jueves, 15 de mayo de 2008

"POSTERGANDO EL DÍA DEL JUICIO FINAL"

(Artículo expropiado al The New York Times Syndicate)




x Noam Chomsky. Lingüista

El principal desafío que enfrentan los habitantes del mundo es, literalmente, la sobrevivencia.

El general Lee Butler, ex jefe del Comando Estratégico de Estados Unidos (Stratcom), lo señaló con claridad hace una década. A lo largo de su prolongada carrera militar, él perteneció a los “más ávidos creyentes en las armas nucleares”, escribió. Pero es ahora su deber “declarar con toda mi convicción que nos han prestado servicios de manera muy mala”.

Butler plantea la siguiente pregunta: “¿Con qué autoridad generación tras generación de líderes en estados con armas nucleares usurpan el poder para dictar las chances de la continuación de la vida en el planeta?”. El general retirado dice que todos los seres humanos deberían estar unidos “en nuestro compromiso de abolir las demostraciones más letales” de las armas atómicas.

Tal vez Butler haya reaccionado ante uno de los documentos más asombrosos que figuran en el dominio público. Se trata de un informe de 1995 divulgado por Stratcom, “Essentials of Post-Cold War Deterrence” (aspectos esenciales de la disuasión tras la guerra fría).

El informe recomendó que los recursos militares estaban enfilados contra la otrora Unión Soviética fuesen mantenidos, pero con una misión acrecentada. Debían ser usados contra “estados deshonestos” del tercer mundo.

Inclusive si no se las usa, “las armas nucleares siempre arrojarán una sombra sobre cualquier crisis o conflicto”, indicó el documento de Stratcom, y eso permite obtener beneficios a través de la intimidación.

Las armas nucleares “parecen estar destinadas a ser el elemento central de la disuasión estratégica” por parte de Estados Unidos, señaló el documento, y además, hay que señalar claramente a los adversarios que “Estados Unidos podría convertirse en (un país) irracional y vengativo si sus intereses vitales son atacados”, en tanto “algunos elementos podrían aparecer potencialmente fuera de todo control”.

Hace cuarenta años, Bertrand Russell y Albert Einstein indicaron que los seres humanos enfrentan una opción que es “escueta, temible e inescapable: ¿terminaremos con la raza humana: o la humanidad renunciará a la guerra?”. Ellos no estaban exagerando.

Un reto relacionado es el acceso limitado a los medios básicos de vida: agua y comida suficientes. Entre las soluciones a corto plazo se incluyen la desalinización, por ejemplo, en la cual Arabia Saudí está a la delantera en escala, e Israel en tecnología. Esta es una de las muchas bases para una cooperación constructiva si estados Unidos e Israel permitieran una solución al conflicto palestino-israelí a través de una acuerdo viable de dos estados obstaculizando durante 30 años.

Hay incertidumbre respecto a cómo encarar estos asuntos. Pero cuanto más demoremos en confrontarlos, más grande será el costo para las generaciones venideras.

Al menos está claro cómo poner fin a la amenaza de las armas nucleares: eliminarlas, que es una obligación legal, tal como lo determinó la Corte Internacional de Justicia, hace una década.

De manera más amplia, existen planes sensatos para restringir la producción de materiales nucleares, a fin de usarlos con propósitos pacíficos. El Comité sobre Desarme de las Naciones Unidas ya aprobó un tratado en ese sentido, en noviembre del 2004. El voto fue de 147 a 1 (Estados Unidos) con dos abstenciones (Israel y Gran Bretaña).

Un importante paso intermedio sería el establecimiento de zonas libres de armas nucleares (ZLAN). Ya existen varias de esas zonas, por ejemplo en África, el Pacífico sur, y el sureste de Asia, aunque como siempre, su importancia depende de la buena voluntad de las grandes potencias para que acaten las leyes.

En ningún lugar sería más valioso el establecimiento de estas ZLAN que en el Medio Oriente. En abril de 1991, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas afirmó “el objetivo de establecer en el Medio Oriente una zona libre de armas de destrucción masiva”, (Resolución 687, Artículo 14).

El objetivo de un Medio Oriente sin armas de destrucción masiva ha sido apoyado por Irán, y es respaldado por una gran mayoría de norteamericanos e iraníes. Es, sin embargo, descartado por el Gobierno de Estados Unidos y por los dos partidos políticos, y nadie lo menciona en discusiones políticas.

Una gran mayoría de norteamericanos, iraníes, y de habitantes de numerosos países en desarrollo (el Grupo de los 77, ahora con 130 miembros) también considera que Irán tiene “derechos inalienables” para “desarrollar investigación”, producción y uso de la energía nuclear con objetivos pacíficos”, según el Tratado de No Proliferación Nuclear. Esos derechos también se extienden a Israel, Pakistán y la India, países con armas nucleares.

Cuando la prensa de Estados Unidos dice que Irán está desafiando “al mundo” al realizar labores de enriquecimiento de uranio, está adoptando un interesante concepto de lo que significa “el mundo”.

Respecto a la inspección, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) ha demostrado ser altamente competente y, con apoyo de las grandes potencias, podría llegar a serlo aún más.

