esporádicamente, ingenioso, como el del narrador peruano, en un género riguroso como el del ensayo, que tiene como antecedentes peruanos a Riva–Agüero, Maríategui, Flores Galindo y el mismo Miguel Ángel Huamán, miembro del jurado que premio Abechedario.
Otra pregunta es si basta la "insolencia" y la desfachatez para convertir un mero listado de palabrejas no aceptadas por la esclerótica docta corporación matritense (léase RAE) para convertir a ese texto en algo constructivo para el proceso literario y cultural peruano.
La última pregunta es más sencilla: ¿no será que, simplemente, no hubo alternativas ensayísticas de más vuelo en el concurso y se tuvo que premiar a un caserito de los concursos Copé?
Bueno, pues parece que mis reparos a su libro le reventaron la vesícula al conocido escribidor, que no ha tenido idea más infeliz que defenderse de mis argumentos –en su columna "Bustrófedon" de ayer en Perú.21– con insultos tan desaforados como ridículos hacia mi persona. Yo, por cierto, no voy a descender a ese nivel y responderle burlándome de él –detesto los facilismos–, sino que voy a señalar, al vuelo, algunas inconsistencias, errores y despropósitos incluidos en su "intocable" idioticón (así llama él mismo a su libro en la página 25).
Se supone que el idioticón es un libro que va a contracorriente de la RAE, a quien confronta, corrige y contradice burlonamente, con gracia. Siendo esto así, cómo podemos comprender la inclusión de una larga serie de términos de navegación ("manga", "gratil", "cofa", "raca", etc.) que no tienen por qué estar en un diccionario no especializado como el de la RAE, ni tienen definiciones graciosas, originales o ingeniosas en el Diccionario Abracadabra. Es más, cualquier diccionario de términos de navegación explica mejor lo que Martínez utiliza burdamente como relleno en su glosario.
Otro punto interesante son las entradas vinculadas con la Biblia: "Cam", "Noé", "Lot", "Babel" no solo carecen de gracia sino que no aportan más que confusión, en unos casos, y aburrimiento, en otros, con respecto a diccionarios más exhaustivos como el Espasa Calpe, para no tocar los diccionarios especializados en términos bíblicos.
Un caso específico. Dice muy bien Edgardo Rivera Martínez, en la introducción del libro, que la naturaleza del ensayo...
se halla lejos (…) de la poesía, de la narración, y más aún, de un trabajo de investigación o de divulgación. (página 9)
Flagrante e incomprensible contradicción es, entonces, la definición incluida en el idioticón de un término tan importante y tradicional como "eros": nada de refinamientos semánticos, nada de actualizaciones acordes con la erótica posmoderna, nada, siquiera, de descripciones eróticas. Encontramos solo una pobre narración, una seudoversión del nacimiento del ser mitológico Eros, y luego, sin transición alguna, una torpe e inopinada disquisición sobre el origen de… ¡las alas de los ángeles!
Agrego, para que ustedes se hagan una idea más cabal de la calaña de este libraco, un error grosero incluso para un simple glosario –ya no hablemos de un diccionario cabal–: la entrada "wachimán", cuyo desarrollo, aparte de repetir todo lo que sabe Perogrullo (viene del inglés watchman, surgió en Latinoamérica, tiene relación con el peruanismo "cachaco", etc.), utiliza todo el tiempo el término "guachimán" cuando define, pero apela el extrañísimo y completamente inusual "wachimán" como entrada general de su idioticón.
Podría explayarme mucho más sobre este mamotreto desigual e ingenuoso (o sea, un poco ingenioso y bastante ingenuo), pero tengo que terminar un ensayo sobre la simbología en la obra de García Márquez, labor mucho más divertida que andar hurgando en las entrañas macilentas de este listado antojadizo.
Y, como yo no soy guachimán (ni wachimán) de la verdad, ni mucho menos de mis libros –estúpido sería–, dejo esto aquí, por ahora.
Hace unos días evité referirme a las tropelías verbales que comete Gregorio Martínez en su glosario titulado Diccionario abracadabra, en el cual trata de abominable manera al poeta Juan Cristóbal. Más bien planteé estas preguntas, que siguen sin ser respondidas, sobre el libro y la pertinencia de su supuesto carácter de "ensayo":
…cómo cuadra un glosario más o menos grosero, medioinformado y, esporádicamente, ingenioso, como el del narrador peruano, en un género riguroso como el del ensayo, que tiene como antecedentes peruanos a Riva–Agüero, Maríategui, Flores Galindo y el mismo Miguel Ángel Huamán, miembro del jurado que premio Abechedario.
