jueves, 1 de mayo de 2008

“Amórfor” de Salomón Valderrama y “Manchas Solares” de Diego Lazarte



x Rodolfo Ybarra

Libro bifronte y siamés de temáticas no tan distintas, pero sí de factura polar, unidos por la columna vertebral de la poetik.


I.-“Amórfor” (Paracaídas Editores, 2007) del joven poeta Salomón Valderrama (La Libertad, Chilia, 1979), es, en líneas generales –salvo estricto parecer-, un sonetario (sorprende su uso en la última generación) con versos contados y medidos, 14 versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos en su forma clásica; sin embargo, a veces hay una trastocación a las dos estrofas finales (tercetos híbridos o radiados) o una aparente libre determinación de versos que le va a dar un toque moderno a un estilo que, si bien no es exclusivo, lucha por parecerlo y ubicarse dentro de ese archipiélago de poetas místicos, barrocos y vanguardistas (el autor se reclama seguidor de José Pancorvo en quien encontramos un primer atisbo, si es que leemos “Estados Unidos Celestes”: Poesis más de novia y os fulgor/ Me muera y es al yelmo tu volar/ Tus éxtasis salmón al respirar/ Tu aspaviento y espanta al espesor; así en previo brindis, abre el camino: Tado peasuo bandacedo us hemucedo./ Purqoa ne hoy ciorpa qoa separto tento loz duzcanecido).
Conforme uno va avanzando en la lectura hay un aroma que se va enrareciendo y aclarando a la vez hasta mostrarnos detrás de la estela y omnipresencia de José de Espronceda (el revolucionario de “Sancho Saldaña” y “El Diablo Mundo”) y Francisco de Quevedo y Villegas (quizás el más relevante del conceptismo barroco así como de la onda picaresca) a la “Travesía de Extramares” de Martín Adán. Esta ruta barroca marca a la vez un acercamiento y un alejamiento con los poetas ulteriores del neobarroquismo limense. Valderrama se muestra ortodoxo con intención a la dificultad y al escabroso terreno de la perfección que, como sabemos, en ciertos grupos herméticos es la rosa o la simbología de la rosa, la piedra filosofal, el cáliz dorado, la transmutación de los metales, ese sino (signum) del plomo en oro, y el ejercicio de la perfección mental. Quizá el punto más alto se logre o se alcance –cuanto más se acaricie- en “Realidades dee laa meente: Corazón azul” donde el lenguaje otra vez nos trae al maestre Pancorvo: Ma loz ne us onumel dol Ceulo/ Lo bruse vergun us lo hospeda qoa ma elvodu/ o llero/ Emur enstuntos qoa an ul mor mu antourru. El canónigo quilquense dice: Que la Poesie Politic dil Creador prise lo temps/ Al pese numere mesure titanic milenio de azul/ Que Lima también Politic pur al Poesis et edifiz (EUC, hipocampo edit., 2006). No obstante, la temática es recurrente: amor, muerte, desamor, desesperación o el canto al “Unigénito” que en el fondo es el canto a sí mismo -no whithmaniano, sí new age-, el hijo, la prolongación del yo: Crío mío, el dado, malcriado, malherido. / Frontal de la cúspide llorada, de estío/ Imperdido, en la moneda, tesoro mío./ Astillado, imán, como Dios, el preferido. Cuyo final a lo Ricardo Palma (“En la calavera de una pulga se ahoga un cristiano”, “Rebuzno de asno sin pelo no va al cielo”, “En arca del avariento el diablo está de asiento”, etc.) vuelve con un humor hace tiempo olvidado: Y ser Fin, el único, el mismo de repisa, / De vital literatura: Hijo de alambrada./ Hijo de alambrada./ Hijo, el temido, Dios, que no va ni a su misa.
El texto breve, sólo 14 poemas, se despide con ese neolenguaje (o metalenguaje de experiencia mazónica) propio de los que intentan reconstruir –o por lo menos tarrajear- el rostro de una poesía suturada con aguja de arriero, empolvada y maquillada últimamente por los gustos del mercado y la imitación tautológica demode: Trota, dustretendu, oinqoa pudor ne miartu/ Qua vai ul pudor do ne uster an etru lode.
Cabe anotar que este libro en realidad es un “adelanto” de libro, se espera pronto la presentación en sociedad de los textos completos que conforman este manojo de versos (así como “Facción de Imperdido al Arte”), atractivos como diferentes, bellos en la medida que el lector se deje arrastrar por la complejidad y busque, por qué no, la perfección, tan esquiva en estos últimos tiempos.