Zeev Maoz, uno de los principales analistas estratégicos de Israel, ha presentado sólidos argumentos de que el programa nuclear de Israel daña su seguridad, y ha urgido al gobierno de Jerusalén a “reconsiderar seriamente su política nuclear” y proponer “un acuerdo regional para una zona libre de armas de destrucción masiva en el Medio Oriente”.

Con su abrumador poder, la posición de Washington es por supuesto decisiva. El gobierno de Bush ha sido elogiado en Occidente por dar un cierto viraje del militarismo agresivo hacia la diplomacia, pero la admiración no es universal.

Comentando sobre la visita del presidente George W. Bush en enero de 2008 a los estados del Golfo Pérsico, el especialista en Medio Oriente y ex embajador, Charles Freeman, escribe que los “árabes son notoriamente corteses. Incluso cuando no les gustan esos invitados… Aún así, cuando el presidente norteamericano hizo una visita y habló sobre el tema de Irán, un editorial en un importante periódico de Arabia Saudí deploró el hecho de que la ‘política estadounidense no representa una diplomacia en busca de la paz, sino la locura en busca de la guerra’”.

Lo que ocurre en Europa también es preocupante. Para los líderes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, es simplemente una perogrullada que son una fuerza de paz. La mayoría del mundo, que tiene recuerdos muy diferentes de la benevolencia occidental, ve las cosas de manera distinta. También lo hace Rusia.

Parecieron existir esperanzas de una paz a largo plazo en Europa cuando la Unión Soviética colapso. Mijaíl Gorvachov estuvo de acuerdo en permitir que una Alemania unificada se uniera a la OTAN, una asombrosa concesión teniendo en cuenta la historia anterior. Alemania prácticamente destruyó a Rusia dos veces en un siglo, y ahora se incorporaría a una alianza militar hostil liderada por una superpotencia.

Pero, a cambio de eso, el presidente Bush, padre del actual, estuvo de acuerdo en que la OTAN no se expandiera hasta incluir a ex miembros del Pacto de Varsovia, garantizando a Rusia cierto grado de seguridad.

Pero el presidente Hill Clinton se retractó del acuerdo. La OTAN no solamente se expandió hacia el este sino que también rechazó la propuesta de Rusia (con Ucrania y Bielorrusia) de establecer una zona libre de armas atómicas desde el Ártico hasta el Mar Negro, abarcando Europa Central.

Como respuesta, Rusia se retiró de la política de no usar primero armas nucleares que había adoptado luego del acuerdo Bush-Gorvachov, revirtiendo a la política de usar primero las armas, algo que la OTAN nunca ha abandonado.

Las tensiones aumentaron rápidamente cuando Bush II llegó a la presidencia, con una retórica amenazante, una nítida expansión de la capacidad ofensiva militar, retiro de tratados de seguridad claves, y agresión directa. Como era predecible, Rusia respondió incrementando su propia capacidad militar, seguida más tarde por China.

Los programas de defensa de misiles balísticos son una amenaza particular. La casi gubernamental corporación Rand describe esos misiles como “no simplemente una protección sino un elemento que impulsa la acción de EE.UU.”.

Los analistas militares lo dicen con mucha claridad. En la revista conservadora “Nacional Interest”, Andrew Bacevih escribe: “La defensa de misiles no significa realmente proteger a Estados Unidos. Es un instrumento para el dominio global”.

Los líderes políticos norteamericanos piensan desde hace mucho que son propietarios del mundo. Pero el área de dominio de Estados Unidos se está erosionando, incluso en su centro.

En años recientes, América del Sur ha dado una serie de pasos para escapar del control de Estados Unidos. Los países de la región se están moviendo hacia la integración, un requisito para la independencia, al mismo tiempo que encaran algunos severos problemas internos, el más importante, el tradicional dominio de una minoría rica sobre una mayoría hundida en la miseria y el sufrimiento.

Las relaciones sur-sur también se están fortaleciendo, vinculando a Brasil, Sudáfrica y la India, entre otras interacciones. Y como en África y el Medio Oriente, el aumento del poder económico de China está proveyendo de alternativas al dominio occidental.

Durante algunos años, la economía internacional ha sido tripular, con los centros más importantes en América del Norte, Europa y Asia.

Estados Unidos reina supremamente en una dimensión: la de la violencia. Gasta en armas aproximadamente tanto como el resto combinado del mundo, y es tecnológicamente mucho más avanzado. Pero en otros aspectos el mundo se ha ido volviendo más diverso y complejo.

Los dos modos tradicionales de control por parte de Estados Unidos son la violencia y la estrangulación económica. Tal vez esos métodos están perdiendo su eficacia, pero de ningún modo han sido abandonados.

Es una maravilla que nuestra especia haya sobrevivido tanto tiempo en una era de armas nucleares. Nadie debería tomar a la ligera la advertencia de que “se avecina el Apocalipsis” según las palabras de Robert McNamara, si proseguimos nuestro actual curso de acción. El fracaso en confrontar los desafíos que nos aguardan podría muy bien confirmar la especulación de una de las figuras más grandes de la biología moderna, Ernst Mayr. Según Mayr, la inteligencia superior es un error de la naturaleza, incapaz de sobrevivir por más de un momento pasajero del tiempo evolutivo.

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