Otra pregunta es si basta la "insolencia" y la desfachatez para convertir un mero listado de palabrejas no aceptadas por la esclerótica docta corporación matritense (léase RAE) para convertir a ese texto en algo constructivo para el proceso literario y cultural peruano.
La última pregunta es más sencilla: ¿no será que, simplemente, no hubo alternativas ensayísticas de más vuelo en el concurso y se tuvo que premiar a un caserito de los concursos Copé?
Bueno, pues parece que mis reparos a su libro le reventaron la vesícula al conocido escribidor, que no ha tenido idea más infeliz que defenderse de mis argumentos –en su columna "Bustrófedon" de ayer en Perú.21– con insultos tan desaforados como ridículos hacia mi persona. Yo, por cierto, no voy a descender a ese nivel y responderle burlándome de él –detesto los facilismos–, sino que voy a señalar, al vuelo, algunas inconsistencias, errores y despropósitos incluidos en su "intocable" idioticón (así llama él mismo a su libro en la página 25).
Se supone que el idioticón es un libro que va a contracorriente de la RAE, a quien confronta, corrige y contradice burlonamente, con gracia. Siendo esto así, cómo podemos comprender la inclusión de una larga serie de términos de navegación ("manga", "gratil", "cofa", "raca", etc.) que no tienen por qué estar en un diccionario no especializado como el de la RAE, ni tienen definiciones graciosas, originales o ingeniosas en el Diccionario Abracadabra. Es más, cualquier diccionario de términos de navegación explica mejor lo que Martínez utiliza burdamente como relleno en su glosario.
Otro punto interesante son las entradas vinculadas con la Biblia: "Cam", "Noé", "Lot", "Babel" no solo carecen de gracia sino que no aportan más que confusión, en unos casos, y aburrimiento, en otros, con respecto a diccionarios más exhaustivos como el Espasa Calpe, para no tocar los diccionarios especializados en términos bíblicos.
Un caso específico. Dice muy bien Edgardo Rivera Martínez, en la introducción del libro, que la naturaleza del ensayo...
se halla lejos (…) de la poesía, de la narración, y más aún, de un trabajo de investigación o de divulgación. (página 9)
Flagrante e incomprensible contradicción es, entonces, la definición incluida en el idioticón de un término tan importante y tradicional como "eros": nada de refinamientos semánticos, nada de actualizaciones acordes con la erótica posmoderna, nada, siquiera, de descripciones eróticas. Encontramos solo una pobre narración, una seudoversión del nacimiento del ser mitológico Eros, y luego, sin transición alguna, una torpe e inopinada disquisición sobre el origen de… ¡las alas de los ángeles!
Agrego, para que ustedes se hagan una idea más cabal de la calaña de este libraco, un error grosero incluso para un simple glosario –ya no hablemos de un diccionario cabal–: la entrada "wachimán", cuyo desarrollo, aparte de repetir todo lo que sabe Perogrullo (viene del inglés watchman, surgió en Latinoamérica, tiene relación con el peruanismo "cachaco", etc.), utiliza todo el tiempo el término "guachimán" cuando define, pero apela el extrañísimo y completamente inusual "wachimán" como entrada general de su idioticón.
Podría explayarme mucho más sobre este mamotreto desigual e ingenuoso (o sea, un poco ingenioso y bastante ingenuo), pero tengo que terminar un ensayo sobre la simbología en la obra de García Márquez, labor mucho más divertida que andar hurgando en las entrañas macilentas de este listado antojadizo.
Y, como yo no soy guachimán (ni wachimán) de la verdad, ni mucho menos de mis libros –estúpido sería–, dejo esto aquí, por ahora.
-El Señor Gustavo Faverón ha ensayado otra respuesta en: http://puenteareo1.blogspot.com/2009/08/montaigne-se-revuelca-en-la-tumba.html
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7 comentarios:
Ya me imagino ese intercambio de cartas con Gregorio Martínez. Por qué no lo publicas. Queremos saber...
Bueno ya estaba dicho Ybarra, o crees que no sabemos...
Tremendo revuelo ha provado el Negro Martínez con su Ensayo de Abecechedario, donde el Negro se manda con frases como esta, dignas de todo un hombre de mundo:
“Entonces, ¿qué anatema impide que el sentimiento manifiesto, besos, caricias, infinita ternura como la que el poeta Juan Cristóbal le brindaba a su perra Zorba, pueda ahondar por la ruta sexual? ¿En qué radica la monstruosidad? Nada más pregunto si la manteca es unto.”
