Dibujo de Leonardo da Vinci sobre un feto
I
La primera pregunta que tiene que hacerse un hombre para escribir sobre el aborto radica en explicarse cómo entiende a la mujer o cómo entiende al cuerpo de la mujer. Obviamente, en una sociedad patriarcal post mecano industrial --cuyo soporte sigue siendo el militar y el sistema de castas--, aunque se disfrace de democrática y trate de anteponer criterios religiosos (¿quién diablos sigue creyendo en el clero?) o "humanísticos" (los clásicos lobos disfrazados de cordero), el
istmo macho va a salir a flote a veces sin percibirlo [(pueden leer todos los artículos escritos por hombres que se han hecho sobre el aborto tanto en periódicos como en páginas virtuales (llama la atención, por ejemplo, que el presidente del comité de alto nivel de derechos sexuales y reproductivos del colegio médico del Perú, y uno de los principales consultos en el caso de aborto, sea un hombre, Miguel Gutiérrez, homónimo del escritor)]. Asimismo, hay que nombrar el caso de una de las pocas mujeres que no le rehúyen al debate: Rocío Silva Santisteban en
http://kolumnaokupa.blogsome.com/ / y su post “Yo no he abortado” donde plantea que
lo incongruente es que sean hombres célibes quienes, en este acalorado debate, se adueñen de la verdad sobre la maternidad y sus límites. Artículo que, por cierto, primero fue publicado en el suplemento falogocentrista de La República.
Pero este post no quiere detenerse ahí --aparte del llamado como tal del papel de la mujer peruana en un debate que se centra en su integridad y en su futuro a decidir--, tampoco busca adherirse a los propuestas "a favor" (
pro-life) o "en contra" o “por la elección” (
pro-choice), ni mucho menos trata de ubicar en qué momento de la fecundación se puede hablar de una "nueva vida", etc. Esa tarea se lo dejo para los científicos o para los "creacionistas" o propugnadores de la "teoría del flogisto". Considero que hay un asunto más importante que vertebra toda esta discusión, sobre todo cuando dicen de que "la mujer debe tener derecho a la libertad y a poder decidir sobre su cuerpo". O cuando, otros más osados, hablan de que la mujer se ve obligada al crimen, pero no porque realice el aborto, sino porque la sociedad ve un crimen donde
solo hay un deseo de
libertad ¿?. Sin embargo, ese criterio de
libertad, un poco aguanoso y de la cintura para abajo, no explica realmente lo que está detrás. Para empezar, no hay verdadera libertad si primero no hay independencia económica y esto vale a nivel micro (el individuo) como a nivel macro (la sociedad). ¿Cómo en un
semipaís (otra vez, Lenin; si no les gusta pueden probar con el
cuasi nación de Mariano José de Larra ) que explota y reprime a su pueblo (y doblemente a las mujeres desde el hogar hasta en las altas esferas de la política; y esto último va unido al racismo y lo hemos visto con el caso Arpasi) se puede hablar de que la posibilidad del aborto es parte de alguna libertad? Esa es una libertad ficticia, una proyección del hombre macho capitalista, del hombre semifeudal postmoderno, del plutócrata con viagra, pues, hablemos claro, las mujeres de la burguesía, las señoras y señoritas de avignon en edad reproductiva, abortan cuando quieren y lo hacen en sistemas sanitarios correctos, o sea en clínicas, en operaciones que califican como “legrado”, “quistes” o "limpieza de útero"; o si hay tiempo (porque medios crematísticos hay) se van al extranjero, un viajecito a Europa y listo, ahí en cualquier país nórdico los abortos son normales. Por lo tanto, lo que se discute es una ley de aborto para las clases empobrecidas, una ley para las mujeres de a pie.
II
Otro punto que quisiera tocar, es sobre el carácter de nuestra sociedad donde los vicios han hecho carne y ha generado una nueva subespeciación de hombre/mujer que no logra entender su realidad y se mueve irracionalmente, como una bestia desbocada, teniendo como parámetros y como frenos (irónicamente, en algunos casos necesarios) a las leyes y a la autoridad. Y no se crea que la mayoría de abortos que se practican clandestinamente son productos de las violaciones o de las malformaciones, que los hay, pero no tienen importancia estadística si repasamos, según los datos del centro Flora Tristán para el año 2004: 410 mil abortos; el año 2001: 352 mil abortos comparados a los 271 mil del año 1994, lo que nos hace pensar en un crecimiento progresivo; y que ahora en el 2009, haciendo las medidas respectivas, debemos estar alrededor del medio millón de abortos al año, lo que significa que en proporciones abortamos más que en China, líder mundial en las interrupciones de embarazo, que dice que anual y oficialmente se producen 13 millones de abortos (aunque extraoficialmente se dice que las crifras llegan a los 20 millones). Hechos (datos y primeros análisis) que nos hace pensar que esos miles de abortos peruanos no corresponden a los casos de violación o de carácter terapéutico. No señor. La mayoría de esos abortos tuvieron como punto de partida a las polladas, a los fines de semana discotequeros y a las juergas de las academias o de las universidades chuchumecoides, a los chichódromos, salsódromos y rucódromos donde el licor y las drogas terminaron por doblegar las escasas resistencias dentro de la conducta humana (si es que todavía se les puede llamar así). Las mayoría de estas mujeres embarazadas irresponsablemente (seducidas por el macho imbécil marionetizado por el conductismo mediático) son las que recurren al aborto clandestino, a la pastilla misoprostol (el famoso Citotec que se usa para prevenir las úlceras pépticas y que es legal) que la venden en toda la avenida Tacna del centro de Lima, y lo publicitan los diarios, especialmente “El Comercio”, bajo el letrero eufemístico “Atraso Menstrual”. Y, francamente, no creo que, si se legaliza el aborto, estas mujeres recurran al sistema hospitalario institucional (y aquí incluyo a las clínicas particulares), justamente porque, ellas lo entienden, como parte de una “vergüenza”, un “deshonor”, un “domingo 7” (palabra muy usada, alguna vez, por nuestra sociedad para referir a las empleadas domésticas abusadas por el patrón), hecho que, supuestamente, sólo las incluye a ellas (y debiera incluir, también, a la contraparte, a los cómplices fornicarios. Por cierto, esta última palabra “fornicarios” no tiene aquí connotación religiosa y las idiotizantes teorías del pecado, simplemente está referido al acto sexual fuera del matrimonio o fuera de la relación de pareja). Esa lucha por un aborto en condiciones higiénicas y con tutoría médica, como estamos viendo, sólo está dirigido a un porcentaje mínimo, que son los casos de violación y los casos de malformaciones congénitas o que ponen en riesgo a la madre; y luchar por este tipo de aborto, que tuvieron origen en la violencia o son de carácter terapéutico, ni siquiera debiera darse, es una obligación y un deber de la sociedad legalizarlo.