II.-Volteando el libro, a modo de clepsidra, para ver la otra cara de Jano encontramos “Manchas Solares” (Paracaídas Editores, 2007) de Diego Lazarte (Lima, 1984), aficionado a la astronomía, -astrología diría yo- y a las ciencias (no) exactas (acaso la brujería o la parapsicología, psicología mística no parió con dolor a la psicología moderna). El libro está construido como un plano de vuelo, cuyas láminas de pretexto mántico van a dar luz verde a los poemas (o viceversa): Hago esta cartografía/ Por encargo de estrellas lejanas y poderosas/ (nada guardo a favor ni contra ellas)/ Simplemente me susurran sus deseos luminosos. Hay una correspondencia suprapoética entre las figuras y el texto, como si el complemento explicara por qué por ejemplo una radiografía puede parecer a dos payasos que miden sus fuerzas/ a dos monos colgándose con sus colas/ de mis alegres pulmones, este polifuncionamiento o acepción de figura y verbo dan una imagen ágil al lector ávido quien confronta las láminas con la lectura en un proceso de simbiosis y de catársis, no siendo precisamente, ésta, una poesía catártica. El azar, esas coordenadas girantes de la naturaleza, o “golpes de dado” juegan un papel importante a la hora en que se “levanta” el poema, por ejemplo en “Gigante Sentado En El Sueño” (donde el gigante de la figura es más bien un gigante acostado o en su defecto un gigante sentado en un banco): Si aquel gigante imbécil y hambriento/ Perdiera su trono de oro e intestinos/ Me sentiría libre de su peso//Me mantendría aquel gigante/ Despierto por las noches,/ Le nacerían ojos amarillos y nerviosos,/ Amanecería conmigo como un loco/ Comiéndose las uñas,/ Comiéndose mis sueños en silencio. O en “Mariposa Nocturna” donde la imagen es más bien la de un murciélago, rata con alas le decían los antiguos, pero cuyo mensaje no es precisamente gótico: Existirá esta mariposa,/ Que nacerá de mis herrumbres./ De hábitos nocturnos/ Hasta mi corazón volara/ Desde trópicos artificiales./ Dejará vacíos de seda,/ Un vuelo imperceptible/ Levísimo tendrá./ De escamas y de tinta,/ Todo en ella será falso,/ Sus alas tendrán tus ojos,/ Al alimentarse de mis líquidos/ Más salobres,/ Sentiré sus antenas plumosas,/ Sus alas efímeras./ Perro del naranjo. José Ruiz Rosas escribe correctamente en la Presentación: “Por esos planos desdoblados enrumba la poesía de Lazarte acaso esperanzada en ver en los ensueños un faro que nos deslumbre con su oscuridad, sea que piense en la muerte o en el amor o que avance lleno de miedo pero intuyendo los resplandores del diamante en las profundidades del carbón”, y es que el poeta vuelve a su lugar dentro del mirador ya sea a través de los astros (mirando hacia arriba) o por medio de una piedra o un cangrejo (mirando hacia abajo), se ubica como pitoniso, como profeta, como hermeneuta de sus propias preocupaciones humanas y por ello universales: Te asomas débilmente al filo de las palabras./ Estás en el vértigo de mis ojos/ Mientras las salamandras/ Nacen del fuego de mis sentidos. Se entiende ahora por qué el poeta necesita algo más que palabras (¿videopoesía, tal vez?) para transmitir el mensaje que le han encomendado los dioses; quizás algún día la salamandra mitológica se muestre a sí misma atravesando el fuego de una poesía que crece y se reinventa manteniendo los debidos equilibrios. Lazarte apenas ha hecho un esbozo de su anteojo astronómico -como el gran Galileo Galilei que descubrió las primeras manchas solares, las vibraciones de la luna, los anillos de Saturno, los cuatro satélites de Júpiter, etc.- por ello, se esperan mayores trabajos iniciáticos de este joven autor.

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