La verdad no es para tanto. Es conocido el amor que los poetas tienen por sus animales, por sus perros, sus gatos y sus hamsters. Dicen que Georgette Vallejo siempre se ponía celosa cuando paseaba con César por el zoológico parisino y este se quedaba absorto y abstraído cuando los venaditos tomaban agua. Y nadie comenta las bolitas de lana de oveja que hay siempre en la ropa de Rodoldo Ybarra.
Ybarra sacó la cara por Juan Cristóbal, cuyo nombre verdadero es José Pardo y Echenique del Arco del Triunfo, exponente de todos los resentimientos sociales posibles y acusó al Negro Goyo de vulgar. “Un negro igualado, cuando se ha visto“. A Cristóbal se le salió el apellido que ahora quiere negar.
El negro Martínez respondió cual Shaka Zulu en Perú.21, reviviendo viejos y amenos momentos de la pelea de andinos contra criollos. Y si la historia ha dicho algo, es que la zambería siempre ha estado del lado de los blancos. Black power, White Money.
“A propósito de Diccionario abracadabra, que es un mural de ensayos de toda laya, el susomentado blog Puente Aéreo lo tacha y decreta, autoritario, que se trata de una “lumpenización de la inteligencia”. Sin saber dónde cantó el gallo, Augusto Faverón usa el vocablo lumpen que Karl Marx introdujo en la teoría política a través de su libro El 18 Brumario, capítulo quinto.“
Aquí queremos solidarizarnos con nuestro héroe Faverón. Si Faverón dice que el Diccionario del Zamborja es lumpen, es lumpen. Si Faverón dice que el ensayo del Chupete de Brea es un insulto a la inteligencia, entonces yo pido que me devuelvan mi plata. Y consideramos que es un insulto que se le cambie el nombre de Gustavo a Augusto. Así no juega Perú.
Lo que no podemos negar es el buen ingenio de Muñeco Vudú para meter a Hitler en la colada.
“Ahora que tenemos la fortuna de contar con Internet, desde el blog Puente Aéreo se quiere imponer prohibiciones fascistas, envueltas en papel de lustre, treta aprendida en los filmes de Leni Riefenstahl, la favorita de Hitler. Esto ya estaba previsto en el ensayo de Susan Sontag, “Fascismo fascinante”.”
Luego el hermano de Angobaldo sigue y sigue…
ay, ibarrón tu siempre con tu as bajo la manga
El negro goyo tiene cayetano, esquiva los chavetazos y patea en las criadillas. Quiero leer esas cartas y tus respuestas.
oye ibarrón, yo también quiero esas cartas. no hay alguna posibilidad...
Me encantan estas guerritas de peruanos con poco talento y mucha suerte vs. peruanos sin talento y poca suerte; de peruanos con talento, poca suerte y mucha pose vs. peruanos sin talento, poca pose y mucha suerte. Hay de aquellos que honran su estupidez poética inventándose enemigos para vender sus malos libros, hay de aquellos que se inventan entidades para sentirse unidos e idolatrados. (organizados)
En fin, en este nuestro hermoso y desgraciado país, los poetas de ahora ya no somos los poetas de antes, los enamorados de Chabuca ahora acuchillamos por el poto de Susy Diaz, las polémicas suicidas de escritores “localistas” contra los llamados “cosmopolitas” ya no existen más que en nuestros viejos textos.
Los miserables y solitarios poetas Underground ahora acuden en masa a las ferias de libros a comprarse sus propios libros, ahora enseñan “técnica poética” en una U. de prestigio (¿sabrán acaso sus alumnos que les roban la plata vilmente?)
Los poetas de mis textos ahora brillan sucios y tontos detrás de un micrófono maloliente en un barrio maloliente con gente maloliente, respondiendo agujereadas entrevistas de algún fan enamorado. Literatura surrealista, contemporánea, vanguardista le dicen.
Que desperdicio para el más vano y ahora limitado oficio.
Vallejo de mierda porque te moriste tan lejos y tan joven.
Lo que queda claro en el debate Goyo-Tavito es que cada vez es mas amplio el concenso critico en caracterizar a Faveron como un fascista.
Yo acabo de comprar su Biblia de Guarango, la he ojeado, pero la encuentro intensa como Canto de sirena. Mañana debo conseguir este Abechedario para un trabajillo. Saludos a Martínez, es un diablillo y sabrá pasarse por las gónadas a los fascistas tales.
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