III
El hecho de que se legalice o no el aborto (y ya no me estoy refiriendo al aborto terapéutico ni al producto de la violación) lo único que va a hacer es tratar de sincerar las cifras existentes (aunque no creo que lo logren). Y no va a poder evitar al aborto subrepticio, escondido y alejado de la sociedad. Y a quienes no estén de acuerdo con esto les hago esta proposición que parte de una versión real: Juanita se fue a una fiesta de la universidad por el fin de ciclo de la facultad de arte, se encontró con luchito; se emborracharon y en uno de los pajonales tuvieron relaciones sexuales. Al cabo de un mes, juanita se da cuenta de que está preñada. ¿Cuál va a ser la reacción de Juanita? Supongamos que su única alternativa sea abortar. ¿Le diría a su a familia e iría acompañada de su progenitora a hacerse un aborto (suponiendo que ya ha sido aprobado por los estamentos reguladores) o haría las cosas como la hacen sus amigas y como la plantea esta sociedad hipócrita de la doble moral?, o sea, haciendo cita con la comadrona o el abortero (que casi siempre no es un médico, sino un improvisado en la evisceración y en la manipulación de la aspiradora) que en privado la alejara de todos sus temores (no los que tienen que ver con la salud sino con la moral y con el qué dirán) y podrá regresar a su vida “normal” sin que nadie le pregunte nada ni se meta en su vida privada.
Y esto porque por cuestiones lógicas y por el internamiento médico, la mujer que aborta (suponiendo que fuese en situaciones “normales” y dentro de un hospital) tendría que pasar algunos días en cama y recibir a las visitas familiares o a los más cercanos. A quienes de seguro, se les diría que se resbaló en una cáscara de plátano o que tenía un tumor en el endometrio, pero nunca la verdad. La hipocresía clasemediera es la tutora en los casos de embarazos no deseados. Sin embargo, es peor la hipocresía estatal y privada, la que con sus medios de comunicación corruptos con claros rasgos psicosociales, aparte de generar ignorancia y confusión, imponen la pornografía subrepticiamente, descuidan a propósito la educación sexual y bestializan al poblador común incentivándolos al crimen y a la violación; y en los casos de la miseria, obligándolos al hacinamiento y al incesto. En última instancia, el aborto para el caso de las mujeres (debiera decir “las parejas”) que no pueden costear el futuro desarrollo del niño es culpa directa de este sistema que quiere poner leyes para ordenar y hacer viable el hambre y la miseria, y encima de ellos a la corrupción y a los corruptos y corruptores; pues el sistema no se va a culpar a sí mismo ni se va a infringir algún golpe bajo, entonces descaradamente dice que la mujer que aborta es una criminal como dice que el campesino o el selvático que bloquea las carreteras para reclamar mejor trato a su condición es un terrorista.
IV
Considero que nuestra sociedad no está preparada para una ley de aborto sin restricciones, considero que esas restricciones, y peros, son necesarios. Seamos claros, no estamos preparados para legalizar las drogas, no estamos preparados para licenciar el uso civil de armas (y conste que dado el peligro ciudadano de los últimos tiempos ya es más que necesario), no estamos preparados para exigir que las autoridades cumplan con lo que prometen. Ni siquiera estamos preparados para que el voto no sea obligatorio, mucho menos para aprobar una ley de aborto sin especificaciones, lo que, eventualmente, incentivaría el libertinaje, el aumento de ETS (enfermedad de transmisión sexual) y claro, aquí, el sida; y, con todo ello, la animalización y bastardización de una sociedad que a las justas se comporta como tal.
Ahora, todo lo dicho arriba, no implica coaptar la libertad sexual de las mujeres y su derecho a decidir, lo que tiene que tener como premisa a la educación, y no a un asunto hormonal.
Por cierto, hay un interesante “debate sobre el aborto” planteado por el señor Daniel Salas aquí:
http://grancomboclub.com/
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